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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>12 de enero 2009<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Los Nuestros</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Daniel Bensaïd murió. La memoria no
olvida. Publicamos su último escrito para acompañarnos...</FONT>
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<DIV align=justify></FONT><FONT face=Arial><STRONG>Potencias del comunismo
*<BR><BR>Daniel Bensaid (1946 - 2010)</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><BR>En un artículo de 1843 sobre “los
progresos de la reforma social en el continente”, el joven Engels (recién
cumplidos los 20 años) veía el comunismo como “una conclusión necesaria que se
está claramente obligado a sacar a partir de las condiciones generales de la
civilización moderna”. Un comunismo lógico en suma, producto de la revolución de
1830, en la que los obreros “volvieron a las fuentes vivas y al estudio de la
gran revolución y se apoderaron vivamente del comunismo de
Babeuf”.</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Para el joven Marx, en cambio, este comunismo no era aún
más que “una abstracción dogmática”, una “manifestación original del principio
del humanismo”. El proletariado naciente se había “echado en brazos de los
doctrinarios de su emancipación”, de las “sectas socialistas”, y de los
espíritus confusos que “divagan como humanistas” sobre “el milenio de la
fraternidad universal” como “abolición imaginaria de las relaciones de clase”.
Antes de 1848, este comunismo espectral, sin programa preciso, estaba presente
pues en el aire del tiempo bajo las formas “poco pulidas” de las sectas
igualitarias o de ensueños icarianos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, ya entonces la superación del ateísmo
abstracto implicaba un nuevo materialismo social que no era otra cosa que el
comunismo: “Igual que el ateísmo, en tanto que negación de Dios, es el
desarrollo del humanismo teórico, también el comunismo, en tanto que negación de
la propiedad privada, es la reivindicación de la vida humana verdadera”. Lejos
de todo anticlericalismo vulgar, este comunismo era “el desarrollo de un
humanismo práctico”, para el cual no se trataba ya sólo de combatir la
alienación religiosa, sino la alienación y la miseria sociales reales de donde
nace la necesidad de religión.<BR><BR>De la experiencia fundadora de 1848 a la
de la Comuna, el “movimiento real” que busca abolir el orden establecido tomó
forma y fuerza, disipando las “locuras sectarias”, y dejando en ridículo “el
tono de oráculo de la infalibilidad científica”. Dicho de otra forma, el
comunismo, que fue primero un estado de espíritu o “un comunismo filosófico”,
encontraba su forma política. En un cuarto de siglo, llevó a cabo su muda: de
sus modos de aparición filosóficos y utópicos a la forma política por fin
encontrada de la emancipación.<BR><BR>1. Las palabras de la emancipación no han
salido indemnes de las tormentas del siglo pasado. Se puede decir de ellas, como
de los animales de la fábula, que no han quedado todas muertas, pero que todas
han sido gravemente heridas. Socialismo, revolución, anarquía incluso, no están
mucho mejor que comunismo. El socialismo se ha implicado en el asesinato de Karl
Liebknecht y Rosa Luxemburg, en las guerras coloniales y las colaboraciones
gubernamentales hasta el punto de perder todo contenido a medida que ganaba en
extensión. Una metódica campaña ideológica ha logrado identificar a ojos de
muchos la revolución con la violencia y el terror. Pero, de todas las palabras
ayer portadoras de grandes promesas y de sueños de porvenir, la de comunismo ha
sido la que más daños ha sufrido debido a su captura por la razón burocrática de
Estado y de su sometimiento a una empresa totalitaria. Queda sin embargo por
saber si, de todas estas palabras heridas, hay algunas que vale la pena reparar
y poner de nuevo en movimiento.<BR><BR>2. Es necesario para ello pensar lo que
ha ocurrido con el comunismo del siglo XX. La palabra y la cosa no pueden quedar
fuera del tiempo de las pruebas históricas a las que han sido sometidos. El uso
masivo del título “comunista” para designar el Estado liberal autoritario chino
pesará mucho más durante largo tiempo, a ojos de la gran mayoría, que los
frágiles brotes teóricos y experimentales de una hipótesis comunista. La
tentación de sustraerse a un inventario histórico crítico conduciría a reducir
la idea comunista a “invariantes” atemporales, a hacer de ella un sinónimo de
las ideas indeterminadas de justicia o de emancipación, y no la forma específica
