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</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>30 de abril 2010<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>América Latina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Genocidio por
despojo<BR></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT
size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Los pueblos
indígenas de la Amazonía confrontan al
neoliberalismo</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Stéfano Varese *<BR>Servicios
en Comunicación Intercultural Servindi<BR></STRONG><STRONG><A
href="http://www.servindi.org/">http://www.servindi.org/</A></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial
size=2></FONT></STRONG> </DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>A mediados del mes de octubre del año pasado escribí un
texto corto sobre los trágico hechos de Bagua y sobre la continua lucha de los
pueblos indígenas de la Amazonía y del Perú en defensa de sus tierras, sus
recursos y su derecho a la vida. El ensayo fue recogido por Servindi
[http://www.servindi.org/] y recibió más difusión de la que yo esperaba, algunas
voces de apoyo y también algunos insultos que llegaron directamente a mi correo
electrónico universitario. Hace pocos días la editorial Línea Andina me solicitó
una contribución adicional a un libro colectivo que están preparando AIDESEP y
CONACAMI. Acepto con gusto y humildad la invitación y me siento honrado de poder
expresar una cuantas ideas que puedan fomentar el entendimiento entre todos los
peruanos, la justicia social, la equidad cultural y la coexistencia pacífica y
creativa de todas las expresiones histórico-culturales del país. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El pillaje neoliberal</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El gran geógrafo inglés David Harvey ha afirmado que en
esta etapa tardía del capitalismo neoliberal y global el proceso de acumulación
del capital toma una nueva forma que él denomina “accumulation by
dispossession”, es decir acumulación por despojo o acumulación por pillaje. La
acumulación por despojo es el motor del neoliberalismo que aspira a
mercantilizar todos los elementos de la naturaleza y del mundo e incluso del
universo: todos los recursos, tierras, aguas, aire, animales, plantas,
minerales, paisajes y sobre todo la gente pueden y deben ser mercantilizados. Es
decir, tienen un precio y el capital los puede tomar (no solamente comprarlos) y
disponer de ellos para su propio beneficio y ganancia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Incluso el trastorno –o colapso- de Wall Street puede
entenderse como el resultado intencional de la “acumulación por despojo”. Los
enganches financieros e hipotecarios aparentemente baratos y finalmente
impagables fueron ofrecidos al proletariado doméstico de los Estados Unidos con
el pleno conocimiento de los banqueros y prestamistas de que los compradores
iban a fallar en sus pagos (por el alevoso aumento astronómico de las tasas de
interés) con lo que la institución financiera se podía reapropiar de las casas y
también de los primeros meses de pagos hipotecarios de las víctimas de este
pillaje. Las trampas financieras y “legales” de estos robos a mano armada del
neoliberalismo, en el caso de los Estados Unidos, son invisibilizadas por los
aparatos mediáticos que forman parte de los conglomerados financieros y
bancarios siempre más monopólicos y en asociación con el gobierno federal de los
EEUU. El público general tiene grandes dificultades en entender qué es lo que
exactamente ha ocurrido y por qué repentinamente el sistema financiero y de
crédito deja de funcionar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ocasionalmente, sin embargo, hasta la autocensura de los
medios de comunicación en un descuido deja escapar algunos datos de los horrores
de este sistema económico y social. En el New York Times del 11 de octubre de
2009 aparece la noticia de que numerosos cadáveres de familiares muertos son
abandonados en la morgue y en los hospitales porque la gente no tiene dinero
para pagar el entierro o la cremación. Sospecho que ni siquiera en los peores
momentos de la Edad Media europea se llegó a estos extremos de miseria y
desolación. La muerte de un ser querido se convierte en mercancía para la
