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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>22 de mayo 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV> </DIV>
<DIV><FONT size=3><STRONG>C</STRONG></FONT><FONT
size=3><STRONG>entroamérica<BR><BR>Las "maras", nueva forma de control
social</STRONG> </FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>El de las pandillas es un fenómeno
urbano, pero con raíces en la exclusión social del campo, en la huida de grandes
masas rurales de la pobreza crónica y de la violencia
</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Marcelo
Colussi <BR>Boletín Entorno y La Haine</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Para situar el problema: En algunos
de los países del istmo centroamericano (Guatemala, Honduras, El Salvador,
Nicaragua) desde hace ya unos años, y en forma siempre creciente, el fenómeno de
las pandillas juveniles violentas ha pasado a ser un tema de relevancia
nacional. Se trata de un fenómeno urbano, pero que tiene raíces en la exclusión
social del campo, en la huída desesperada de grandes masas rurales de la pobreza
crónica y de la violencia de las guerras internas que estos últimos años
asolaron la región.</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Estas pandillas, surgidas siempre en las barriadas pobres
de las ciudades cada vez más atestadas y caóticas, son habitualmente conocidas
como "maras" –término derivado de las hormigas marabuntas, que terminan con todo
a su paso, metáfora para explicar lo que hacen estas "mara-buntas" humanas–. Las
mismas, según la representación social que se generó estos últimos años, han
pasado a ser el "nuevo demonio" todopoderoso. Según el manipulado e insistente
bombardeo mediático, son ellas las principal causa de inestabilidad y angustia
de estas sociedades, ya de por sí fragmentadas, sufridas, siempre en crisis; es
frecuente escuchar la machacona prédica que "las maras tienen de rodilla a la
ciudadanía".</DIV>
<DIV align=justify><BR>El problema, por cierto, es muy complejo;
categorizaciones esquemáticas no sirven para abordarlo, por ser incompletas,
parciales y simplificantes. Entender, y eventualmente actuar, en relación a
fenómenos como éste, implica relacionar un sin número de elementos y verlos en
su articulación global. Comprender a cabalidad de qué hablamos cuando nos
referimos a las maras no puede desconocer que se trata de algo que surge en los
países más pobres del continente, con estructuras económico-sociales de un
capitalismo periférico que resiste a modernizarse, y que vienen todos ellos de
terribles procesos de guerra civil cruenta en estas últimas décadas, con
pérdidas inconmensurables tanto en vidas humanas como en infraestructura, los
cuales hipotecan su futuro.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las maras, de esa forma, son una expresión patéticamente
violenta de sociedades ya de por sí producto de largas historias violentas, o
mejor aún: violentadas, hijas de una cultura de la impunidad de siglos de
arrastre, de países que se siguen manejando con criterio de Estado finquero
donde las diferencias económicas son irritantes (Guatemala, por ejemplo, es el
país del mundo con mayor porcentaje de avionetas particulares y vehículos
Mercedes Benz de lujo per capita, mientras que más del 50 % de su población está
por debajo del límite de la pobreza). Sociedades donde transcurrieron
monstruosas guerras civiles en la década de los 80 del pasado siglo –guerras
contrainsurgentes, expresión caliente de la Guerra Fría, y en el caso de
Nicaragua, guerra a partir de la contrarrevolución antisandinista– que dieron
lugar a procesos de post guerra donde no hubo ni culpables de las atrocidades
vividas ni medidas de reparación para atender las secuelas derivadas de tanto
dolor. Sociedades, en definitiva, estructuradas enteramente en torno a la
violencia como eje definitorio de todas las relaciones: patriarcales, racistas,
machistas, excluyentes; sociedades donde todavía funciona el derecho de pernada
y donde la noción de "finca" (el feudo medieval) es parte de la cultura
dominante (cuando alguien es llamado responde "¡mande!" en vez de "usted
dirá").</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las maras empiezan a surgir para la década de los 80 del
siglo pasado, aún con todas esas guerras en curso. En un primer momento fueron
grupos de jóvenes de sectores urbanos pobres que se unían ante su estructural
desprotección. Hoy, ya varias décadas después, son mucho más que grupos
juveniles: son "la representación misma del mal, el nuevo demonio violento que
asola el orden social, los responsables del malestar en Centroamérica"…, al
menos según las versiones oficiales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No cabe ninguna duda que las maras son violentas; negarlo
sería absurdo. Más aún: son llamativamente violentas, a veces con grados de
sadismo que sorprende. No hay que perder de vista que la juventud es un momento
difícil en la vida de todos los seres humanos, nunca falto de problemas. El paso