de la emancipación en la época de la dominación capitalista. La palabra pierde
entonces en precisión política lo que gana en extensión ética o filosófica. Una
de las cuestiones cruciales es saber si el despotismo burocrático es la
continuación legítima de la revolución de Octubre o el fruto de una
contrarrevolución burocrática, verificada no sólo por los procesos, las purgas,
las deportaciones masivas, sino también por las conmociones de los años treinta
en la sociedad y en el aparato de Estado soviético.<BR><BR>3. No se inventa un
nuevo léxico por decreto. El vocabulario se forma con el tiempo, a través de
usos y experiencias. Ceder a la identificación del comunismo con la dictadura
totalitaria estalinista sería capitular ante los vencedores provisionales,
confundir la revolución y la contrarrevolución burocrática, y clausurar así el
capítulo de las bifurcaciones, único abierto a la esperanza. Y sería cometer una
irreparable injusticia hacia los vencidos, todas las personas, anónimas o no,
que vivieron apasionadamente la idea comunista y que la hicieron vivir contra
sus caricaturas y sus falsificaciones. ¡Vergüenza a quienes dejaron de ser
comunistas al dejar de ser estalinistas y que no fueron comunistas más que
mientras fueron estalinistas! /1 <BR><BR>4. De todas las formas de nombrar “al
otro” necesario y posible del capitalismo inmundo, la palabra comunismo es la
que conserva más sentido histórico y carga programática explosiva. Es la que
evoca mejor lo común del reparto y de la igualdad, la puesta en común del poder,
la solidaridad enfrentada al cálculo egoísta y a la competencia generalizada, la
defensa de los bienes comunes de la humanidad, naturales y culturales, la
extensión a los bienes de primera necesidad de un espacio de gratuidad
(desmercantilización) de los servicios, contra la rapiña generalizada y la
privatización del mundo. <BR><BR>5. Es también el nombre de una medida diferente
de la riqueza social de la de la ley del valor y de la evaluación mercantil. La
competencia “libre y no falseada” reposa sobre “el robo del tiempo de trabajo de
otro”. Pretende cuantificar lo incuantificable y reducir a su miserable común
medida, mediante el tiempo de trabajo abstracto, la inconmensurable relación de
la especie humana con las condiciones naturales de su reproducción. El comunismo
es el nombre de un criterio diferente de riqueza, de un desarrollo ecológico
cualitativamente diferente de la carrera cuantitativa por el crecimiento. La
lógica de la acumulación del capital exige no sólo la producción para la
ganancia, y no para las necesidades sociales, sino también “la producción de
nuevo consumo”, la ampliación constante del círculo del consumo “mediante la
creación de nuevas necesidades y por la creación de nuevos valores de uso”… “De
ahí la explotación de la naturaleza entera” y “la explotación de la tierra en
todos los sentidos”. Esta desmesura devastadora del capital funda la actualidad
de un eco-comunismo radical. <BR><BR>6. La cuestión del comunismo es primero, en
el Manifiesto Comunista, la de la propiedad: “Los comunistas pueden resumir su
teoría en esta fórmula única: supresión de la propiedad privada” de los medios
de producción y de cambio, a no confundir con la propiedad individual de los
bienes de uso. En “todos los movimientos”, “ponen por delante la cuestión de la
propiedad, a cualquier grado de evolución que haya podido llegar, como la
cuestión fundamental del movimiento”. De los diez puntos que concluyen el primer
capítulo, siete conciernen en efecto a las formas de propiedad: la expropiación
de la propiedad terrateniente y la afectación de la renta de la tierra a los
gastos del Estado; la instauración de una fiscalidad fuertemente progresiva; la
supresión de la herencia de los medios de producción y de cambio; la
confiscación de los bienes de los emigrados rebeldes, la centralización del
crédito en una banca pública; la socialización de los medios de transporte y la
puesta en pie de una educación pública y gratuita para todos; la creación de
manufacturas nacionales y la roturación de las tierras sin cultivar. Estas
medidas tienden todas ellas a establecer el control de la democracia política
sobre la economía, la primacía del bien común sobre el interés egoísta, del
espacio público sobre el espacio privado. No se trata de abolir toda forma de
propiedad, sino “la propiedad privada de hoy, la propiedad burguesa”, “el modo
de apropiación” fundado en la explotación de unos por los otros. <BR><BR>7.
Entre dos derechos, el de los propietarios a apropiarse de los bienes comunes, y
el de los desposeídos a la existencia, “es la fuerza la que decide”, dice Marx.
