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<HR>
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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>7 de marzo 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>El Salvador</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Un cable desclasificado de la CIA
indica que un militar argentino enviado por Viola ejecutó al arzobispo Romero
</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Matar a un
monseñor</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>A treinta años del asesinato del célebre
religioso salvadoreño, el crimen no se esclareció, pero la pista más firme
apunta a un represor del Batallón 601 llamado o apodado Emilio Antonio Mendoza.
Pero nunca fue investigada por la Justicia.</STRONG><BR><BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Santiago O’Donnell</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Página/12, Buenos Aires, 7-3-10</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Este mes se cumplen treinta años del asesinato del
arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, icono universal de la defensa de los
derechos humanos. El crimen aún no se esclareció, pero la pista más firme dice
que lo mató un argentino, un represor de la dictadura llamado Emilio Antonio
Mendoza.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Su nombre figura en un documento de la CIA,
desclasificado por el gobierno de Clinton en 1993, junto a otros 12.000
documentos que se refieren a El Salvador producidos por la CIA, la embajada, el
Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y otras agencias federales,
en respuesta a un pedido del Congreso que acababa de cerrar una investigación
sobre abusos de derechos humanos en ese país. El documento sobre “Mendoza” fue
revelado por el periodista salvadoreño Ricardo Valencia en el 2006 en una
investigación periodística del diario El Día de ese país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El cable dice taxativamente, sin apelar a los verbos
condicionales, que “el oficial militar argentino Emilio Antonio Mendoza, fue
enviado en 1980 a Honduras junto a otros argentinos por el general Viola” y que
Mendoza “admitió de hecho haberle disparado a Romero”, y pide a la Agencia que
recabe más información sobre el sujeto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Puede ser un bolazo. El documento desclasificado está
lleno de tachaduras de los censores de la Agencia y no precisa la fuente
original de la información, no dice cómo el agente se enteró. Duane Claridge, un
jefe de la CIA que supervisaba la inteligencia de la región en esos años, le
dijo a Valencia que se trata de información cruda, que no había sido procesada
por los analistas en Washington. Pero no negó su existencia. El diplomático
estadounidense Robert White, que asumió la embajada pocas semanas después del
asesinato, reconoció en la misma investigación periodística que estaba al tanto
de la existencia del cable, aunque su impresión era que no se había producido
“un hallazgo”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No habría que descartarlo. El cable lo manda el “agente
legal” de la embajada en San Salvador, o sea un hombre de la compañía. Los
agentes de la CIA podrán ser unos mentirosos para el resto del mundo, pero
tratan de pasarle buena información a sus supervisores. Aunque sea para ganarse
el bonus de fin de año. Además, está probado que al momento del crimen el autor
intelectual, Roberto D’Aubisson, recibía instrucción de militares argentinos que
habían sido enviados a El Salvador por el entonces jefe del Ejército argentino,
que era Viola. Y según muestran otros cables desclasificados por el gobierno
estadounidense, cada vez que se entrevistaba con funcionarios de los gobiernos
de Carter y Reagan, Viola demostraba una obsesión por el conflicto
centroamericano.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando apareció el documento de la CIA la causa judicial
por el asesinato de Romero estaba cerrada y sellada por una ley de amnistía. Por
eso “Emilio Antonio Mendoza” nunca fue investigado por la Justicia
salvadoreña.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la Argentina mucho se ha escrito e investigado sobre
la participación de represores argentinos en el conflicto centroamericano. Pero
por distintas razones muy poco se sabe sobre el funcionamiento de las
estructuras de Inteligencia que la Marina y el Ejército montaron en la región.
Se conocen los nombres de al menos un marino, Carlos Dürich, y un miembro de
Ejército, Alfredo Zarattini, que estaban en El Salvador alrededor de marzo de
1980, en contacto directo con quienes ordenaron y planificaron el asesinato.
