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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>6 de abril 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT
size=3>Anticapitalismo</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Videos de las luchas en las
calles:</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.youtube.com/watch?v=R3nYGoppmoA"><STRONG>http://www.youtube.com/watch?v=R3nYGoppmoA</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>"Las revueltas estallan en callejones
sin salida" en el vigésimo aniversario de las revueltas contra la "poll tax" de
la Sra. Tahtcher"</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Angel Ferrero*</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Sin Permiso</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><A
href="http://www.sinpermiso.info/">www.sinpermiso.info/</A></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR>"Las revueltas estallan en callejones sin salida": en
el vigésimo aniversario de las revueltas contra la 'poll tax' de la Sra.
Thatcher No es lo que uno espera oír del director del Fondo Monetario
Internacional. En su intervención en la Eurócamara el pasado 7 de marzo,
Dominique Strauss-Kahn advirtió que si las prometidas reformas en el sistema
financiero internacional se seguían retrasando podrían desembocar en «revueltas
sociales.» [1] La advertencia de Strauss-Kahn resulta interesante porque
demuestra cuanto menos lo que la prensa alemana ya llama a propósito de los
recientes discursos del ministro de asuntos exteriores y presidente del FDP
Guido Westerwelle la creación de una "conciencia de clase capitalista". Desde
que estalló la crisis se han registrado graves disturbios en Grecia, Islandia y
Letonia. De hecho, los disturbios en Grecia e Islandia han sido los mayores
desde la revuelta de noviembre de 1973 que puso fin a la dictadura de los
coroneles y los que hubo contra la entrada de Islandia en la OTAN en 1949
respectivamente. El primero de mayo de 2009 terminó con graves enfrentamientos
entre la policía y los manifestantes en países como Alemania o Turquía. Sólo en
Berlín, la manifestación se saldó con 289 detenidos y 273 policías
hospitalizados, lo que llevó al responsable de la policía berlinesa, Dieter
Glietsch, a hablar de «una nueva calidad de la violencia.» [2] El 22 de marzo el
Tageszeitung ofrecía el retrato robot del perdedor de la crisis en España:
«Hombre, entre 25 y 29 años […] 1'7 millones de jóvenes entre 16 y 35 años han
perdido su empleo, de los cuales un 68% son hombres.» [3] El FMI tiene un miedo
razonable a que este suelo inflamable –en expresión de Mike Davis– prenda y el
descontento ciudadano se organice y adquiera aquí y allá una forma política que
plantee una transformación socialista. Muchos trabajadores se sienten
atemorizados por la ofensiva de los bancos y la patronal. Pero también
enfadados. Opiniones como la de Manolo Saco ¡en Público! criticando, en sus
propias palabras, «el sagrado derecho a la huelga» y tachando la huelga de
ferrocarriles de la CGT de «socialización del sufrimiento» por «atacar a los
patronos dándoles patadas únicamente en nuestros culos» (sic) no contribuyen
precisamente a aliviar la desazón social y tender lazos de solidaridad en la
clase trabajadora. [4] Nada de esto –incluido el rodillo mediático antisindical–
[5] es nuevo, sino que hasta hay ejemplos recientes: el 31 de marzo se
cumplieron veinte años desde que la organización de una revuelta fiscal contra
un impuesto sobre la vivienda en el Reino Unido, tras una década de inflexible
política económica neoliberal, terminase en una demostración de masas seguida de
unos sonados disturbios que pusieron fin a la hasta entonces inquebrantable
carrera de Margaret Thatcher. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Una guerra civil de baja intensidad</STRONG>
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los ochenta fueron años de contraofensiva neoliberal. «La
crisis de acumulación de capital que se registró en la década de 1970 sacudió a
todos a través de la combinación del ascenso del desempleo y la aceleración de
la inflación», escribe David Harvey. «El descontento se extendió ─continúa─ y la
unión del movimiento obrero y de los movimientos sociales en gran parte del
mundo capitalista avanzado parecían apuntar hacia la emergencia de una
alternativa socialista al compromiso social entre el capital y de la fuerza de
trabajo que de manera tan satisfactoria había fundado la acumulación capitalista
en el periodo posbélico. En gran parte de Europa, los partidos comunistas y
socialistas estaban ganando terreno, cuando no tomando el poder, y hasta en
Estados Unidos las fuerzas populares se movilizaban exigiendo reformas globales,
así como intervenciones del Estado. Esto planteaba por doquier una clara amenaza
política a las elites económicas y a las clases dominantes, tanto en los países
del capitalismo avanzado (Italia, Francia, España y Portugal) como en muchos
países en vías de desarrollo (Chile, México, y Argentina).» [6] </DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1979 Margaret Thatcher ganó las elecciones explotando
–especialmente entre las clases medias– la mala gestión de James Callaghan y sus
programas de austeridad contra la crisis económica (que generaron la oleada de
huelgas y acciones sindicales conocidas como el "invierno de nuestro
descontento" de 1979), y gracias a una hábil campaña propagandística cocinada en
las oficinas de Saatchi & Saatchi con el lema "Labour isn't working" ("El
laborismo no está funcionando"). Prometió orden, prosperidad y paz. Empezó por
