<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6001.18349" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000><FONT size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT> <BR></FONT><U>13 de diciembre 2009</U><BR><FONT
color=#800000>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 -
Teléfono 4003298 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y suscripciones:
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Brasil<BR><BR>Las manos sucias del
etanol<BR><BR>La nueva tecnología: la miseria de siempre</FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Carlos Amorín-Gerardo Iglesias
<BR>Rel-Uita<BR></STRONG><A
href="http://www.rel-uita.org/"><STRONG>http://www.rel-uita.org/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Para donde vayan, los ojos sólo encuentran las suaves ondas
que el viento esparce sobre los penachos de las cañas, el cielo abierto, azul,
unas nubes lejanas, blancas como el azúcar. Para comprenderlo hay que verlo,
porque la mente se resiste a imaginar con facilidad un desierto verde tan
perfecto como los cañaverales del norte del estado de Sao Paulo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La zanahoria en la punta de la vara detrás de la cual
corre toda la ambición es el etanol, calificado como la “energía limpia” o el
“biocombustible del siglo XXI”. El etanol, buque insignia del gobierno
brasileño, cuenta con una enorme agroindustria y reposa sobre cientos de miles
de trabajadores pobres produciendo en pésimas condiciones de trabajo para
atender una parte importante de la demanda mundial de este combustible.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La Rel-UITA, con el apoyo del Sindicato de la
Alimentación y Afines de Alemania (NGG), la Central de Trabajadores de Suecia
(LO-TCO) y la Federación de Empleados Rurales Asalariados del Estado de Sao
Paulo (FERAESP), recogió los testimonios de los trabajadores que están en el
origen de esta riqueza, aquellos que sólo son dueños de sus dos manos y de un
cuerpo que utilizan para cortar la caña de azúcar en el campo, bajo el sol
abrasador o la lluvia torrencial, para llevar un salario de miseria a sus
hogares.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hace pocos días, un equipo de la Rel-UITA integrado por
Silvia Martínez, Pedro Dantas, Daniel Santos y Carlos Amorín rodando un
documental sobre las condiciones de trabajo de los cortadores de caña de azúcar
en esa región.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Junto a la FERAESP, el equipo recorrió una extensa zona
cañera, ingresó en varios predios donde se estaba cortando caña, entrevistó a
numerosos cortadores en diversas situaciones, a algunos técnicos vinculados a la
Universidad de San Carlos y a la Inspección del Trabajo de Araraquara, así como
a militantes y dirigentes sindicales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El trabajo en el terreno confirmó lo que se viene
denunciando desde hace varios años, pero pocas veces se ha registrado en video.
No por sabida, la realidad encontrada resultó menos impactante. Ante una
agroindustria que admite un ingreso de 28.000 millones de dólares anuales, que
significan en 2 por ciento del PIB nacional, 900 mil cortadores de caña apenas
pueden ganar lo suficiente para no morir de hambre junto a sus familias.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La tarea del corte de la caña es en sí enormemente penosa
y físicamente desgastante. Cada mañana los trabajadores se lanzan sobre el surco
de caña con el machete en la mano sabiendo que centenares de metros más
adelante, después de haber cortado 10 o 12 toneladas de caña, apenas habrán
ganado lo mínimamente necesario para comprar algunos alimentos y, en el caso de
los trabajadores migrantes, para ocasionalmente enviar algo a sus familias que
quedaron lejos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Cuando el trabajo es una hoguera</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La jornada comienza a las 4:30 de la mañana, cuando los
trabajadores se levantan a preparar sus viandas –boias frías, en portugués–,
ordenar su ropa de trabajo y los guantes que lavaron la noche anterior -libres
ahora del negro y pegajoso hollín-, llenar un botellón térmico con cinco litros
de agua y tomar un café caliente, si lo hubiera, antes de salir hacia el punto
donde un bus los pasará a recoger para llevarlos al campo donde trabajarán ese
día.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El viaje puede durar una hora y media y hasta dos horas
al final de la zafra, cuando los campos aún sin cortar son los más alejados de
los centros poblados. La tarea comienza inmediatamente que se llega al predio
seleccionado para devastar ese día, y no se detiene hasta las 11:30 horas,
cuando se hace una pausa para almorzar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Agotados, seguramente con varios litros menos de agua en
el cuerpo, los cortadores se arriman al bus desde el cual se extienden unos
toldos livianos que ofrecen algo de sombra, se alinean unas pequeñas mesas y
algunas butacas plegables.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde hace algunos meses, y en teoría, todos los buses
deben tener un reservorio de agua potable y fría a disposición de los
trabajadores, pero muchos no lo cumplen para ahorrar combustible. Los
conductores y propietarios de los buses suelen ser los mismos capataces que
subcontratan a los cortadores.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los recipientes con la comida quedan dentro de los buses,
donde la temperatura supera fácilmente los 40 grados. No hay buses con heladera.
