<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6002.18255" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>15 de junio 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Uruguay<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>El mito de las
políticas de Estado</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Andrés Núñez
Leites</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://elvichadero.blogspot.com"><STRONG>http://elvichadero.blogspot.com</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial
size=2><STRONG>Rebelión</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.rebelion.org/"><STRONG>http://www.rebelion.org/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><BR><BR><BR>Es heredero del discurso
de la "Santa Alianza" con que las oligarquías europeas del siglo XIX y XX
buscaban aplacar los movimientos obreros revolucionarios, minar su
internacionalismo y alinearlos detrás de la bandera nacional en las guerras
imperialistas contra otros estados. Fue utilizado por la derecha local para
implantar reformas neoliberales y ahora es el caballo de batalla del presidente
Mujica y su gobierno progresista neoliberal: hablamos del mito de las "políticas
de estado", cuya función sigue siendo construir una relación hegemónica de las
clases propietarias de los medios de producción sobre las clases trabajadoras y
los desempleados, inculcarles sus valores productivistas, desmovilizarlos
políticamente y hacerlos trabajar para su
enriquecimiento.<BR><BR><STRONG>Programa narrativo<BR></STRONG><BR>El programa
narrativo de ese mito tiene como destinatario a la "nación", entendida ésta en
su diversidad de clases; es decir, se trata de un programa conservador. El
objeto entregado a esa nación es la prosperidad en el más amplio sentido:
económico y cultural, por lo menos. El proceso por el cual el partido sujeto
"del cambio" -y ya no las clases trabajadoras- busca hacerse del objeto
(denominado en diversas ocasiones como: “desarrollo”, “Uruguay productivo”,
“país de primera”, “sociedad inclusiva”) es la negociación en el marco de la
democracia parlamentaria. El sujeto "del cambio", por otra parte, se presenta en
el discurso como cada vez más abarcativo, lo que se sintetiza en el lema
oficialista "para todos y con todos". La "nación" es a la vez destinatario y
destinador, y de ese modo se refuerza y legitima el mito de la representación de
intereses en la democracia capitalista: la nación encarga a sus políticos
realizar políticas universalmente venturosas, y estos cumplen con esa misión,
devolviéndoles el progreso, la prosperidad universal, “para todos”. Se cierra el
círculo de la democracia representativa.<BR><BR><STRONG>Ficciones
matemáticas</STRONG><BR><BR>Los gobiernos de izquierda intentan demostrar esta
discreta utopía con cifras. Recurren a la legitimidad científica -cuyos aparatos
estadísticos han sido duramente criticados sobre todo en su pretensión de Verdad
desde el análisis epistemológico, pero a nivel de la población general, son
muertos que gozan de excelente salud y prestigio- para demostrar la superación
de la "emergencia social" -como se dio en llamar al hambre generalizada y la
miseria en varios estratos de los desempleados crónicos-, el avance en la
cobertura de los sistemas de salud, la disminución de deserciones y repeticiones
en el sistema educativo. Por supuesto que dentro de su misma lógica son avances
prendidos con alfileres: la desnutrición infantil permanece clavada en el 14% de
los niños nacidos en hospitales públicos (según informes de la FAO/ONU
cuestionados por el gobierno, obviamente), el sistema médico mutual está
masificado y se ha deteriorado la atención primaria -a la vez que se enriquecen
las juntas directivas de las grandes mutualistas ya que su “universalización” se
basó en un impuesto directo a los trabajadores-, el sistema educativo tiene
menos deserciones porque se chantajea a las familias pobres con la
neoconservadora idea de la "ayuda social a cambio de" que sus hijos vayan al
liceo, a la vez que se presiona desvergonzadamente a los docentes de primaria y
secundaria para que promuevan a los estudiantes más allá de su nivel de
aprendizaje y de sus inasistencias. Por otro lado intentan mostrar -y esto sí es
más fehaciente- la prosperidad de los ricos, más directamente percibible en el
incremento impetuoso del PIB, el aumento de las inversiones capitalistas
nacionales y trasnacionales, el cumplimiento cabal -y siniestro- del pago de la
deuda pública -que contrariamente a lo que se cree, es en buena parte destinada
a pagar intereses de títulos tenidos por uruguayos ricos, entre ellos muchos
diputados y senadores-. Algunas cifras se ocultan o se muestran tímidamente, y
sobre todo no se difunden de modo "pedagógico" para que las comprenda toda la
población más allá de su nivel educativo: el crecimiento de la deuda pública
