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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>22 de marzo 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Socialismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Lenin por
Trotsky, dos en un “fuera de serie”</FONT></STRONG><BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Noé
Jitrik</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Página/12, Buenos Aires,
20-3-10</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify><BR>No es condición necesaria ser seguidor político de
Trotsky, literal o disidente, para admirar lo que podríamos considerar su
“personalidad”, los múltiples registros que describen su paso por las
principales transformaciones que alteraron el rostro del siglo XX. En cierto
sentido, en tanto tipo, y vaya si lo es, tan siglo XX –y quizás eso sea lo que
ha hecho que no haya desaparecido de la memoria política y cultural en más de
siete décadas–, tiene por un lado algo de héroe individual, en ese sentido un
heredero del Romanticismo, con un fuerte ingrediente reflexivo y melancólico y,
por otro, es un raro ejemplar de filósofo de la acción, un poco siglo XVIII.
Ambas direcciones, lo individual y la razón instrumental, llegaron, una a
finales del siglo XVIII y la otra a mediados del XV, y se quedaron para siempre,
a veces antagonizándose, otras encontrando zonas de intersección o de acuerdo,
psicoanálisis y marxismo por ejemplo. Pero lo esencial es que es difícil
sacárselas de encima o ignorarlas, podemos encontrar su impronta en los mayores
actores de la historia, hasta nuestros días inclusive. Trotsky da muy bien
cuenta de ello.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Y, tal vez por la conjugación de ambos aspectos, ha sido
“seguible” durante generaciones, sin importar si lograba o no imponer sus ideas
estrictamente políticas, revolucionarias o críticas; más bien, si en ese sentido
sus comienzos fueron deslumbrantes, y aun cuando siempre conservó una visionaria
lucidez, a partir de cierto momento el éxito lo abandona, del mismo modo en que
lo abandonan quienes debían haber seguido siendo sus soportes; pero la fuerza no
lo abandona. Además, y para completar la descripción, fue alguien para quien la
palabra escrita era al mismo tiempo un arma y un objeto de perfección, no sólo
eficaz en sus objetivos sino contundente en la posesión de sus medios; en otras
palabras lo que podía significar íntimamente la literatura, en sí misma y para
el comunismo –así lo proclamó en artículos escritos en 1924 en los que atacaba a
la sedicente “literatura proletaria”, más política que literaria–; ese arrojo
teórico era tan poco habitual como escasamente comprendido, aun por aquellos que
se fascinaron con su lección de vida y de posibilidades revolucionarias y que
incluso fueron inmolados en la hoguera estaliniana por seguirlo o porque se les
imputaba seguirlo.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Y, más allá de esta radical diferencia respecto no sólo de
sus contemporáneos y cofrades sino también de quienes se presumen sus herederos,
habría que ser muy ciego para considerar que, por ejemplo, su autobiografía (Mi
vida), o los capítulos que trazan la biografía de Lenin que ha llegado a mis
manos (Lenin, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2009) son solamente documentos
emitidos por un principal protagonista de lo que refiere, primera figura en el
escenario de un mundo entre dramático, trágico e iluminado; por el contrario,
además, alcanzan los puntos propios de la gran literatura y, en consecuencia,
pueden ser leídos en esa dimensión, de la misma manera que en el siglo XX se
puede leer el libro de Primo Levi, el diario de Gombrowicz o las memorias de
Vasconcelos y en el XIX la autobiografía de Sarmiento, por mencionar textos cuyo
autor es sujeto de lo que llega a parecer ficción gracias a su riqueza verbal e
interpretativa a partir de la fidelidad a la experiencia personal, la
observación sobre sí mismo o la reivindicación personal.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Era, en suma, un escritor que no se desprendió –así, en
cambio, intentó hacerlo y hasta cierto punto avanzó en esa dirección la llamada
“revolución cultural china”— de la herencia de la gran literatura, sobre todo de
la novela burguesa del siglo XIX, de la que rescató no la defensa explícita de
valores, que así podría verse y así lo vio en la obra de Tolstoi, sino el
sistema narrativo, como concepción estructural, un modo de imaginar que va de
Stendhal a Thomas Mann y que en ese camino encuentra a Dostoievski, Dickens y
sobre todo Zola. A saber, una base documental rigurosa, una capacidad digresiva
de alcance interpretante y una mirada comprensiva y benevolente sobre lo que se