de la niñez a la adultez, en ninguna cultura y en ningún momento histórico, es
tarea fácil. Pero en sí mismo, ese momento al que llamamos adolescencia no se
liga por fuerza a la violencia. ¿Por qué habría de ligarse? La violencia es una
posibilidad de la especie humana en cualquier cultura, en cualquier posición
social, en cualquier edad. No es, en absoluto, patrimonio de los jóvenes. De
todos modos, algo ha ido sucediendo en los imaginarios colectivos en estos
últimos años, puesto que hoy, al menos en estos países de los que estamos
hablando, ser joven –según el discurso oficial dominante– es muy fácilmente
sinónimo de ser violento. Y ser joven de barriadas pobres es ya un estigma que
condena: según el difundido prejuicio que circula, provenir de allí es ya
equivalente de violencia. La pobreza, en vez de abordarse como problema que toca
a todos, se criminaliza.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A esta visión apocalíptica de la pobreza como
potencialmente sospechosa se une una violencia real por parte de las maras que a
veces sorprende, por lo que la combinación de ambos elementos da un resultado
fatal. De esa forma la mara pasó a estar profundamente satanizada: la mara pasó
a ser la causa del malestar de estas eternamente (al menos para las grandes
mayorías) problemáticas sociedades. La mara –¡y no la pobreza ni la impunidad
crónicas!– aparece como el "gran problema nacional" a resolver. No caben dudas
que se juegan ahí agendas fríamente calculadas, distractores sociales, cortinas
de humo: ¿pueden ser las pandillas juveniles violentas –que, a no dudarlo, son
violentas, eso está fuera de discusión– el gran problema de estos países, en vez
de enormes poblaciones por debajo de la línea de pobreza? ¿Pueden ser estos
grupos juveniles violentos la causa de la impunidad reinante ("los derechos
humanos defienden a los delincuentes", suele escucharse), o son ellos, en todo
caso, su consecuencia? Si fue posible desarticular movimientos revolucionarios
armados apelando a guerras contrainsurgentes que no temieron arrasar poblados
enteros, torturar, violar y masacrar para obtener una victoria en el plano
militar, ¿es posible que realmente no se puedan desarticular estas maras desde
el punto de vista estrictamente policíaco-militar? ¿O acaso conviene que haya
maras? Pero, ¿a quién podría convenirle?</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los jóvenes: entre promesa y
peligro</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Algunos años atrás la juventud –"divino tesoro" por
cierto…, al menos, así se decía– era la semilla de esperanza. Algo sucedió con
aquella promesa de la juventud como "futuro de la patria" para que haya pasado a
ser ahora un "problema social". ¿Cómo se dio ese movimiento? ¿Qué pasó con
aquella visión, expresada en 1972 por Salvador Allende diciendo que "ser joven y
no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica", que se transformó
en una juventud despolitizada, desinformada, light? Y peor aún: si huele a
pobre, proveniente de barrios pobres, ni hablemos si está tatuada: ¡peligrosa!
En los países centroamericanos, de composición indígena en muy buena medida
–cruel paradoja de la historia– la exclusión social está ligada en relación
inversamente proporcional a la blancura de la piel. Si se viene de barrios
pobres –donde en general asienta la población menos "blanca"– la posibilidad de
ser un "potencial delincuente" se dispara: "blanco manejando un Mercedes Benz:
empresario exitoso; negro o indio manejando un Mercedes Benz: vehículo
robado".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las pandillas son algo muy típico de la adolescencia: son
los grupos de semejantes que le brindan identidad y autoafirmación a los seres
humanos en un momento en que se están definiendo sus papeles sociales, sus
imágenes de sí mismo como adultos. Siempre han existido; son, en definitiva, un
mecanismo necesario en la construcción psicológica de la adultez. Quizá el
término hoy por hoy goza de mala fama; casi invariablemente se lo asocia a banda
delictiva. Pero de grupo juvenil a pandilla delincuencial hay una gran
diferencia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la génesis de cualquier pandilla se encuentra una
sumatoria de elementos: necesidad de pertenencia a un grupo de sostén, la
dificultad en su acceso a los códigos del mundo adulto; en el caso de los grupos
pobres de esas populosas barriadas de cualquier capital centroamericana se suma
la falta de proyecto vital a largo plazo. Por supuesto, por razones bastante
obvias, esta falta de proyecto de largo aliento es más fácil encontrarlo en los
sectores pobres que en los acomodados: jóvenes que no hallan su inserción en el
mundo adulto, que no ven perspectivas, que se sienten sin posibilidades para el
día de mañana, que a duras penas sobreviven el hoy, jóvenes que desde temprana
edad viven un proceso de maduración forzada, trabajando en lo que puedan en la
mayoría de los casos, sin mayores estímulos ni expectativas de mejoramiento a
futuro, pueden entrar muy fácilmente en la lógica de la violencia pandilleril.