Pero la existencia de Mendoza –si ése es su verdadero apellido– sigue siendo un
misterio.<BR><BR>- - - </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Monseñor Romero sabía que lo iban a matar y sabía desde dónde
vendría la bala. Murió el 24 de marzo de 1980 de un solo disparo al corazón
mientras daba misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer. Era
entonces el líder más popular del país y también un pacifista molesto en un país
al borde de la guerra civil. Sus homilías, que se transmitían por radio,
llegaban a todos los rincones del país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo habían nombrado arzobispo en 1977 con el apoyo de los
sectores más conservadores de la Iglesia. Pero la muerte de un sacerdote de base
muy amigo, asesinado por paramilitares junto a dos campesinos, lo llevó a
denunciar cada vez con más fuerzas las matanzas de los grupos paramilitares que
se sucedían a diario. También lo llevó a profundizar su opción por los pobres a
partir de los textos del II Concilio y el Congreso de Medellín.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Quince días antes del asesinato encontraron 72 candelas
de dinamita bajo el altar mayor de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de
San Salvador, activados por reloj para estallar mientras él daba misa. “Podrán
matarme pero no podrán callar la verdad”, les contestó en la siguiente
homilía.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El día antes de morir dio un sermón sobre la muerte. “A
los soldados les digo que los campesinos son su gente y que tengan en cuenta el
mandamiento No Matarás. Ninguna orden está por encima de la ley de Dios. En
nombre de Dios, en nombre de este sufrido pueblo, les pido, les ruego, que paren
con la represión”, predicó. En El Salvador, en esos días, se mataba por mucho
menos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al día siguiente del asesinato una bomba estalló en la
catedral y francotiradores abrieron fuego contra la multitud que participaba de
la procesión, con un saldo de seis muertos y decenas de heridos.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>- - -<BR><BR>Al principio, la investigación judicial fue una
farsa. Tres días después de asumir el caso el juez salió ileso de un atentado,
lo balearon en la puerta de su casa. Desde entonces no demostró ningún interés
por acercarse a la verdad. Tardó nueve días en mandar peritos a la escena del
crimen, cuando ya no quedaban evidencias ni testigos. Nunca encontró nada.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La causa se reabrió en 1986 con otro juez durante el
gobierno del demócrata cristiano Napoleón Duarte. Fue gracias a un hecho,
digamos, fortuito. Tres meses después del asesinato, el ejército salvadoreño
había allanado una finca donde el entonces mayor Roberto D’Aubisson conspiraba
con un grupo de civiles y militares para derrocar a la junta militar que
entonces gobernaba. D’Aubisson era el jefe de los escuadrones de la muerte y más
tarde sería fundador del partido de ultra derecha Arena, que gobernó el país
durante buena parte de los últimos treinta años.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre los presentes estaba también el capitán de la
fuerza aérea Alvaro Saravia. Los conspiradores fueron liberados poco tiempo
después, pero en el allanamiento, los militares secuestraron y presentaron a la
Justicia varios documentos, entre ellos la agenda de Saravia. En esa agenda
figuraban registros de compras de armamentos y entre ellos las de dos rifles
calibre 22 compatibles con los fragmentos de proyectil encontrados en el cuerpo
de Romero.</DIV>
<DIV align=justify><BR>También figuraban los datos del chofer personal de
Saravia, Antonio Garay, un miembro de la Guardia Nacional. Garay declaró que
estuvo presente cuando D’Aubisson ordenó la muerte de Romero y le encargó a
Saravia que contrate a un francotirador delante de varios testigos que
consintieron la decisión, a quienes Garay también nombró. Dijo que él condujo al
francotirador hasta la escena del crimen, que su pasajero era “un hombre barbudo
y bien parecido” a quien no conocía, que estacionó su auto frente a la capilla y
que vio cómo el pasajero salía del auto y apoyaba la mira de un rifle sobre la
rueda trasera. Dijo que después escuchó un disparo y que el barbudo se subió
otra vez al auto y que él lo llevó a un lugar seguro. Se cansaron de mostrarle
fotos de barbudos bien parecidos, pero Garay no pudo identificar a su
pasajero.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El juez incorporó el expediente del allanamiento a la
causa del asesinato de Romero y en base a los datos de la agenda y el testimonio