agencia funeraria (privada) y para el cementerio (casi siempre en subcontrato de
la ciudad con agencias privadas). Aquí la acumulación por despojo se quita toda
máscara de dignidad hipócrita y anuncia en spots televisivos perfectamente
filmados que es indispensable que todo individuo de la tercera edad empiece a
pagar en cómodas cuotas mensuales su propio entierro.</DIV>
<DIV align=justify><BR>He dedicado algunas líneas a comentar estas
manifestaciones del neoliberalismo en los mismos EE.UU. porque es a partir de
este modelo socioeconómico, de este paradigma ideológico que se nos impone
cotidianamente por los medios como salvación que hay que descifrar, analizar,
criticar y eventualmente derrotar en sus interpretaciones políticas y
empresariales a las élites peruanas en su adopción servil del modelo y en su
implementación autoritaria del mismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El genocidio enmascarado</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Unos de los éxitos más obvios del colonialismo europeo y
estadounidense impuesto a los pueblos indígenas de todo el continente desde el
siglo XVI, fue la construcción de un discurso ideológico generalizado que logró
enmascarar a los ojos del mundo y de la historia el verdadero holocausto de los
pueblos originarios de las Américas. Durante los primeros cien años de ocupación
militar española el 95 por ciento de los indígenas de América desapareció. La
guerra convencional y bacteriológica sumada a la guerra ambiental o ecológica
lograron exterminar a los millones de pueblos indígenas que por milenios habían
prosperado en el continente y construído sofisticadas y complejas formas de
civilización. Los estudios recientes de demografía histórica empiezan a iluminar
este período horroroso de la expansión europea y el costo verdadero que la
humanidad indígena tuvo que pagar para el crecimiento desmedido de España,
Europa y posteriormente Estados Unidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ningún texto de historia y muy pocas escuelas de
pensamiento social convencional han llamado a estas masacres masivas de hombres,
mujeres, niños y ancianos por su verdadero nombre: genocidio. Si los más de 90
millones de muertos causados por la Segunda Guerra Mundial merecen el trágico
nombre de genocidio y los 6 o más millones de judíos aniquilados por el nazismo
se recuerdan como víctimas inocentes del holocausto, nada comparable ha sido
recordado, escrito, conmemorado para los 300 o más millones de pueblos indios
que murieron para enriquecer a las monarquías europeas y a las oligarquías
coloniales y neocoloniales. El reiterado silencio de las intelectualidades
nacionales sobre este doloroso y sangriento comienzo de la vida de Occidente en
América marca la sucesiva sistemática alienación de las sociedades nacionales
ante los propios pueblos indígenas que lograron sobrevivir y coexistir con los
nuevos amos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hacia mediados de los años de 1960 la antropología
francesa introdujo el término "etnocidio" para significar las políticas y
prácticas de agresión y violencia de los Estados y el sector privado hacia los
pueblos indígenas. Los barí de Colombia, cazados como animales por los colonos
mestizos, se volvieron el emblema de esta nueva tipología del neocolonialismo. A
los barí les siguieron las revelaciones sobre el etnocidio de los guayakí de
Paraguay, los ñambikwara de Brasil y otros centenares de grupos indígenas de los
que ni siquiera se conocía la existencia afuera de los círculos de la
antropología. Lo absurdo de todo este movimiento inicial de la “antropología de
rescate” es que no interesaba tanto la vida de los indígenas como el registro y
documentación de sus culturas y lenguas en peligro de extinción. No era
suficiente que pueblos indígenas enteros fueran diezmados o exterminados para
que las comunidades nacionales, los gobiernos y los académicos llamaran las
cosas por su verdadero nombre: estábamos asistiendo pasivamente al genocidio de
pueblos enteros.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cualquier diccionario define al genocidio como “la
destrucción deliberada y sistemática de un grupo étnico-cultural, político o
religioso”. Cómo y con qué métodos se lleve a cabo la destrucción de un grupo
humano y cuán numeroso el grupo tiene que ser, no constituyen obstáculos para