para sostener el tipo de cambio atrasado que favorece a los importadores, a los
especuladores financieros y empresas trasnacionales, la primarización de la
producción, y sobre todo el aumento de la concentración de la riqueza en el
estrato más alto, lo que nos coloca en una situación similar a la época de la
dictadura militar cuya función fue, precisamente, enriquecer a los más ricos y
someter a los más pobres. ¡Vaya! Tampoco se pregonan los indicadores no
económicos o no se los liga con el desarrollo del modo de producción -aunque
fuertemente ligados al carácter inestable y precario del empleo, al sentido
excluyente de la economía, a los bajos ingresos y las malas expectativas de
futuro-: accidentes de tránsito, deterioro de la salud mental de la población,
suicidios y emigración.<BR><BR><STRONG>Explotación y contención de los
explotados</STRONG><BR><BR>En definitiva, más allá del discurso, el resultado
real de la implementación de las "políticas de estado" favorece a unas clases y
perjudica a otras. Una clave está en ver la concentración del ingreso en las
clases altas, las verdaderas favorecidas por las prácticas gubernamentales del
Frente Amplio. Ocurre que, en el funcionamiento del sistema capitalista, la
riqueza se produce sobre la base de la explotación de los trabajadores, esto es,
de los componentes de la producción: capital, trabajo y materia prima, el
trabajo, en la relación salarial, recibe un salario cuyo valor es siempre menor
que la riqueza que produce el esfuerzo del trabajador, a la vez que se infla el
valor del capital (tanto de modo simbólico en los discursos gubernamentales,
empresariales y de los medios de difusión masiva, como de modo "real" en
términos de rentabilidad). La diferencia entre el valor que el trabajador
produce y el valor del salario que recibe a cambio, es apropiada por el
empresario y por el estado y constituye la base de sus ganancias, conociéndose
más allá y más acá de la teoría marxista como "plusvalía". A fines del siglo XIX
se pensaba que la tendencia del valor del salario era siempre el mínimo
indispensable para que el trabajador reprodujera su fuerza de trabajo, algo que
era observable en la pauperización obrera: los trabajadores vivían en
asentamientos precarios y literalmente apenas mal ganaban para comer, trabajaban
también sus hijos y no tenían "leyes sociales" que protegieran su condición.
Esta injusticia tan acentuada, en una época en la que el texto de la cultura
admitía la posibilidad de metarrelatos heroicos y la posibilidad sobre todo de
transformar la sociedad a voluntad de los actores sociales para construir un
orden social más justo, dio lugar a periódicas huelgas generales, rebeliones y
revoluciones, algunas de las cuales lograron con éxito instaurar regímenes
socialistas más o menos autoritarios pero que en definitiva expropiaron los
medios de producción a sus hasta entonces dueños capitalistas. En una notable
operación de autorregulación, el sistema capitalista dio lugar al "capitalismo
humano" a lo largo del siglo XX, en versiones que van desde la socialdemocracia
hasta el neoliberalismo de "tercera vía" como el que se desarrolla actualmente
en Uruguay. El primero promovía políticas sociales universalistas de acceso a la
educación, la salud, la vivienda, leyes para la dignificación del trabajo y una
distribución del ingreso progresiva -es decir, disminuía la porción de plusvalía
que se apropiaban los capitalistas-, mientras que el segundo asume más
claramente las políticas sociales como políticas de seguridad, favorece la
sobreexplotación de los trabajadores pero establece algunos mecanismos de
"integración social" (canastas de alimentos, "salario social", trabajos
temporales subsidiados por el estado vía organizaciones no gubernamentales) para
los sectores pauperizados que ni siquiera son explotados en una relación
salarial, los desempleados crónicos, los más pobres de los asentamientos
precarios y cantegriles. Los gobiernos de tercera vía logran la estabilidad
principalmente cuando son ejercidos por partidos de izquierda, porque su control
político de la burocracia sindical, el despliegue de su militancia en los
movimientos sociales de base, y su discurso ambivalente (desarrollo del
capitalismo + bienestar de los trabajadores) logra inmovilizar a la sociedad,
disfrazando políticas de explotación de trabajadores y enajenación de recursos
como políticas redistributivas. En realidad, ni siquiera los gobiernos realmente
socialdemócratas tienen mucha posibilidad de redistribución de la riqueza, en la
medida que no alteran el mecanismo básico de la producción de valor, la relación
salarial empresario/trabajador en medios de producción privados, que está
signado por la explotación y la consiguiente distribución desigual de la
riqueza. Lo que hacen los gobiernos socialdemócratas es atenuar la explotación y
los de la tercera vía atenuar el daño y la visibilidad de sus efectos sociales.