El alimento, aunque previamente cocinado, muchas veces fermenta y está apenas
comestible. En esta precariedad, la higiene brilla por su ausencia. Las
infecciones gastrointestinales suelen ser bastante habituales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una hora de descanso y de nuevo al cañaveral. El machete
pesa más a cada minuto, el calor es sofocante, el polvo que se levanta desde el
suelo como residuo de la quema de la caña llena los pulmones, tiñe la saliva de
negro. Algunos terminan más rápido que otros, y para abreviar la espera ayudan a
los rezagados. Cualquier cosa con tal de abandonar ese infierno lo antes
posible. Son las 16 horas. En el bus de regreso nadie conversa. La energía que
queda se aprovecha en beber agua y comer algo si sobró del mediodía.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El transporte va desgranando su carga humana a medida que
recorre la ciudad. Llegando a su casa, si está en pareja el trabajador podrá
darse un baño, ponerse ropa limpia, pasar un rato con su mujer e hijos, cenar y
acostarse hasta el otro día, cuando comenzará otra jornada.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si está solo seguramente comparte el alojamiento con
otros trabajadores, casi siempre migrantes del Norte y el Nordeste brasileño.
Tendrá que esperar su turno para bañarse, lavar su ropa de trabajo, comerá algo
cocinado rápidamente y se irá a su cama, jergón, o al simple cartón sobre el
piso sin tiempo para más nada. Otros, presa del cansancio demoledor, caen
vencidos muchas veces sin haber completado alguna de estas tareas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al cerrar sus ojos ni siquiera tendrá el consuelo de
haber ganado un jornal digno. Si cortó mucho andará arañando los 30 reales, si
no rindió tanto, estará muy cerca de los 20. Algo así como 11 dólares. Con eso
debe cubrir sus gastos diarios: luz, agua, elementos de limpieza, alimentos,
gas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los sueños del azúcar - La pesadilla de la
caña</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Muchos vienen desde lejanas regiones con la ilusión de
ahorrar dinero para enviarle a sus familias, para comenzar a construir una
vivienda, para cambiar de vida, pero encuentran la explotación más descarnada y
un sentimiento que surge de la boca de prácticamente todos los que se animan a
hablar: humillación.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No sólo se sienten explotados, también humillados,
maltratados, atropellados por los capataces y los patrones, discriminados por la
sociedad local que los tolera como un mal necesario, pero que les niega status
de seres humanos iguales a cualquiera. Animales del cañaveral.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Viven en las periferias, en alojamientos construidos
especialmente para ellos por comerciantes locales o vecinos emprendedores que
los alquilan a precio fuerte. En el mejor de los casos las viviendas son de
material, pero el hacinamiento resulta inevitable. Las familias viven en casitas
de un dormitorio, sala, cocina y baño, todo bastante exiguo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los “solteros” se apiñan de a doce o catorce en un
espacio similar. Es difícil mantener la higiene cuando hay tanta gente tan
cansada. Cada cual duerme sobre lo que pudo conseguir. Hay quienes duermen
prácticamente en el piso los nueve o diez meses que dura la zafra. Otros se
organizan mejor y logran mantener un orden parecido al de un hogar, aunque sea
uno muy apretado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Estos son apenas algunos pantallazos de la realidad que
el equipo de filmación de la Rel-UITA encontró en el terreno.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El etanol política de Estado - El Estado, el
combustible del etanol</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Los usineros, entre tanto, intentan que nadie recuerde
que mantienen con el Estado una deuda impagable de miles de millones de dólares
en préstamos otorgados prácticamente sin garantías, y esto sin tener en cuenta
los miles y miles de millones de dólares derramados sobre las usinas en calidad
de subvenciones directas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El sector sigue creciendo al amparo del impulso
gubernamental; se están construyendo más y mayores usinas; los cultivos de caña
de azúcar se expanden a nuevas regiones donde antes se sembraban alimentos. La
mayor parte de los casos de trabajo esclavo en Brasil ha sido comprobada en los
cañaverales del etanol, y esto no es una mera casualidad, sino una causalidad.
Los sindicatos como la FERAESP luchan denodadamente –incluso arriesgando la
propia piel– para llegar hastaestos contingentes con un mensaje de esperanza, de
organización, de dignidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Muchas veces lo consiguen, otras fracasan limitados por
el miedo que imponen las empresas, la ignorancia de los trabajadores acerca de
sus derechos laborales, de sus derechos en general –entre ellos campea el
analfabetismo–, a menudo hay que empezar de nuevo cada año, ya que los
trabajadores migrantes constituyen una población extremadamente volátil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante el rodaje del video nos encontramos con
cortadores de caña que están acampados fuera de las ciudades, debidamente
inscritos en las listas del Estado y del sindicato, esperando recibir una
parcela de tierra para ser agricultores. También con aquellos que ya están
asentados, produciendo, asociándose con otros asentados, profundizando su
organización y apoyando a los que aún no han logrado su parcela de tierra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es posible que muchos de ellos ignoren sus derechos, pero
no sus orígenes, sus raíces. La reforma agraria, una verdadera, profunda y
completa, que le dé sentido económico, pero también social, político, cultural y
soberano al uso de la tierra es el clamor de estos campesinos que han sido
desplazados por la miseria y el hambre para ser integrados a un ejército de mano
de obra barata, casi esclava.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ellos saben en carne propia que la tierra libera cuando
es sustento familiar, pero encadena y mata cuando es simple engranaje de una
producción industrial.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>