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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>15 de febrero 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante
- Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Mujeres</FONT></STRONG></DIV>
<DIV></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Entrevista a Rita Segato,
antropóloga argentina, investigadora y docente en la Universidad de Brasilia
</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>“Las mujeres nunca han sufrido tanta
violencia doméstica como en la Modernidad”</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>La investigadora argentina,
residente en Brasil, señala que la sexualidad en estos tiempos ha sido
privatizada, lo cual, según su concepción, es un error porque “muchas veces lo
sexual es político, es bélico y no sexual”. “Las leyes contra el aborto
–puntualiza– no son capaces de controlar a las personas que se lo
practican.”</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Mariana Carbajal</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Página/12, Buenos Aires, 8-2-10</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR><STRONG>–Usted viaja mucho. ¿Por dónde anduvo
últimamente antes de llegar a Buenos Aires?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Una vez por mes viajo a un país distinto. En 2009 estuve
en Chile, Perú, México, El Salvador, tres veces en la Argentina. Y recién vengo
de Qatar.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Qatar? ¿Qué la llevó a hasta
allí?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Me invitó la Fundación Qatar, equivalente al Conicet
argentino pero con fondos cuantiosos, para participar de una reunión cumbre
sobre educación. Invitaron a mil personas, entre ellas a los inventores de
Facebook y Twitter, para discutir cómo se puede promover la educación en un país
tan curioso en el que una persona que no trabaja, porque no quiere o no consigue
empleo, tiene un seguro de desempleo de 3000 dólares por mes. Todos los
habitantes son ricos por vivir ahí. Es un pedazo de tierra en el desierto, pero
tiene el mayor ingreso per cápita del mundo porque nada en la abundancia del gas
natural y del petróleo. Nunca vi ni de lejos en Europa ni en Estados Unidos la
afluencia que vi en Qatar. Es muy impresionante, pero no necesariamente lleva al
país en el mejor camino.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Hablando de educación: hace poco más de una
década usted impulsó un proyecto para incorporar un cupo en las universidades
públicas para estudiantes negros. ¿Cuál fue el resultado?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Lo más importante fue que en Brasil se tuvo que empezar
a hablar de racismo. Hoy en día, ya son noventa las universidades publicas,
entre federales, estaduales y municipales de todo el país, que adoptaron medidas
de discriminación positiva. Queda siempre la presión por una legislación
federal, pero eso no es lo fundamental, lo importante es que cundió la idea.
También en las universidades privadas, ya que el gobierno creó una estructura de
subsidios para becar a estudiantes pobres y no blancos. Y se ve por las calles,
al caminar en las universidades, en las áreas más ricas de las ciudades, en mi
ciudad, Brasilia, que es una de las áreas más elitizadas del país, donde está el
gobierno, cada vez hay más personas negras en los aeropuertos, en los
supermercados, en los espacios de la clase media. Brasil es un país segregado de
hecho, nunca lo fue de derecho.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Le cambio de tema. ¿Por qué la Iglesia Católica
se opone con tanto fervor a la despenalización del aborto?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Por dos razones. Leí en una nota que usted escribió que
hay casi un aborto por cada parto en la Argentina. Ese dato me confirma lo que
pienso. La discusión sobre la criminalización o descriminalización del aborto
poco tiene que ver con la práctica del aborto. Es evidente que el aborto está
criminalizado en la ley desde hace unos 90 años y eso no significa nada. Como
muchas otras, esta ley no tiene, por sí misma, capacidad de controlar lo que las
personas de hecho hacen. Es un caso clásico de una ley que tiene otra finalidad.
Sabemos que las mujeres abortan todos los días y, tal vez, cada día más.