Ninguno de ellos se sostiene demasiado en el tiempo, ya que requieren períodos
de crecimiento del producto interno bruto (PIB) sostenidos en situaciones de
alta demanda internacional de productos nacionales. Cuando esta situación
cambia, caen las políticas públicas de contención de la pobreza, ascienden
gobiernos neoliberales de derecha y se intensifica la conflictividad social. En
ese nuevo escenario volvemos a ver a los partidos de izquierda destronados
vestirse con ropajes pseudo-revolucionarios, por puro oportunismo político, es
decir, para ocupar una posición ventajosa de cara a las próximas
elecciones.<BR><BR><STRONG>Las políticas de estado del gobierno de
Mujica</STRONG><BR><BR>Si vemos el discurso de asunción del actual presidente
uruguayo(1), encontraremos en estado de pureza al discurso de las "políticas de
estado". Las justificaciones vienen desde el discurso económico productivista o
desarrollista: es necesario hacer crecer las ganancias para poder distribuirlas
-lo cual implica negar el procedimiento de producción de la pobreza, que radica
precisamente en la relación salarial en el seno del modo de producción-. Pero
también desde un discurso historicista referido a la "unidad nacional" de todas
las clases sociales en aras del desarrollo del país. Es que el desarrollo
económico es visto, de modo implícito, como simple crecimiento de las ganancias
capitalistas, por más que se diga una y otra vez lo contrario. Porque el aumento
del PIB no podría mostrarse alegremente como una cifra positiva si no va a
compañado de una desconcentración de la riqueza y una proliferación de
emprendimientos productivos no salariales, autogestionados, cooperativos.
Incluso se promueve ya no un discurso de enfrentamiento contra otro estado (lo
cual sí se usó en el gobierno de Vázquez para suscitar apoyo irracional a su
gestión en favor de los intereses de empresas trasnacionales como BOTNIA) pero
sí la construcción de un relato cuasi-apocalíptico -que escuchamos en realidad
por lo menos desde el primer gobierno de Sanguinetti y sus célebres frases
referidas al ingreso del Uruguay en la modernidad- por el cual el mundo se está
reconfigurando rápidamente, la competencia es atroz y si quedamos fuera, nos
caemos juntos todos, y ahí sí, no habrá patria para nadie.<BR><BR>Educación,
energía, medio ambiente y seguridad ciudadana son las áreas señaladas en el
discurso de asunción de Mujica como pasibles de “políticas de
estado”.<BR><BR><STRONG>Educar para el mercado</STRONG><BR><BR>Todos los actores
políticos coinciden en inflar el valor del sistema educativo para superar la
pobreza. Se trata claramente de una falsedad desde el punto de vista
sociológico. Lo pudo comprobar el gobierno anterior aumentando el presupuesto de
la enseñanza pública: no por ello disminuye la cantidad de pobres. Pero aún si
se hacen las inversiones que esperamos los docentes -infraestructura, salarios,
materiales didácticos, cursos de actualización- o peor si se reparten más
computadoras de baja calidad y otros espejitos de colores, la cantidad de pobres
no disminuirá más que mínimamente. La educación como vía para el ascenso social
es una idea falsa, una relación de discurso idealista que supone que la posición
social de una persona está determinada exclusivamente por su nivel de educación
formal. Para el "ascenso social" además de educación formal se requiere capital
social: vínculos ventajosos. El 75% de los trabajos calificados se consiguen por
esos vínculos, en virtud de ese capital social, y no por concurso abierto,
porque las instituciones y empresas valoran la fidelidad que facilitan esos
vínculos, y la confianza que inspiran quienes vienen recomendados por personas
fiables. Pero en realidad ni siquiera se llega a esa situación, porque los niños
mal nutridos, con padres que ganan menos de la tercera parte de la canasta
básica (como ocurre con tres cuartos de los trabajadores), con familias
inestables y muchas veces viviendo situaciones de violencia familiar, con una
atención a la salud deficiente, no tienen los mismos logros que los niños de
clases medias y altas. Y esto es algo básico en la sociología de la educación.