tipificar el hecho como genocidio. Los pocos centenares de ñambikwara, o los
miles de witoto del Amazonas que fueron exterminados por los caucheros peruanos
a finales del siglo XIX son tan víctimas de genocidio como los 800.000 tutsi y
hutus de Rwanda o los millones de armenios victimados por el Estado
turco-otomano.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1971 un grupo de antropólogos latinoamericanos se
reunió en la isla caribeña de Barbados para debatir la situación de los pueblos
indígenas de las tierras bajas de Centro y Sudamérica. La Declaración de
Barbados I sobre la violencia sistemática, el despojo y las agresiones armadas a
las que los pueblos indígenas estaban sometidos causó algunas reacciones entre
los misioneros y los antropólogos y prácticamente ninguna respuesta de los
gobiernos latinoamericanos que siguieron ignorando la situación de
etno/genocidio que se daba al interior de sus países. Un solo gobierno respondió
con rapidez al desafío de estas denuncias. La dictadura militar de Uruguay
requisó inmediatamente todos los ejemplares del libro de Barbados I –publicado
en español precisamente por una editorial uruguaya- y en la mejor tradición
nazi-fascista los mandó a quemar. Se salvó la edición en inglés porque se
publicó en Suiza. ¿Cómo interpretar este celo de los censores militares
uruguayos? Creo que sin ni siquiera saberlo las dictaduras militares de
Sudamérica que desembocaron en Pinochet asumieron para sí el rol de guardianes
de la historia oficial de Occidente. Del Occidente cristiano y civilizado, cuyas
expresiones más altas de civilización son que ha sabido asimilar e integrar (o
eliminar) a los pueblos originarios del continente que vivían en la barbarie y
en la oscuridad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Nadie en nuestros países, y especialmente en Perú, quiere
admitir que hay una corriente subterránea permanente de políticas sistemáticas
de genocidio de los pueblos indígenas. En 1967 yo mismo denuncié en la revista
Amaru (Nº 3, julio-septiembre) que el gobierno de Fernando Belaúnde Terry había
mandado aviones de la FAP a bombardear con bombas incendiarias al pueblo matsés
del alto Yaquerana. Para llevar adelante esta acción civilizadora el gobierno
“democrático” de Belaúnde pidió ayuda a la International Petroleum Company para
que sus ingenieros y técnicos estadounidenses enseñaran a los militares peruanos
cómo construir bombas incendiarias. Las populares bombas Napalm que los EEUU
estaban usando masivamente en Vietnam. Los bombardeos fueron ejecutados por la
FAP con la ayuda logística de helicópteros de los EEUU especialmente traidos
desde Panamá.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Cómo llamar este evento? ¿Con qué hipócritas metáforas
esconder esta barbarie? ¿Qué más necesita hacer un gobierno, un Estado nacional
y sus empresarios a los pueblos indígenas del Amazonas para que la acusación de
genocidio entre a formar parte del léxico legal internacional y los gobiernos
culpables de esta políticas sean responsabilizados?</DIV>
<DIV align=justify><BR>La suma de estas políticas escandalosas de etno/genocidio
llegó a repercutir tanto en la opinión pública europea que en 1981 la fundación
Bertrand Russell convocó al IV Tribunal Internacional Bertrand Russell sobre los
Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas. El Tribunal y su jurado internacional
reunidos en Rotterdam (Holanda) escucharon y revisaron una muestra de más de mil
casos de formas deliberadas y sistemáticas de etno/genocidio cometidos contra de
los pueblos indígenas de América por los gobiernos y las empresas privadas. La
condena moral del Tribunal Russell si bien no causó molestia alguna a los
gobiernos por lo menos sirvió para ampliar la conciencia en un sector ilustrado
de la opinión pública latinoamericana y fue capitalizada por algunas de las
organizaciones indígenas y sus miembros.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo la fuerza ideológica y mediática de los
sucesivos gobiernos, el apoyo que reciben del poder imperial, tanto en
armamentos como en sustentos ideológicos, logran mantener invisibles a las
varias modalidades de agresiones y violencias sistemáticas en contra de los
pueblos y comunidades indígenas. Desde las matanzas a cargo de la policía y el
ejército que ocurren en la selva central en los años 1964-65, luego en el Madre
