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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>29 de marzo 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
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<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>México</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Ciudad Juárez: Viaje al fin del
neoliberalismo </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Maquiladoras y </STRONG></FONT><FONT
face=Arial><STRONG>feminicidios, frontera entre el norte y el sur del mundo,
Ciudad Juárez es hoy la ciudad más violenta del planeta</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Gennaro Carotenuto y Chiara
Calzolaio </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Semanario Brecha,
Montevideo,</STRONG> <STRONG>12-3-10</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><A
href="http://www.brecha.com.uy">www.brecha.com.uy</A></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El sueño de la industrialización neoliberal se transformó
en pesadilla. En los últimos dos años la guerra entre narcos, en la que está
involucrado el ejército, ya causó 4.600 muertos y 100 mil refugiados.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Llegando a Ciudad Juárez desde el sur, la última hora de
avión muestra con creciente angustia uno de los desiertos más áridos del mundo.
No era así antes, cuentan los pocos lugareños autóctonos. Juárez tenía 30 mil
habitantes en 1930, 300 mil en 1970, 1,5 millones en 2000, y perdió varias
batallas por el control del agua del Río Bravo con El Paso, que desde 1848
pertenece a Texas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Del viejo y fértil valle de Juárez quedan apenas los
topónimos. Entre ellos está el “Campo algodonero”, donde en 2001 fueron
encontraron los restos de ocho mujeres víctimas de “feminicidios”. En noviembre
pasado la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a México por
“indiferencia”: las mujeres violadas y asesinadas, jóvenes de clase humilde, no
valían nada. Desde los años sesenta, y más aun después del tratado de libre
comercio con Estados Unidos de 1994, llegaron a Juárez infinidad de mujeres para
trabajar en las maquiladoras, las fábricas exportadoras de propiedad extranjera
con regímenes fiscales especiales, bajos sueldos y escasos derechos, pero con la
esperanza de un futuro mejor.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las muertas no valían nada, como nada valen los 4.600
cadáveres que contó Juárez desde inicios de 2008, cuando comenzó la guerra entre
narcos por el control de la ciudad entre los cárteles de Juárez y de Sinaloa y
llegó el ejército a jugar su propio partido. Cuenta a Brecha el periodista de El
Universal Ignacio Alvarado que “el 65 por ciento de ellos son menores de 25 años
e hijos o nietos de obreras de maquiladoras”. Ese dato, además de trazar un
perfil etnográfico de la masacre actual, atestigua el fracaso de un modelo de
desarrollo. Elizabeth Ávalos, sindicalista, ex obrera en las maquiladoras,
confirma: “hoy vive en Juárez medio millón de jóvenes a los cuales el modelo
neoliberal no ofrece nada, ni educación, ni salud, ni trabajo y ven en el narco
la única posibilidad de ganancia y de reconocimiento social”. Captados por los
cárteles, son perseguidos por el ejército, que los ajusticia, secuestra, tortura
y mata o arreglan sus cuentas a tiros. Esto en un contexto sin ley donde el
quiebre del sistema judicial va más allá de la impunidad, y hay apenas 150
expedientes judiciales abiertos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Y los otros 4.450 cadáveres?, pregunta Brecha al jurista
Óscar Maynez: “Si el asesinato fue cometido con armas automáticas o
semiautomáticas se da por descontado que se trata de un ajuste de cuentas entre
narcos, y ya no se procede”. Otro testigo, que prefiere el anonimato, calcula:
“En 2008, 80 por ciento de los muertos fueron asesinados por la tropa de
ocupación [el ejército]. El porcentaje bajó algo en 2009 porque hubo la
