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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR><FONT color=#800000 size=5><U>Correspondencia de
Prensa</U><BR>Agenda Radical - Colectivo Militante</FONT><BR><U>4 de octubre
2009</U><BR>suscripciones y redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT
size=3>Uruguay/Elecciones<BR><BR>Declaración Política del Colectivo
Militante <BR> <BR>El 25 de octubre votamos en blanco
</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Ponemos el SÍ para Anular la Ley de
Impunidad</FONT></STRONG><BR> <BR></DIV><STRONG></STRONG>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>1.</FONT></STRONG> La ideología de los
dominadores dice y machaca. Cualquier horizonte situado por fuera de la
“democracia representativa” está condenado al fracaso. Rebelarse contra esta
evidencia es algo que solo los muy “ultraizquierdistas” pueden hacer. Lo que
tenemos como realidad, nos advierten desde arriba, podrá “mejorarse” (ya ni
siquiera “reformarse”), pero nunca superarse. En todo caso, como graciosa
concesión a nuestros “derechos cívicos”, podemos elegir “libremente”. Cada
cuatro años. <BR> <BR>El Frente Amplio propone “un país de primera”. El
Partido Nacional ofrece el “rumbo seguro”. Ambos apelan al “sentido común” de
los electores. De un lado tenemos a Mujica, “representante de los pobres”, del
otro lado a Lacalle, “símbolo de la oligarquía”. La intoxicación mediática
instala el escenario de la “polarización”: izquierda contra derecha. En
realidad, unos y otros alimentan la resignación que rige la “convivencia
ciudadana” en un Estado capitalista. A tal punto, que para muchos la disyuntiva
será elegir entre lo “menos malo” y “lo peor”. Para “evitar el regreso
neoliberal”. Es la máxima expresión de la desesperanza. <BR> <BR>No
obstante, el fondo de la cuestión es otro. La disputa electoral en curso es
entre dos opciones situadas en el campo del orden capitalista. Dos opciones que,
sustentándose en alianzas políticas y fuerzas socio-económicas distintas,
defienden por igual el régimen burgués de dominación y, en consecuencia, su
sistema de acumulación, explotación, opresión. Las dos opciones defienden los
pilares básicos del sistema: la arquitectura institucional antidemocrática; la
apropiación privada capitalista del trabajo social; la subordinación del país a
las instituciones financieras de la mundialización imperialista. Hasta los
politólogos más reaccionarios lo reconocen: no hay una contradicción
infranqueable entre los “dos proyectos de país” que representan Mujica-Astori
por un lado, y Lacalle-Larrañaga por otro lado. <BR> <BR>Según distintos
agentes del marketing, la campaña electoral es “aburrida, previsible y hasta
decadente”, y “la creatividad brilla por su ausencia”. La chatura política e
ideológica de la campaña electoral no es, por lo tanto, una casualidad.
Dejando de lado los maquillajes y la retórica discursiva - que aparenta ser una
confrontación entre clases sociales, entre ricos y pobres -, el grado de
coincidencias en materia de “políticas de Estado” es amplio y convergente entre
las fuerzas principales que compiten por la presidencia de la República. Como
pruebas irrefutables, entre otras, allí están las coincidencias en poner "mano
firme" a la “inseguridad”; en asegurarles a los capitalistas (extranjeros y
locales) un buen clima de negocios; pagarles puntualmente a los acreedores
internacionales; garantizar el secreto bancario; vender las mejores tierras a la
producción sojera y forestal del capital multinacional; y mantener las
tropas uruguayas de ocupación en Haití y en el Congo.
<BR> <BR><STRONG><FONT size=3>2.</FONT></STRONG> Es verdad que los
trabajadores, los desempleados, las capas sociales más pobres, nada tienen que
esperar de aquellos que, como el Partido Nacional y el Partido Colorado,
hundieron al país en la peor de las crisis económicas, generando una escandalosa
caída del salario, un masivo desempleo y una espantosa miseria. De volver al
poder, seguirán gobernando en función de los intereses del capital imperialista
y de las clases propietarias locales. Con blancos y colorados en el gobierno
habrá más “ajuste fiscal” (menos inversión pública, ataque a los salarios,
etc.), políticas a favor de las corporaciones patronales (sobre todo en el
terreno de las Consejos de Salarios y las relaciones laborales en general),
“tolerancia cero” (contra los jóvenes y los más pobres), y, nuevamente,
campearán el clientelismo y la corrupción. <BR> <BR>Pero tampoco habrá que
esperar nada nuevo (o sustancialmente mejor) de un segundo gobierno del Frente
Amplio. En su horizonte estratégico no se contemplan las transformaciones
estructurales. Ni siquiera las reformas más o menos radicales. Su abdicación a
la lógica de la economía capitalista de mercado es completa. El “progresismo”
como corriente política gubernamental que ha dado continuidad social-liberal al
programa neoconservador - utilizando sus vínculos históricos con la izquierda y
el movimiento popular - entró, definitivamente, en declive. Aunque pueda volver
a ganar las elecciones, es una de las probabilidades, ya no concita las
movilizaciones plenas de esperanza del 2004. Ni los entusiasmos políticos, ni la
militancia organizada. En todo caso, podrá beneficiarse de un resignado voto
útil por lo “menos malo”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El porcentaje de indecisos al día de hoy (entre 8 y 12%),
no solamente abre una mayor incertidumbre sobre el resultado del 25 de octubre.