de Garay imputó a D’Aubisson como autor intelectual y a Saravia como autor
operativo. Pero no acusó a nadie por la autoría material.<BR></DIV>
<DIV align=justify>- - -<BR></DIV>
<DIV align=justify>D’Aubisson nunca fue procesado porque tenía fueros de
diputado y murió de cáncer antes de que pudieran quitárselos. Saravia se había
mudado a Modesto, California, donde contrató un abogado caro para pelear la
extradición. En 1987 la Corte Suprema salvadoreña le dio la razón a Saravia y
retiró el pedido de captura cursado a las autoridades estadounidenses. Según el
Center for Justice and Accountability (CJA), una ONG estadounidense que sigue el
caso desde hace varios años con el apoyo de la archidiócesis de San Salvador, el
presidente de la Corte que retiró el pedido de extradición había sido el abogado
de D’Aubisson durante el primer juicio. El caso Romero fue incluido en el
informe de la Comisión de la Verdad publicado en 1993 y semanas después Saravia
fue incluido en una ley de amnistía aprobaba por el Congreso salvadoreño.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Saravia vivió tranquilo por un tiempo. En 1996 la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenó reabrir la
investigación y resarcir a los deudos del arzobispo por la responsabilidad que
le cupo al Estado salvadoreño en el asesinato. El gobierno tardó tres años en
contestar y cuando lo hizo dijo que no reabriría el caso porque los responsables
estaban cubiertos por la ley de amnistía.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En noviembre del 2004 una corte civil de California citó
a Saravia a declarar sobre el asesinato en una causa abierta por el CJA en
nombre de los familiares de Romero. El capitán nunca se presentó y la corte lo
condenó en ausencia a pagar diez millones de dólares.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde entonces Saravia se encuentra prófugo pero da la
impresión que la Justicia estadounidense no lo busca demasiado. En una
entrevista con el Miami Herald desde la clandestinidad en el 2006, Saravia se
negó a hablar del caso, salvo para decir que él no había sido el francotirador.
Ofreció negociar su testimonio con las autoridades de su país y amenazó: “Si yo
hablo, El Salvador tiembla”. No dejó más precisiones.<BR></DIV>
<DIV align=justify>- - -<BR></DIV>
<DIV align=justify>“D’Aubisson era el principal nexo entre la dictadura
salvadoreña y los represores argentinos”, dice al teléfono desde Maine el
politólogo de Colby College, Ariel Armony, autor de Argentina, Estados Unidos y
Cruzada Anticomunista en América Central 1977-1984 (UNQ, 1999), el libro de
referencia sobre el tema.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Los salvadoreños admiraban a los argentinos. No
necesitaban que les enseñen a ser violentos, porque su historia está plagada de
violencia. Lo que aprendían era cómo usar esa violencia de manera más efectiva.
En Guatemala tiraban campesinos al mar desde aviones y helicópteros, algo nunca
visto hasta la llegada de los argentinos.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>El propio D’Aubisson reconoció haber sido instruido por
militares argentinos en El Salvador en una entrevista de 1983 con Laurie
Becklund del Los Angeles Times: “Ellos (los argentinos) estuvieron acá un corto
tiempo pero ese tiempo fue muy útil. Transmitieron sus experiencias e informaron
a nuestra gente para sugerirles que actúen de esta forma o de esta otra forma
usando este sistema, cómo conseguir información y cómo analizarla”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Según el testimonio secreto del represor Leandro “Lenny”
Sánchez Riesse, ante un subcomité del Congreso de Estados Unidos, a partir de
1979 desembarcó en Centroamérica un “Grupo de Tareas Exterior (GTE)” del
Batallón 601, la estructura de inteligencia del Ejército, al mando del coronel
José Osvaldo “Balita” Riviero. Armony obtuvo una transcripción de ese testimonio
a través de la ley de información pública. Otras investigaciones académicas y
periodísticas aportaron más nombres y más pruebas de la presencia de represores
argentinos en la región.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Cuando ocurrió el asesinato de Romero el GTE se
encontraba en su apogeo, ya que recién meses después, en 1981, en las últimas
semanas del gobierno de James Carter, el gobierno estadounidense aprobó la
primera operación encubierta de la CIA contra los sandinistas. Hasta entonces el
trabajo sucio lo hacían los argentinos”, dice Armony.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los cables desclasificados en 1993 indican que para la
CIA los militares argentinos eran útiles, pero también difíciles de manejar.