Católicas, no católicas, evangélicas, un día tienen una situación muy
complicada, consideran que Dios tendrá que perdonar y hacen un aborto. ¿Cuándo
una ley es eficaz? Cuando transforma la sensibilidad ética, es decir, las ideas
de lo que está bien y lo que está mal. Una ley que repite y repite “no matarás”
es eficaz si consigue convencer a las personas de que no es bueno salir a la
calle con un revólver y darle un tiro a alguien por una cuestión de una
vendetta, que ésa no es la mejor manera de resolver un conflicto. Una persona
deja de matar cuando la sensibilidad ética se transforma, no porque está
pensando que puede ir a la cárcel. La ley no tiene un impacto de causa-efecto
sobre el comportamiento, como se piensa de una forma simplista. La ley del
aborto es un caso típico de que su eficacia es de otro tipo porque no ha
transformado y nada indica que transformará la sensibilidad ética de las
personas al punto de pensar que abortar significa cometer un asesinato, porque
no lo es. Lo que tenemos que entender es que la discusión es sobre dos temas:
por un lado, quién controla a los legisladores, quién tiene el poder en la
Nación de inscribirse en la ley, de decir a unos señores que tienen la lapicera
en la mano para escribir una ley, que escriban la ley que les interesa. La
Iglesia entra en una competencia de autoridad con el feminismo, con las mujeres,
y dice: “Yo mando aquí todavía y voy a escribir la ley de una forma en que mi
perfil ideológico esté retratado, y voy a ganar”. El relanzar hacia el futuro la
criminalización del aborto significa mantener la influencia. Es una guerra de
influencias.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿El eje central de la posición de la jerarquía
católica entonces no es la defensa de la vida?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Si le importara, la jerarquía católica estaría en otros
frentes con la misma beligerancia, defendiendo la vida. Le interesa marcar en
este momento la permanencia de su influencia en el Estado argentino.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Y cuál es la segunda razón?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–La tendencia mundial de todos los credos, de todas las
Iglesias, al fundamentalismo. El territorio fue por mucho tiempo un pedazo de
tierra, propiedad directa, pero hoy los pueblos se desplazan, hay gran
movilidad, hay formas de autoridad paraestatal: la Iglesia es una autoridad
paraestatal que atraviesa territorios, es un Estado trans-estatal. ¿Qué quiere
decir? Que su dominio territorial debe afirmarse en su dominio sobre cuerpos
como territorios. Un tema permanente en mis trabajos es la gran afinidad que
existe entre el cuerpo de la mujer y el territorio. Cuando marco con mis
banderas, con mis insignias el cuerpo de la mujer, estoy marcando su anexión a
mi capacidad de Estado transnacional. Y una de las formas de todas las
religiones y no sólo de la católica, es marcar los cuerpos siendo esta marca
omnipresente. El Islam es el que ha sido más visibilizado con estas políticas,
donde hay mujeres que tienen que usar determinado tipo de vestimenta. Uno de los
rasgos centrales del fundamentalismo es su ansiedad por marcar con insignias los
cuerpos de las mujeres. Y uno de ellos es que las mujeres tengan muchos hijos,
no practiquen determinados actos, se vistan de determinadas maneras, adhieran a
determinada normativa, no por una razón teológica, ni doctrinal ni moral, sino
por una razón territorial.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Cuáles son los puntos de encuentro entre el
cuerpo femenino y el territorio?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Lo que da los puntos de encuentro son las prácticas.
Muchos han dicho que en las visiones culturales, la mujer siempre está asociada
a la Naturaleza, es el gran útero, la Madre Tierra, se la vincula con una cierta
pasividad de la Naturaleza frente a la acción del Hombre. Yo no hablo de la
tierra, me refiero al territorio en sentido político. Las prácticas guerreras
muestran la manera hegemónica de entrar el cuerpo de la mujer en la ideología,
en la representación colectiva: siempre tuvieron ese correlato de la conquista
de un territorio, la anexión del cuerpo de las mujeres, la inseminación por
violaciones individuales o colectivas, su esclavización para servicios sexuales.
Un ejemplo clásico es la guerra de Japón contra Corea y la anexión de las
mujeres coreanas para servicios sexuales.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Lo mismo se puede observar en la llamada
Conquista del Desierto.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Claro, también los araucanos, antes de la propia
conquista, tenían varias concubinas. La visión patriarcal, que es la atmósfera
en la cual todavía vivimos, percibe que anexar un territorio es acceder al
cuerpo de sus mujeres como parte de su territorio, por eso hablo de esa
afinidad. Esto fue siempre así hasta ahora. Es importante prestar atención que
hubo un cambio, y ha sido para peor, porque en muchos territorios del mundo hoy
no se trata de anexar el cuerpo de las mujeres sino de destruirlo. Este es un
fenómeno muy nuevo. Claro que era destructiva y espantosa la violación del
cuerpo de las mujeres, en una atmósfera patriarcal en la cual se entiende que
cuando yo violo a la mujer del enemigo, yo reduzco a mi enemigo moralmente, por
eso es tan potente el crimen sexual, y se entiende en una agresión al otro. Pero
es una agresión a la mujer como persona y sin embargo, no se ve así. Tanto no se
ve así que en diversas partes del mundo, en Colombia paradigmáticamente, y ahora
también en la Argentina y en Perú, se está comenzando a descubrir que en todas
las agresiones a las mujeres por parte de grupos paraestatales o durante los
gobiernos dictatoriales, el tratamiento dado a las mujeres ha sido silenciado.