de Dios, pasando por las masacres del senderismo/tupamarismo y del ejército en
la década trágica para desembocar en los miles de refugiados ashanínka,
nomatsiguenga y otros pueblos amazónicos obligados a abandonar sus territorios y
exilarse en la pobreza más absoluta, la historia reciente de la Amazonía
manifiesta de manera inequívoca e irrebatible la estructura política genocida
del Estado peruano en relación con los pueblos indígenas de la selva. Hay una
sola excepción a esta estructura política genocida, y como excepción confirma
precisamente la norma, se trata del período de pocos años de la revolución
velasquista que ofreció respiro político y legalidad a los pueblos y
organizaciones indígenas de la Amazonía para su adecuación a las nuevas
embestidas del mercado neoliberal.<BR>Economía política del genocidio </DIV>
<DIV align=justify><BR>Cabe preguntarse ¿Por qué el velasquismo fue una
excepción? ¿Cómo explicarse que aun dentro del marco “revolucionario” y popular
del velasquismo la expansión a fierro y fuego en pueblos y tierras amazónicas
disminuyó e incluso hubo logros en la consolidación de medidas legislativas de
apoyo a los reclamos territoriales indígenas? La explicación de esta aparente
contradicción hay que buscarla en el desfase estructural de la economía peruana
de las décadas de los 60 y 70 en relación con las reformas de la economía
liberal que se estaban produciendo en los EEUU e Inglaterra y que culminaron con
la consolidación de la Escuela de Economía de Chicago que dio nuevo impulso a la
economía neoclásica con el nombre y el programa del neoliberalismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En síntesis, esta nueva versión de la economía burguesa
proponía la no intervención del gobierno y el Estado en el mercado –éste se
ajusta por sí solo a los vaivenes de la producción-circulación-consumo-; el rol
tradicional del Estado como regulador de las disfuncionalidades y desigualdades
socioeconómicas tiene que ser eliminado; no más estado de bienestar social, sino
dejar que la ley de la competencia y eficiencia se convierta en el ente
regulador del mercado. Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en EEUU
fueron los abanderados de esta versión radicalizada –y hasta extremista- de la
economía liberal. El Perú de los 70 pasó impunemente por estas reformas
neoliberales mientras en Chile la dictadura militar las implementó a punta de
bayoneta, desaparecidos y torturas logrando efectivamente enriquecer de manera
vergonzosa a su oligarquía y empobrecer a trabajadores, campesinos y mapuches
que fueron desposeídos de todos sus recursos. En el Perú del velasquismo, en
cambio, una parte importante de la dirigencia política y una pequeña cúpula
militar creía –aun sin decirlo demasiado en voz alta- en la ruta de una
socialdemocracia adaptada a las necesidades del país y sus pueblos. Y sobre todo
en un Estado con poderes reguladores y una ética de justicia social. Como se
sabe, a partir del golpe de Morales Bermúdez el evangelio neoliberal volvió a
tomar el control del Estado y de los gobiernos sin lograr del todo la
cancelación total de las reformas estructurales que había establecido el
velasquismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Acumulación por despojo y etno/genocidio</STRONG>
</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Qué tiene que ver todo esto con los pueblos indígenas de
la Amazonía? Es aquí donde hay que retomar la propuesta analítica de David
Harvey y su tesis de que en esta fase del capitalismo neoliberal global el
proceso de acumulación del capital se da a partir del despojo o del pillaje de
recursos, fuerza de trabajo y hasta dinero que están todavía bajo relativo
control de algunas clases, grupos o, como en el caso de la Amazonía, de las
nacionalidades/etnias indígenas. La misma historia de la expansión nacional de
las fronteras agroforestales y ahora minero/petroleras explica por qué el
despojo se tiene que dar en los territorios de los pueblos indígenas. ¿Adónde
más puede el capital hacer pillaje y saqueo? ¿Adónde están todavía los bosques,
las aguas, la riqueza biótica, los minerales, y desafortunadamente el petróleo
sino en la Amazonía indígena? Este Perú de los territorios indígenas, que el
Perú oficial, el Perú de la oligarquía en el poder, el Perú de las corporaciones