abrir la veda en Europa para el desmantelamiento de los estados del bienestar
surgidos de la posguerra, cuyas consecuencias sociales han quedado plasmadas en
algunas de las mejores películas de Ken Loach o en las letras de grupos
musicales como The Clash y cantantes como Billy Bragg. El artista británico
Jeremy Deller ha llamado a este período la guerra civil inglesa: segunda parte
(The English Civil War. Part II). Hay que tomarse este título con la mayor
seriedad: el aumento de la represión policial en aquellos estados en que se ha
implantado con mayor radicalidad el programa de choque neoliberal ─entre ellos,
por descontado, el Reino Unido─ puede calificarse, en expresión de Mike Davis,
de "guerra civil de baja intensidad".[7] </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los diez años de administración Thatcher llevaron a Gran
Bretaña a niveles sin precedentes de malestar social. «A medida que avanzaban
los ochenta el desempleo alcanzó los tres millones, y el contraste entre los
acomodados que alardeaban de su riqueza ─la cultura de los muchapasta
(Loadsamoney)─ y una creciente clase marginal […] alimentó los alborotos» [8] La
administración Thatcher utilizó todos los medios legales e ilegales para
destruir a la izquierda laborista (con la inestimable ayuda de Neil Kinnock, que
desbrozó el camino al Nuevo Laborismo) a los sindicatos y muy especialmente a la
National Union of Mineworkers (NUM), el sindicato minero que organizó la mayor
huelga de la historia del Reino Unido en 1984-85: se infiltraron agentes de
policía y de los servicios secretos, se instalaron micrófonos ocultos en todos
sus teléfonos y se llenó la prensa y la televisión de calumnias contra sus
dirigentes. En palabras de Naomi Klein, «Thatcher proyectó el enfrentamiento
como una continuación de la guerra contra Argentina que requería de una solución
similarmente brutal». [9] El MI5 llegó a tener un departamento entero dedicado a
sabotear y vigilar a la NUM, de la que llegó a reunir 40 volúmenes tan sólo de
información. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El gobierno que prometió reducir los costes y el
intervencionismo del estado los incrementó a niveles astronómicos para aplastar
policial y judicialmente a los sindicatos y la izquierda: durante la huelga
minera el gasto público se disparó en 2.750 millones de libras, de los cuales
240 millones sólo para tener en activo a policías de 42 cuerpos diferentes que
efectuaron 8.810 detenciones, de las cuales 7.100 resultaron en acusaciones y
4.318 en condenas en los más de 3.000 juicios celebrados. La policía acumuló
cuarenta millones de horas extra de trabajo y 1.392 heridos, de los cuales el
10% precisó tratamiento hospitalario y 85 fue diagnosticado como grave. [10] El
Socialist Workers' Party (SWP), que había visto cómo aumentaba su militancia a
lo largo de los setenta, recibió el mismo tratamiento, y comenzó a ser
estrechamente vigilado e infiltrado por los servicios secretos británicos con
agentes a los que se proporcionaba nuevas identidades, trabajos y vehículos, una
situación que ha continuado al menos hasta 1997, como recientemente reveló The
Observer. [11] </DIV>
<DIV align=justify><BR>Todo esto sucedía en un país que iba adoptando cada vez
más las formas de un estado policial, donde los miembros de la policía podían
militar libremente en el neonazi National Front (NF) y otras organizaciones
racistas, lo que llevó por ejemplo a que los jóvenes negros tuvieran unas 35
posibilidades más de ser detenidos y cacheados por la policía que los jóvenes
blancos. Las detenciones injustas, unidas a la segregación racial en los grandes
núcleos urbanos, terminaron provocando graves disturbios en los barrios de
inmigrantes de las principales ciudades del país. Los manifestantes erigieron
barricadas, incendiaron comercios y automóviles y se enfrentaron a la policía
con piedras y materiales de construcción. En algunos de estos enfrentamientos
los policías recibieron tal lluvia de cócteles molotov que los escudos
antidisturbios terminaban por derretirse. Los disturbios en Brixton terminaron
con 401 policías y 48 manifestantes heridos ─el número fue con toda seguridad
mayor, ya que muchos de ellos no acudieron a los hospitales por miedo a ser
detenidos─, 257 arrestos y unos daños estimados en 4'75 millones de libras; los
de Toxteth, con 355 policías y 132 manifestantes heridos, 244 arrestos y unos
daños estimados en 4.675 libras; los de Broadwater Farm, con 163 policías
heridos (siete de ellos por disparos de perdigones), además de un bombero y 17
manifestantes hospitalizados y un policía muerto. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El impacto en la opinión pública de estos graves
disturbios llevaron a la aprobación de una ley en 1985, la Police and Criminal
Evidence Act, que restringió el número de situaciones por las que una persona
podía ser detenida por la policía, y la discriminación racial se convirtió en
motivo de expulsión inmediata del cuerpo. Pero también implicaron, conviene
recordarlo, la mejora del equipo y las tácticas de la policía antidisturbios,
modeladas a partir de las utilizadas por la policía de Hong Kong y otras fuerzas
coloniales. Partidos como el mencionado Socialist Workers' Party y
organizaciones anarquistas como Class War decidieron quitarse los guantes y
comenzaron a promover la acción directa, diseñando las manifestaciones para
enfrentarse físicamente con la policía o la extrema derecha. [12] Las calles se
agitaban. Las prisiones se desbordaban. Como sentencia Ian Hernon «La promesa de
Margaret Thatcher de 1979 de traer armonía al país se convirtió en una broma.»