Recientemente hizo el presidente una oda al Plan Ceibal (promovido por la ONG de
la derecha de EEUU “OLPC”, que aspira a mejorar radicalmente las condiciones de
pobreza en el tercer mundo dándole una computadora portátil a cada escolar) y
decía que ese experimento (no lo es, es una aventura, no tiene variables
controladas ni una sistematización de procedimientos y resultados) tendría
posiblemente resultados notables en términos de la igualdad social, ¡que
resignificaría las relaciones jerárquicas de la sociedad! todo porque ponían en
"igualdad de condiciones" a pobres y ricos.(2) ¿Acceder a una computadora de
baja potencia implica igualdad de condiciones? ¡Cuánto reduccionismo! ¡Y pensar
que el MLN-T fue una guerrilla marxista!<BR><BR>Pero más allá de la no utilidad
de la educación por sí sola (sin acompañarse y acompañar un proceso de
transformaciones sociales revolucionarias) para promover el cambio social y el
"abatimiento de la pobreza": ¿es posible una política educativa como "política
de estado" que realice los intereses de todas las clases sociales y
especialmente de los trabajadores y desempleados? Si bien a nivel de gobierno de
la educación ha habido cierta ampliación de la participación docente con la Ley
de Educación del gobierno de Vázquez, se ha seguido negando la participación de
los estudiantes -y su condición de ciudadanos, por lo tanto- y lo que es
igualmente importante y negativo: se ha avanzado en el sometimiento del sistema
de educación pública a la arbitrariedad política del poder ejecutivo, colocando
en sus órganos rectores a operadores políticos del ejecutivo, operadores por lo
tanto del partido de gobierno. Más allá del nuevo programa para las escuelas
primarias -una obra de ficción pedagógica de imposible aplicación y muy mal
instrumentada, sin prever la transición desde el programa anterior-, pletórico
de citas habermasianas y alusiones a la emancipación de los pueblos, las líneas
de acción reales del sistema educativo público, al menos en primaria, secundaria
y educación técnica ya están trazadas desde los coherentemente neoliberales años
1990s, y el nuevo gobierno de izquierda, como el anterior, no hace otra cosa que
continuar transitando por ellas. En un tránsito desde un modelo moderno
inspirado en la educación pública francesa, tendiente a la formación de
ciudadanos con cultura general (lo cual no es ninguna panacea por su excesivo
enciclopedismo y las consecuencias elitistas de no tener en cuenta la dificultad
de los niños y adolescentes de los hogares pobres para tener éxito en este tipo
de propuesta que requiere un fuerte piso semiótico familiar) y al desarrollo de
su conciencia, hacia un modelo de inspiración norteamericana, orientado al
desarrollo de competencias cognitivas útiles para el mercado laboral, hacia el
procesamiento de información para resolver problemas, la educación pública ha
conocido variantes administrativas y pedagógicas inspiradas en el toyotismo de
la segunda parte del siglo XX: trabajo en equipos, proyectos de centro,
compromiso con los resultados, áreas integradas de conocimiento (epistemológica
y didácticamente fallidas), flexibilidad e individualización de propuestas,
evaluaciones tendencialmente externas basadas en indicadores (atomísticos) de
desarrollo de competencias cognitivas, sobre todo en aspectos procedimentales.
