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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>11 de abril 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>Haití<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>¿Hacia una
ocupación humanitaria?</FONT></STRONG><BR></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Rolphe Papillon
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV><FONT face=Arial
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<DIV align=justify><BR>El derrumbe físico de todos los edificios simbólicos del
poder en Haití, el 12 de enero de 2010, es sólo una metáfora. En realidad, hacía
mucho tiempo que el Palacio Nacional ya no era la verdadera sede del poder
ejecutivo y que las grandes decisiones políticas se tomaban en otro sitio, e
incluso fuera de las fronteras haitianas. El escaso número de víctimas bajo los
escombros del palacio hundido (menos de una decena de muertos, frente a los 300
en la oficina de las Naciones Unidas en Haití) demuestra que allí, a las 4:53
horas de la tarde en un país en crisis, no ocurría nada.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Clasificado en el puesto 146 de 177 países, según el
PNUD, la República de Haití figura entre los 28 países más indigentes del
planeta. En esta tierra en que la esperanza de vida es inferior a los 60 años,
la mortalidad infantil supera el 130 por 1000 (frente a un 15 por 1000 entre los
vecinos cubanos), el 80% de los niños sufren malnutrición y la tasa de
analfabetismo supera el 70%. Con estas cifras, Haití bate todos los récords de
pobreza en América. Desde hace varias décadas una veintena de familias se
reparte, celosa y despiadadamente, el 80% de la riqueza nacional, mientras el
pueblo sigue peleando por alcanzar derechos elementales como el derecho a la
salud y a la seguridad alimentaria, algo que los animales ya han conseguido
entre nuestros vecinos estadounidenses.<BR></DIV>
<DIV align=justify>En esta situación de por sí dramática, el temblor de tierra
llegó como un golpe de gracia para la población. El mundo pareció al fin
conmovido por nuestra lenta agonía y la solidaridad internacional se movilizó.
Los discursos de Obama o las palabras de Kouchner han sido reconfortantes, a
falta de poder escuchar al propio jefe de Estado haitiano.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde las primeras horas que siguieron a la catástrofe,
las y los dominicanos, mexicanos, cubanos, venezolanos y todos aquellos a
quienes, por razones políticas evidentes, no se ve por televisión, ya estaban
sobre el terreno. “La solidaridad es la ternura de los pueblos”, se dice. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>En esta carrera de nobles intenciones, nuestros verdugos de
ayer se han transformado ante las cámaras en ángeles redentores y vuelan en
auxilio nuestro, hasta el punto de que algunos haitianos llegan a ver una
“oportunidad” para que las cosas, al fin, cambien en Haití.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Lo más importante en Historia, decía Aimé Césaire, no
son los hechos. Son los vínculos que los unen, la ley que los gobierna y la
dialéctica que los suscita”. Hay que ir más allá de las imágenes fast-food de la
televisión y de las ideas preconcebidas para comprender la complejidad de los
mecanismos que tienden a mantener Haití en su situación de pobreza absoluta y
desmantelarlos para que este nuevo impulso de solidaridad de los pueblos hacia
el pueblo haitiano no esté condenado al fracaso.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La larga tragedia de las y los haitianos no comenzó con
la dictadura de Duvalier (1957-1986). Arrastramos tras nosotros el pesado fardo
de casi tres siglos de esclavitud y de doscientos años de desprecio e
incomprensión por haber osado ser la primera república negra en el mundo racista
y esclavista del siglo XIX. En represalia por esta doble revolución, al mismo
tiempo antiesclavista y anticolonial, una humillación para el todopoderoso
ejército napoleónico, el país tuvo que pagar un colosal rescate a Francia,
correspondiente a 50 millones de francos oro (el presupuesto anual de Francia en
esa época).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante el siglo XIX, incluso la lejana Alemania vino a
apuntarnos con sus cañones y a exigir una fortuna en condiciones humillantes.