Sin embargo, las tribulaciones de estos 250 o 300 mil votantes, no responden,
únicamente, a que son personas “conservadoras” y “desinteresadas por la
política”, para quienes ningún candidato transmite confiabilidad. También hay
entre ellos muchísimos de los “votos prestados” al Frente Amplio en el 2004, y
cantidad de frenteamplistas desencantados. Es que el balance social del “modelo
progresista” no da para festejar. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Por un lado, las políticas compensatorias (Plan de
Emergencia, de Equidad, Trabajo por Uruguay, etc.), contribuyeron a aliviar la
pobreza y a reducir la indigencia. Pero al precio de la “contención social”, en
sustitución de la integración ciudadana plena. Por el otro lado, la
“redistribución de la riqueza”, como hemos analizado en otros trabajos, no fue
tal. Los ricos se hicieron más ricos, y los pobres siguieron siendo pobres.
Alcanzaría con registrar solo dos indicadores: 1) las capas sociales más ricas
de la población – que tienen un ingreso 20 veces mayor que las capas más pobres
– se apropiaron del 55% del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), entre
2005-2008; 2) el Impuesto a las Retribuciones de las Personas Físicas (IRPF)
desde su implantación, recaudó U$S 671,2 millones, lo que se compuso de U$S
586,5 por “rentas de trabajo” y US$ 84,6 de “rentas de capital”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Diversos estudios, incluidos algunos oficiales, hablan de
que se mantiene una extrema “rigidez social” en el país. Esto tiene una
sola lectura: la movilidad social quedó congelada, es decir, que no ha habido
una reducción de la desigualdad social. Solamente cuando la mayor homogeneidad
salarial viene acompañada de una reducción de la participación del capital en la
renta nacional y, por lo tanto, del aumento de la participación del trabajo en
esa renta nacional, ocurre una reducción de la desigualdad social. Todo lo
contrario a lo visto en el período 2005-2008, donde se verificó una caída del
33% de la participación de la masa salarial respecto al producto bruto por
habitante. Esta pérdida de participación de los salarios y los ingresos tiene
una explicación: el pronunciado aumento de la riqueza generada en el país ignoró
a la inmensa mayoría de la clase trabajadora. <BR> <BR>De esto se desprende
una primera conclusión: la prometida “justicia social” ha sido, nuevamente,
escamoteada, como lo muestra la tomografía de una crisis social, durable y
profunda. La segunda conclusión atañe al proyecto de “desarrollo nacional”: la
propuesta de “país productivo” se redujo a un simple cliché publicitario, a la
vista del inaudito proceso de extranjerización de la economía. En cuanto al
resumen, está claro: la gestión gubernamental del “progresismo no ha hecho otra
cosa que demostrar lo ya sabido: que el capital es acumulativo y no
distributivo. <BR> <BR><STRONG><FONT size=3>3.</FONT></STRONG> Las
elecciones se realizan en el cuadro de una crisis socio-económica profunda, que
trasciende la coyuntura “favorable” de los números “macroeconómicos”. De
persistencia de una masiva pobreza que golpea a 650.000 personas, en su mayoría
jóvenes, mujeres y niños. De un 34% de trabajadores con “algún problema de
empleo”, según el Instituto Cuesta-Duarte del PIT-CNT. De 400 mil trabajadores -
cotizantes al Banco de Previsión Social - que ganan ¡hasta 5.600 pesos
mensuales!. De contraste en los hábitos de consumo. De brecha en las prácticas
socio-culturales. De violencia incrustada en amplios sectores de la sociedad. De
miedo ante la “inseguridad”. De condiciones infrahumanas en un sistema
carcelario que alberga a 8.000 presos, en su mayoría jóvenes y desempleados.
<BR> <BR>Es en esta geografía social fracturada, con luchas sociales
defensivas - muchas de ellas aisladas o directamente boicoteadas por las
direcciones sindicales burocráticas - y de marginalidad política de las
propuestas anticapitalistas, que se decide el resultado electoral.
<BR> <BR>Los de abajo, nuestra gente, pondrán en la balanza cuestiones muy
concretas: las que hacen a sus condiciones reales de vida en términos de
salario, empleo, salud, educación, vivienda, políticas asistenciales, etc.