transnacionales, de los mal llamados acuerdos o tratados de libre comercio
considera como “colonias internas” que se pueden invadir, ocupar militarmente,
someter, conquistar, saquear. No nos olvidemos que fue Belaúnde quien acuñó la
frase digna de Pizarro: “La conquista del Perú por los peruanos” y que ahora
este concepto de imperialismo barato ha sufrido la metamorfosis del “perro del
hortelano” en un alarde presidencial de “profundo análisis histórico
social”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay necesidad de disfrazar el despojo y las consiguientes
muertes por inanición de los pueblos saqueados con un aparataje legalista que
pueda ser digerido por la opinión pública urbana y por las entidades financieras
multilaterales. En esto la postdemocracia peruana ha avanzado mucho a partir de
las enseñanzas y de las prácticas políticas de los EEUU. Todo robo, todo saqueo,
toda ocupación territorial, toda incautación de bienes y finalmente toda
violencia armada tiene que estar respaldada por una o más leyes. No hace falta
remontarse a Marx para darse cuenta de que las leyes –incluso las que aprueban a
carpetazo los congresistas diligentemente elegidos por el pueblo- constituyen
simplemente el plan programático para ejecutar el robo con una apariencia de
civilización. Es decir, que es importante para los gobernantes del
neoliberalismo guardar un cierto estilo de conducta pública que los distancie de
los narcotraficantes y del estereotipo del dictador de las república bananeras.
Sin embargo los resultados son los mismos: los pueblos indígenas son depredados
de tierras que han ocupado por milenios y recursos con los que han convivido de
manera productiva y reproductiva desde tiempos inmemoriales. ¿Quiénes han
domesticado la totalidad de las plantas comestibles y de uso de la Amazonía
andina y de la selva baja? ¿Quiénes han creado y recreado el paisaje civilizado
del bosque amazónico que durante milenios fue capaz de sustentar la vida de
millones –no miles, sino millones- de personas? No fueron ciertamente los
europeos ni los ciudadanos criollos de la republica oligárquica decimonónica y
contemporánea expertos sólo en la devastación del bosque, en la depredación de
los animales, en la contaminación de las aguas y en el ultraje permanente de los
pueblos amazónicos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La acumulación por despojo está siendo impuesta por el
gobierno de Alan García y demás agentes de la oligarquía financiero-empresarial
como modo económico extractivo dominante en la Amazonía. Las víctimas de este
antiguo y renovado sistema de rapiña no son solamente los pueblos indígenas, los
ribereños y los colonos pobres, sino toda la densa red de relaciones
biótico-sociales que permiten la renovación de los recursos y enriquecen el
paisaje en su diversidad productiva y su capacidad regenerativa. Al final de
este modo criminal de extracción y acumulación sólo quedan desiertos, sabanas
improductivas, pueblos enteros desaparecidos o demasiado debilitados para
reconstituirse como agentes de su propia historia. Incluso una lectura
superficial de la historia biótico-cultural de la Amazonía nos da los claros
indicios de que éstos serán los resultados finales del saqueo. La trágica ironía
de estas empresas de la economía liberal-burguesa es que la acumulación
escandalosa de riqueza en pocas manos nacionales y transnacionales termina
esfumándose en un mundo financiero y bancario especulativo fundamentalmente
corrupto que reinvierte de manera incestuosa las ganancias en su propia
reproducción de clase sin dejar que nada de esta riqueza se redistribuya ni
siquiera parcialmente hacia abajo, hacia los pueblos saqueados o hacia proyectos
productivos con objetivos morales de justicia social.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Qué hacer? </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde los años 70 los pueblos indígenas de la Amazonía
-las comunidades nativas- han irrumpido de manera incontenible en el escenario
social, político y cultural nacional. Los pueblos indígenas de la Amazonía han
entrado de lleno al Perú adormecido y embaucado por el consumismo de baratijas,
por la desesperanza, por el desengaño cíclico de los partidos, y por la
inequívoca certeza de que el sistema todo es corrupto e irremplazable. Los
pueblos indígenas amazónicos organizados son un testimonio permanente de que
