<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6002.18167" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>22 de enero 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Chile</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Elecciones en
Chile: el original y la copia</FONT><BR><BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Atilio A. Boron *<BR>ALAI
AMLATINA, 21-1-10</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://alainet.org"><STRONG>http://alainet.org</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Para la Concertación el triunfo de la
derecha (en realidad, de su variante más virulenta: la pinochetista) en las
elecciones presidenciales chilenas podría considerarse como un ejemplo más de
una “crónica de una muerte anunciada.” La progresiva asimilación del legado
ideológico de la dictadura militar por los principales cuadros de la alianza
democristiana-socialista hizo que la diferenciación entre la Concertación y los
herederos políticos del régimen militar: Renovación Nacional (su ala “moderada”,
si es que un “pinochetismo moderado” puede ser otra cosa que un oxímoron) y la
Unión Demócrata Independiente, sus batallones más cavernícolas, fuera
desvaneciéndose hasta tornarse imperceptibles para el electorado. Fernando
Henrique Cardoso -mejor sociólogo que presidente- gustaba repetirle a sus
alumnos que “a la larga, los pueblos siempre van a preferir el original a la
copia.” Y tenía razón. En este caso, el original era el pinochetismo y su
heredero: Sebastián Piñera; la Concertación y su inverosímil candidato, la
copia.<BR><BR>¿Constituye esto una injusta exageración? Para nada. Oigamos lo
que decía Alejandro Foxley, quien entre 1990 y 1994 se desempeñó como Ministro
de Hacienda del gobierno de Patricio Aylwin, ni bien inaugurada la “transición
democrática”. En ese cargo Foxley se esmeró en preservar y profundizar el rumbo
económico impreso por la dictadura. Senador por la Democracia Cristiana entre
1998 y 2006 y Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Michelle
Bachelet entre el 2006 y el 2009, toda su actuación pública estuvo marcada por
una incondicional sumisión a las orientaciones establecidas por Washington y sus
representantes locales en Chile. Este altísimo personero de la Concertación
declaraba en Mayo del 2000 que “Pinochet realizó una transformación, sobre todo
en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el
mérito de anticiparse al proceso de globalización... Hay que reconocer su
capacidad visionaria (para) abrir la economía al mundo,descentralizar,
desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va perdurar por muchas
décadas en Chile... Además, ha pasado el test de lo que significa hacer
historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos para
bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia
de Chile en un alto lugar”.(1) <BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>¡Pinochet visionario, Pinochet
creador del Chile moderno, Pinochet cambiando a Chile, para bien! Los horrores
del pinochetismo con su secuela de miles de muertos, desaparecidos, torturados,
asesinados, las libertades conculcadas, el terrorismo de estado y la violación
sistemática de los derechos humanos: todo es mañosamente invisibilizado en la
sofistería del tecnócrata “progresista”. Con dirigencias que sostenían un
discurso como este (que muchos compartían si bien pocos se atrevían a manifestar
con tanto descaro) y con políticos que, en mucho casos, fueron abiertamente
golpistas y facilitadores del zarpazo que perpetraría Pinochet en 1973 (cosa que
algunos parecen haber olvidado), ¿podía la Concertación ser creíble como una
alternativa superadora del pinochetismo? En realidad, lo que habría que
encontrar es la razón por la cual la ciudadanía chilena no se decidió mucho
antes a sustituir la copia por el original.<BR><BR>Pero la continuidad entre el
pinochetismo y sus sucesores “democráticos” no se verifica tan sólo en la
admiración, abierta o vergonzante, por la obra y el legado histórico de
Pinochet. También se demuestra en las políticas económicas “pro-mercado” y
“pro-inversión” (y, por lo tanto, “anti-justicia y equidad”) implementadas por
la Concertación a lo largo de dos décadas y en el supersticioso respeto por la
Constitución de 1980, una obra maestra del autoritarismo y formidable barrera
contra cualquier pretensión seria de democratizar la vida política chilena. En
sus treinta años de vida ese cuerpo constitucional sólo experimentó reformas
marginales, la más importante de las cuales fue la reducción del mandato
presidencial a cuatro años y la imposibilidad de una inmediata re-elección. Pero
la camisa de fuerza que esclerotizó un sistema partidario que en las elecciones
del pasado domingo terminó de morir, el régimen binominal, permaneció incólume
al igual que las escandalosas prerrogativas de unas fuerzas armadas que, aún
hoy, distan mucho de estar supeditadas al poder civil.(2) Esa Constitución hace