Cualquiera sea la opinión que nosotros tengamos de las “reformas” y las
políticas del gobierno en esas áreas. Ante el sólo anuncio de Lacalle que pasara
la “motosierra al gasto” (es decir, a la inversión social), y de que el Plan de
Emergencia sólo sirvió para pagarle a “80 mil atorrantes”, el “sentido común” de
las clases populares puede más que cualquier propaganda televisiva, análisis o
caracterización. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sabemos que cientos de miles de trabajadores,
desempleados, jubilados, estudiantes, jóvenes, mujeres jefas de hogar,
profesionales, y muchos más, tienen decidido el voto por el Frente Amplio. En su
imaginario, esta decisión representa la única opción valida para “detener a la
derecha neoliberal” representada por blancos y colorados. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En nuestro caso, la decisión de <STRONG><U>votar en
blanco,</U></STRONG> tanto el 25 de octubre como en noviembre (si hay
ballotage), ya ha sido fundamentada por las razones que hemos venido
desarrollando a lo largo de esta declaración y por los distintos
pronunciamientos y acciones que, junto a otras fuerzas anticapitalistas y
socialistas revolucionarias, hicimos durante estos años de gobierno
“progresista”. Es una decisión compartida por otros muchos compañeros del
espacio radical, por luchadores populares y militantes de la izquierda
revolucionaria, probados en mil batallas de la lucha de clases.
<BR> <BR>Es sabido que otros grupos y compañeros, incluso militantes
nuestros, contemplan válido acompañar con el voto a Asamblea Popular.
Consideran que es una opción electoral a la izquierda del Frente
Amplio. Respetamos tal opinión, aunque no la compartamos. Por tres razones
principales: 1) porque no es la expresión de una práctica común de las fuerzas
revolucionarias y clasistas en las luchas cotidianas del movimiento sindical y
popular; 2) porque no apunta a la acumulación programática y organizativa de la
izquierda anticapitalista, esto es, no está dirigido hacia la unidad de los
revolucionarios, hasta por el hecho de pretender identificar el proyecto de
Asamblea Popular con “la verdadera izquierda”; 3) porque se inscribe,
esencialmente, en una perspectiva institucional, al priorizar como centro de su
accionar político la obtención de una “representación parlamentaria”.
<BR> <BR>Asumimos, claro está, nuestra cuota de responsabilidad en la
ausencia de una propuesta antiimperialista y anticapitalista con apoyo de
contingentes significativos de trabajadores y luchadores populares. Esta
ausencia de una expresión unitaria de las fuerzas clasistas y socialistas
revolucionarias, incluso en el plano electoral, hacen más evidente la dispersión
en el espacio radical, la precaria implantación social y la orfandad estratégica
que atraviesa a todas estas fuerzas. Indicando, a su vez, un grave retroceso
político y un balance extremadamente crítico de nuestro accionar durante estos
años de gobierno “progresista”. <BR> <BR>No obstante, subyace en sectores
de la izquierda revolucionaria y el sindicalismo clasista, un debate respecto a
la unidad para enfrentar el escenario político en tiempos de crisis. Para el
Colectivo Militante, la cuestión de esa unidad debe ser pautada,
fundamentalmente, en el movimiento de masas y en las luchas sociales,
presentando alternativas inmediatas desde los intereses de la clase trabajadora,
con una perspectiva de modificar las relaciones de fuerza entre trabajo y
capital. En tiempos de crisis, de ataques al salario, de ofensiva patronal
contra los derechos laborales, de fragmentación de las fuerzas socialistas
revolucionarias, es imperioso presentar de forma unitaria una propuesta, capaz
de construir una resistencia amplia que responda a las necesidades inmediatas de
los asalariados y demás sectores sociales explotados, y que tenga claramente un
perfil anticapitalista. <BR> <BR>Este desafío político se encuentra
en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestra actividad. Es decir: como
mejor contribuir a la construcción de un polo anticapitalista consistente en
términos de apoyos sociales, de unidad en la acción, de plataformas y demandas
comunes. En resumen, de cómo avanzar en un reagrupamiento de la izquierda
revolucionaria que prepare la intervención en el escenario de las luchas
sociales, y en la inevitable etapa pos-progresista. Un reagrupamiento que,
trascendiendo los calendarios electorales y la institucionalidad burguesa, actúe
como herramienta de organización y de resistencia. Para la acción política y
reivindicativa, en el apoyo y el impulso de las luchas sindicales y populares de
todos los días. Para que, en definitiva, las consecuencias de la crisis
capitalista no la paguen, otra vez, los trabajadores y las capas sociales más
empobrecidas.<BR> <BR><STRONG><FONT size=3>4.</FONT></STRONG> El 25 de
octubre no solo “se vota presidente”. También hay Plebiscito. Para Anular esa
infame Ley de Impunidad que pretendió “dar vuelta la página” sobre el terrorismo
de Estado. Más de 340 mil firmas fueron recogidas por la Coordinadora Nacional
por la Nulidad de la Ley de Caducidad. Es una primera victoria. Que tiene su
razón en la prolongada lucha democrática de quienes no se resignaron,
denunciaron, escracharon. De Madres y Familiares de detenidos-desaparecidos, de
Serpaj, de la Plenaria Memoria y Justicia, de las organizaciones sindicales y
estudiantiles, de Fucvam y los movimientos barriales como la Coordinación
de Vecinos del Cerro.<BR> <BR>No obstante, el escenario es desfavorable
para la papeleta rosada del SI. Los grandes medios han impuesto una operación
mordaza sobre el tema. No está en la agenda de discusión. No aparece en ninguna
propaganda electoral. Ni por asomo en la campaña de la fórmula Mujica-Astori.