ellos también son parte del Perú martirizado por los horrores de la amarga,
mentecata e inútil década de violencia. Creo que la gran y monumental enseñanza
que los pueblos indígenas de la Amazonía nos están dando es que se organizan y
reorganizan, prescinden de los partidos, no se dejan seducir por ideologías y
prácticas políticas generadas al exterior de sus trayectorias
histórico-culturales y menos se han dejado embaucar por la retórica del
desarrollismo y modernización que durante varias décadas han sido el disfraz del
proyecto del capitalismo global.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras la clase obrera está siendo dividida y
desarticulada por un modelo de producción industrial (e incluso minera)
fragmentado que obstaculiza las formas tradicionales de lucha sindical; mientras
el desempleo y subempleo urbano aumentan vertiginosamente; y mientras el
campesinado indígena y mestizo ha sido arrinconado a modalidades productivas
poco rentables en un mercado competitivo de desventaja frente a las
agroindustrias de alta tecnología y concentración de capital; los pueblos
indígenas de la Amazonía, en cambio, han logrado mantener un cierto grado de
autonomía y desvinculación del mercado capitalista apoyándose en la
reconstitución y reforzamiento de sus economías sociales (las economías mixtas
de subsistencia).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es obvio que la pobreza sigue subsistiendo y que se
acentúa en aquellas regiones donde la pérdida de recursos y la destrucción
ambiental ponen a la comunidad en la disyuntiva de vender su fuerza de trabajo a
las empresas extractivas o migrar de manera circular a otras zonas. Pero es así
mismo claro que las comunidades nativas en gran parte han sabido evitar la
disolución de la entidad étnico/comunal por abandono y desidia tendiendo a
reconstituirse social y culturalmente incluso en condiciones muy desfavorables.
Es el caso de las comunidades asháninkas del Ene martirizadas, deportadas y
desplazadas por el senderismo y el ejército en una guerra de aniquilación étnica
implementada con igual crueldad e idiotez por los dos bandos. Es imposible no
ver en el caso de la espantosa violencia en contra de los asháninka del Ene la
intención genocida de esas dos versiones fundamentalistas de un mismo proyecto
nacionalista de “asimilación por exterminio”. Y a pesar de todo los asháninka
viven, crecen, se adaptan, se organizan y nos dan lecciones de esperanzas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No hay fórmulas políticas ni recetas culturales para
compartir con los pueblos indígenas que se enfrentan a renovadas formas de
opresión y violencia de Estado, a las políticas genocidas ocultas debajo de la
retórica de la modernización y el desarrollo. Y si las hubiera serían fruto de
la misma experiencia histórica de cada pueblo oprimido. Nosotros (yo) somos
testigos, la mayoría de las veces lejanos y ausentes, que compartimos los
sufrimientos y la rabia de los pueblos amazónicos e intentamos desenmarañar los
engaños, las trampas, y el proyecto delincuente de esta vieja y nueva empresa
colonialista llamada desarrollo y modernidad. La resistencia de los indígenas a
la opresión y al exterminio sutil o abierto organizado por el Estado y sus amos
nacionales o transnacionales tiene una larga historia que se remonta al siglo
XVI. Poco hay que enseñarles a los awajún, por ejemplo, que ya en el siglo XVII
expulsaron a los españoles de sus territorios o a los asháninka que cerraron las
entradas a la selva central a los españoles y peruanos desde 1742 hasta 1848.
Qué se le puede ofrecer en el campo de la organización etno-política a los
yanesha que empezaron a organizarse para le defensa de sus tierras en 1967. Lo
único que nosotros (yo) en solidaridad les ofrecería es el relato de sus
historias de autonomía y resistencia, el compendio de siglos de oposición a ser
sometidos, la memoria profunda de sus proyectos sociales y culturales utópicos
que algunos de nosotros, fuereños indiscretos, llegamos a vislumbrar y
comprender al calor de su hospitalidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>* Stéfano Varese es Antropólogo, catedrático en el
Departamento de Estudios Indígenas (Native American Studies) en la Universidad
de California, Davis.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>