Sus navíos de guerra volvían a partir como ladrones arrogantes con su botín de
guerra. “Echábamos el dinero, nos dijo el poeta, con la frente alta y el alma
orgullosa, igual que se echa a un oso o a un perro”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1915, la coexistencia pacífica entre una nación
construida por propietarios de esclavos y otra nación de esclavos rebeldes, era
inconcebible. Conforme a la doctrina de Monroe y para impedir que nacionalistas
como Rosalvo Bobo se apoderasen del poder, los americanos invadieron Haití. Como
preludio a esta agresión, su primera acción en Puerto Príncipe fue apoderarse
manu militari el 17 de diciembre de 1914 de la reserva de oro del país; un acto
de bandidaje internacional (en esa época, los americanos no habían inventado
todavía el concepto de Estado-títere). “Occidente tiene una memoria corta, nos
dice Michel-Rolph Trouillot. Como es quien escribe la historia, la suya y la de
los demás, la historia de los pueblos es corta. Y (nosotros) orgullosos de
nuestra memoria prestada, nos olvidamos del papel del propio Occidente”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tras la marcha de los americanos, en 1934, el prejuicio
racial de la era colonial fue restaurado. Ellos mismos redactaron una nueva
constitución para el país y pusieron en pie las “fuerzas armadas modernas”.
Estas fueron quienes instalaron en el poder a François Duvalier, uno de los
dictadores más delirantes de la Historia de América Latina, fundador de lo que
el novelista Graham Greene<BR>denominó “una república de pesadilla”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre 1957 y 1986 (los años Duvalier), la deuda externa
se multiplicó por 17,5, llegando a alcanzar los 750 millones de dólares en 1986.
Con el juego de los intereses y las penalizaciones de las instituciones
financieras internacionales, en 2008 alcanzó la astronómica suma de 1.884
millones de dólares, según el CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del
Tercer Mundo).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es evidente que el embrión de Estado haitiano moderno ha
sido constante y conscientemente destruido por nuestros propios regímenes
autoritarios. Pero a la hora del balance, es forzoso constatar que el drama
haitiano encuentra también importantes elementos de explicación en una ayuda
internacional inadecuada, muchas veces incompetente y corrompida y que, por
añadidura, impone sus decisiones económicas y políticas al país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las Naciones Unidas, por citar un ejemplo visible,
justifican su presencia en Haití por la necesidad de luchar contra la presunta
inseguridad, cuando el país detenta una tasa de criminalidad inferior a la de
Brasil (que dirige la MINUSTAH, contingente armado de Naciones Unidas en Haití),
inferior a la de Jamaica, la República Dominicana y la mayor parte de los países
vecinos. El 3 de noviembre de 2007, 111 soldados del MINUSTAH fueron repatriados
a su país después de que el informe de una investigación de los servicios de
control internos de las Naciones Unidas (OIOS) hubiese dado credibilidad a las
denuncias por explotación sexual que se les achacaba. Esos militares habrían
obtenido favores sexuales a cambio de dinero, sobre todo por parte de chicas
menores. ¿“Seguridad”, dicen?</DIV>
<DIV align=justify><BR>En seis años de presencia de tropas de la ONU en Haití no
se ha creado ninguna estructura seria y la esperanza de un mañana mejor sólo
encuentra justificación en su discurso de autolegitimación y de
autosatisfacción, tan arrogante como mentiroso. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Tras la catástrofe del 12 de enero de 2010, la MINUSTAH no
movilizó hacia la capital en peligro a ninguna de sus tropas, asentadas en las
playas de provincias. En Puerto Príncipe mismo, durante las dolorosas 72 horas
siguientes al seismo, no ví a ningún policía ni soldado de la MINUSTAH manos a
la obra. Se quedaron de brazos cruzados cuando en esta carrera contra reloj
había que excavar rápido y salvar vidas humanas. Esta ocupación disfrazada de
misión humanitaria no cuesta menos de 600 millones de dólares al año. Es fácil
imaginar cuántos hospitales, escuelas, carreteras y conducciones de agua podrían
hacerse con semejante presupuesto si nosotros, los haitianos, tuviésemos el
poder de sustituir a estos “expertos internacionales” y estos generales por
