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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>21 de enero 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>Haití</FONT></STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>¿Donaciones para pagar una deuda
odiosa?<BR><BR>Eric Toussaint y Sophie Perchellet
[1]</FONT></STRONG><BR><BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo
(CADTM)<BR></STRONG><A
href="http://www.cadtm.org"><STRONG>www.cadtm.org</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Traducido por Griselda Pinero y Raúl
Quiroz</STRONG><BR><BR><BR>Una de las mayores operaciones de ayuda de la
historia podría resultar muy similar a la realizada después del tsunami de 2004,
salvo que el modelo de reconstrucción adoptado sea radicalmente diferente. Haití
ha quedado en parte destruido a consecuencia de un violento terremoto de
magnitud 7. Todo el mundo gimotea y los medios de comunicación, ofreciéndonos
imágenes apocalípticas, repiten los anuncios de ayuda financiera que los
generosos Estados aportarán. Escuchamos que hay que reconstruir Haití, ese país
abatido por la pobreza y «el infortunio». Los comentarios no van más allá del
terrible cataclismo. Nos recuerdan precipitadamente que es uno de los países más
pobres del planeta pero sin explicar las causas de esa pobreza. Nos dejan creer
que esa pobreza se abatió sobre Haití porque sí, que es un hecho irremediable:
«Es la desgracia que los golpea.»<BR><BR>Es indiscutible que esta nueva
catástrofe natural ha causado daños materiales y humanos tan enormes como
imprevistos. Una ayuda de urgencia es por lo tanto necesaria y todo el mundo
está de acuerdo en eso. Sin embargo, la pobreza y la miseria de Haití no
provienen de ese terrible temblor de tierra. Es necesario reconstruir el país
porque éste ya había sido despojado de los medios para construirse. Haití no es
un país libre, ni siquiera soberano. Durante los últimos años, la política
interior es realizada por un gobierno que está constantemente bajo la presión de
las órdenes que llegan del exterior y de las maniobras de los grupos de poder
locales.<BR><BR>Haití ha sido tradicionalmente denigrado y a menudo descrito
como un país violento, pobre y represivo en el mejor de los casos. Casi no hay
comentarios que nos recuerden la independencia conquistada en 1804 tras una
cruenta lucha contra las tropas francesas de Napoleón. En vez de subrayar la
gestión humanitaria y el combate por los Derechos Humanos, serán el salvajismo y
la violencia las características asignadas a los haitianos. Eduardo Galeano
habla de la «maldición blanca»: «En la frontera donde termina la República
Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al
otro lado está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes»
[2]<BR><BR>Es indispensable recordar la lucha de emancipación llevada a cabo por
el pueblo haitiano, porque en represalia a esa doble revolución, a la vez
antiesclavista y anticolonial, el país heredó «el rescate francés de la
independencia», correspondiente a 150 millones de francos oro (o sea, el
presupuesto anual de Francia en esa época). En 1825, Francia decidió que «los
habitantes actuales de la parte francesa de Santo Domingo pagaran a la caja
federal de depósitos y consignas de Francia, en cinco plazos iguales, año a año,
el primero expirando el 31 de diciembre de 1825, la suma de ciento cincuenta
millones de francos, destinada a indemnizar a los antiguos colonos que
reclamaron una indemnización» [3]. Esto equivaldría a cerca de 21.000 millones
de dólares actuales. Desde el comienzo, Haití tiene que pagar un alto precio, la
deuda sería el instrumento neocolonial para facilitar el acceso a los múltiples
recursos naturales de este país.<BR><BR>El pago de este rescate fue por lo tanto
un elemento fundador del Estado haitiano. En términos jurídicos, esto significa
que fue contraído por un régimen despótico y utilizado contra el interés de la
población. Francia y después Estados Unidos, cuya zona de influencia se va
ampliando en Haití desde 1915, son totalmente responsables. Mientras que habría
sido posible enfrentarse a las dolorosas responsabilidades del pasado en 2004,
la comisión Régis Debray [4] prefirió descartar la idea de una restitución de
esta suma, con el pretexto de que no tenía «fundamento jurídico» y que eso
podría abrir la «caja de Pandora». Las demandas del gobierno haitiano vigente
fueron rechazadas por Francia: no ha lugar a reparaciones. Francia no reconoció
tampoco su papel en el ignominioso regalo que hizo al dictador «Baby Doc»
Duvalier en su exilio, ofreciéndole el estatuto de refugiado político y la
inmunidad.<BR><BR>El reino de los Duvalier comenzó con la ayuda de Estados
Unidos en 1957 y duró hasta 1986, fecha en que el hijo, «Baby Doc», fue
derrocado por una rebelión popular. La violenta dictadura, ampliamente
respaldada por los países occidentales, reinó durante cerca de 30 años. Estuvo
marcada por un crecimiento exponencial de la deuda. Entre 1957 y 1986, la deuda
externa se multiplicó por 17,5. En el momento de la fuga de Duvalier,
representaba 750 millones de dólares. Posteriormente aumentó, con los intereses
y penalidades ,a más de 1.884 millones de dólares [5]. Esta deuda, lejos de
servir a la población, que siguió empobreciéndose, estaba destinada a enriquecer
al régimen. Por lo tanto es una deuda odiosa. Una investigación reciente
demostró que la fortuna personal de la familia Duvalier (bien resguardada en
cuentas de bancos occidentales) representaba unos 900 millones de dólares, o
sea, una suma mayor que la deuda total del país en el momento de la fuga de
«Baby Doc». Existe un proceso en curso ante la justicia suiza para la
restitución al Estado haitiano de haberes y bienes mal adquiridos durante la
dictadura de los Duvalier. Esos haberes están por el momento congelados por el
banco suizo UBS, que impone unas condiciones intolerables en cuanto a la
restitución de esos fondos [6]. Jean Baptiste Aristide, inicialmente elegido con
un gran entusiasmo popular, fue posteriormente acusado de corrupcion y depuesto.