“Están dispuestos a todo. Sólo hace falta que les digamos lo que tienen que
hacer”, dice uno. “En un buen día son parcos y malhumorados, en un mal día
actúan por cuenta propia en contra de la política de nuestro gobierno”, dice
otro.<BR></DIV>
<DIV align=justify>- - -<BR></DIV>
<DIV align=justify>El año pasado la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional ganó por primera vez las elecciones presidenciales en El
Salvador. En el discurso del día del triunfo, el flamante presidente Mauricio
Funes proclamó que seguiría el ideario de monseñor Romero. En el día de la
asunción, horas antes de la ceremonia, Funes visitó la tumba del arzobispo en la
catedral de San Salvador. La semana pasada repitió la visita con Lula.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por eso, cuentan en El Salvador, el aniversario treinta
de la muerte de Romero será como ningún otro, con importantes actos y ceremonias
oficiales. Dicen que un gigantesco mural del arzobispo está siendo pintado en la
entrada del aeropuerto internacional para recibir con su imagen a los visitantes
que llegan al país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En noviembre del año pasado la embajadora ante la OEA del
gobierno de Funes anunció la reapertura de la causa por el asesinato de Romero
en respuesta al pedido de la CIDH de 1986.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras tanto, en la Argentina, la Secretaría de
Derechos Humanos del Ministerio de Defensa no ha recibido aún pedido alguno de
información sobre el supuesto asesino Emilio Antonio Mendoza, dijo la directora
de la secretaría, Ileana Arduino. La funcionaria aclaró que sí ha recibido otros
pedidos de otros gobiernos sobre otros represores.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El tal Mendoza no figura con ese nombre en los archivos
de la Conadep, ni en los del CELS, ni en los del Cemida, constató el periodista
salvadoreño Valencia en el 2006. Este cronista pudo comprobar que tampoco hay
datos sobre “Mendoza” en las distintas dependencias del gobierno que se ocupan
del tema, ni en los listados de personal civil de Inteligencia del Batallón 601,
recientemente desclasificados por decreto del gobierno de Cristina Kirchner, ni
en la base de datos que publicó la revista Veintitrés con el personal que actuó
en el 601 durante la dictadura. Allí figura un José Emilio Mendoza con categoría
de “dactilógrafo”, pero este diario pudo averiguar que durante la dictadura
estuvo destinado en Formosa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No es fácil investigar la actividad de espías en el
exterior en ningún país. El decreto firmado por Cristina Kirchner excluye
actividades en el extranjero y la guerra de las Malvinas. Además, la
colaboración desde Centroamérica ha sido exigua o nula. “Nosotros le escribimos
muchas veces al gobierno sandinista preguntando por la actuación de militares
argentinos en la época de la dictadura pero los nicaragüenses nunca nos dieron
información y a veces ni siquiera nos contestaron”, precisa una fuente del
gobierno.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Este mes se cumplen treinta años del asesinato de
monseñor Romero, icono universal de la defensa de los derechos , y su asesino
anda suelto. En este momento podría estar tomando una piña colada en Miami. O
comiendo una pupusa de chicharrón en San Salvador. O, por qué no, caminando
tranquilo por las callecitas de Buenos Aires.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>