Junto a la infantilización de la educación media, el psicologismo y el
paidocentrismo generalizado, esta propuesta es coherente con lo que proclama el
nuevo presidente en su discurso de asunción: una educación que haga individuos
que sirvan para la producción y la convivencia. Esa es una buena síntesis de la
tendencia en educación.<BR><BR>Ahora: ese sentido del sistema educativo ¿sirve
por igual a todas las clases sociales? En un extremo, pensamos que la única
educación popular posible es la que esté directamente en manos de las clases
trabajadoras y los desempleados, en sus comunidades concretas, decidiendo qué
estudiar, cómo hacerlo y a quiénes delegar esa tarea. Pero en el marco del
sistema capitalista y de la organización estatal, son pensables otras
orientaciones más socializantes. Y si introduzco aquí esta palabra es porque
nunca se educa para "el futuro" ya sea como algo único y dado o como algo
imprevisible, inasible: se educa para "un futuro" deseado. ¿Un país de personas
obedientes, competentes para el trabajo en las empresas, respetuosos de la
normatividad capitalista es lo que conviene a las clases dominadas? Creo que no.
En un escenario moderado, tendría que ser una educación centrada en la
autonomía, en el aprendizaje deseable e inevitable del lenguaje castellano y las
matemáticas, así como las ciencias, pero en el marco de experiencias
cooperativas, autónomas, vinculadas con los problemas de la comunidad concreta
en que se vive y a la vez con una mirada universal. Posiblemente una educación
sin una institucionalidad dictatorial con un único inspector, director y
maestro, cada uno en un escalón encima del otro y bien debajo los niños y
adolescentes, sino escenarios de docencia grupal y gestión democrática y
cogobernada de cada establecimiento y del sistema educativo público en su
totalidad. Y hay lugar para más diseños alternativos al de la educación
neoliberal hegemónica. Entonces se presenta como "política de estado", buena
para todos, "para la sociedad en su conjunto" como gustan decir los políticos,
algo que es una política clasista, que realiza los intereses de las clases
dominantes, produciendo los trabajadores competentes que el capitalismo necesita
en su actual fase de desarrollo.<BR><BR><STRONG>Energía para las
empresas</STRONG><BR><BR>El proyecto de desarrollo de la energía está claramente
articulado con el "país agro-inteligente": el viejo proyecto herrerista redivivo
no ya como una gran estancia pero sí como una gran plantación de monocultivos
industriales en manos de empresas trasnacionales; esto más la provisión de
servicios de infraestructura para la producción regional, y turismo. ¿Esto
realiza los intereses de la "nación? Sólo si por tal se concibe sólo a las
clases más acaudaladas, principalmente grandes importadores, especuladores
financieros y capitalistas trasnacionales. Si se piensa en la mayoría de la
nación, en sus trabajadores y desempleados, en sus clases medias bajas, entonces
el sentido debiera ser muy otro y podría ir desde un "desarrollo hacia adentro"
que busque crear ventajas comparativas en sectores intensivos en manos de obra
(pequeña industria, agricultura orgánica, software) hasta el desarrollo de
pequeñas comunidades urbano-rurales autónomas, a escala humana, autosostenidas,
federadas; y el abanico puede ser mayor. Pero en cualquiera de estas
alternativas, seguramente la producción de energía no pasa por los monocultivos
devastadores del medio ambiente para la producción de biodiesel, por la
megaproducción eólica e hidroeléctrica centralizada, y muchísimo, muchísimo
menos por la producción de energía eléctrica sobre la base de la fisión nuclear,
sino por la generación de sistemas auto-sustentables, interconectables pero no
dependientes, ecológicamente respetuosos de la capacidad de carga de cada
ecosistema. La política energética del gobierno favorece a unas clases y
perjudica a otras -las que constituyen la mayoría absoluta y abrumadora de la
población. En Uruguay como en otros países capitalistas, ha calado el discurso
de la “crisis energética”, orientado a vehiculizar la transferencia de recursos
de la población hacia los sectores capitalistas vinculados a la producción de
energía y al transporte. Y no sólo es ecológicamente dañino continuar aumentando
la cantidad de energía producida a partir de los ecosistemas, sino que la alta
concentración de energía está asociada a la consolidación de una sociedad cada