A costa de convertirse en una marioneta de los Estados Unidos fue restablecido
en el poder, solo para ser finalmente capturado y expulsado por las tropas de
dicho pais. Aristide, desgraciadamente, tampoco fue innmune a la trágica
malversacion de fondos y al endeudamiento establecidos por los Duvalier. Por
otro lado, según el Banco Mundial, entre 1995 y 2001, el servicio de la deuda,
es decir los intereses más la amortización de capital, alcanzó el considerable
monto de 321 millones de dólares.<BR><BR><STRONG>Toda la ayuda financiera
anunciada en este momento debido al terremoto ya está comprometida en el pago de
la deuda</STRONG><BR><BR>Según las últimas estimaciones, más del 80% de la deuda
externa de Haití es propiedad del Banco Mundial y del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), cada uno con un 40%. Bajo su férula, el gobierno aplica los
«planes de ajuste estructural», maquillados como «Documentos Estratégicos para
la Reducción de la Pobreza» (DSRP). A cambio del recomienzo de los préstamos, se
concedieron a Haití algunas anulaciones o alivios de la deuda, insignificantes
pero que dan una imagen de buena voluntad de los acreedores. La Iniciativa
Países Pobres Muy Endeudados (PPME), en la que Haití fue admitido, es una
maniobra típica de blanqueo de la deuda odiosa, como fue el caso con la
República Democrática del Congo [7]. Así se reemplaza la deuda odiosa por nuevos
préstamos, que se suponen legítimos. El CADTM considera estos nuevos préstamos
como parte de la deuda odiosa, ya que sirven para pagar esa antigua deuda.
Existe, por lo tanto, una continuidad del delito.<BR><BR>En 2006, cuando el FMI,
el Banco Mundial y el Club de París aceptaron que Haití entrara en la iniciativa
PPME, el stock de la deuda externa pública total era de 1.337 millones de
dólares. En el punto de culminación de la iniciativa (en junio de 2009), la
deuda era de 1.884 millones de dólares. Se decidió una anulación de la deuda de
un monto de 1.200 millones de dólares para que «ésta fuera sostenible». Mientras
tanto, los planes de ajuste estructural arrasaban el país, especialmente en el
sector agrícola, cuyos efectos culminaron con la crisis alimentaria de 2008. La
agricultura campesina haitiana sufrió el dumping de los productos agrícolas
estadounidenses. «Las políticas macroeconómicas apoyadas por Washington, la ONU,
el FMI y el Banco Mundial no se preocupan en absoluto de la necesidad de
desarrollo y de la protección del mercado nacional. La única preocupación de
estas políticas es la producción a bajo coste para la exportación hacia el
mercado mundial» [8]. Por consiguiente, es escandaloso oír que FMI diga que
«está listo para ejercer su función con el apoyo apropiado en los dominios de su
competencia».[9]<BR><BR>Como se expresa en el reciente llamamiento
internacional, «Haití nos llama a la solidaridad y al respeto de la soberanía
popular»: «A lo largo de los últimos años y junto con muchas organizaciones
haitianas, hemos denunciado la ocupación militar por parte de las tropas de la
ONU y los impactos de la dominación impuesta por medio de la deuda, el libre
comercio, el saqueo de su naturaleza y la invasión de intereses transnacionales.
