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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>8 de marzo 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>8 de Marzo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>La opresión de
las mujeres: relaciones de clases y relaciones sociales de
sexo</FONT></STRONG><BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Movimiento Por el Socialismo
(Suiza)</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.labreche.ch/"><STRONG>http://www.labreche.ch/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Ernesto Herrera
- Correspondencia de Prensa<BR></STRONG> <BR> <BR>La discusión sobre
las relaciones sociales de sexo y de clase permite abordar varias cuestiones
relativas a la situación de las mujeres y la opresión específica que sufren. Sin
embargo, nos limitaremos en los temas a tratar, concentrándonos en la división
sexual del trabajo, como la base material de la opresión de las mujeres. Otros
debates serán necesarios con el fin de abordar otros aspectos también
importantes para las mujeres - y los hombres - como los derechos reproductivos,
las violencias domésticas, la familia, etc. <BR> <BR>El objetivo de estas
reflexiones, consiste pues en destacar la existencia de una opresión específica
que se traduce en una sobreexplotación de las mujeres en el sistema capitalista
y de mostrar su actualidad a través de un análisis de la situación de las
mujeres en el mercado laboral. La conclusión de nuestra reflexión se referirá a
la necesidad de integrar una dimensión feminista a nuestra perspectiva
socialista y de contribuir al desarrollo de un feminismo que integre la
dimensión de clase. <BR> <BR><STRONG>1. El enfoque en términos de
relaciones sociales de sexo</STRONG><BR> <BR>Algunas feministas
desarrollaron enfoque en términos de relaciones sociales de sexo en Francia
(sociólogos, filósofos,…) detrás de los pasos del movimiento feminista de los
años setenta. <BR> <BR>El primer elemento que debe destacarse acerca de
este enfoque, es la ruptura con los discursos biologístas y naturalistas que
sirvieron para justificar la subordinación de las mujeres. Las relaciones entre
mujeres y hombres son relaciones construidas socialmente, y no un dato natural o
biológico. <BR> <BR>Como ha escrito por Danièle Kergoat: <BR> <BR>“La
situación de los hombres y mujeres no son el producto de un destino biológico
sino de abordajes construidos socialmente (…) Ellos forman dos grupos sociales
que son contratados en una relación social específica: las relaciones sociales
de sexo.” <BR> <BR>En segundo lugar, las relaciones sociales de sexo se
basan en una relación jerárquica entre los sexos. Se trata de una relación de
poder, de dominación. Existe una opresión específica de las mujeres previa a las
sociedades de clase. El capitalismo pues se basó en esta opresión y la modificó
al mismo tiempo. Analizaremos en particular, cómo estas discriminaciones se
utilizan para sobreexplotar a las mujeres en el mercado laboral. Eso nos
permitirá también poner de manifiesto como las relaciones sociales de sexo y las
relaciones de clase coexisten y se articulan en nuestra sociedad.
<BR> <BR>Kergoat destaca que las relaciones sociales de sexo, “tienen una
base material, con frecuencia en el trabajo, y se expresan a través de la
división social del trabajo entre los sexos, denominada de manera más sucinta:
división sexual del trabajo.” Es sobre esta base material de la opresión de las
mujeres que nos concentraremos. <BR> <BR><STRONG>2. La División sexual del
trabajo (DST) y su actualidad <BR></STRONG> <BR>Siempre y en todas las
sociedades, se constata la existencia de una división sexual del trabajo: se
asignan algunas tareas prioritariamente a las mujeres, y otras, a los hombres.
