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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>1º de febrero 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Imperialismo<BR><BR>Asaltos nocturnos,
centros de detención ocultos, la “Cárcel Negra” y los perros de la guerra en
Afganistán<BR><BR>Las prisiones secretas de
Obama</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Anand Gopal
*<BR>TomDispatch.com<BR></STRONG><A
href="http://www.tomdispatch.com/"><STRONG>http://www.tomdispatch.com/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo
Fernández</STRONG><BR><BR><BR>Una tranquila noche de invierno del pasado año en
la ciudad afgana de Khost, un joven empleado del gobierno de nombre Ismatullah
se esfumó, sencillamente. Se le había visto en el bazar de la ciudad con un
grupo de amigos. Sus familiares estuvieron registrando durante días las
polvorientas calles de Khost. Los patriarcas de la ciudad contactaron con los
comandantes talibanes en la zona que solían secuestrar a trabajadores del
gobierno, pero nunca habían oído hablar del joven. Hasta el gobernador se
implicó en la búsqueda, ordenando a su policía que investigara entre las
peligrosas bandas criminales que en ocasiones acosaban y cazaban a jóvenes
asiduos al bazar para pedir luego un rescate.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero la búsqueda no dio fruto alguno. La primavera y el
verano llegaron y se fueron y no hubo señal alguna de Ismatullah. Un día, mucho
después de que la policía y los patriarcas de la aldea hubieran abandonado su
búsqueda, un correo entregó una pulcra nota escrita a mano en el puesto de la
Cruz Roja que estaba cerca de la vivienda de su familia. En ella, Ismatullah
informaba de que se encontraba en Bagram, una prisión estadounidense situada a
más de 320 kilómetros de distancia. Las fuerzas estadounidenses le habían
capturado cuando iba desde el bazar camino de su casa, afirmaba la tersa carta y
no sabía cuando le liberarían.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En algún momento de los últimos años, los aldeanos
pastunes de la escarpada zona central de Afganistán empezaron a perder la fe en
el proyecto de EEUU. Y muchos de ellos pueden señalar el momento preciso de esa
transformación, que normalmente se produjo a altas horas de la noche, cuando la
mayor parte del país se encontraba dormido. En el hermético proceso de
detenciones implementado por EEUU, habitualmente se arresta a los sospechosos en
la oscuridad, enviándoles después a una de las áreas de detención establecidas
en las bases militares, a menudo por la más ligera sospecha y sin conocimiento
de sus familias.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Este proceso ha conseguido crear incluso más miedo y odio
en Afganistán que los ataques aéreos de la coalición. Los asaltos y detenciones
nocturnos, poco conocidos fuera de esas aldeas pastunes, han ido poniendo poco a
poco a los afganos contra las mismas fuerzas que saludaron como liberadoras hace
tan sólo unos años.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Una oscura noche de noviembre</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Era el 19 de noviembre de 2009, a las 03,15 horas de la
madrugada. Una fuerte explosión despertó a los aldeanos de una arbolada zona de
las afueras de la ciudad de Ghazni, una ciudad de antiguos orígenes del sur del
país. Un equipo de soldados estadounidenses dinamitó la puerta principal de la
casa de Majidullah Qarar, el portavoz del ministro de agricultura. Qarar se
encontraba en Kabul en aquellos momentos, pero sus parientes estaban en casa,
cuatro de ellos dormían en la habitación para invitados de la familia. Uno de
ellos, Hamidullah, que vende zanahorias en el bazar local, corrió hacia la
puerta de la zona de invitados. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Inmediatamente le dispararon, pero se las arregló para
arrastrarse hacia adentro, dejando un reguero de sangre tras él. Después, Azim,
panadero, se lanzó corriendo hacia su primo herido. También le dispararon y se
dobló contra el suelo. Los dos hombres atacados le gritaron a los dos familiares
que quedaban en la habitación que se quedaran allí, pero ellos –niños ambos- no
se atrevieron ni a moverse y se quedaron paralizados y callados en sus camas
muertos de miedo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los soldados extranjeros, la mayoría de ellos con barba y
tatuajes, se dirigieron a la zona principal. Tiraron las ropas por el suelo,
haciendo añicos la vajilla y forzando los armarios. Finalmente, encontraron al
hombre que buscaban: Habib-ur-Rahman, programador de ordenadores y empleado del
gobierno. Rahman era el responsable de convertir Microsoft Windows en inglés al
lenguaje pastún local para que las oficinas del gobierno pudieran utilizar el
software. Había pasado un tiempo en Kuwait, y el traductor afgano que acompañaba
a los soldados declaró que habían actuado a partir del chivatazo de que Rahman
era miembro de al-Qaida.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se llevaron descalzo a Rahman y a un primo suyo a un
helicóptero que esperaba a una cierta distancia y les transportaron hasta una
pequeña base estadounidense situada en una provincia vecina para interrogarles.