que Chile incurra en un exorbitante gasto militar, varias veces superior, por
ejemplo, al de Venezuela, cuya cuantía desvela los sueños de la Secretaria de
Estado Hillary Clinton.<BR><BR>Con el triunfo de Piñera el sistema partidario
urdido por el régimen pinochetista fue herido de muerte. La implosión de la
Concertación parece ser su destino inexorable, y con ello el fin de su espurio
bipartidismo. Una parte importante de la democracia cristiana se acercará al
nuevo gobierno mientras que otro sector procurará encontrar un difícil y poco
promisorio camino propio. No muy diferente son las perspectivas que enfrenta el
socialismo chileno, escindido entre un sector mayoritario que adhirió sin
reservas al neoliberalismo y otro, muy minoritario, que aún conserva una cierta
fidelidad al noble legado de Salvador Allende, que debe estar revolcándose en su
tumba al ver lo que hicieron sus supuestos herederos políticos. El futuro del PS
no parece ser muy distinto al que tuvo en su momento el Partido Radical chileno,
poderoso en los años treintas y cuarentas para luego languidecer hasta su
completa irrelevancia. Veinte años de gobiernos “progresistas” no fueron
suficientes para consolidar un bloque histórico alternativo, pero lograron
unificar a una derecha que ahora se enseñorea de la vida política del país,
completando exitosamente un tránsito desde el predominio económico-financiero
-fomentado por las políticas económicas de sus predecesores en La Moneda- hacia
la preeminencia política.<BR><BR>La supremacía derechista se verá facilitada por
la descomposición del polo del “centro-izquierda” y su atomización en varios
partidos, ninguno de los cuales, al menos hoy, tendría condiciones de desafiar
la hegemonía de la derecha. Queda por verse de que forma reaccionará el
heterogéneo espacio político que se encolumnó tras la candidatura de Marco
Enríquez Ominami, cuyo desempeño en la primera vuelta electoral barrió con todos
los pronósticos alcanzando un notable 21 por ciento de los votos, principalmente
de los jóvenes. Un dato nada menor que habla con elocuencia de la frustración
ciudadana es el desinterés por la política de los jóvenes: se calcula que unos
tres millones y medio de ellos no se registraron para votar, desalentados por la
despolitización que la Concertación promovía en la gestión de los asuntos
públicos. De haberlo hecho, los resultados del pasado domingo bien podrían haber
sido diferentes, pero esto ya es un ejercicio contrafactual que no viene al caso
proseguir aquí. A guisa de ejemplo: en el rico distrito de Las Condes se
registró para votar algo más del cincuenta por ciento de los jóvenes entre 18 y
19 años. En cambio, en la comuna obrera de La Pintana sólo 300 de los más de
8.000 jóvenes que allí viven hicieron lopropio, es decir, poco más del 3 por
ciento. En resumen: Chile tiene un electorado envejecido, cada vez más
conservador, con pocos jóvenes que, además, sobrerepresentan a los sectores más
acomodados de la sociedad chilena.(3)<BR><BR>La derrota de la Concertación pone
de manifiesto los límites del llamado “progresismo”, una suerte de tercera vía
que habiendo fracasado estruendosamente en Europa –sobre todo en el Reino Unido
y Alemania- procuró, sin éxito, tener mejor suerte en América Latina. Lo que
caracteriza a los gobiernos de ese signo político es su incondicional
sometimiento ante las fuerzas del mercado y la debilidad de su vocación
reformista, carente de la osadía necesaria para traspasar las fronteras trazadas
por el capitalismo neoliberal. Una de las claves para entender las desventuras
electorales del centro-izquierda en esta parte del mundo la ofrece la dispar
fortuna que la separa de los gobiernos que emprendieron con decisión el camino
de las reformas -sociales, económicas e institucionales- como Venezuela, Bolivia
y Ecuador. Mientras que éstos parecen ser máquinas imparables de ganar
elecciones por cifras abrumadoras, en Chile el progresismo ha sido derrotado al
paso que en la Argentina y Brasil se enfrenta a la eventualidad de ser
desalojado del poder en los próximos recambios presidenciales. Conclusión: si un
gobierno quiere ser ratificado en las urnas el camino más seguro es avanzar sin
dilaciones ni titubeos por el camino de las reformas y, de ese modo, cristalizar
una base social de apoyo popular que le permita triunfar en las contiendas
electorales. Quienes no estén dispuestos a seguir este curso de acción
pavimentan con su claudicación el camino para la restauración de la
derecha.<BR><BR>Una última consideración: la derrota de la Concertación
gravitará y mucho en el escenario sudamericano. Las cosas se pondrán más
difíciles para los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba; la
ampliación del MERCOSUR con la plena incorporación de Venezuela sufrirá
renovados tropiezos, si bien no de manera directa puesto que Chile no es miembro
pleno de ese acuerdo; y con el triunfo de Piñera el bloque derechista controla,