[13] <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>La segunda batalla de Trafalgar</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Esta espiral de violencia culminó con unos impresionantes
disturbios en Londres en 1990 contra la poll tax o community charge, un impuesto
sobre la vivienda por el cual se pretendía, básicamente, que un acaudalado duque
pagase tanto por su mansión como el basurero por su apartamento (según rezaba un
conocido eslogan contrario a su aplicación: "a duke would pay the same as a
dustman"), pues se cobraba por individuo y no en proporción al valor de la
propiedad. «Para una pareja que viviera en una propiedad con un valor en el
mercado alto un importe que ascendía a miles de libras se reduciría tan sólo a
unos pocos cientos.» [14] </DIV>
<DIV align=justify><BR>Para noviembre de 1989, los partidos y organizaciones
socialistas arriba mencionados y otros movimientos nacidos a raíz de la protesta
contra la poll tax ya se habían agrupado en la All Britain Anti-Poll Tax
Federation (ABF) con el objetivo de coordinar sus acciones y paralizar su
aprobación. Su primera respuesta fue una campaña de desobediencia fiscal,
siguiendo el ejemplo de los socialistas escoceses ─la poll tax se había
implantado primero allí─ que, aunque podía significar el embargo y aún el
encarcelamiento por evasión de impuestos, fue seguida por 18 millones de
británicos. La ABF tomó como inspiración la revuelta fiscal de Poplar de 1921,
cuando los concejales laboristas de este barrio obrero de Londres desafiarion al
gobierno, al ayuntamiento de Londres y a los propios dirigentes del Partido
Laborista y distribuyeron el dinero recaudado por los impuestos entre los más
necesitados. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La desobediencia fiscal hacia la poll tax tuvo en algunas
partes de Escocia un seguimiento de hasta el 60% de los contribuyentes, a
quienes la ABF ofreció asesoramiento legal para evitar los embargos por impago.
Los funcionarios de la agrupación "Funcionarios contra la Poll Tax" arrojaban
directamente la deducción del impuesto a las papeleras. Terry Fields, miembro
del parlamento por el Partido Laborista, llegó a pasar 60 días en prisión por
negarse a pagar el impuesto. El Partido Laborista, en cambio, se opuso a la ABF,
recomendó a los ciudadanos pagar la poll tax y abandonó a los militantes de base
(a muchos de los cuales llegó a expulsar) a su suerte. [15] Beccy Palmer, una
miembro de la ABF que fue encarcelada por no pagar el impuesto, ofrece un
testimonio del trato que recibieron los acusados: «demostré ante el tribunal que
era incapaz de pagar el impuesto. Podría haber pagado una libra a la semana,
pero no lo hice por principios. Me enviaron tres meses a prisión. El alcalde
dijo que era una jovencita estúpida que necesitaba unos cuantos azotes. Cuando
otros prisioneros que salían de los tribunales oyeron la razón por la que me
encontraba allí, empezaron a sacudir el furgón policial, gritando, "¡Dejadla
salir!". Estar en la prisión de Durham fue un shock. La privación de libertad es
un eufemismo. Allí había cucarachas, suciedad, mala comida –perdí más de seis
kilos durante mi estancia. Pero los prisioneros me respetaban. Recibí más de
1.000 cartas de todo el mundo mientras estuve allí. Mereció la pena, sin ninguna
duda.» [16] </DIV>
<DIV align=justify><BR>A todo ello hizo oídos sordos Margaret Thatcher, quien
convirtió a la poll tax en su caballo de batalla y declaró repetidamente que el
gobierno no daría marcha atrás en su decisión. Para 1989, la arrogancia de la
dama de hierro no conocía ya límites: había derrotado militarmente a Argentina
en tres meses infligiéndole un severo castigo (649 muertos, 1.068 heridos y
11.313 prisioneros argentinos frente a 258 muertos, 777 heridos y 115
prisioneros británicos) hundiendo incluso barcos que se batían en retirada,
doblegado y destruido a los sindicatos, acorralado electoralmente al Partido
Laborista, promovido la energía nuclear obviando las advertencias de los
ecologistas, estrechado la alianza con la OTAN permitiendo que aviones
estadounidenses utilizasen bases inglesas para el bombardeo punitivo de Libia en
1986. Se había reído de la opinión internacional elogiando a Augusto Pinochet
como «el hombre que trajo la democracia a Chile» y opuesto a la Reunificación
alemana, y todo ello mientras contemplaba desde las costas de Inglaterra el
naufragio de la Unión Soviética. Algunas voces de la izquierda –¡qué poco
cambian algunas cosas!– aseguraban que los viejos métodos de lucha y resistencia
política, sindical y ciudadana habían quedado obsoletos y no servían para