La condición de vulnerabilidad del país a las tragedias naturales –provocada en
gran medida por la devastación del medio ambiente, por la inexistencia de
infraestructura básica, por el debilitamiento de la capacidad de acción del
Estado- no está desconectada de esas acciones, que atentan históricamente contra
la soberanía del pueblo.<BR><BR>"Es momento de que los gobiernos que forman
parte de la MINUSTAH, las Naciones Unidas y especialmente Francia y Estados
Unidos, los gobiernos hermanos de América Latina, revisen esas políticas a
contramano de las necesidades básicas de la población haitiana. Exigimos a esos
gobiernos y organizaciones internacionales sustituir la ocupación militar por
una verdadera misión de solidaridad, así como la urgente anulación de la
ilegítima deuda que hasta el día de hoy se cobra a Haití"
[10].<BR><BR>Independientemente de la cuestión de la deuda, se teme que la ayuda
tome la misma forma que la que acompañó al tsunami que devastó, a finales de
diciembre de 2004, varios países de Asia (Sri Lanka, Indonesia, India y
Bangladesh) [11], o incluso la ayuda después del ciclón Jeanne en Haití en 2004.
Las promesas no se cumplieron y una gran parte de los fondos sirvieron para
enriquecer a las compañías extranjeras o a las cúpulas locales. Esas «generosas
donaciones» provienen mayoritariamente de los acreedores del país. En lugar de
hacer donaciones, sería preferible que anularan las deudas que tiene Haití con
ellos: totalmente, sin condiciones e inmediatamente. ¿Podemos realmente hablar
de donaciones cuando sabemos que la mayor parte de ese dinero servirá para el
pago de la deuda externa o para el desarrollo de «proyectos de desarrollo
nacional», decididos de acuerdo con los intereses de esos mismos acreedores y de
las oligarquías locales? Es evidente que sin esas donaciones inmediatas sería
imposible pedir el reembolso de una deuda cuya mitad, por lo menos, corresponde
a una deuda odiosa. Las grandes conferencias internacionales de cualquier G8 o
G20, ampliado a las IFIS, no harán avanzar en nada el desarrollo de Haití sino
que reconstruirán los instrumentos que les sirven para establecer sólidamente el
control neocolonial del país. Tratarán de garantizar la continuidad del
reembolso de la deuda, base de la sumisión, al igual que en recientes
iniciativas de alivio de la deuda.<BR><BR>Por el contrario, para que Haití pueda
construirse dignamente, la soberanía nacional es el desafío fundamental. Una
anulación total e incondicional de la deuda reclamada a Haití debe ser el primer
paso de una política más general. Un nuevo modelo de desarrollo alternativo a
las políticas de las IFI y a los acuerdos de partenariado económico (APE firmado
en diciembre de 2008, Acuerdo Hope II, etc.) es necesario y urgente. Los países
más industrializados que sistemáticamente explotaron Haití, comenzando por
Francia y Estados Unidos, deben pagar reparaciones con un fondo de financiación
para la reconstrucción controlada por las organizaciones populares
haitianas.<BR><BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>[1] Eric Toussaint es presidente del CADTM Bélgica (Comité
por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org ). Es autor de
Banco del Sur y Nueva Crisis internacional, Viejo Topo, Barcelona, Enero 2008;
autor de Banco mundial, el golpe de estado permanente, Viejo Topo, Barcelona,
Enero 2007; autor de La Bolsa o la Vida, CLACSO, Buenos Aires, 2004; Coautor con
Damien Millet de 60 Preguntas/60 respuestas sobre la Deuda, el FMI y el Banco
Mundial, Icaria/Intermón Oxfam, Barcelona, 2010. Sophie Perchellet es
vicepresidenta del CADTM-Francia<BR><BR>[2] Eduardo Galeano, «La maldición
blanca», Página 12, Buenos Aires, 4 de abril de
2004.<BR><BR>[3]http://www.haitijustice.com/jsite/images/stories/files/pdfs/Ordonnance_de_Charles_X_de_1825.pdf<BR><BR>[4]
http://www.diplomatie.gouv.fr/fr/IMG/pdf/rapport
haiti.pdf<BR><BR>[5]http://www.imf.org/external/pubs/ft/scr/2009/cr09288.pdf
(página 43)<BR><BR>[6]
http://www.cadtm.org/Le-CADTM-exige-que-la-restitution<BR><BR>[7] Ver la
publicación del CADTM, Pour un audit de la dette congolaise, Lieja, 2007, en el
sitio http://www.cadtm.org/spip.php?page=imprimer&id_article=2599<BR><BR>[8]
Ver http://www.cadtm.org/Haiti-Le-gouvernement-mene-une<BR><BR>[9]
http://www.liberation.fr/monde/0101613508-haiti-l-aide-internationale-se-mobilise-apres-le-seisme<BR><BR>[10]
http://www.cadtm.org/Solidaridad-y-respeto-a-la<BR><BR>[11] Ver Damien Millet y
Eric Toussaint, Los Tsunamis de la deuda, editorial Icaria, Barcelona, 2006
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>