Por el contrario, el candidato del Frente Amplio, se declaró favorable a
“conmutar las penas” a aquellos torturadores y asesinos que dijeran “la verdad”.
De hecho, la campaña por el SI está siendo saboteada.<BR> <BR>No puede
sorprender a nadie. Blancos y colorados solo quieren mantener, como bajo sus
anteriores gobiernos, la impunidad más absoluta. En la dirigencia del Frente
Amplio - más allá de la firma para la foto - se dan por satisfechos con la
aplicación “estricta” del artículo 4º de la ley, que permitió llevar a la cárcel
a las figuras más emblemáticas y despreciables de la dictadura (aunque sus
condiciones de detención disten mucho de las que sufren los “delincuentes
comunes” en las “peores cárceles del mundo”, según el relator de Naciones
Unidas). Para el presidente Tabaré Váquez alcanzó. Por eso se negó a derogar la
ley pese a contar con las mayorías parlamentarias necesarias. <BR> <BR>Otra
vez, el combate por Memoria, Verdad y Justicia, por el Juicio y Castigo a los
Culpables, queda en manos de los luchadores sociales del movimiento obrero y
popular. De allí la importancia decisiva por concientizar, movilizar, organizar,
<STRONG><U>el voto por el SÍ.</U></STRONG> Colocando el tema como parte
fundamental del escenario político-electoral.<BR> <BR>El procesamiento de
algunos personajes de la dictadura, con ser un paso, no alcanza. Tampoco admite
una lectura artificial sobre el Poder Judicial como “órgano independiente del
Estado”. Como en toda sociedad dividida en clases antagónicas (explotados y
explotadores), la judicatura vigente desempeña, por sobre cualquier apariencia
de “interés ciudadano”, la función de aplicar las leyes que aseguran, ante todo,
la defensa de la propiedad privada y los pilares de la reproducción capitalista
en un “Estado de derecho”. Esta “justicia independiente” actúa, en palabras de
Marx, como mecanismo de la “compulsión silenciosa de las relaciones económicas”.
Alcanzaría con ver, entre otras, las sentencias judiciales contra los
trabajadores de Naussa, Dancotex, Henil-Coltirey y Coprograf, para comprobar la
naturaleza de esta (in)justicia. <BR> <BR>En efecto, Anular la Ley de
Impunidad es además de un imperativo ético y político - que responde a una
conciencia democrática de la clase trabajadora - una pieza clave de una lucha
estratégica por la transformación social y revolucionaria. Como es, la lucha por
desmantelar todo el andamiaje represivo del Estado que, por la vía de las
instituciones militares, policiales y judiciales, garantiza el régimen de
dominación. Porque es esta “mano de hierro” la que permite a la “mano invisible”
del mercado la reproducción capitalista.<BR> <BR>Anular la Ley de
Impunidad, es un paso ineludible para comenzar a desmontar la trinchera más
visible de una “cultura de la impunidad” que abarca a múltiples acontecimientos
de la vida política nacional. Desde el Pacto del Club Naval a la transición
tutelada. Desde la masacre del Filtro, al enjuiciamiento de los manifestantes de
la Ciudad Vieja y al encarcelamiento de Fernando Masseilot. Desde la corrupción
institucional hasta el infierno de las cárceles en todo el país. Desde la
mentira mediática a la criminalización de la protesta social.<BR> <BR>Poner
la <U><STRONG>papeleta rosada del SÍ</STRONG></U> en la urna el 25 de octubre
es, en definitiva, votar por la lucha contra la impunidad en todas sus
manifestaciones, incluido cualquier intento de punto final.
<BR> <BR>Montevideo, 2 de octubre 2009.</DIV>
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Uruguay</FONT></STRONG><BR></DIV>
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