combatir a una Gran Bretaña muy transformada por las medidas thatcheristas. [17]
El derrotismo caló hondo. Según Tommy Sheridan, los baqueteados trabajadores
escoceses le respondían habitualmente en las reuniones anti-poll tax: "Ye cannae
beat her son, she’s faced doon Galtieri and beat the miners. She’s the iron
lady" ("No puedes acabar con ella, hijo, se enfrentó a Galtieri y acabó con los
mineros. Es la dama de hierro.") [18] </DIV>
<DIV align=justify><BR>El Comité Ejecutivo de la ABF decidió convocar una gran
manifestación en Londres para el sábado 31 de marzo de 1990, coincidiendo con la
fecha de la aprobación del impuesto. El seguimiento superó todas las previsiones
de la Federación, que había calculado la asistencia de alrededor de 60.000
manifestantes. La coordinación de los partidos y de los movimientos sociales, el
buen tiempo y la decisión a última hora del Partido Laborista de unirse a la
protesta, atrajeron al mediodía hasta Kennington Park, al sur del Támesis, a más
de 200.000 manifestantes procedentes de todo el país, que se desbordaron en
todas direcciones, colapsando prácticamente por completo el centro urbano. Hasta
Londres se desplazaron al menos 2.000 mineros de Yorkshire, que vieron en la
manifestación la oportunidad para devolver el golpe al despiadado ataque de
Thatcher a la NUM en la huelga de 1984-85. [19] </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hacia las 14:30 Trafalgar Square, el lugar donde
terminaba la marcha, ya se encontraba casi a su plena capacidad. La policía,
temiendo que algún grupo de manifestantes alcanzase y bloquease Downing Street,
desplegó a sus unidades antidisturbios y bloqueó Whitehall Street por sus dos
salidas, atrapando a un buen número de participantes en la marcha. Otro grupo de
manifestantes, en su mayoría miembros de Class War que desconocían la maniobra
policial, entró en Whitehall por Richmond Terrace (la calle que lleva
precisamente a Downing Street) justo cuando habían empezado las primeras
detenciones con el objetivo de evitar a toda costa la llegada de los anarquistas
hasta la residencia del Primer Ministro. Cuando algunos manifestantes trataron
de impedirlas estallaron los primeros enfrentamientos serios, que poco a poco se
fueron desplazando hasta llegar a Trafalgar Square. Por el camino se rompieron a
pedradas las ventanas del Ministerio de Defensa y la bandera británica del
Cenotafio fue arrancada, ultrajada, hecha jirones por los manifestantes y
finalmente quemada. A medida que los manifestantes retrocedían informaban a los
demás de lo sucedido: «Me abrí camino hasta Whitehall junction, donde era
evidente que algo había sucedido. Un hombre trataba de dirigirse a la multitud y
me recorrió una sensación de pánico cuando le oí gritar: "Llevaos a los niños de
aquí, van a cargar".» [20] </DIV>
<DIV align=justify><BR>Frente al pedestal de la columna al almirante Nelson se
había instalado una tarima desde la cual habían de intervenir políticos como
Tony Benn, Dave Nellist o George Galloway. Tommy Sheridan, que tenía que hablar
después de Galloway, ni siquiera llegó a tomar el micrófono. La policía entró
abriéndose paso con violencia en la plaza. Los manifestantes en Trafalgar se
prepararon para el choque. Y a partir de aquí ya no hubo punto de retorno. La
policía trató de dispersar a la gente a caballo, cargando contra hombres,
mujeres, niños y ancianos. Una joven fue arrollada por los caballos y arrastrada
varios metros. Inmediatamente después de los caballos vinieron los
antidisturbios, en una serie de cargas sucesivas en las que docenas de
manifestantes resultaron contusionados y heridos de diversa consideración. El
fotógrafo Keith Parnell resultó agredido por la policía aquel día: «Tropecé con
una barrera y cuando me estaba levantando de la caída vi como un policía se
acercaba a mí. Le oí decir: "tú lo vas a pagar" y empezó a golpearme con la
porra. Intenté cubrirme con el antebrazo y me golpeó, rompiéndomelo. Entonces la
policía empezó a golpear al tío que había detrás mío... La policía había perdido
el control» [21] Los manifestantes repelieron las cargas con palos, piedras,
botellas, vallas, papeleras, botas y conos de tráfico, todo el material que
encontraron a mano. (Cuando un grupo de manifestantes logró abrirse paso hasta
la embajada de Sudáfrica hubieron de añadirse extintores a la lista.) De ese
modo no sólo consiguieron repeler la carga policial, sino que empezaron a
avanzar contra los agentes obligándoles a recular en una de las imágenes
televisivas más impactantes y recordadas del día, porque, como escribió Bertolt