con la honrosa excepción del Ecuador, todo el flanco del Pacífico
latinoamericano. Además, el “efecto demostración” del desenlace electoral
chileno podría llegar a ejercer un cierto (y negativo) influjo sobre las
elecciones presidenciales de Octubre del 2010 en Brasil y las que tendrán lugar
el año siguiente en la Argentina, en ambos casos dando pábulos a los candidatos
de la derecha. Por otra parte, la belicista contraofensiva imperial de Estados
Unidos (Cuarta Flota, bases militares en Colombia, golpe en Honduras,
reconocimiento de las fraudulentas elecciones de ese país, etcétera) contará a
partir de marzo con un nuevo aliado, liberado de cualquier compromiso, aunque
sea retórico, con el proyecto emancipatorio latinoamericano. Hay que recordar
que aún bajo los gobiernos “progres” de la Concertación el papel que éstos
desempeñaron fue siempre el de un operador privilegiado de Washington en América
del Sur . En la Cumbre de Mar del Plata que culminó con el naufragio del ALCA
las voces cantantes a favor de ese acuerdo fueron las de Ricardo Lagos y Vicente
Fox, bajo la complacida mirada de George W. Bush. Ahora esa tendencia
“aislacionista” -y, en el fondo, anti-latinoamericana- se acentuará aún más,
revirtiendo una profunda vocación latinoamericana que Chile supo tener y que
bajo la presidencia de Salvador Allende llegó a su apogeo. Pero ese país ha
cambiado, “para bien” como lo recordaba el ex Canciller de la Concertación y hoy
es el verdadero campeón del neoliberalismo, título ganado entre otras cosas
mediante la firma de tratados bilaterales de libre comercio que regulan sus
relaciones económicas con más de 70 países.<BR><BR>Desde la época de la
dictadura militar el desdén de La Moneda por América Latina ha sido proverbial y
continúa hasta el día de hoy. Una muestra rotunda de este desinterés la brinda
el hecho de que Chile prefiere importar petróleo desde Nigeria antes que hacerlo
desde Venezuela o llegar a un acuerdo con Bolivia. Hace apenas un par de días
Sebastián Edwards, uno de los publicistas del neoliberalismo latinoamericano y
seguramente futuro consultor del nuevo gobierno, ratificaba la vigencia de la
doctrina pinochetista diciendo que “económicamente nuestro futuro está en el
mundo y no en América Latina. <BR>Debemos dejar de compararnos con nuestros
vecinos. América Latina es nuestra geografía; nuestras aspiraciones deben ser
llegar a ser como los países de la OCDE.”(4) Por eso los necesarios procesos de
integración supranacional actualmente en marcha en América Latina -desde el
MERCOSUR hasta la UNASUR, pasando por el Banco del Sur y otras iniciativas
semejantes que el imperio invariablemente se ha esmerado en postergar o
desbaratar- no habrán de cobrar nuevos bríos con Piñera instalado en La Moneda.
Con Frei las cosas no hubieran sido muy diferentes, pero al menos éste tenía un
vago compromiso con el electorado que en el caso de su contendor no existe. Lo
que hay detrás de Piñera, en cambio, es la rabiosa gritería de sus partidarios
celebrando la victoria de su candidato con imágenes y bustos de Pinochet y
cánticos exhortando a acabar de una buena vez con los “comunistas” infiltrados
en el gobierno de la Concertación. Nada nuevo bajo el sol. La década no podía
haber comenzado peor. Más que nunca en tiempos como estos adquiere vigencia,
para quienes quieren cambiar un mundo que se ha vuelto insoportable y no solo
insostenible, aquel sabio consejo de Gramsci: “pesimismo de la inteligencia,
optimismo de la voluntad”.<BR><BR>* Atilio Boron es director del Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos
Aires, Argentina: </FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.centrocultural.coop/pled">www.centrocultural.coop/pled</A>
</FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.atilioboron.com">http://www.atilioboron.com</A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial
size=2><BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG><BR><BR>(1)Cf. Cosas, 5 de Mayo del
2000. Reproducido en Marcos Roitman Rosenmann, Pensar América Latina. El
Desarrollo de la sociología latinoamericana (Buenos Aires : CLACSO,
2008)<BR><BR>(2) Sobre el carácter eternamente inconcluso de las transiciones
democráticas en América Latina remitimos al lector a nuestro Aristóteles en
Macondo. Notas sobre el fetichismo democrático en América Latina (Córdoba:
Ediciones Espartaco, 2009)<BR><BR>(3) Ver “El espejismo del voto voluntario”,
que Qué pasa?, <A
href="http://www.quepasa.cl/articulo/19_1944_9_2.htmlEn">http://www.quepasa.cl/articulo/19_1944_9_2.htmlEn</A>
ese mismo reporte se consigna que “los investigadores chilenos Alejandro
Corvalán y Paulo Cox concluyen que la proporción de jóvenes chilenos del quintil
más pobre, entre 18 y 19 años, que se inscribe en los registros electorales, es
la mitad de la que lo hace en el quintil más rico.”<BR><BR>(4) Cf. El Mercurio,
Martes 19 de Enero de 2010, p. B-14.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>