Toda la historia moderna de la lucha de clases, de la guerra de los campesinos
en Alemania a las revoluciones sociales del siglo pasado, pasando por las
revoluciones inglesa y francesa, es la historia de este conflicto. Se resuelve
por la emergencia de una legitimidad opuesta a la legalidad de los dominantes.
Como “forma política al fin encontrada de la emancipación”, como “abolición” del
poder de Estado, como realización de la república social, la Comuna ilustra la
emergencia de esta legitimidad nueva. Su experiencia ha inspirado las formas de
autoorganización y de autogestión populares aparecidas en las crisis
revolucionarias: consejos obreros, soviets, comités de milicias, cordones
industriales, asociaciones de vecinos, comunas agrarias, que tienden a
desprofesionalizar la política, a modificar la división social del trabajo, a
crear las condiciones de extinción del Estado en tanto que cuerpo burocrático
separado. <BR><BR>8. Bajo el reino del capital, todo progreso aparente tiene su
contrapartida de regresión y de destrucción. No consiste in fine “más que en
cambiar la forma de la servidumbre”. El comunismo exige una idea diferente y
unos criterios diferentes de los del rendimiento y de la rentabilidad monetaria.
A comenzar por la reducción drástica del tiempo de trabajo obligatorio y el
cambio de la noción misma de trabajo: no podrá haber completo desarrollo
individual en el ocio o el “tiempo libre” mientras el trabajador permanezca
alienado y mutilado en el trabajo. La perspectiva comunista exige también un
cambio radical de la relación entre el hombre y la mujer: la experiencia de la
relación entre los géneros es la primera experiencia de la alteridad y mientras
subsista esta relación de opresión, todo ser diferente, por su cultura, su
color, o su orientación sexual, será víctima de formas de discriminación y de
dominación. El progreso auténtico reside enfin en el desarrollo y la
diferenciación de necesidades cuya combinación original haga de cada uno y cada
una un ser único, cuya singularidad contribuya al enriquecimiento de la especie.
<BR><BR>9. El Manifiesto concibe el comunismo como “una asociación en la que el
libre desarrollo de cada cual es la condición del libre desarrollo de todos”.
Aparece así como la máxima de un libre desarrollo individual que no habría que
confundir, ni con los espejismos de un individualismo sin individualidad
sometido al conformismo publicitario, ni con el igualitarismo grosero de un
socialismo de cuartel. El desarrollo de las necesidades y de las capacidades
singulares de cada uno y de cada una contribuye al desarrollo universal de la
especie humana. Recíprocamente, el libre desarrollo de cada uno y de cada una
implica el libre desarrollo de todos, pues la emancipación no es un placer
solitario.<BR><BR>10. El comunismo no es una idea pura, ni un modelo doctrinario
de sociedad. No es el nombre de un régimen estatal, ni el de un nuevo modo de
producción. Es el de un movimiento que, de forma permanente, supera/suprime el
orden establecido. Pero es también el objetivo que, surgido de este movimiento,
le orienta y permite, contra políticas sin principios, acciones sin continuidad,
improvisaciones de a diario, determinar lo que acerca al objetivo y lo que aleja
de él. A este título, es no un conocimiento científico del objetivo y del
camino, sino una hipótesis estratégica reguladora. Nombra, indisociablemente, el
sueño irreductible de un mundo diferente, de justicia, de igualdad y de
solidaridad; el movimiento permanente que apunta a derrocar el orden existente
en la época del capitalismo; y la hipótesis que orienta este movimiento hacia un
cambio radical de las relaciones de propiedad y de poder, a distancia de los
acomodamientos con un menor mal que sería el camino más corto hacia lo
peor.<BR><BR>11. La crisis, social, económica, ecológica, y moral de un
capitalismo que no hace retroceder ya sus propios límites más que al precio de
una desmesura y de una sinrazón crecientes, amenazando a la vez a la especie y
al planeta, vuelve a poner al orden del día “la actualidad de un comunismo
radical” que invocó Benjamin frente al ascenso de los peligros de entre guerras.
<BR><BR><U>Nota</U><BR><BR>1/ Ver Mascolo, D. (2000) A la recherche d´un
communisme de pensée. Paris : Editions Fourbis, p. 113. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Revista Viento Sur, traducción de Alberto Nadal <FONT
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href="http://www.vientosur.info/)"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></FONT></A><FONT
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