Después de dos días, las fuerzas estadounidenses liberaron al primo de Rahman.
Pero, desde entonces, a Rahman ni se le ha visto ni se sabe nada de él.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Hemos llamado a su móvil pero no responde”, dice su
primo Qarar, el portavoz del ministro de agricultura. Utilizando sus poderosos
contactos, Qarar consiguió la ayuda de la policía local, de los parlamentarios,
del gobernador e incluso del mismo ministro de agricultura en la búsqueda de su
primo, pero no lograron que les dijeran nada. Los funcionarios del gobierno que
investigaron de forma independiente el escenario tras el asalto y que
corroboraron las afirmaciones de la familia, presionaron también exigiendo una
respuesta de por qué se había asesinado a dos miembros de la familia Qarar. Las
fuerzas estadounidenses emitieron un comunicado diciendo que los muertos eran
“combatientes enemigos que habían mostrado una intención hostil”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Semanas después del asalto, la familia siente una gran
amargura. “Todo el mundo en la zona sabía que éramos una familia que trabaja
para el gobierno”, dice Qarar. “Rahman ni siquiera podía salir de la ciudad
porque si los talibanes le pillaban en el campo le hubieran matado”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, más allá de la pregunta de si Rahman era
inocente o culpable, la forma en que fue capturado ha dejado un residuo de odio
y rabia en su familia. “¿Por qué tenían que matar a mis primos? ¿Por qué tenían
que destruir nuestra casa?”, pregunta Qarar. “Sabían donde trabajaba Rahman. ¿Es
que no podían venir con una orden judicial durante el día? Habríamos obligado a
Rahman a cumplirla”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Yo solía aparecer en televisión diciendo que la gente
debía apoyar a este gobierno y a los extranjeros”, añade. “Pero estaba
equivocado. ¿Por qué van a apoyarles? No me importa que me disparen por decir
esto, porque sólo estoy diciendo la verdad”.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los perros de la guerra</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Los asaltos nocturnos son sólo el primer paso en el
proceso de detención que EEUU lleva a cabo en Afganistán. Normalmente se envía a
los sospechosos a una de entre las series de prisiones habilitadas en las bases
militares estadounidenses por todo el país. Oficialmente hay nueve cárceles de
ese tipo, denominadas en la jerga militar Campos de Detención. Son zonas
pequeñas, a menudo tan sólo un puñado de celdas divididas por paneles de
contrachapado, y se utilizan fundamentalmente para interrogar a los
prisioneros.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En los primeros años de la guerra, esas áreas no eran
sino lugares de paso para quienes enviaban a la prisión de Bagram, una
instalación con una reputación infame de malos tratos y torturas. Como en los
últimos años, el foco de la atención internacional cayó sobre Bagram, los
guardianes empezaron a comportarse mejor y el maltrato de prisioneros empezó a
perpetrarse en los menos conocidos Campos de Detención.<BR>De los 24 ex
prisioneros entrevistados para esta historia, 17 afirman haber sido torturados
en esos lugares o en el camino hacia los mismos. Doctores, funcionarios del