contraofensiva de los narcos locales, desplazados pero no derrotados”. Los
organismos de derechos humanos comprobaron la responsabilidad de los militares
por lo menos en cinco casos de desapariciones de personas y hay cientos de
denuncias por crímenes cometidos por uniformados. “En Juárez –sigue el testigo-
no hay una guerra entre narcos en la cual el Estado llega a restaurar el orden
sino una masacre cometida por el ejército enviado para sustituir un cartel con
otro más controlable”. Aquí la pretensión punitiva del Estado ni siquiera caducó
por ley. Simplemente el Estado renunció a castigar, porque está involucrado en
la violencia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Así, comenta Maynez, matar se volvió la mejor manera de
solucionar asuntos prácticos: “Si le debes 20 mil pesos (unos 1.700 dólares) a
alguien te sale más barato pagarle 3 mil pesos a un sicario. Liberarse de una
esposa o una amante molesta hoy día es muy fácil. Hace poco mataron en su cama a
un ex chofer que había quedado tetrapléjico en un accidente de tránsito. Todo
indica que lo mató su patrón para no indemnizarlo, pero no hay ningún expediente
abierto por este asesinato”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tampoco hay un expediente abierto por la muerte de
Alfredo Portillo, el yerno de Marisela Ortiz, dirigente de Nuestras Hijas de
Regreso a Casa. Marisela, que recibe a Brecha en la escuela donde da clases, es
considerada la “madre de Plaza de Mayo” juarense por su lucha contra los
feminicidios. Alfredo, como el docente universitario Manuel Arroyo, el dirigente
campesino Armando Villareal, el periodista Armando Rodríguez, Josefina Reyes y
otros siete defensores de los derechos humanos, junto con anónimos militantes de
los movimientos sociales u organizaciones barriales, sindicalistas, estudiantes,
jóvenes inconformes, integran la lista de las decenas de “homicidios políticos”
en Juárez que ni el Estado ni los medios admiten ni investigan.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los asesinatos de estos luchadores sociales son
falazmente atribuidos a “balas perdidas” o a “asuntos privados”. “Algo habrán
hecho”, se dice de ellos. Los responsables de esos crímenes no son, a menudo, ni
narcos ni delincuentes comunes, sino el propio ejército. Para los organismos de
derechos humanos está comprobada la responsabilidad de los militares en por lo
menos cinco casos de desapariciones de personas, y hay cientos de denuncias por
abusos cometidos por uniformados.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Modernidad</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Juárez es enorme. El espacio de la urbanización hacia el
desierto no tiene límites. Las grandes avenidas son recorridas por decenas de
patrullas del ejército y de la policía federal. Cada camioneta carga ocho
hombres con pasamontañas, armados hasta los dientes y que apuntan en todas
direcciones. Camuflados van los militares, casi de negro los policías federales.
Su presencia es agobiante, y los retenes bloquean el tránsito de una ciudad
donde el deseo de normalidad choca con la realidad. No habían pasado dos horas
de mi llegada a la ciudad y ya me bajaron del auto para una revisión corporal a
cargo de militares armados.<BR>La mayoría de los autos particulares no tienen
placas, pero sí vidrios polarizados, contribuyendo a acrecentar la constante
sensación de inseguridad. Por las calles circulan viejos autobuses
estadounidenses que vinieron a terminar sus vidas en Juárez. Las caras de los
pasajeros sintetizan los distintos pueblos indígenas de todo el país. Cualquier
viaje se hace largo entre fraccionamientos habitacionales, grandes centros
comerciales y enormes lotes baldíos que se encuentran también en zonas céntricas
o semicéntricas. Para llegar a su trabajo los habitantes de estas zonas pierden
horas. Seguramente muchos de ellos formaron parte de las importantes luchas
comunitarias que tuvieron lugar años atrás para acceder a los servicios básicos.