Brecht en Me-Ti, «las revueltas estallan en callejones sin salida». Según el
relato de un manifestante: «Los antidisturbios cargaron contra los manifestantes
en formación de cuña, pero no consiguieron ganar espacio porque la gente no
empezó a correr. […] La policía parecía no saber qué hacer.» Otro manifestante
relató que para él «lo más importante fue el modo en que la gente se preparó
para enfrentarse a la policía antidisturbios. Nunca he visto algo así. Fue algo
increíble ver a la gente corriendo a socorrer a quienes estaban siendo
detenidos» e incluso algunos policías fueron arrastrados por los escudos hasta
el campo de los manifestantes. Un tercero recuerda que para «mucha gente, la
poll tax era la gota que colmaba el vaso de toda una década […] Toda la rabia
acumulada, el odio, la frustración y la impotencia salieron a borbotones en un
torrente de furia.» [22] Para Roy Hanney, que fue introducido en el fragor de la
contienda en una furgoneta de policía y duramente golpeado, «estaba claro que
aquello iba sobre la poll tax, pero también sobre mucho más. Sobre cómo la
sociedad estaba yendo en general, y la gente diciendo "ya es suficiente."» [23]
</DIV>
<DIV align=justify><BR>El enfrentamiento pronto se transformó en una feroz
batalla campal. Robert Huntley, un policía que se vio atrapado con su sargento
en un coche patrulla, relató tiempo después cómo «la pata de un andamio atravesó
una de las ventanas y luego nos arrojaron una señal de tráfico» (la escena quedó
registrada por un equipo de televisión de la ITN). [24] A las 16:30 la policía
tomó la decisión de cerrar las estaciones de metro, atrapando a toda la gente en
la plaza. Un grupo de jóvenes trepó por unos andamios cercanos, desde los que
lanzaron una lluvia de cascotes, retrasando el avance policial aquí y allá. La
policía, siguiendo una táctica de las fuerzas de seguridad sudafricanas, condujo
sus furgonetas antidisturbios contra los manifestantes como método de disuasión.
Carmela Ozzi, que se encontraba en el lugar, describió la situación al diario
The Independent: «Daba miedo. Estábamos cerca de una furgoneta que fue conducida
contra la multitud, y nos empujaban con los caballos más y más contra la pared.
Recuerdo que pensé: "Hoy alguien va a resultar herido". [...] Aquel día fue
decisivo para mí, terriblemente doloroso; supe que nunca más vería a la policía
del mismo modo.» [25] Un manifestante fue arrastrado 60 yardas bajo los
neumáticos de una de ellas. Según una manifestante: «vi una furgoneta de policía
dirigirse hacia nosotros. Salí de la calzada y vi horrorizada cómo avanzaba
contra la multitud, frenaba en seco y un cuerpo salía despedido y aterrizaba
frente un grupo a un lado de la calle. […] Exploté de rabia y corrí hacia la
furgoneta gritando y abrí la puerta del conductor, gritándole policía asesino
mientras el oficial aterrorizado en su interior bloqueaba la puerta desde
dentro.» [26] Inflamados, un numeroso grupo consiguió frenarlas, rodearlas,
atrancar las ruedas con barras de metal y desmontar la protección de los
cristales, llevándose algunos cascos y escudos de los antidisturbios, que
emplearon para defenderse de aquellos a quienes se los habían sustraído. Los
oficiales de una de las furgonetas no pudieron hacer otra cosa que encerrarse en
su interior y esperar a que amainase la tormenta para ser rescatados por sus
compañeros. John Andrews, que cubría la manifestación como periodista de la BBC,
recuerda: «Desde nuestra cámara instalada desde lo alto de Trafalgar Square, el
31 de marzo de hace 20 años, la escena parecía un tableau revolucionario. Había
cargas de la policía montada, mientras los edificios en construcción de la zona
proveían a los alborotadores con todo un arsenal de armas. Se utilizaron las
barras de metal de los andamios para atacar tres furgonetas de policía que
intentaron atravesar la plaza.» [27] </DIV>
<DIV align=justify><BR>El caos era ya absoluto. Hacia las cinco de la tarde una
caseta de herramientas al sur de Trafalgar Square y una sala de la embajada de
Sudáfrica ─la Sudáfrica del apartheid─ empezaron a arder, cubriendo por completo
la plaza con una espesa humareda. La oscuridad obligó a la policía a detenerse
durante veinte minutos y abrir las salidas sur de la plaza. Al ordenar las
autoridades el cierre de los pubs de la zona, sólo consiguieron aumentar el
número de alborotadores, al haber privado a docenas de hooligans de sus
reglamentarias pintas vespertinas. Entre las seis y las siete de la tarde, la
cadena de mando de la policía parecía haberse roto definitivamente y la multitud
salió en todas direcciones, rompiendo escaparates, asaltando tiendas para