gobierno y la Comisión Independiente Afgana por los Derechos Humanos, una
institución encargada de investigar las denuncias por abusos, corroboran doce de
esas afirmaciones.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Uno de esos ex detenidos es Nur Agha Sher Khan, que era
oficial de policía en Gardez, una ciudad de casas de adobe situada en la parte
oriental del país. Según Sher Khan, fuerzas estadounidenses le detuvieron en un
asalto nocturno en 2003 y le llevaron a un Campo de Detención en una base
cercana de EEUU. “Me interrogaron toda la noche”, recuerda, “pero no tenía nada
que decirles”. Sher Khan trabajó para un comandante de policía al que las
fuerzas estadounidenses habían detenido por sospechar que tenía vínculos con la
insurgencia. De forma ocasional, había sido conductor de ese comandante, lo cual
le convirtió en sospechoso a los ojos de los estadounidenses.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los interrogadores le taparon los ojos, le taparon la
boca y le encadenaron al techo, acusa. Ocasionalmente soltaban a un perro, que
le mordía una y otra vez. En un determinado momento, le quitaron la venda de los
ojos y le obligaron a arrodillarse sobre una larga barra de madera. Me ataron
las manos a una polea por encima de mí y me empujaban adelante y atrás mientras
la barra rodaba a través de mis espinillas. Yo no paraba de dar alaridos”.
Entonces le empujaban al suelo y le obligaban a tragar doce botellas de agua.
“Dos tipos me abrían la boca y derramaban el agua por mi garganta hasta que el
estómago se me llenaba y perdía el conocimiento. Era como si alguien me
inflara”, dice. Cuando volvía en si tras el desmayo, no paraba de vomitar
agua.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Esto continuó así toda una serie de días, algunas veces
le colgaban boca abajo del techo, y otras veces le vendaban los ojos durante
amplios períodos. Finalmente, le enviaron a Bagram, donde cesaron las torturas.
Cuatro meses después, fue liberado silenciosamente con una carta de disculpa de
las autoridades estadounidenses por haber encarcelado por error.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una investigación del caso de Sher Khan por la Comisión
Afgana Independiente por los Derechos Humanos y un doctor independiente hallaron
que tenía heridas que se correspondían con el maltrato y torturas que afirma
haber padecido. Las fuerzas estadounidenses han declinado comentar nada de su
caso, pero un portavoz dijo que algunos de los soldados implicados en las
detenciones en esa parte del país habían recibido “castigos administrativos” no
especificados. Añadió que “todos los detenidos son tratados humanamente”,
excepto casos aislados.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los desaparecidos</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Algunos de los que llevan a los Campos de Detención nunca
llegan a Bagram, sino que son sencillamente liberados después de que las
autoridades consideran que son inofensivos. Aún así, algunos afirman haber sido
torturados. Como fue el caso de Hajji Ehsanullah, secuestrado en una noche de
invierno de 2008 de su hogar en la provincia sureña de Kabul. Fue conducido a un
sitio de detención en la provincia de Khost, a unos 320 kilómetros de distancia.