Esta división sexual del trabajo no es idéntica en todas las sociedades y varía
con el tiempo. Por el contrario, lo que no varía es la menor valorización social
de las tareas asignadas a las mujeres. La división sexual del trabajo se basa en
dos principios, la separación y la jerarquización. <BR> <BR>Según el
principio de separación, se reservan algunas actividades a los hombres y otras a
las mujeres. Eso significa que hay tareas consideradas como femeninas y otras
como masculinas, y de esta concepción se deriva la asignación de algunas tareas
a unos y a otras. Por ejemplo, se sabe que en muchos países más de la mitad de
las mujeres trabajan hoy en el sector de salud, educación,
restauración/hotelería, de la venta y el comercio. Se sabe también, que las
elecciones profesionales de los jóvenes se caracterizan por la pertenencia
sexual y que se observa a este respecto un cambio minúsculo. <BR> <BR>El
principio de separación se traduce de manera aún más evidente en las tareas
reproductivas, que sigue siendo aún una prerrogativa de las mujeres. Según
cifras de UNICEF, OIT y otros organismos internacionales, en las familias con
niños, nueve de cada diez mujeres asumen solamente las tareas domésticas y
familiares. De conjunto, las mujeres consagran dos veces más de tiempo que los
hombres a las tareas domésticas y a la familia. La falta de una infraestructura,
sobre todo pública, para el cuidado de los niños, mantiene y agrava esta
desigualdad. <BR> <BR>Es entonces que la demanda de una verdadera
socialización del trabajo de reproducción (guarderías, salud, educación,
transporte, alimentación, etc.) es en sí, una demanda ¡subversiva!
<BR> <BR>El principio de jerarquización implica un valor diferencial
concedido en el trabajo según quien los realice, un hombre o una. El trabajo de
los hombres siempre vale más que el trabajo de las mujeres. Kergoat destaca que,
“el trabajo de los hombres tiene siempre un valor monetario y también un
reconocimiento social superior al de las mujeres. Se lo ve bien con respecto a
las calificaciones. Tanto en los servicios como en la industria, se pueden
prestar a las mujeres calificaciones, pero como estas calidades son “naturales”,
no se las remunera o se las remunera mal”. En algunas ramas, estas diferencias
de salarios alcanzan un 40%, como en la industria de la vestimenta y también en
la salud.<BR> <BR>En Suiza y en Francia, por ejemplo, las enfermeras
reivindicaban, además de un reconocimiento salarial, un reconocimiento en sus
competencias y sus calificaciones. Afirmaban que saber ocuparse de enfermos, ser
sensible a sus problemas, prestarles atención, no son “calidades naturales” de
las mujeres: son capacidades que se adquieren. Otros sociólogos, como Maruani,
pusieron de manifiesto que la calificación es una construcción social sexista
que tiene consecuencias, en particular, salariales. En efecto, el problema de
las divergencias salariales entre hombres y mujeres está estrechamente vinculado
a la cuestión de la calificación: las mujeres y los hombres no hacen el mismo
trabajo, no tienen las mismas calificaciones, no ejercen en el mismo sector de
actividad, etc. <BR> <BR>De hecho, cualquiera que sean las transformaciones
del proceso de trabajo, cualquiera que sea la evolución del contenido de las
tareas, la jerarquía de las calificaciones permanece. “El oficio es masculino.
El trabajo no cualificado es femenino”. <BR> <BR>Es necesario destacar que
la tendencia actual es también descalificar y volver precarios a los asalariados
hombres. En efecto, las patronales combaten los trabajos calificados (y
desconocen un saber obrero conquistado), para sustituirlos por las competencias:
es decir, por una evaluación individual que no puede ser objeto de luchas
colectivas. <BR> <BR>Así pues, es en aquellas ramas donde los salarios caen
en picada - por la eliminación de trabajadores cualificados - que la diferencia
de salarios entre hombres y mujeres se redujo. Son aquí los salarios de los
hombres que bajan para alinearse con el de las mujeres. El capitalismo reforzó
la desigualdad ya existente entre el sexo para sobreexplotar la mano de obra
femenina. Esta sobreexplotación facilita también un proceso hacia una
explotación mayor de todos los asalariados. <BR> <BR><STRONG>3. Nuevas
tendencias del trabajo de las mujeres</STRONG> <BR> <BR>¿Cómo se traduce
hoy esta sobreexplotación de la mano de obra femenina en el mercado laboral?