describe, en un gesto que cubre la descripción de un ámbito marco de conductas y
acciones de sus personajes, pero con el cuidado de no hacer de ello, pecado que
se puede endilgar al naturalismo, determinismos o relaciones de causa-efecto que
parecían ser el summum del cientificismo de fin de siglo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se trata de la perduración de un instrumento que ha dado
mucho en materia literaria y del que Trotsky no renegó ni tergiversó, como lo
hizo el llamado “realismo socialista”, que no por azar se implantó en la Unión
Soviética un tiempo después de que debiera abandonarla, denostado, denigrado y
perseguido hasta el asesinato. Tal vez esta referencia permita establecer una
ecuación: si el testamento de Lenin no hubiera sido traicionado y este modo de
situarse frente a la cultura de Trotsky hubiera seguido su curso, ni el
estalinismo ni esa literatura sin porvenir que el estalinismo impuso se habrían
producido. La literatura, sin duda, no es ajena a los avatares de la vida y la
lucha social pero tiene su historia propia, sus cambios se guían más por la
fatiga y el entusiasmo, son fuerzas contradictorias y su dinamismo funda un
ritmo evolutivo si no autónomo seguramente diferente del que caracteriza la
sucesión de cambios sociales. La vanguardia intentó, en los comienzos
soviéticos, de homologarse, quiso ser en lo simbólico tan revolucionaria como lo
era la realidad pero eso duró poco, tan poco que muy pronto algunos voceros de
la vanguardia fueron a parar a Siberia o se suicidaron o fueron reducidos al
silencio. No extraña, en consecuencia, que Trotsky haya escuchado, años después,
a André Breton y a Diego Rivera; en el diálogo que estableció con ellos, lleno
de diferencias, había una aceptación, tal vez no de una programática del arte y
la cultura, pero sí de la existencia del instrumento. Eso que se puede registrar
en los capítulos de una biografía de Lenin que se lee como la mejor de las
novelas, obra de un gran escritor.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La escritura de una biografía, se sabe, descansa sobre
una valoración, negativa o positiva, sin la cual no se comprende por qué se
lleva a cabo; en este caso no hay duda, Trotsky, en tanto autor, considera de
entrada que la existencia de Lenin no sólo es significativa en lo histórico, por
lo que llegó a hacer, sino paradigmática en lo individual, un hombre que se
construyó a sí mismo fuera de toda idea de destino.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Intenta mostrarlo construyendo un relato que da cuenta de
una sociedad en la que el que va a ser Lenin va tomando forma pero
fundamentalmente de un medio respecto del cual ese mismo sujeto reactúa. Pero no
hay determinismo en esa doble perspectiva sino conciencia y voluntad. Y si ésta
es la hipótesis central, la columna vertebral de su relato, el cuerpo que
sostiene es un mundo de informaciones presentadas con una desconcertante
soltura, el narrador como un experto nadador en un río de corrientes violentas y
turbias; de este modo, traza retratos, de familia, de padre, madre y hermanos al
mismo tiempo que de intentos revolucionarios y procedimientos propios de una
sociedad represiva y anquilosada, sin que omita agudos juicios e
interpretaciones sobre personas y acontecimientos vinculados a los momentos que
describe, siempre con una extraordinaria serenidad, escribe como si no estuviera
siendo objeto de persecución, amenaza y problemas de toda índole, exiliado,
traicionado muchas veces, en precarias condiciones materiales de
escritura.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Vamos, por lo tanto, navegando con él a propósito de
Lenin en un mundo complejo y fascinante que prepara la emergencia de un hombre,
un ser humano complejo, conflictivo, saturado de deseos y de ideas, descubridor
de alternativas, intelectual y místico hasta cierto punto, no un fetiche, que
así lo armó el estalinismo, monumento inexpugnable, frente al cual hay que
rendirse y apagar la escasas luces que uno pudiera tener.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El que biografía se biografía a sí mismo al mismo tiempo
de modo tal que conocemos y comprendemos dos entidades, igualmente
significativas; queremos saber, o logramos saber, sobre Lenin a partir de lo que
nos cuenta Trotsky, pero sobre Trotsky contando a Lenin. En cuanto a Lenin,
sabemos que no es un sepulcro de mármol en la Plaza Roja, y de Trotsky su
densidad filosófica y su profundidad literaria, artística se diría, con todos
los alcances que tiene esta expresión, a saber, creo, que bien podría ser una
riqueza literaria un modelo de una sociedad posible, más sólido que tantas
convocatorias a acciones que se disipan y no llegan nunca a nada.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>