Volvió a su hogar trece días después, con la piel llena de cicatrices de las
mordeduras de los perros y con dificultades de memoria que, según su doctor,
eran consecuencia de un golpe en la cabeza. Las fuerzas estadounidenses le
arrojaron en una gasolinera de Khost después de tres días de interrogatorio. Le
llevó más de diez días encontrar la forma de volver a su casa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Otros de los que llegan a esos sitios no acaban en Bagram
por razones muy diferentes. En los escarpados pueblos del sur pastún, donde los
rumores crecen con mayor abundancia que la más abundante de las cosechas, las
gentes del lugar susurran historias de personas que fueron capturadas y
ejecutadas. Muchas veces no hay pruebas. Pero de vez en cuando, aparece algún
cuerpo. Tal fue el caso en el campo de detención de una base del ejército
estadounidense en la provincia de Helmand, donde en 2003 un coronel del ejército
estadounidense escribió en el informe de la autopsia de un detenido que murió
bajo custodia estadounidense (del que más tarde se pudo disponer a través del
Acta de Libertad de Información): “La muerte sobrevino por múltiples heridas
causadas por un objeto contundente en el torso inferior y en las piernas,
complicadas con rabdomiliósis (La rabdomiólisis es una destrucción de las fibras
musculares estriadas con liberación de sustancias a la circulación, entre ellas
la mioglobina. La mioglobina es la responsable del daño renal por obstrucción de
estructuras renales o liberación de sustancias tóxicas. La rabdomiólisis se
produce en casos de accidente por aplastamiento, convulsiones o necrosis
musculares, entre otros). Forma de morir: homicidio”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la polvorienta provincia de Khost, un día del pasado
mes de diciembre, las fuerzas estadounidenses lanzaron un asalto nocturno contra
el pueblo de Motai, matando a seis personas y capturando a nueve, según casi una
docena de autoridades del gobierno local y de testigos oculares. Dos días
después, los cuerpos de dos de los detenidos –con esposas de plástico en las
manos- fueron hallados a más de un kilómetro de distancia de la mayor base de
EEUU en la zona. Un portavoz del ejército de EEUU rechaza cualquier implicación
en las muertes y se niega a comentar los detalles del asalto. Sin embargo, los
oficiales afganos y los patriarcas locales, mantienen con toda firmeza que los
dos fueron asesinados cuando estaban bajo vigilancia estadounidense. Las
autoridades estadounidenses liberaron a cuatro de los otros aldeanos en los días
siguientes. Se desconoce el destino de los tres restantes cautivos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El asunto podría aclararse si el ejército estadounidense
fuera menos hermético acerca de su proceso de detención. Pero el secretismo ha
estado al orden del día. Los nueve Campos de Detención están envueltos en
secretismo oficial, pero al menos la Cruz Roja y otras organizaciones
humanitarias saben que existen. Sin embargo, puede haber otros de cuya
existencia, en las decenas de bases militares que salpican todo el país, no se
sabe nada. Un ejemplo, según antiguos detenidos, es la instalación de detención
en Rish Khor, una base del ejército afgano que se alza en lo alto de una montaña
con vistas a la capital, Kabul.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una noche del pasado año, las fuerzas estadounidenses
asaltaron Zaiwalat, una diminuta aldea encajada entre las montañas de la
provincia de Wardak, a unas cuantas docenas de millas al oeste de Kabul, y
capturaron a nueve vecinos. Llevaron a los cautivos a Rish Khor y les
interrogaron durante tres días. “Nos tuvieron en un contenedor”, recuerda
Rehmatullah Muhammad, uno de los nueve. “Estaba hecho de acero. Nos tuvieron
esposados los tres días. Apenas dormimos esos días”. Los interrogadores,
vestidos de paisano, acusaron a Rehmatullah y a los otros de proporcionar
refugio y comida a los talibanes. Los sospechosos fueron después enviados a
Bagram y liberados después de cuatro meses. (Un número de ex detenidos dijeron
que fueron interrogados por funcionarios de paisano pero no sabían si esos
funcionarios pertenecían al ejército, a la CIA, o eran contratistas
privados).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los activistas afganos por los derechos humanos están
preocupados de que las fuerzas estadounidenses puedan estar utilizando sitios