proveerse de botellas y volcando e incendiando automóviles a su paso por
Picaddilly Circus, Oxford Street, Regent Street, Charing Cross Road y Covent
Garden, que es tanto como decir todo el centro de Londres, hasta las 3 de la
madrugada. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Escenas a las que nadie que tenga el carácter británico
por atemperado y flemático podría dar crédito pudieron verse aquel día: un
manifestante hubo de huir de la policía saltando sobre los techos de los
autobuses en un atasco; un arrogante conductor que intentó abrirse paso a la
fuerza entre los manifestantes fue sacado de su Jaguar por la multitud, que
incendió su coche. [28] En St. Martin's Lane los manifestantes incendiaron un
Porsche valorado en 35.000 libras. [29] Según un agente de policía, desde Regent
Street a Trafalgar Square «todas las ventanas de bancos y comercios estaban
rotas.» [30] Con todo, no puede decirse que se tratase precisamente de violencia
descontrolada: la oficina de reclutamiento del ejército, las oficinas de las
aerolíneas sudafricanas, las oficinas de la BBC, The Body Shop, Burberry's,
Mappin and Webb, McDonalds, Barclays Bank, Tie Rack, Armani, Ratner, National
Westminster Bank, los almacenes Liberty’s, Pizza Hut y varios concesionarios de
automóviles y otras tiendas del West End fueron atacados con especial saña. Los
pubs, el pequeño comercio, los kioskos de comida, los utilitarios y las oficinas
de las aerolíneas irlandesas Aer Lingus amanecieron sorprendentemente indemnes a
pesar de la magnitud los disturbios. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras los medios de comunicación cubrían las
revueltas, la Primera Ministra se encontraba en una conferencia del Partido
Conservador en Cheltenham, que se centraba casualmente en el impuesto que había
provocado lo que ya se empezaba a conocer popularmente como la segunda Batalla
de Trafalgar. Cuando le informaron de lo ocurrido, Thatcher sólo fue capaz de
articular una palabra: 'wickedness'. Las cifras de daños de las revueltas de
Brixton, Toxteth Broadwater Farm empequeñecían al lado de las de la poll tax:
cientos de manifestantes heridos de diversa consideración, 500 policías heridos
(60 de ellos requirieron hospitalización), hasta 50 automóviles fueron volcados
y/o incendiados, 394 establecimientos y oficinas destrozados, 391 arrestados
(que aumentarían en las semanas subsiguientes) y 1.900 denuncias presentadas en
los tribunales. [31] Una campaña en favor de los detenidos consiguió demostrar
con pruebas de vídeo que al menos 491 de los acusados fueron arrestados con
pruebas falsas. Roy Hanney, un profesor universitario que asistió a la
manifestación y se subió a un andamio para ponerse a salvo de la carga policial,
fue derribado y detenido por los agentes. Hanney fue posteriormente absuelto y
recibió 30.000 libras en compensación. [32] Hubo docenas de casos como el de
Hanney, pero las consecuencias, con todo, podrían haber sido todavía peores: en
el 2006 el gobierno británico desclasificó unos documentos que revelaban que la
policía, creyendo haber perdido el control de la situación, ordenó abrir fuego
real contra los manifestantes, orden que no fue efectuada por un fallo en las
comunicaciones. Por si los disturbios contra la poll tax no hubieran sido
suficientes, a la mañana siguiente los presos de la prisión de Strangeways
(Manchester) se amotinaron en protesta por los continuos maltratos por parte de
los funcionarios de prisiones y las deplorables condiciones de las cárceles
británicas. Los presos se hicieron con el control de la prisión durante 25 días
–convirtiéndolo en el motín carcelario más largo de la historia británica– y se
extendió a otras prisiones de Inglaterra, Escocia y Gales hasta que la policía
entró por la fuerza en el edificio. El motín de Strangeways terminó con 147
funcionarios de prisiones y 47 presos heridos, un preso muerto y daños por valor
de 55 millones de libras esterlinas. La repercusión de esta revuelta obligó al
gobierno a revisar las condiciones de todas las cárceles británicas e introducir
mejoras. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La desobediencia fiscal continuó tras los disturbios,
pero se desplazó de las calles a los tribunales. Docenas de ayuntamientos del
Reino Unido enviaron citaciones judiciales a los millones de personas que no
habían pagado el impuesto. Los acusados formaban largas colas en los tribunales,
colapsando los servicios judiciales. En Warrington, el ayuntamiento laborista
envió 5.500 citaciones judiciales, esperando que sólo unos cuántos compareciesen
y no fuese más que una formalidad. Se presentaron 1.000 personas y los jueces