vez más jerarquizada y elitista. (3) Si queremos caminar con un horizonte
socialista, tenemos que romper con el sentido común de la segunda revolución
industrial y pensar decididamente en el decrecimiento
económico.<BR><BR><STRONG>La farsa del cuidado
medioambiental<BR></STRONG><BR>Una política medioambiental permisiva, que da
lugar a la producción con transgénicos, al uso de glifosato en la forestación de
monocultivos de eucaliptus y pinos, que encubre los graves accidentes
ecológicos, que autoriza la instalación de mega-empresas de celulosa
probadamente contaminantes antes de investigar el estado previo del entorno
natural (las líneas de base de compuestos en el aire, el agua y el suelo que
permiten luego comparar y medir el impacto de la producción) y lo que debiera
ser escandaloso, antes de recibir y aprobar los informes de parte de las
empresas. Una política medioambiental que permite la fumigación con venenos a 50
metros de las escuelas públicas y de los lugares poblados (distancia ridícula
cuando hablamos del esparcimiento de líquido en gotas minúsculas desde una
avioneta a decenas de metros de altura). Uruguay es el paraíso de las empresas
irresponsables frente al medio ambiente y la población: las empresas que en
Argentina encuentran algunas minúsculas trabas para producir soja transgénica en
grandes cantidades, vienen aquí, donde no hay restricciones reales. Cuando
aparecieron miles de peces muertos, este mismo año, en el Río Yí, el estado,
fiel a su política ambiental encubridora de los intereses capitalistas, se apuró
a decir que la muerte ocurrió por causas naturales y no por algún derrame tóxico
-como es más probable-, tomó muestras de peces vivos varios días después, para
probar su hipótesis. ¿Es esa "política de estado" buena para todas las clases
sociales? Por supuesto que no. Es buena para las clases sociales que financian
la campaña del Frente Amplio, el Partido Nacional y el Partido Colorado, los
grandes terratenientes industriales, los dueños de grandes industrias urbanas,
pero en ningún caso es buena para la población, que tiene graves problemas
ambientales en sus comunidades concretas. La ley de medio ambiente, que junto a
la autoridad estatal de medio ambiente fueron creadas por imperativo de los
organismos internacionales de financiación de proyectos industriales -porque no
se permiten ya financiar ese tipo de proyectos en países sin ley ambiental y sin
autoridad encargada de hacerla cumplir- es un fantoche jurídico que pone en
manos de la empresa que quiere instalarse la presentación de un informe de
evaluación previa de impacto ambiental, y es obvio que el resultado siempre es
favorable a la empresa; porque incluso si contrata a terceros, estos no van a
dar informes negativos si quieren seguir en el mercado de las consultorías. La
instancia de participación ciudadana prevista por la ley, para que la población
local apruebe o no el proyecto, suele ser manipulada de diversos modos: mediante
la promesa empresarial y gubernamental de trabajo y progreso económico para las
familias (generalmente en entornos pobres); el estado no es ecuánime y sabe para
quién trabaja y sirve desvergonzadamente a los intereses empresariales
utilizando su capacidad de influencia sobre la población desinformada. En
algunos casos incluso el partido de gobierno moviliza sus "bases" para manipular
tanto las comisiones de vecinos preocupadas por el medio ambiente como las
instancias de participación mencionadas. Hay otras políticas medioambientales
posibles, que incluyan la participación multisectorial, que incluyan a las ONGs
ambientalistas, a los grupos de vecinos, a la universidad, que partan de
principios precautorios (y no alrevés como ahora: contaminan primero y ven
después si toman alguna medida); pero éstas políticas no harían sintonía con el
capitalismo neoliberal, con el proyecto neocolonial que alegremente defienden
nuestros gobiernos del Cono Sur.<BR><BR><STRONG>Seguridad ciudadana: ¿política o
fatalidad?</STRONG><BR><BR>En cuanto a la "seguridad ciudadana" como política de
estado, digamos que esta es más bien un resultado sistémico de la exclusión
capitalista. La dictadura militar 1973-1985 (asumimos que el proceso dictatorial
tiene origen anterior y fin posterior, y tomamos esas fechas de modificaciones
institucionales más claras para ubicar al lector no uruguayo) puede pensarse
como una gran política de seguridad nacional orientada a destruir al enemigo