Luz, agua y poco más es lo que quedó del “sueño juarense”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El urbanista colombiano Edwin Aguirre, investigador del
Colegio de la Frontera Norte, ofrece una interesante clave de lectura: “Desde
los setenta Ciudad Juárez multiplicó por cinco su población. En estas cuatro
décadas no fue abierta ni siquiera una escuela preparatoria. Quedan las que
había en los años sesenta”. La preparatoria, en el sistema escolar mexicano,
equivale al liceo y da acceso a la universidad. Queda claro que ni siquiera se
pensó que los inmigrados de primera y segunda generación pudieran ascender
socialmente llegando a tener estudios universitarios. “Nunca se los concibió
como ciudadanos –comenta Óscar Maynez– y la ciudad entera fue creciendo
atendiendo a los intereses de unas pocas grandes familias.” La gente no vive
donde sería mejor sino donde les convino a los dueños de la ciudad: los
Zaragoza, los Fuentes, los Vallina. En el México del siglo XXI es fácil
reconocer la categoría de “república oligárquica” que caracterizó la América
Latina del siglo XIX. Para Ignacio Alvarado, “PRI o PAN no importa. Todos los
alcaldes, gobernadores, jefes policiales siempre fueron expresión de la cámara
empresarial de la ciudad”. Cuando en los setenta el narcotráfico se superpuso al
contrabando fronterizo tradicional “era un negocio para jóvenes de clase media
alta subordinados a la DNS [la policía política del PRI]”. El narco juarense
aparece así como la expresión estructural de la clase dirigente de la ciudad,
una forma de acumulación primaria más junto al lavado de dinero o al
contrabando. Se exportaba droga, se importaban armas y todos “mordían”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el centro histórico, a orillas del Río Bravo y del
muro que George Bush erigió y que ningún Barack Obama desmantelará, la mayoría
de los antros (bares, night clubs) están cerrados. Todavía en 2006 el casco
antiguo de Juárez era el centro de la vida nocturna binacional. Miles de
estadounidenses pasaban la frontera para divertirse, emborracharse, perder
dinero en los casinos o comprar sexo barato en los prostíbulos. Cuando pasamos
el puente hacia El Paso (que se define orgullosamente como la segunda ciudad más
segura de Estados Unidos) tardamos dos horas y media en colas y humillantes
trámites fronterizos. Volviendo a México ni siquiera nos chequearían el
pasaporte.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En El Paso Brecha se reunió con Gustavo de la Rosa,
defensor de los derechos humanos, amenazado de muerte y refugiado allí desde
varios meses atrás. Gustavo es objeto de una campaña de solidaridad de Amnistía
Internacional y sigue trabajando a tiempo completo para su ciudad: “Los consumos
hídricos no mienten. En dos años ya se fueron de Juárez unas 100 mil personas.
Las clases medio-altas se mudaron a El Paso. Las obreras retornan al resto de
México, en Oaxaca, Durango, Veracruz”. El 25 por ciento de las casas de Juárez
estarían vacías.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Elizabeth Ávalos denuncia: “Apareció el hambre en las
colonias (barrios) más pobres, algo que acá no se conocía. La violencia está
destruyendo puestos de trabajo en todos los sectores, incluyendo el informal,
que en otros períodos de crisis fue un refugio para muchos. Las maquiladoras que
quedan están pagando sueldos de 500 pesos semanales (unos 40 dólares) y hacen
contratos de hasta 15 días de duración”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En dos años, en las maquiladoras se perdieron 80 mil
puestos de trabajo, de los 280 mil de apenas un par de años atrás. Ya no es un
vaivén como en las crisis del 82 y de 2000. A la desarticulación neoliberal del
mercado de trabajo, la crisis internacional que México sufre (el PBI cayó 6,5
por ciento en 2009) en el marco de una economía totalmente dependiente de
Estados Unidos, Juárez suma los límites difíciles de destrabar entre legalidad e
ilegalidad, política y mafia, empresa y narco. La ciudad ya no representa una
esperanza para los explotados campesinos y campesinas del interior.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Estado de Sitio</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde que fue elegido, el presidente Felipe Calderón