secretos de detención como Rish Khor para llevar a cabo interrogatorios fuera de
cualquier control. Sin embargo, el ejército estadounidense niega incluso tener
conocimiento de la instalación.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La Cárcel Negra</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Mucho menos secreta es la parada final para la mayoría de
los cautivos: las Instalaciones de Internamiento de Bagram. Aunque se la
denomina con el inquietante nombre del “Guantánamo de Obama”, sin embargo,
Bagram ofrece, ahora, las mejores condiciones de todo el proceso de detención
para los cautivos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Su vida moderna como prisión empezó en 2001, cuando
pequeños cifras de detenidos de toda Asia eran encarcelados allí en la primera
parte de una odisea que les arrojaría finalmente en las instalaciones
estadounidenses de detención de la Bahía de Guantánamo, en Cuba. Sin embargo, se
ha convertido en el principal destino para los capturados dentro de Afganistán
como parte de la creciente guerra que el país padece. En 2009, la población de
presos había aumentado hasta más de 700. Construida en un viejo hangar sin
ventanas de la época soviética, la prisión consiste en dos filas de atestadas
celdas que parecen jaulas bañadas de forma continua con luz blanca. Los guardias
caminan a lo largo de una plataforma que va pasando a través de la parte
superior de las alambradas, una posición fácil desde la que vigilar a los
prisioneros abajo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Infames y habituales torturas, al estilo de la prisión de
Abu Ghraib en Iraq, marcaron los primeros años de Bagram. Por ejemplo, Abdullah
Mujahed, fue capturado en el pueblo de Kar Marchi en la provincia oriental de
Paktia en 2003. Mujahed era un comandante de la milicia tayica que había
dirigido un levantamiento armado contra los talibanes en sus días de decadencia,
pero las fuerzas estadounidenses le acusaron de tener conexiones con la
insurgencia. “En Bagram, estuvimos esposados, con los ojos vendados y con los
pies encadenados durante días”, recuerda. “No nos permitieron dormir ni un
momento durante trece días y trece noches”. Un guardia le golpeaba las piernas
cada vez que se quedaba dormido. A diario podía oír los alaridos de los presos
torturados y el inconfundible sonido de los grilletes arrastrándose por el
suelo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Después, llegó un día en que un grupo de soldados le
arrastró hasta un avión, negándose a decirle adónde le llevaban. Finalmente,
aterrizó en otra prisión, donde pudo sentir que el aire era denso y húmedo.
Cuando caminaba a través de la fila de jaulas, los presos empezaron a gritar:
“¡Esto es Guantánamo! ¡Estás en Guantánamo!”. Allí se enteró que le acusaban de
dirigir el grupo islamista pakistaní Lashkar-e-Taiba (que en realidad dirigía
otra persona que tenía el mismo nombre y que había muerto en 2006). Finalmente,
EEUU le liberó y le devolvió a Afganistán.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los ex detenidos de Bagram afirman que eran golpeados con
regularidad, sometidos a música estridente durante 24 horas al día, que se les
impedía dormir, que se les desnudaba y que se les forzaba a adoptar lo que los
interrogadores denominaban “posiciones de estrés”. El peor momento llegó a
finales de 2002, cuando los interrogadores golpearon a dos presos hasta
matarles.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las Fuerzas Especiales de EEUU también dirigían una
segunda y secreta prisión en la Base Aérea de Bagram, a la que la Cruz Roja no
tiene aún acceso. Utilizada sobre todo para interrogatorios, es tan temida por
los prisioneros que la han denominado la “Cárcel Negra”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Un día de hace dos años, las fuerzas estadounidenses
fueron a por Noor Muhammad, en las afueras de la ciudad de Kajaki, en la
provincia sureña de Helmand. Muhammad, que es médico, dirigía una clínica que
atendía a todo el que llegaba hasta ella en búsqueda de cuidados, incluidos los
talibanes. Los soldados asaltaron su clínica y su casa, matando a cinco personas
(incluidos dos pacientes) y deteniendo tanto a su padre como a él. Al día
siguiente, los vecinos encontraron el cadáver esposado del padre de Muhammad,
muerto, al parecer, de un disparo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los soldados se llevaron a Muhammad a la Cárcel Negra.