<BR> <BR><STRONG>3.1. Salarización (y tercerización)</STRONG>
<BR> <BR>“Al cabo de veinte años de crisis del empleo, contrariamente a
todas las previsiones, la actividad femenina no deja de crecer” Esta afirmación
hecha por Maruani en su libro sobre la evolución del empleo de las mujeres es
válida tanto para Europa como para todo el mundo.[1] No obstante, es importante
precisar de antemano que si la actividad salarial de las mujeres no deja de
crecer, eso no significa que no trabajaban antes. ¡Las mujeres siempre han
trabajado!<BR> <BR>Siempre, y en todas las sociedades conocidas, las
mujeres participaron en el trabajo productivo. La afirmación según la cual se
confinaría a las mujeres a la esfera doméstica en algunas sociedades, es
completamente falsa. Si es el caso de algunas mujeres en algunas sociedades, se
trata de las mujeres de un grupo o de una clase dominante. Las otras mujeres
deben trabajar con el fin de garantizar la supervivencia económica de la
familia. <BR> <BR>En la historia de la actividad femenina, la novedad no es
pues el trabajo productivo sino el empleo asalariado. Es importante precisar que
esta evolución cubre realidades muy diferentes en término de empleo: estatuto
fijo o contratos de duración determinada, tiempo pleno o tiempo parcial,
contrato individual o trabajo a la llamada, etc. Si bien las mujeres son cada
vez más numerosas en ser “activas en el mercado laboral”, muy a menudo, los son
al precio de una gran precariedad del empleo. Para las mujeres, tener un
salario, es un elemento necesario y fundamental para la autonomía profesional y
familiar. La degradación de las condiciones de empleo, la precariedad, reducen a
menudo este elemento a la nada o reducen su alcance. <BR> <BR>A eso se
añade el hecho de que, la situación laboral de las mujeres en los países de la
periferia capitalista (trabajo informal, maquiladoras, etc.), y también en los
países capitalistas centrales (trabajo doméstico, condiciones de empleo de las
mujeres inmigrantes, etc.), se acerca más al esclavismo que al trabajo
asalariado. La feminista marxista italiana, Lidia Cirillo, aborda esta
problemática, en particular, con relación a los países del Sur, y afirma que “el
trabajo asalariado de las mujeres, en las condiciones impuestas por la
globalización, es cansancio increíble, explotación, chantaje, inseguridad y
miedo.” <BR> <BR><STRONG>3.2. Precarización y flexibilización
<BR></STRONG> <BR>El trabajo de las mujeres no puede analizarse sin
interesarse por el tiempo de trabajo, y en particular al fenómeno del tiempo
parcial, que es la principal característica de la vida profesional de las
mujeres. En Europa y Estados Unidos, así como en muchos países de América Latina
y Asia, la entrada de las mujeres en el mercado laboral se ha hecho
principalmente, en estas últimas décadas, por medio del tiempo parcial.
<BR> <BR>Los hombres también cada vez más a menudo, son afectados por el
tiempo parcial. En efecto, los nuevos puestos de trabajo creados son puestos a
menudo a tiempo parcial o en la llamada “economía informal”. <BR> <BR>En
realidad, en la mayoría de los casos, esta modalidad de empleo se impone a
los/as asalariados/as, ya que facilita a los patrones la adaptación del personal
a una producción muy flexible que permite bajar los costos de la mano de obra.
Es decir, que favorece el proceso de explotación del trabajo. Además, en la
mayoría de los casos, el desarrollo del tiempo parcial se hace bajo tales
condiciones (horarios atípicos por ejemplo) que es difícil para las mujeres que
ocupan estos empleos puedan asumir tareas familiares o encarar planes de
estudio. Por lo general, se aceptan los contratos precarios a falta de algo
mejor. <BR> <BR>Las formas de trabajo “atípicas” afectan también a
numerosas mujeres, y a cada vez más hombres. La feminización del mercado laboral
se hace a menudo pues, al precio del tiempo parcial, los bajos salarios, la
descalificación y, en definitiva, el trabajo precario como forma permanente.