Una vez establecidos en ella, por una sumatoria de motivos, se va tornando cada
vez más difícil salir. La sub-cultura atrae (cualquiera que sea, y con más razón
aún durante la adolescencia, cuando se está en la búsqueda de definir
identidades).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Constituidas las pandillas juveniles –que son justamente
eso: poderosas sub-culturas– es difícil trabajar en su modificación; la "mano
dura" policial-militar no sirve. Por eso, con una visión amplia de la
problemática juvenil, o humana en su conjunto, es inconducente plantearse
acciones represivas contra esos grupos como si eso sirviera para modificar algo.
De lo que se trata, por el contrario, es ver cómo integrar cada vez más a los
jóvenes en un mundo que no le facilita las cosas. Es decir: crear un mundo para
todos y todas. O más aún: si se quiere trabajar de verdad el problema, habría
que partir por plantearse dónde están las causas, y sobre ellas actuar. Y no son
otras que la exclusión crónica, la pobreza, las asimetrías sociales. Pero lo que
vemos es que estos grupos, en vez de ser abordados en la lógica de poblaciones
en situación de riesgo, son criminalizados.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tan grande es esa criminalización, que eso lleva a pensar
que allí se juega algo más que un discurso adultocéntrico represivo y moralista
sobre jóvenes en conflicto con la ley penal. ¿Por qué las maras son el nuevo
demonio? Porque, definitivamente, no lo son. ¿Hay algo más tras esa continua
prédica?</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Una estrategia de control social?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando un fenómeno determinado pasa a tener un valor
cultural (mediático en este caso) desproporcionado con lo que representa en la
realidad, por tan "llamativo", justamente, puede estar indicando algo. ¿Es
creíble acaso que grupos de jóvenes con relativamente escaso armamento y sin un
proyecto político alternativo se constituyan en un problema de seguridad
nacional en varios países al mismo tiempo?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hoy día el discurso oficial que barre las distintas
naciones centroamericanas –y Washington también participa en esta
"preocupación", para lo que impulsa una iniciativa regional a nivel militar
conocida como Plan Mérida (la réplica mesoamericana del Plan Colombia)– presenta
a estas maras como un flagelo de proporciones apocalípticas. Definitivamente el
accionar de estos grupos es muy violento (llamativamente violento, nos
atreveríamos a decir). En modo alguno, desde ningún punto de vista, se puede
minimizar su potencial criminal: matan, asaltan, violan, extorsionan. Todo eso
es un hecho. Ahora bien: la dinámica donde todo eso se da abre sugestivas
preguntas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Definitivamente, para poder contestarlas a profundidad,
deberían realizarse investigaciones muy minuciosas que, dada la naturaleza de lo
que está en juego, se torna muy difícil, cuando no imposible. Pero pueden
intuirse ciertas perspectivas que, al menos, dan idea de por dónde se direcciona
la cuestión.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por lo pronto, y aunque no se disponga de datos concretos
terminantes, todo esto deja preguntas que permiten concluir algunas cosas:</DIV>
<DIV align=justify><BR>• Las maras no son una
alternativa/afrenta/contrapropuesta a los poderes constituidos, al Estado, a las
fuerzas conservadoras de las sociedades. No son subversivas, no subvierten nada,
no proponen ningún cambio de nada. Quizá no son funcionales en forma directa a
las grandes empresas, pero sí son funcionales para ciertos poderes (poderes
ocultos, paralelos, grupos de poder que se mueven en las sombras) que –todo así
lo indicaría– las utilizan. En definitiva, son funcionales para el mantenimiento
sistémico como un todo, por lo que esas grandes empresas, si bien no se
benefician en modo directo, terminan aprovechando la misión final que cumplen
las maras, que no es otro que el mantenimiento del statu quo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>• No son delincuencia común. Es decir: aunque delinquen
igual que cualquier delincuente violando las normativas legales existentes, todo
indica que responderían a patrones calculadamente trazados que van más allá de
las maras mismas. No sólo delinquen sino que, esto es lo fundamental,
constituyen un mensaje para las poblaciones. Esto llevaría a pensar que hay
planes maestros, y hay quienes los trazan.</DIV>
<DIV align=justify><BR>• Si bien son un flagelo –porque, sin dudas, lo son–, no