desestimaron todas las denuncias. Escenas similares se repitieron a lo largo del
país. Los tories comenzaban a perder la guerra por la poll tax. [33] La dama de
hierro se oxidaba. El conservador Alan Clark escribió el día después de la
revuelta contra la poll tax que «en los pasillos y en los salones de té se habla
abiertamente de enterrar a Thatcher para salvar su pellejo.» [34] La aparición
de rivales en el seno del Partido Conservador, aprovechando el momento de
debilidad de su líder, terminó con la victoria de John Major sobre Thatcher. Si
en 1987 Margaret Thatcher había ganado las elecciones por tercera vez
consecutiva y parecía invencible a ojos de la opinión pública, tres años después
abandonaba Downing Street con lágrimas en los ojos. El Partido Laborista vio
remontar su porcentaje electoral hasta el 24'5%, pero la ejecutiva de Neil
Kinnock desperdició esta ventaja. El portavoz de los laboristas, Roy Hattersley,
eludió todo comentario sobre la actuación policial y culpó a los anarquistas y
trotskistas de la violencia en la manifestación, pidiendo el arresto de sus
principales miembros y «sentencias ejemplares» para los procesados. [35] Cuando
Thatcher atacó al movimiento anti-poll tax en el parlamento, condenando las
manifestaciones como «una negación de la democracia», Neil Kinnock respondió
dócilmente: «Déjenme decirles antes que nada que estoy de acuerdo con todo lo
que ha dicho la Primera Ministra»; e inmediatamente después denunció a los
manifestantes como «revolucionarios de juguete.» [36] La defección de los
laboristas alienó su base electoral y permitió que John Major ganase limpiamente
las elecciones de 1992. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo primero que hizo Major nada más llegar al poder fue
abolir la poll tax. Un periodista del Observer redactó su necrológica, tomó la
empuñadura de la espada y la hundió sobre lo que quedaba de ella: «Si la poll
tax está muerta, fue asesinada por el impago, una táctica que los tres partidos
principales insistieron en considerar vana y errónea. La acción
extraparlamentaria, la pesadilla de los políticos de Westminster, demostró su
fuerza durante todo el proceso y expuso la vaciedad de nuestras proclamas
democráticas... este fin de semana todos y cada uno de quienes no pagaron el
impuesto deberían sentirse orgullosos de sí mismos.» [37] </DIV>
<DIV align=justify><BR>* Àngel Ferrero es licenciado en Comunicación Audiovisual
por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente realiza el doctorado en
esa misma universidad y escribe artículos de crítica cultural en la revista
SINPERMISO. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Notas</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>[1] "Strauss-Kahn advierte que el retraso de las reformas
puede desembocar en 'revueltas sociales'", El País, 7 de marzo de 2010. <BR>[2]
"Eine neue Qualität der Gewalt", Deutsche Welle, 1 de mayo de 2009.
http://www.dw-world.de/dw/article/0,,4222105,00.html <BR>[3] "Ende des Baubooms
in Spanien: Die Jugend kann nur auswandern", Tageszeitung, 22 de marzo de 2010.
http://www.taz.de/1/politik/europa/artikel/1/die-jugend-kann-nur-auswandern/
<BR>[4] Manolo Saco, "El sagrado derecho a la huelga", Público, 1 de abril de
2010. http://blogs.publico.es/manolosaco/1946/el-sagrado-derecho-a-la-huelga/
<BR>[5] Un ejemplo lo proporcionaba Gregorio Morán recientemente: «El pasado mes
de noviembre el inefable diario económico madrileño La Gaceta de los Negocios
publicaba en primera página y a cuatro columnas, foto incluida: "Un alto
dirigente de UGT cena en El Bulli a 300 euros el cubierto". El subtítulo no le
iba a la zaga: "La central se manifestará el 12 de diciembre en contra de los
empresarios y a favor de los derechos de los trabajadores". Ya lo saben los
sindicalistas, a partir de ahora los periodistas de raza se atendrán al
principio de que si te manifiestas quedan suspendidos los caprichos, aunque te
lo pagues de tu bolsillo. Admitamos que las clases subalternas no disfrutan,
trabajan. O como diría monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, evitar el
sufrimiento espiritual del materialismo.» Gregorio Morán, "¿Por qué odian a
Michael Moore?", Sin Permiso, 31 de enero de 2010.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3063 <BR>[6] David Harvey, Breve
historia del neoliberalismo (Madrid, Akal, 2005), p. 20 <BR>[7] Mike Davis, "El
mundo se ha vuelto inflamable y la revuelta griega es el primer chispazo", Sin
Permiso, 21 de diciembre del 2008
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2239 <BR>[8] Ian Hernon, Riot!