<BR> <BR><STRONG>3.3. Desempleo y subempleo</STRONG><BR> <BR>Por lo
que se refiere a las nuevas modalidades de disparidades, Maruani hace hincapié
en la creación de núcleos duros de desempleo y de bajo empleo femenino. En
efecto, las estadísticas del desempleo no tienen en cuenta a las mujeres que no
tienen derecho al desempleo (ver otra vez el artículo de Udry), porque son
numerosas la mujeres que renuncian a inscribirse al seguro de desempleo, o
también las “mujeres de hogar” que quisieran trabajar pero no encuentran
donde.<BR> <BR>El hecho de no tener acceso a un empleo se considera
diferentemente según el sexo: “allí donde una mujer puede declararse - y
considerarse - como inactiva bajo la palabra de “mujer de hogar”, un hombre debe
definirse - y comprenderse - como desempleado. La prescripción no es ni legal,
ni administrativa, es social.” La conclusión de Maruani es que “para evaluar la
posición de las mujeres en el mercado laboral, es necesario prestar atención a
la inactividad como sinónimo de desempleo.” <BR><STRONG> <BR>4. Conclusión:
la necesidad de una lucha feminista de clase</STRONG> <BR> <BR>Nos parece
esencial para todo proyecto y movimiento de emancipación social, de articular
una aproximación de clase y feminista. Como lo decían algunas feministas
marxistas en los años 70: “la clase obrera tiene dos sexos”. <BR> <BR>Esta
afirmación es tanto más actual cuanto que las mujeres representan la mitad de la
población activa. Una comprensión de su opresión específica, y de su
sobreexplotación por el capitalismo (en particular, a través del trabajo de
reproducción) es indispensable para un análisis en términos de clase y en
consecuencia para una lucha de clase consciente. Los relaciones sociales de sexo
y relaciones de clases se articulan y evolucionan de manera dialéctica.
<BR> <BR>Eso significa también, que toda lucha por la emancipación de las
mujeres debe tener en cuenta la dimensión de clase y la necesidad de superar el
capitalismo. No solamente porque no ver las relaciones de clase equivale a negar
la principal forma de explotación en la cual se basa el capitalismo y que es
sufrida por la mayoría de las mujeres y hombres. Sino también porque el
capitalismo se apoyó, y se basa, siempre en la opresión de las mujeres. Por lo
que ninguna emancipación real de las mujeres será posible sin cambiar
radicalmente el sistema…de explotación.<BR> <BR>Finalmente, esta necesidad
de una articulación en nuestro análisis y nuestra lucha de las relaciones
sociales de sexo y clase se reafirma, porque como lo constata Kergoat: “se ve
aparecer, por primera vez en la historia del capitalismo, una capa de mujeres
cuyos intereses directos (no mediados como antes por los hombres: padres,
esposos, amantes) se oponen frontalmente a los intereses de la generalización
del tiempo parcial, los empleos de servicio muy mal remunerados y no reconocidos
socialmente, generalmente por la precariedad.” <BR> <BR>Frente a eso, es
importante construir un proyecto que exprese las demandas y luchas de la mayoría
de las mujeres, y de los hombres. Sólo un proyecto donde se articulan de manera
dinámica las relaciones sociales de sexo y clase y que propone una ruptura
radical con el capitalismo y la opresión de las mujeres, está en
condiciones de responder a las necesidades sociales (y de género) básicas.
<BR> <BR><STRONG><U>Referencias
bibliográficas</U></STRONG><BR> <BR>Kergoat D. “División sexual del trabajo
y relaciones sociales de sexo”, en: Diccionario crítico del feminismo, París:
PUF, 2000.<BR>Kergoat D., “División sexual del trabajo”, Actas del coloquio
Mujeres y universalización del el Grupo Miradas Críticas, Lausanne, 2000.
<BR>Maruani Sr., Trabajo y empleo de las mujeres, La Découverte, París, 2000.
<BR>Cirillo L., “La globalización y la mujer”, texto redactado con motivo del
Foro Social de Génova, 2001. <BR><BR><STRONG><U>Nota</U></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>[1] En relación del empleo (y el
desempleo) de las mujeres en el mundo, ver el artículo de Charles-André Udry: A
propósito del último informe de la OIT:Reflexiones críticas. Correspondencia de
Prensa, 4 de mayo 2007.
<HR>
<BR> </FONT></DIV></BODY></HTML>