afectan la funcionalidad general del sistema económico-social. En todo caso, son
un flagelo para los sectores más pobres de la sociedad, donde se mueven como su
espacio natural: barriadas pobres de las grandes urbes. Es decir: golpean en los
sectores que potencialmente más podrían alguna vez levantar protestas contra la
estructura general de la sociedad. Sin presentarse así, por supuesto, cumplen un
papel político. El mensaje, por tanto, sería una advertencia, un llamado a
estarse quieto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>• No sólo desarrollan actividades delictivas sino que,
básicamente, se constituyen como mecanismos de terror que sirven para mantener
desorganizadas, silenciadas y en perpetuo estado de zozobra a las grandes
mayorías populares urbanas. En ese sentido, funcionan como un virtual "ejército
de ocupación".</DIV>
<DIV align=justify><BR>• Disponen de organización y logística (armamento) que
resulta un tanto llamativa para jovencitos de corta edad; las estructuras
jerárquicas con que se mueven tienen una estudiada lógica de corte militar, todo
lo cual lleva a pensar que habría grupos interesados en ese grado de
operatividad. ¿Pueden jovencitos semi-analfabetos, sin ideología de
transformación de nada, movidos por un superficial e inmediatista hedonismo
simplista, disponer de todo ese saber gerencial y ese poder de
movilización?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por supuesto que no podemos responder aquí con exactitud
todas estas dudas, por la carencia de datos precisos al respecto. Pero el sólo
hecho de plantearlas y ver cómo los poderes mediáticos bombardean en forma
sistemática con mensajes que potencian esa sensación de indefensión de las
grandes mayorías, permite inferir que estas maras pueden jugar un papel político
que va muchísimo más allá que lo que sabe cada uno de estos jóvenes que actúa en
ellas. Podría decirse que hay en estas apreciaciones una óptica
confabulacionista. Espero que el discurso paranoico no me doblegue, pues está
claro que todos estos patrones arriba mencionados, más que responder a abstrusos
fundamentalismos que ven conspiraciones de la CIA en cada esquina, abren
interrogantes que "llamativamente" ningún medio de comunicación contribuye a
aclarar sino, por el contrario, oscurece más aún día a día.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se entremezclan en todo este proceso varias lógicas: por
un lado, efectivamente hay una búsqueda psicológica de estos jóvenes en relación
a "familias sustitutas", deseos de protagonismo, sensación de poder; elementos
que, sin dudas, la mara les confiere (en mayor o menor medida, cualquier joven
participa de esas búsquedas en cualquier parte que esté).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero además, articulándose con ese nivel subjetivo, todo
indicaría que hay determinantes político-ideológicos en los planes de acción de
estos grupos que llevan a pensar que, "curiosamente", allí donde puede generarse
la protesta social, aparecen las maras. Si las grandes masas urbanas
empobrecidas no se benefician con esto sino que, al contrario, viven en la
permanente zozobra, maniatados, guardando un forzado silencio, ¿quién sacará
provecho de esto? Si podemos entenderlas entonces como mecanismos de control
social: ¿quién controla? Seguramente los mismos poderes que vienen controlando
todo desde hace un buen tiempo; y sabemos que los poderes no son nunca ni
"buenitos", ni transparentes. "El fin justifica los medios", se dijo hace
mucho…, y no se equivocaba quien lo dijo, que fue alguien que sabía mucho de
estas opacidades del poder: Maquiavelo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Insistimos: todas estas son hipótesis. Pero la
experiencia nos enseña que estos rimbombantes hechos mediáticos –como la caída
de las Torres Gemelas en Nueva York con los avionazos del 11 de septiembre del
2001, el "fundamentalismo islámico" que es el nuevo demonio para otra parte del
mundo (el Medio Oriente), el narcotráfico (que nos toca a los latinoamericanos
en buena medida), o en su momento, durante la Guerra Fría, el "comunismo
internacional" que abría supuestas cabezas de playa por todos lados–, funcionan
como fantasmas que sirven para atemorizar, y por tanto: controlar. En cada país
con petróleo o agua dulce aparece sugestivamente una célula de Al Qaeda que, por
supuesto, justifica todo. ¿Se estará repitiendo la misma historia con esto de
las maras? ¿Por qué el gran "problema nacional" de los sufridos países de
Centroamérica son las maras y no la pobreza y exclusión que las producen?
<HR>
<BR></FONT></DIV></BODY></HTML>