Los protocolos de la investigación de la Medicina Legal para el análisis de lo
ocurrido en esos cuerpos no incluyen preguntas sobre la especificidad de lo que
les pasó a las mujeres. En Colombia están exhumando fosas comunes, de las varias
guerras que atravesaron su territorio en décadas; aunque la crueldad ejercida
sobre el cuerpo de las mujeres tuvo especificidades sexuales no está registrado.
Y esto es lo importante. Porque se considera equivocadamente que eso que
aconteció ahí entre el verdugo y su víctima fue de orden sexual y yo afirmo, y
creo que es fundamental que nosotras lo afirmemos fuertemente, que eso no es de
orden sexual, es de orden bélico, sólo que la forma de agresión se da a través
de la sexualidad, se da en los genitales y con genitales. Lo dejan afuera, no lo
cuentan, porque lo consideran del ámbito de lo íntimo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–De lo privado...</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Exacto. Ese es todo el tema de la Modernidad, que se
privatiza completamente lo sexual. Las mujeres nunca han sufrido tanto violencia
doméstica como en la Modernidad porque se ha privatizado completamente lo
sexual, que es un error, porque ahí lo sexual es político y es bélico, no es
sexual. Si el patriarcado no fuera la red de significados y sentidos en la que
estamos presos, la sexualidad no tendría ninguno de los significados que tiene
entre nosotros. Por ejemplo, no tendría el sentido de la desmoralización del
otro. Lo que las mujeres debemos defender es que la sexualidad ejercida de esa
forma lastima, duele físicamente. Pero la lastimadura moral resulta del orden de
la atmósfera del aire patriarcal que respiramos y coloca en la intimidad esa
agresión que duele y que es simplemente una agresión como si me dieran una
cuchillada, como si me dieran un balazo. Se pierde toda la dimensión del dolor,
que es la más importante de todas. Y se lo privatiza y se coloca esa agresión en
el orden de la moralidad. Entonces, no se habla. Las mujeres indígenas peruanas
y guatemaltecas, por ejemplo, que han sufrido agresiones sexuales feroces, que
han derivado en muchos casos en embarazos, no pueden hablar de esto porque están
aprisionadas en el orden moral sexual. Uno de los grandes esfuerzos es retirar
la sexualidad de la moralidad, separarla. Eso sería un tiro de gracia en el
poder patriarcal. Cuando se agrede sexualmente a sus mujeres, se las desflora
por violencia, el corazón del enemigo se reduce, porque el enemigo también es
hombre, y es un defensor de la regla patriarcal. Hay una autora hindú que se
llama Veena Das, que escribió un artículo sobre la crueldad en las guerras de la
separación de India de Pakistán. Infelizmente no lo analiza desde una
perspectiva de crítica al patriarcado, pero muestra cómo la destrucción de esa
guerra también fue una destrucción en el cuerpo de las mujeres. Si hasta el
presente fue la anexión del territorio, anexión del cuerpo de las mujeres,
inseminación colectiva, esclavización sexual de las mujeres como el máximo
trofeo de la victoria, como un cazador pone los ciervos en la pared, hoy hay
todavía una vuelta de tornillo para peor en ese proceso que consiste en la
destrucción y eliminación por tortura del cuerpo de las mujeres hasta la muerte
en muchos escenarios del mundo, en Congo, Guatemala, México, El Salvador. Esa
destrucción es una novedad.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿La saña aumentó?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Antes el abuso era la saña. Hoy es saña que lleva a la
muerte por destrucción del cuerpo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Y se da sólo en contextos de guerra o en otros
también?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Para que la definición de crímenes de guerra sea eficaz
para defender a las mujeres, la noción de guerra tiene que ser modificada.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿En qué términos?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Las guerras no son más convencionales. El mundo tiene
una cantidad de escenarios guerreros impresionantes, que no son definidos de la
forma clásica. Las guerras de maras, de gánsters, tribales, de los paraestados
contra poblaciones disidentes, acciones paraestatales policiales permanentes y
legitimadas para los no blancos, los marginales, los drogadictos, el peligro
musulmán en Europa. Es necesario reformular este nuevo tipo de guerras que son
no formalizadas por uniformes, por estandartes y sobre todo por formas marcadas