“Había un pasillo muy estrecho con montones de celdas a ambos lados y una gran
puerta de acero y luces brillantes. No sabíamos cuándo era de noche y cuándo de
día”. Le mantuvieron en una habitación de hormigón sin ventanas, totalmente
confinado en solitario. Los soldados le arrastraban siempre por el cuello y le
negaban el alimento y el agua. Le acusaron de proporcionar cuidados médicos a
los insurgentes, a lo cual él les contestaba: “Soy médico. Mi deber es
proporcionar cuidados a cualquier ser humano que llegue a mi clínica, ya sea
talibán o del gobierno”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Finalmente, Muhammad fue liberado, pero cerró su clínica
y dejó su ciudad natal. “Me aterran tanto los estadounidenses como los
talibanes”, dice. “Me alegro de que mi padre haya muerto, de que no tenga que
vivir en este infierno”.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Miedo a la oscuridad</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>A diferencia de la Cárcel Negra, los oficiales
estadounidenses, en los últimos dos años, han tratado de reformar la principal
prisión en Bagram. Las torturas se han acabado allí, y ahora los oficiales de la
prisión alardean de que los presos suelen engordar unos siete kilos mientras
están detenidos. En algún momento de los primeros meses de este año, los
oficiales planean abrir una deslumbrante nueva prisión –que finalmente
sustituirá a la de Bagram- con celdas grandes y ventiladas, el último
equipamiento médico y salas para formación vocacional. La prisión de Bagram se
traspasará el año que viene a los afganos aunque el resto del proceso de
detención permanecerá en manos estadounidenses.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero los defensores de los derechos humanos dicen que
continúan estando preocupados por el proceso de detención. El Tribunal Supremo
de EEUU dictaminó en 2008 que no se les puede negar a los presos de Guantánamo
su derecho al habeas corpus, pero no decidió la misma resolución en relación a
los detenidos en Bagram. (Los oficiales estadounidenses dicen que Bagram está en
medio de una zona de guerra y por tanto no se aplica allí la legislación
relativa a los derechos civiles que se establece dentro de EEUU). A diferencia
de Guantánamo, los presos no tienen derecho allí a acceder a un abogado. La
mayoría dice que no tiene ni idea de por qué están detenidos. Los presos
aparecen ahora ante un panel de revisión cada seis meses, que intenta volver a
considerar su detención, pero su capacidad para plantear preguntas sobre su
situación es limitada. “Sólo se me permitió decir sí o no y no pude explicar
nada durante mi vista”, dice Rehmatullah Muhammad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, la mejoría en las condiciones de Bagram
plantea la pregunta de si EEUU es capaz de combatir una guerra más limpia. Eso
es lo que el comandante de guerra en Afganistán, el General Stanley McChrystal
prometió este verano: menos bajas civiles, menos temidos asaltos de las casas y
un proceso de detención más transparente.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las tropas estadounidenses que operan bajo el mando de la
OTAN han empezado a cumplir normas de comportamiento más estrictas: ahora sólo
pueden mantener oficialmente a los detenidos 96 horas antes de transferirles a
las autoridades afganas o liberarles, y las fuerzas afganas deben tomar el mando
en el registro de las casas. Cuando se les pregunta a los soldados
estadounidenses, se indignan por esas restricciones, y tienen diversos métodos
para sortearlas. “Algunas veces detenemos a gente y después cuando pasan las 96
horas, les transferimos a los afganos”, dice un marine estadounidense, que habla
bajo anonimato. “Ellos les dan unas cuantas palizas por nosotros y nos los
devuelven para otras 96 horas. Esto puede prolongarse hasta que obtengamos lo
que queremos”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una forma más sencilla de pasarse por alto las normas es
llamar a las Fuerzas de Operaciones Especiales de EEUU –los Focas de la Marina,
los Boinas Verdes y otros- que no están bajo el mando de la OTAN y por tanto no
están obligados por las normas más estrictas de comportamiento. Esas tropas de
elite son las que están detrás de la mayoría de los asaltos nocturnos y de las
detenciones en la búsqueda de “sospechosos de alto valor”. Los oficiales del
ejército estadounidense dicen en las entrevistas que las nuevas restricciones no
han afectado en absoluto al número de asaltos y detenciones. No obstante, el
actual cambio es más sutil: el proceso de detención se ha trasladado casi
enteramente a las zonas y actores que mejor pueden evitar el escrutinio público:
las Fuerzas de Operaciones Especiales y las pequeñas prisiones de campo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El cambio señala hacia una realidad profunda de la
guerra, los soldados estadounidenses dicen: no puedes combatir a las guerrillas
sin asaltos y detenciones invasivos, sería como combatir sin balas. A los ojos
de un soldado estadounidense, Afganistán es un lugar tenebroso. Los hombres
llevan barba y turbante. Rezan incesantemente. En la mayor parte del país, a las
mujeres se les prohíbe salir de casa. Muchos afganos poseen un Kalashnikov. “No
puedes confiar en nadie”, dice Rodrigo Arias, un marine que se encuentra en una
base en la provincia nororiental de Kunar. “Estuvieron a punto de matarme en
varias emboscadas, pero los aldeanos no nos dicen nada. Aunque normalmente saben
algo”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Un oficial que ha trabajado en los Campos de Detención
dice que son necesarios docenas de asaltos para que aparezca un sospechoso útil.