Civil Insurrection From Peterloo to the Present Day (Londres, Pluto Press,
2006), p. 211. <BR>[9] Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del
capitalismo del desastre (Barcelona, Paidós, 2007), p. 187. <BR>[10] Ian Hernon,
op. cit., pp. 234-235. <BR>[11] "Undercover policeman reveals how he infiltrated
UK's violent activists", The Observer, 14 de marzo de 2010.
http://www.guardian.co.uk/uk/2010/mar/14/undercover-policeman-infiltrated-violent-activists
<BR>[12] Véase la comparación de Tony Cliff entre la francesa SOS Racismo y la
británica Anti-Nazi League en El marxismo ante el milenio, capítulo 8: «El mes
de agosto del 1977 el NF organizó una marcha en Lewisham, una localidad del
sudeste de Londres con una gran población negra. El SWP llevó a .000 de sus
militantes y movilizó localmente a unos 8000 obreros y jóvenes, principalmente
negros, con los cuales rompieron el cordón policial y detuvieron físicamente la
marcha fascista. […] Nuestra política de combatir el fascismo era bidireccional:
atacar a las ratas y atacar las alcantarillas donde las ratas se multiplican.
[…] Así pues, ¿cómo explicar la diferencia entre los destinos del FN [Front
National] y del NF [National Front]? Hay que tener en cuenta el elemento
subjetivo. En Gran Bretaña tenemos la ANL. En Francia la principal organización
contra los nazis ha sido SOS Racismo. Esta organización es la cola del Partido
Socialista. Su dirigente, Harlem Desir, es contrario al "enfrentamiento" con el
FN, ya que eso "jugará a favorde Le Pen". Se dirige a la opinión pública para
desarraigar así el racismo y espera una contribución igual de les organizaciones
de izquierdas que las de derechas. Aunque SOS Racismo convoca manifestaciones,
éstas no se diseñan para enfrentarse físicamente al FN.»
<http://www.marxists.org/catala/cliff/2000/millenium/chap08.htm>. Para una
historia de Class War en castellano, Stewart Home [1988], El asalto a la
cultura. Corrientes utópicas del letrismo a Class War (Barcelona, Virus, 2002),
cap. 17.<BR>[13] Ian Hernon, op. cit., p. 218.<BR>[14] John Andrew, "A rate for
the rich·", The Guardian, 28 de marzo de 2010.
<http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/mar/28/council-tax-reform-property-poll>
[15] "Voices from poll tax struggle", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010.
http://www.socialistworker.co.uk/art.php?id=20675 <BR>[16] "Fifteen years since
poll tax revolt", Socialist Worker, 9 abril de 2005.
http://www.socialistworker.co.uk/article.php?article_id=6178 <BR>[17] "Poll Tax
riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de
2010. <http://www.socialistworker.co.uk/art.php?id=20676> [18] "Poll Tax
Rebellion: 20 Years On", Tommy Sheridan, Solidarity, 31 de marzo de 2010.
http://www.solidarityscotland.org/content/view/609/66/ <BR>[19] "Fifteen years
since poll tax revolt", Socialist Worker, 9 abril de 2005. <BR>[20] "1990:
Accounts of the poll tax riot", panfleto, reproducido en Libcom.org:
http://libcom.org/history/1990-accounts-poll-tax-riot <BR>[21] "Poll Tax riot:
The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de
2010.<BR> [22] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto. <BR>[23]
"Voices from poll tax struggle", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010. <BR>[24]
Ian Hernon, op. cit., p. 241. <BR>[25] "The Battle of Trafalgar Square: The poll
tax riots revisited", The Independent, 25 de marzo de 2010.
<http://www.independent.co.uk/news/uk/politics/the-battle-of-trafalgar-square-the-poll-tax-riots-revisited-1926873.html>
[<BR>26] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto. <BR>[27] John Andrew,
"A rate for the rich·", The Guardian, 28 de marzo de 2010 <BR>[28] Ian Hernon,
op. cit.., p. 245. [29] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto <BR>[30]
"Poll Tax riots: 20 years after violence shook London", BBC News, 31 de marzo de
2010. http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/magazine/8593158.stm <BR>[31] "1990:
Accounts of the poll tax riot", panfleto <BR>[32] "Poll Tax riots: 20 years
after violence shook London", BBC News, 31 de marzo de 2010. <BR>[33] "Poll Tax
riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de
2010. <BR>[34] "Fifteen years since poll tax revolt", Socialist Worker, 9 abril
de 2005. http://www.socialistworker.co.uk/article.php?article_id=6178 <BR>[35]
"Poll Tax riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de
marzo de 2010. [36] Íbid. [37] Íbid.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>