declaró la guerra al narcotráfico. Su estrategia no consiste en invertir en la
sociedad civil y en la legalidad sino en militarizar el territorio valiéndose
del controvertido ejército mexicano. Éste está volcado al orden interno y fue
acusado en múltiples instancias de estar plenamente involucrado en el
narcotráfico. Lo dimostra il fatto che il 16 dicembre 2009, a Cuernavaca
(centinaia di km dal mare nello stato di Morelos), la DEA statunitense sia
ricorsa alla Marina, nell’operazione per detenere e uccidere Arturo Beltrán
Leyva, alias “il capo dei capi”. Questo, quella sera stessa, aspettava a cena il
generale Leopoldo Díaz Pérez, responsabile militare dell’intera regione.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde los operativos de 2007 en Michoacán, Guerrero y
Baja California, pasando por el de Chihuahua, iniciado en 2008, 45 mil soldados
fueron desplegados en todo el país. El punto crítico de esta estrategia es
Juárez, la principal plaza de drogas de México, donde se ha producido casi el 40
por ciento del total de bajas de la guerra narco, sin que se lograra detener la
sangría.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 31 de enero de 2010 marcó un hito en la historia de la
guerra en Juárez: 15 estudiantes fueron asesinados en una fiesta en una colonia
popular en el sur de la ciudad. Uno o algunos de ellos “estaban metidos en
algo”, pero la mayoría eran jóvenes “normales”. La opinión pública, que había
permanecido en silencio, aterrorizada por el agravamiento diario de la
situación, esta vez reaccionó.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Calderón y su ministro del Interior, Fernando Gómez-Mont,
en las repetidas visitas que hicieron a la ciudad el mes pasado, tras años de
ausencia, se toparon con importantes manifestaciones de protesta en las que se
les acusó de ser responsables política y judicialmente de la catástrofe
juarense. El presidente ofreció una militarización aun mayor de la ciudad,
además de unos pocos millones de pesos que serán invertidos después de décadas
de olvido.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Muy poco y muy tarde, comentaron los diarios de derecha
mexicanos. Por el contrario, los grandes medios internacionales evitan ensañarse
con este país, fiel aliado de Estados Unidos. Es el caso de El País de Madrid,
que a menudo exalta los triunfos (sic) de Calderón en su combate al
narcotráfico. La de Calderón es “una política de alta simulación”, afirma en
cambio Marisela Ortiz. Durante su visita a Juárez el presidente fue increpado
por Ñuz María Dávila, madre de dos de los estudiantes asesinados, un hecho
simbólico que contribuyó a desnudar al rey.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Obligados por primera vez a dar la cara, Calderón y
Gómez-Mont sostuvieron, sin que nadie les creyera, que el ejército no es una de
las causas principales de la violencia. Sin embargo, la totalidad de los
expertos que Brecha entrevistó en Juárez concordaron en considerar que el
ejército y la policía federal no sólo tomaron partido en la guerra entre narcos
sino que importaron formas de criminalidad como los secuestros y el pago de
“protecciones” (“cuotas”), delitos que agravaron la crisis económica y
contribuyeron al cierre de más de 5 mil pymes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hoy día en Juárez la vida económica, social y política es
simplemente inviable. Nadie espera nada de las inminentes elecciones a
gobernador y alcalde, y el PRD, el partido de centroizquierda que en 2006 había
llegado al 20 por ciento, en 2009 bajó a 2. La UNESCO denuncia que hasta las
escuelas se ven obligadas a pagar una cuota por cada estudiante para que no sean
acribillados a la salida de clases. Los jóvenes sicarios se entrenarían
demostrando su hombría matando gente anónima en la calle. En la escuela donde
trabaja Marisela Ortiz una enorme pancarta invita a los estudiantes a utilizar
autobuses: “No te arriesgues”. Hasta la industria más pujante de la ciudad, la
funeraria, está en crisis después de varios casos de amenazas, atentados,
secuestros y asesinatos durante los velorios. Son numerosos los entierros
“secretos”. Concluye Elizabeth Ávalos: “Hace treinta años que los movimientos