y definidas de victoria o de derrota. En una guerra convencional además de la
uniformización de los dos ejércitos hay convenciones muy claras de cómo se
venció, como son los rituales de victoria, de derrota, de pacto final. Como las
guerras hoy son difusas y no están definidas, algunos las llaman de tercera o
cuarta generación, lo que está ocurriendo con las mujeres es una forma de
documento donde se escribe un momento de victoria. También lo que pasa es que la
victoria en estas guerras no convencionales es efímera.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–La antropóloga mexicana y ex diputada federal
Marcela Lagarde sostiene que las muertes y desapariciones de mujeres en Ciudad
Juárez no son un fenómeno excepcional, sino que se repite en otros países como
Guatemala y España, e incluso la Argentina, donde se repiten los asesinatos de
mujeres por el hecho de ser mujeres. ¿Comparte esta visión sobre los
feminicidios?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Hay dos posiciones en relación con los feminicidios. Es
muy complicado porque no se han desarrollado todavía los foros suficientes como
para discutirlas. En realidad, son dos estrategias diferentes. ¿Qué significa
que una mujer muera por el solo hecho de ser mujer? La definición que toma
Marcela Lagarde es la de Diane Russell, que vive en Estados Unidos, pero es
sudafricana, el lugar donde se cometen más violaciones en el mundo. Russell
muestra a las mujeres usadas en la pornografía y llevadas hasta la muerte en
algún tipo de snuff movies, mujeres asesinadas por sus maridos, todas las
mujeres que mueren en una frontera de género. Marcela sigue un poco este camino,
es decir, el feminicidio engloba a todas las mujeres que mueren en una frontera
de género. Como dice ella: “Para el género no existen tiempos de paz”. La
producción más interesante en el feminismo está en la actualidad en redescubrir
un camino no occidental para las mujeres. El Occidente moderno es el que peor
trata a las mujeres, no importa cuánta ley de derechos humanos o de legislación
pro mujer pueda un país producir. Algo está pasando porque algo está fallando
severamente en el camino occidental y moderno estatal. Entonces, hay una visión
del feminicidio que engloba todas las muertes que ocurren en esta frontera de
género, en incremento en el avance de la modernidad. Y hay otra visión que
cierra, focaliza, en cierto tipo de agresiones que tiene que ver con la
destrucción del cuerpo hasta la muerte, en un escenario bélico nuevo. Yo trabajo
en esta última línea.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Por qué?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Es cierto que la mayor parte de los asesinatos de
mujeres ocurren en el espacio doméstico. El propio Estado moderno produce
conyugalidad moderna. Tengo una estudiante que terminó su doctorado ahora. Su
tesis es sobre la invención de la solterona. Se trata de cómo a medida que se
moderniza el Estado brasileño –esto ha sido un proceso mundial, hay estudios
para el Islam también–, se van creando mecanismos en que se fuerza a las
familias a obedecer un patrón de conyugalidad moderno, privatizado, la familia
conyugal cerrada, íntima, privada. Lo doméstico se privatiza. Surgen las ideas
sobre las solteronas que nos parecen que son naturales, de que estar solo y no
casarse es patológico, se genera un gran terror frente a ser solterona. Fue una
política clara, a través de las revistas de aconsejamiento, las novelas, la
literatura, que impusieron una imagen de mujer soltera como anómala, portadora
de una incapacidad o enfermedad psicológica. Mi estudiante lo demuestra. Es muy
interesante su tesis. En esa conyugalidad se van creando formas propias de
violencia que son muy grandes, porque se rompen todas las formas de solidaridad
entre las mujeres, que existían en un espacio doméstico de otro tipo, no
conyugal privado propio de la modernidad, que es el espacio indígena, islámico
doméstico, la familia compleja. Hoy la mujer vive su soledad en el espacio
doméstico y nadie lo sabe. El avance de la Modernidad fue creando formas de
vulnerabilidad de las mujeres y fue creando las leyes para esa forma de
vulnerabilidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Los asesinatos de mujeres que ocurren en lo
doméstico, ejecutados por su pareja o su ex pareja ¿se deben definir como
feminicidios?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–El problema es que si a esos crímenes se los llama
feminicidios será dificilísimo hacer entrar esa categoría en la legislación
internacional de derechos humanos. La lucha de llevar el feminicidio a la