interno de la implantación capitalista neoliberal. El acoso, amedrentamiento,
tortura, asesinato y desaparición de izquierdistas, militantes sindicales y
barriales, intelectuales independientes y orgánicos de la izquierda, militantes
de la derecha democrática nacionalista, tenía como objetivo quebrar las
resistencias al cambio de modelo de la socialdemocracia vernácula y su sistema
de protecciones a los trabajadores y a la producción nacional vía sustitución de
importaciones y transferencias de recursos desde el agro y la importación hacia
el sector secundario, en favor del modelo neoliberal, primarizador de la
producción, exportador, depreciador del trabajo local. Esto y alinear al país
detrás de EEUU en la guerra fría. Se aplicó un sistema de devastación física y
psíquica de la población para inmovilizarla y someterla. Es curioso que antes de
ser desplazados del poder -con inéditas salvaguardas favorecidas por el Frente
Amplio y el Partido Colorado en el Pacto del Club Naval-, los militares
comenzaron el pregón del temor a los pobres, y de las hordas de los barrios
pobres que habrían de arrasar con las casas y negocios de los ciudadanos "bien
nacidos" como gustaban decir a sus acólitos. El discurso de la seguridad
ciudadana y el discurso neoliberal, el temor a los pobres y la incitación de la
necesidad de combatirlos, y la protección de la libertad del gran empresariado
para apropiarse de los recursos sociales como supuesto camino del desarrollo
económico y el empleo, hacen sistema en la política posdictatorial para asegurar
los privilegios de las clases dominantes. El discurso de la seguridad no es algo
desconectado del resto sino articulador: la educación de tiempo completo se
piensa para contener y socializar a los hijos de los desempleados, para que no
alteren el orden público y no amenacen la propiedad privada; las políticas
sociales, de inspiración neocons son, a su modo políticas de seguridad: pan a
cambio de inscripción en el sistema educativo, en el de salud, ante las
autoridades policiales, enseñanza de habilidades laborales para que no
desarrollen las habilidades del latrocinio. Pero estas políticas compensatorias
no compensan casi nada una fuerza mucho mayor que es la fuerza de la exclusión
impresa por el sistema económico: desempleo, subempleo, empleo muy mal pago, que
provoca hacinamiento en viviendas insalubres en asentamientos precarios,
violencia familiar. Si se genera una población desesperada por pauperización
absoluta y relativa, y por la simultánea incitación al consumo-para-ser-persona
que afecta principalmente a los más jóvenes (como se ve en la composición etárea
de las poblaciones carcelarias), es evidente que el resultado va a ser una alta
delictividad, principalmente en hurtos, y la formación de diversas subculturas
de la delincuencia -que tanto escandalizan a las clases medias que más piensan
en combatirlas que en visualizar y modificar su origen-. </FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Y la consecuencia va a ser, para el
estado, el hacinamiento de humanos en cárceles espantosas, la vergüenza
internacional por ser comparadas con las peores del mundo, la violación
sistemática y persistente de los derechos humanos de los presos y de sus
familias. Luego las políticas de reducción de la población carcelaria,
respetables y apoyables sin dudas (sobre todo las que tienden más bien a
encontrar soluciones favorables a la reparación del daño a las víctimas o a
darle otra oportunidad a los delincuentes primarios), serán radicalmente
insuficientes. Entonces habrá que construir más cárceles, estatales o privadas,
para de paso en este último caso sacar ganancias del trabajo esclavo. Las
"políticas de estado" progresistas en materia de seguridad, buscan disminuir la
presión demográfica en las cárceles, ser más solícitos en la atención de las
víctimas, generar proyectos educativos para los presos para que eviten
reincidir, pero también tienen su mano derecha: reprimir con violencia el cuerpo
social cuando se manifiesta como multitud desafiante del orden estatal, ya sea
deportiva o política. En épocas del gobierno de izquierda, nada más amenazante
que las multitudes desorganizadas. El caos es la pesadilla de las mentalidades
estalinistas devenidas neoliberales, porque contra una grupo organizado que se
manifiesta de modo planificado y con autoridades internas se puede negociar o
reprimir selectivamente para desarticularlo, pero con una multitud agresiva,