“Algunas veces tienes que reventar las puertas. Algunas veces tienes que
retorcer brazos. Tienes que utilizar toda una amplia red, pero cuando atrapas a
la persona correcta, eso es lo que marca la diferencia”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para Arias, es una cuestión de supervivencia. “Quiero
volver a casa de una pieza. Si eso significa que tengo que acorralar a la gente,
la acorralaré”. Cuestionar esto, dice, es cuestionar si merece la pena luchar la
guerra misma. “Ese no es mi trabajo. La gente de Washington es la que tiene que
encargarse de eso”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si los asaltos nocturnos y las detenciones son una parte
inevitable de la guerra moderna de contrainsurgencia, entonces, lo mismo sucede
con el resentimiento que engendran. “Nos alegramos cuando llegaron los
estadounidenses. Pensábamos que traerían paz y estabilidad”, dice el ex detenido
Rehmatullah. “Pero ahora casi todo el mundo en mi pueblo quiere que se larguen.
Un año después de que soltaran a Rehmatullah, capturaron a su sobrino. Dos meses
después, se llevaron también a otros vecinos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se ha convertido en una pauta de conducta predecible: Las
fuerzas talibanes lanzan emboscadas sobre los convoyes estadounidenses cuando
pasan por el pueblo, y después se retiran a los densos huertos de frutales que
cubren la zona. Después, los estadounidenses vuelven por la noche para llevarse
sospechosos. Según los aldeanos, en los dos últimos años, se han llevado a
dieciséis personas y han asesinado a otras diez en este pequeño pueblo de unos
300 habitantes. En el mismo período, dicen, los insurgentes mataron a un vecino
y no se llevaron a ningún rehén.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por lo tanto, las gentes de ese pueblo temen más los
asaltos nocturnos que a los talibanes. Ahora las noches en que los niños de
Rehmatullah oyen el lejano zumbido de un helicóptero, corren a su dormitorio. Él
les consuela, pero admite que también necesita que le tranquilicen. “Sé que ya
soy demasiado mayor para eso”, dice, “pero esta guerra me ha hecho tener miedo
de la oscuridad”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>* Anand Gopal ha informado desde Afganistán para el
Christian Science Monitor y el Wall Street Journal. Pueden leerse sus trabajos
en: analdgopal.com. Actualmente está trabajando en un libro sobre la guerra
afgana. Este artículo se ha publicado en el último número de la revista Nation.
Para escucharle en una entrevista de audio con Timothy McBain, de TomDispatch,
hablando de cómo consiguió este reportaje, pínchese aquí. <A
href="http://www.tomdispatch.com/post/175197/tomgram%3A_anand_gopal%2C_afraid_of_the_dark_in_afghanistan/#more">http://www.tomdispatch.com/post/175197/tomgram%3A_anand_gopal%2C_afraid_of_the_dark_in_afghanistan/#more</A>
<HR>
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