sociales denunciamos que este modelo de desarrollo no podía más que llevar a la
situación actual. Nunca nos escucharon y esto es lo que sembraron”.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿La guerra del "Chapo" Guzmán?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>No es fácil sintetizar el actual estado de la guerra
entre narcos ni diagnosticar hasta cuándo puede durar esta violencia sin
límites. Lo que está claro es que poco está haciendo el gobierno contra el
cártel de Sinaloa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Joaquín Guzmán Loera, 1954, apodado “Chapo”, jefe del
cártel de Sinaloa, es probablemente el mayor narcotraficante del mundo. Según la
revista estadounidense Forbes, acumuló una fortuna de más de mil millones de
dólares y está entre las 40 personas más influyentes del planeta. Arrestado en
1989, logró fugarse de la cárcel de alta seguridad de Puente Grande en 2001,
apenas después de que el derechista PAN llegara al poder en México. Quien habría
gestionado su fuga habría sido el propio procurador general de la República en
épocas de Vicente Fox, Eduardo Medina-Mora. Hoy sólo la DEA estadounidense
parece interesada en su captura, ya que Calderón, un presidente que nunca habla
de corrupción en uno de los países más corruptos del planeta, no muestra ningún
apuro en detenerlo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La lógica de los “operativos conjuntos” en Chihuaua y en
otros estados responde teóricamente a la estrategia concordada con la DEA desde
los primeros días del gobierno de Felipe Calderón: exterminar a los cárteles
menores y “controlar” a los mayores. Sin embargo, el gobierno mexicano
“malinterpretó” las líneas de la DEA y en lugar de “controlar” al Cartel de
Sinaloa parece colaborar con éste.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Múltiples investigaciones y testimonios recogidos por
Brecha cuentan una guerra donde el bando del Chapo entra en Juárez sólo cuando
pudo contar con el apoyo militar. El ejército, el propio partido de gobierno, el
PAN, y la policía federal en Juárez serían, según las distintas
interpretaciones, aliados o subordinados de Guzmán, que sólo con esta ayuda pudo
colocar a los suyos en el lugar ocupado antes por las pandillas aniquiladas,
como los “aztecas”. Lo que es seguro es que fuera quien fuera que haya decidido
desatar la guerra por Juárez –el Chapo, Calderón, el ejército, la DEA– dos años
y 4.700 muertos después aún no pudo ganar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si el cártel del Chapo es considerado la expresión
empresarial y profesionalizada del narcotráfico, el de Juárez, implicado en
varios casos de feminicidio, aparece como una estructura criminal tradicional
que ya no está capacitada para gestionar el mayor negocio del país. Sin embargo,
el cártel de Juárez sigue jugando de local y el precio de la traición es la
muerte. Al controlar aún a las policías locales y contar con la cantera infinita
de los hijos y nietos de la maquila, pudo resistir a la primera avalancha y
contraatacar utilizando incluso técnicas de guerrilla. En ese contexto, el
sentido de la matanza de los estudiantes del 31 de enero habría sido crear un
evento mediático para que el “aliado” Calderón pudiera terminar de militarizar
la ciudad. Con una Juárez inundada de soldados –podrían llegar hasta 50 mil,
según algunas fuentes–, se podría acabar con el cártel de Juárez, a un precio de
muertes, violaciones y desapariciones tal vez sin precedentes en la violenta
historia del país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras los niveles de violencia trepan y en Juárez una
madre puede morir por tener un auto parecido al de un narco buscado por
sicarios, hay quien dice: “Lo mejor para Juárez sería que ganara el Chapo y
pacificara a su manera la ciudad”, cual vietcongs en Saigón. Miles serían los
muertos y cientos de miles los refugiados adicionales en una guerra abierta que
al complejo mediático mundial no le interesa narrar porque da cuenta del
recorrido histórico del neoliberalismo: con la sociedad civil desmantelada y si
todo lo que da ganancia es bueno, el triunfo sonreirá a los Chapo Guzmán, el más
moderno de los empresarios neoliberales.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>