desorganizada que grita "¡Aguante Peñarol!" o "¡ALCA al carajo!, no. En fin, una
"política de estado" en materia de seguridad pública que tiene las manos
izquierda y derecha que describimos suscintamente, favorece a las clases
dominantes y perjudica a las clases dominadas, las desmoviliza y fija en la
pobreza y el sometimiento. Una política de seguridad socializante pasaría por
otros lugares, desarmaría a la policía exceptuando a pequeños grupos para casos
de violencia armada (teniendo como horizonte disolverla), desconcentraría la
función de seguridad, favorecería la justicia compensatoria sin mediación de
encarcelamiento y en cualquier caso sólo sería posible en el marco de una
economía socialista o por lo menos no
neoliberal.<BR><BR><STRONG>Simulacro</STRONG><BR><BR>En síntesis, las "políticas
de estado" no existen como tales. Son un mito conservador. No es posible hacer,
desde el estado, políticas públicas que sean igualmente beneficiosas para todas
las clases sociales, porque quienes las proponen, diseñan y ejecutan pertenecen
-o están ligados profesionalmente o por financiación de sus campañas políticas-
a las clases dominantes. El estado reproduce en su interior la segmentación de
clases (es decir que en su cúspide están los propietarios de los medios de
producción y/o pofesionales con intereses asociados a ellos), así como la
reproducen en su interior los partidos, incluidos los de izquierda. Y algo que
es casi una ley sociológica es que si bien hay excepciones a nivel individual,
en términos generales y colectivos ninguna clase cede sus prerrogativas
voluntariamente. Dentro de este modo de producción basado en la explotación de
los trabajadores se puede a lo sumo, como se hizo durante el batllismo,
implementar políticas más inclusoras de clases sociales en términos de
redistribución de migajas del plusvalor generado por los trabajadores, siempre
que ello contribuya al enriquecimiento de algún sector de la burguesía, por
ejemplo el sector industrial orientado al mercado interno en el caso del
batllismo. Las políticas públicas pueden favorecer a unas clases o a otras, pero
no a todas a la vez, sea como sea que se interpreten sus intereses.<BR><BR>El
lema del Partido Blanco, a comienzos del siglo XX, en la revolución encabezada
por Aparicio Saravia, "Habrá Patria para todos o no habrá Patria para nadie"
tenía un significado ligado a la defensa de la sociabilidad rural tradicional y
la democratización del estado, desde siempre en las manos excluyentes del
Partido Colorado, y asumió a mediados de ese siglo, con la guerrilla del
Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros un significado nacionalista con un
horizonte utópico socialista. Hoy, en manos de uno de sus líderes históricos,
desde el sillón presidencial -ese viejo resabio monárquico de las repúblicas- se
transforma en "Patria para todos y con todos", para legitimar un proyecto
económico y político asentado sobre la explotación del trabajo y el medio
ambiente en beneficio del gran capital. Evocación de una evocación, pero esta
vez como simulacro y encubrimiento. Esto quizás porque, como dice un viejo texto
(4) : "Todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen
dos veces, una vez como tragedia y la otra como
farsa."<BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG><BR><BR>(1) "Lea el discurso de
Mujica en la Asamblea General" en El País <A
href="http://www.elpais.com.uy/100302/pnacio-474229/nacional/lea-el-discurso-de-mujica-en-la-asamblea-general">http://www.elpais.com.uy/100302/pnacio-474229/nacional/lea-el-discurso-de-mujica-en-la-asamblea-general</A>
</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>(2) "Mujica: Plan Ceibal en educación media es una forma de
hacer justicia con los más pobres" en el portal de la presidencia <A
href="http://www.presidencia.gub.uy/sci/noticias/2010/06/2010061011.htm">http://www.presidencia.gub.uy/sci/noticias/2010/06/2010061011.htm</A>
</DIV>
<DIV align=justify>(3) “Energía y equidad”, de Iván Illich, versión electrónica
en <A
href="http://www.ivanillich.org.mx/LiEnergia.htm">http://www.ivanillich.org.mx/LiEnergia.htm</A>
</DIV>
<DIV align=justify>(4) "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", Karl Marx, versión
electrónica en <A
href="http://www.scribd.com/doc/8633040/Marx-El-18-Brumario-de-Luis-Bonaparte">http://www.scribd.com/doc/8633040/Marx-El-18-Brumario-de-Luis-Bonaparte</A>
</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>