categoría de un tipo de genocidio hacia la mujer tiene que pasar por algo que es
la despersonalización de esos crímenes. Un violador de calle, desconocido, del
tipo serial, tiene una motivación de orden de género evidentemente: su género le
impone un mandato de apoderamiento y posesión del cuerpo de la mujer, de ser
capaz de mostrar que puede usurpar la sexualidad femenina. Eso es genérico. La
mayor parte de los hombres controla el mandato genérico o lo ejecuta por vías
que no son cuadrables en la ley como violación. La extracción del tributo
femenino, como si fuera un impuesto de las mujeres, para construir su
masculinidad, el violador la realiza de una forma particular, que atañe a su
biografía personal. El “pater familias”, el hombre que es dueño del ámbito
privatizado que es la esfera familiar, va a realizar su mandato de posesión de
aquella esfera y de los cuerpos que en ella habitan de una manera personal, con
su autoridad ejercida de la manera que la ley permite o, en unos casos, va a
exceder la ley y va a ejercer su autoridad de una manera que la costumbre lo
permite, que no es lo mismo. Pero en todos los casos tenemos la personalización
de la manera en que se realiza el mandato de género. Es un mandato genérico
realizado de acuerdo con las características de biografías personales. A un
jurista que trabaja en el campo de los derechos humanos es difícil –porque ya lo
intenté– convencerlo de que esos crímenes constituyen un genocidio, porque hay
una personalización de la forma en que se ejecuta un mandato que es genérico.
Los otros asesinatos de mujeres, los que se producen en las guerras no
convencionales, en las masacres en el cuerpo de las mujeres, en esos casos sí
ocurren solamente por el hecho de ser mujeres, porque son mujeres desconocidas.
Pensemos en un ejemplo. Un hombre piensa: “Voy a agarrar a una mujer del barrio
tal porque está dominado por tal mara y al destruir su cuerpo mostraré que sus
grandes cabecillas no tienen capacidad para defender a las mujeres que viven en
su territorio”. Punto. Es una relación política y bélica. Ahí sí hay
feminicidios. Otro ejemplo: en las destrucciones vaginales que se observan en
las guerras tribales del Congo, que son continuaciones de las guerras de Ruanda,
podríamos mostrar dos cosas: que se trata de muertes de mujeres sin relación con
biografías personales; y en muchos casos, como en Ciudad Juárez, estoy
convencida de que los hombres que ejecutan esa destrucción no la harían si no
fueran miembros de bandas que los presionan y los obligan a llevar adelante
actos letales contra el cuerpo de las mujeres. Son presiones políticas del bando
de género. Cuando marcamos una diferencia entre esos dos tipos de crímenes de
género hacemos algo fundamental, porque obligamos a investigaciones detalladas.
Lo que se ve en Ciudad Juárez clásicamente es que la policía dice: “Ah!! Un
crimen más de género. Sí, estaba celoso el novio, entonces la acuchilló, le sacó
los ojos, le arrancó los senos”. Cuando se ponen los crímenes de género sin
detalle, en una misma bolsa, se permite a la policía, a los fiscales, a los
jueces –como pasa con las fosas comunes, como pasó con la represión militar en
la Argentina– a no detallar qué pasa con el cuerpo de las mujeres. Todos son
crímenes patriarcales, pero necesitamos tener categorías precisas para obligar a
aplicar protocolos de investigación precisos, que es lo que no está sucediendo.
Una de las razones por las que la impunidad continúa en Ciudad Juárez es porque
no hay investigaciones precisas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿No considera que es importante nombrar los
asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas como feminicidios a
modo de denuncia política y para evitar a mismo tiempo que se los califique en
los medios como crímenes pasionales con todo lo que esa conceptualización
conlleva? Puede haber ahí una estrategia de visibilización, más allá de la
cuestión estrictamente jurídica.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Sí, sí, es importante mostrar la unidad de universo de
estas agresiones. Pero hay un peligro de desgaste del término. Por eso la ley es
importante no tanto en la producción de sentencias sino para consagrar
categorías, con la potencia con que la ley las sacraliza. Cuando sacraliza una
categoría la ley hace un trabajo de ir transformando la sensibilidad ética de la
gente. Hoy es una palabra muy fuerte y mañana puede pasar a tener el mismo
significado que lo que antes llamábamos violencia doméstica.
<HR>
<BR></DIV></FONT></BODY></HTML>