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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>6 de julio 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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size=3>Sudáfrica</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>El Mundial de
las desigualdades</FONT></STRONG><BR><BR></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Josep Maria Antentas y Esther
Vivas </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Público, Madrid,
5-7-10</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.publico.es/"><STRONG>http://www.publico.es/</STRONG></A><BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>La celebración del Mundial de fútbol
en Suráfrica ha colocado a este país en el primer plano de la actualidad
política y mediática internacional. Éste es precisamente el objetivo del
Gobierno del presidente Zuma, quien intenta presentar el evento como un punto de
inflexión en la historia surafricana y como una palanca para su desarrollo
económico y social. Incluso, como un símbolo más general del “renacimiento de
África”.<BR><BR>Sin embargo, la realidad muestra que la celebración del Mundial
se inserta en la continuidad de las políticas económicas neoliberales que han
impactado duramente en la población, adoptadas en 1996, dos años después de la
llegada del Congreso Nacional Africano al poder, con un programa de tipo
neo-keynesiano, que sería implementado solo muy parcialmente y rápidamente
abandonado.<BR><BR>Las consecuencias sociales del ajuste neoliberal han sido muy
drásticas. El desempleo se ha disparado de un 16% en 1990 hasta un 40% en la
actualidad (aunque las cifras oficiales hablan del 23%). La tasa de pobreza es
de en torno al 50% y afecta de forma mucho más drástica a la población negra.
Así, el 75% de los niños negros viven en la pobreza por un 5% de los blancos. La
polarización de la renta se ha acentuado, y el coeficiente Gini, que mide la
desigualdad social (siendo 1 el valor de máxima desigualdad), se situó a
comienzos de los años 2000 en un 0,77 %, frente al 0,68% de 1992.<BR><BR>El 10%
de los hogares más ricos del país concentra el 50% de la riqueza, mientras que
el 40% más pobre, sólo el 7%. La privatización de los servicios públicos
impulsada a comienzos de los años 2000, bajo una política considerada “modélica”
en su día por el Banco Mundial, comportó un fuerte aumento del precio de
servicios básicos como el agua o la luz, lo que provocó cortes masivos del
suministro a unos diez millones de familias por no poder pagar las
facturas.<BR><BR>Estos procesos de aumento de las desigualdades han ido
acompañados por el surgir de una pequeña nueva clase media negra y una pequeña
élite empresarial negra, cuyos intereses son diferentes de los de la mayoría de
la población pobre. Por todo ello, la evolución de la sociedad surafricana ha
sido definida por muchos analistas críticos como una transición desde el
apartheid racial al apartheid de clase, en el que los cambios políticos
acontecidos después del fin del régimen racista no han ido acompañados de
cambios sustanciales en el terreno material y de los derechos
sociales.<BR><BR>La Suráfrica que acoge el Mundial es un país dividido y con
fuertes contradicciones sociales, y en el que los beneficios del evento serán
para una pequeña minoría, empezando por las grandes firmas del sector de la
construcción. En cierta forma, como señala el reputado comentarista deportivo
Dave Zirin, el Mundial ha sido una especie de “Caballo de Troya neoliberal, que
ha permitido una serie de políticas que no habrían sido aceptadas por parte de
la sociedad surafricana en caso de no haber tenido el honor de albergar el
Mundial”.<BR><BR>La crítica más extendida al Gobierno es su enorme gasto, un
total de 9.500 millones de dólares, financiados esencialmente a través del
endeudamiento público en la construcción de grandes instalaciones deportivas
cuya utilidad posterior al Mundial está muy poco clara, y en infraestructuras de
transporte de lujo. Entre ellas, el tren de alta velocidad Gutrail, destinado a
la élite de los negocios y a los sectores acomodados.<BR><BR>El desvío de las
inversiones públicas a proyectos faraónicos y de poca utilidad social, u
orientados a una minoría, contrasta con la incapacidad del Gobierno de
satisfacer algunas necesidades sociales básicas, como construir una red de
transporte público eficiente o solucionar el gravísimo problema de la vivienda.
En Suráfrica, miles de personas viven en chabolas y la burbuja inmobiliaria de
los años recientes de crecimiento económico y boom especulativo ha hecho
aumentar el precio de la vivienda en un 400%.<BR><BR>Así, se calcula que el
gasto para el Mundial equivale a todo lo invertido entre 2000 y 2010 en vivienda
pública. En palabras del Foro Contra la Privatización de Johannesburgo, “el
Gobierno ha conseguido, en muy poco tiempo, construir infraestructuras de
primera división de las que la mayoría de surafricanos no va a beneficiarse ni
poder disfrutar”. También hay perjudicados directos por el evento como los
vendedores ambulantes, expulsados de las proximidades de las grandes
instalaciones deportivas, o los pescadores en zonas como Durban, que han visto
restringidas sus áreas de pesca habituales.<BR><BR>El impacto de las políticas
neoliberales provocó la emergencia desde finales de los años noventa de
crecientes resistencias sociales, en contra de la privatización y los recortes
sociales, convirtiendo a Suráfrica de nuevo en una referencia para la protesta
social en el continente africano. Unas luchas sociales que entroncan, en otro
contexto histórico, con el movimiento contra el apartheid y su espíritu de
liberación social. Muchos de estos movimientos, como el Abahlali baseMjondolo,
que agrupa a los habitantes de las chabolas de las grandes urbes, intentan estos
días, a pesar de la restricción oficial a cualquier tipo de manifestación hasta
el 15 de julio, hacerse visibles y explicar al mundo su historia de exclusión y
marginación.<BR><BR>“Cuando los elefantes están de fiesta, la hierba sufre”,
reza un viejo proverbio africano. Es una buena forma de tener presente esta otra
Suráfrica que no debemos olvidar.<BR><BR><BR>*Josep Maria Antentas y Esther
Vivas son autores de Resistencias Globales. De Seattle a la crisis de Wall
Street (Ed. Popular, 2009). </DIV>
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