ingenieros y médicos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al contrario de la opinión generalmente admitida, en
cuanto a corrupción, proyectos insensatos y desvío de fondos, los haitianos son
sólo unos pobres aprendices. La mayor parte de estos prestigiosos organismos
internacionales son nuestros maestros y las lecciones nos salen dolorosamente
caras.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si no se pone en marcha una solución haitiana a la
crisis, el futuro de Haití corre el riesgo de jugarse, en los próximos días,
fuera de Haití y contra los intereses de las y los haitianos, en lugar de
hacerse por y para nosotros. Esta solución consiste ante todo en asegurar que lo
internacional respete sus límites de intervención. La soberanía nacional no es
negociable, ni siquiera en el desamparo. La ayuda masiva internacional debe
estar sometida a un liderazgo haitiano responsable, que rinda cuentas a los
donantes y sea sancionable ante la ley. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>La ayuda debe ser adaptada a las demandas locales, y
responder a sus necesidades. Los haitianos deben poder decidir si tras un
temblor de tierra necesitan 12.000 marines US o 12.000 médicos y
socorristas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A medio camino entre el país de Monroe y una América del
Sur que se siente bolivariana, el país se puede encontrar una vez más en medio
de los conflictos geoestratégicos y la catástrofe haitiana corre el riesgo de
servir de trampolín a las potencias “amigas” de Haití y a sus dudosas
ambiciones.<BR></DIV>
<DIV align=justify>La caridad, por desinteresada que sea, por generosa que sea,
arrastra a menudo efectos perversos. Los haitianos no deben perder de vista que
a largo plazo, la ayuda debe “ayudarnos a prescindir de la ayuda”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La ayuda humanitaria, si esta vez es seria y honesta,
debe comenzar por la anulación incondicional de la deuda de Haití. “Hay que
poner fin a la espiral infernal del endeudamiento y conseguir que se establezcan
modelos de desarrollo socialmente justos y ecológicamente duraderos”, como dice
el CADTM.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Algunas obligaciones impuestas al pueblo haitiano por las
instituciones financieras internacionales en su lógica implacable del beneficio
provocan tantos daños a largo plazo como un temblor de tierra de magnitud 7,3.
Hay que pensar en la retirada de los planes de ajuste estructurales asesinos,
que hacen aún más vulnerable al Estado, y abren la puerta a las sociedades
transnacionales privadas. Y en abolir el acuerdo de patrocinio económico (APE)
impuesto por la Unión Europea en Haiti en 2008 que, entre otras cosas, establece
la liberalización total de los movimientos de capitales y de mercancías. En
suma, asegurarnos de que todos esos billetes que nos han prometido, si es que se
concretan alguna vez, no sean billetes de ida y vuelta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entonces podremos comenzar a hablar de reconstrucción. La
primera cosa que hay que reconstruir es tal vez la imagen del país, que se
empeñan en destruir haciéndonos pasar por un país violento, entre otros mitos
rentables. Con semejante imagen falseada no vamos a atraer a turistas o a
inversores.<BR></DIV>
<DIV align=justify>¿Han visto ustedes alguna vez un país que se desarrolla
gracias a la ayuda humanitaria?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por lo demás, si esta catástrofe nos puede enseñar algo
es, sin duda, la necesidad de descentralizar el país. Comencemos por
descentralizar la ayuda, porque las provincias no afectadas directamente por el
seísmo también sufren sus consecuencias. Los donantes extranjeros de buena fe
deben identificar y establecer un puente con las instituciones locales y las
organizaciones de base que, ya antes de la crisis, se interesaban por la suerte
de los haitianos y daban muestra de seriedad y eficacia sobre el terreno, con el
fin de apoyarlos en su esfuerzo de desarrollo con toda dignidad.<BR></DIV>
<DIV align=justify>En caso contrario, todo hace pensar que en diez años, las
gigantescas sumas de dinero que están siendo recogidas habrán sido disipadas en
vano, entre corrupción local e internacional, proyectos inútiles y salarios de
“expertos internacionales”. Y entonces se nos volverá a criticar, a los
haitianos, por nuestra “incompetencia”.<BR><BR>* Rolphe Papillon es periodista.
Fue alcalde de Corail.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>