<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6002.18278" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>19 de agosto 2010</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Memoria</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>A 70 años del asesinato de
Trotsky<BR><BR></FONT></STRONG><STRONG>Victor Serge, seudónimo de Víctor
Lvonitch Kibalchith (1890-1947), fue un militante y escritor revolucionario.
Compañero y amigo de Trotsky en tiempos de la revolución bolchevique como
en los años de persecución y exilio. En este artículo publicado en la revista
mexicana Mundo (Socialismo y Libertad), octubre 1944, y reproducido por la
Fundación Andreu Nin (<A
href="http://www.fundanin.org/"><STRONG>http://www.fundanin.org/</STRONG></A><FONT
size=3><FONT size=2>) Serge ofrece un retrato crítico, riguroso, a la vez que
amistoso, del que llamó “el último
gigante".</FONT><BR><BR></FONT></STRONG><STRONG><FONT size=3>La vida y la muerte
de León Trotski</FONT></STRONG><BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Víctor Serge</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.fundanin.org/"><STRONG></STRONG></A> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>El año 1917, cuarto de la primera guerra mundial, comenzó
bajo sombríos auspicios. La Europa continental ardía en un gran incendio. Se
luchaba en la Turquía asiática, en Palestina y en África. Parecía como si las
dos coaliciones rivales se hallaran empeñadas en una lucha de exterminio que no
dejara a los pueblos esperanza alguna de salvación. Un día los vencidos tendrían
que ser tratados sin piedad, mientras los vencedores se hallarían terriblemente
agotados. Nosotros hemos conocido aquellos tiempos de amargura para los
combatientes, de miseria para las poblaciones de retaguardia y de la debilidad
irrisoria de un grupo de socialistas fieles al internacionalismo. De pronto, en
el mes de marzo de 1917, el despotismo de los zares se derrumbaba bajo la
presión de los obreros de Petrogado. El nacimiento de Rusia a la libertad
democrática fue como un rayo de esperanza en aquellos tiempos de pesadilla.
Pero, al propio tiempo, nacieron dos nuevas inquietudes; la defección rusa podía
asegurar la victoria de los imperios centrales y la propia revolución rusa
parecía inclinarse hacia un compromiso con una burguesía débil y reaccionaria,
la cual, inmediatamente, empezó a preparar la dictadura militar y la represión
del movimiento obrero y campesino. Si los imperialismos autárquicos salían
victoriosos sobre los imperialismos democráticos, y si la revolución rusa
desembocaba en un régimen de reacción más fuerte y más moderno que el zarismo,
el porvenir de Europa no sería más que tinieblas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El 7 de noviembre de 1917, un gran acontecimiento echó a
rodar estas sombrías perspectivas. De Petrogado a Kazán, a Kaluga, a Tachkent,
los obreros, los campesinos, los soldados, los intelectuales revolucionarios, se
levantaron y dieron el poder a los Soviets (Consejos de Trabajadores), la tierra
a los campesinos, el control de la producción a los obreros y proponían al mundo
la paz de los pueblos “paz inmediata, sin anexiones ni indemnizaciones”. Por el
momento, la victoria del bolchevismo debilitaba a Rusia en su rango de gran
potencia, a tal extremo que se vio obligada, con gran dolor, a aceptar el
dictado de Brest-Litovsk. Pero, en realidad, al mismo tiempo, daba un golpe de
muerte al imperialismo de las Potencias Centrales, precipitaba la madurez de las
revoluciones populares en Alemania y en Austria-Hungría e incitaba al Presidente
W. Wilson a formular sus memorables condiciones de paz, fundadas sobre el
derecho de las nacionalidades. Por encima de todo, daba nacimiento a una
incontenible esperanza de transformación social. Europa entera empezó a
vislumbrar una nueva justicia social, una nueva fraternidad. Las clases, siempre
vencidas hasta entonces a lo largo de la Historia, se sentían desde aquel
momento capaces de vencer y de encaminar al mundo hacia un destino más elevado.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los acontecimientos de Rusia eran la obra de las masas
campesinas, de las masas obreras, de las masas de soldados y marinos u de una
gran minoría de intelectuales idealistas. Es completamente falso, y la Historia
lo demuestra al primer golpe de vista, decir que los bolcheviques hicieron la
revolución socialista. El mérito del Partido Bolchevique fue el de
comprender que la revolución se estaba operando y que tenía que salir
victoriosa. Su misión consistió en proporcionar un sistema nervioso a aquel
movimiento de masas, darle aparatos de coordinación y de dirección inteligente,
cuadros de hombres cultos y libres. El mérito de Lenin y de Trotski fue el de
comprender que ninguna solución intermedia entre la dictadura reaccionaria y la
dictadura revolucionaria de los soviets era posible. En aquellos momentos, los
nombres inseparables de Lenin y Trotski iluminaron con una aureola prodigiosa.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Leon Davidovich Bronstein (León Trotski), judío, de
origen burgués, militante socialista desde su adolescencia, tenía en aquel
entonces treinta y ocho años. Regresaba del Canadá, donde había sido internado
en Halifax, después de haber llegado a dicho país expulsado de Francia. En 1905,
fue el presidente del Soviet de San Petersburgo, proclamó la jornada de ocho
horas, la negativa a pagar los impuestos y había puesto en peligro la existencia
misma del Imperio. Fue desterrado a Siberia por segunda vez. Se evadió y se
refugió sucesivamente en Viena, Berlín y París. Era conocido como un marxista
social-demócrata ruso independiente en el seno del Partido, dividido en la
mayoría (bolchevique) revolucionaria y jacobina, y la minoría (menchevique)
moderada y democrática. Desde 1904 hizo oposición a Lenin, quien proclamaba ya
en aquel entonces la dictadura del partido bajo la enseña de la dictadura del
proletariado. Trotski le replicó: “Esto sería inevitablemente la dictadura del
partido sobre el proletariado”. Combatió la centralización autoritaria del
bolchevismo junto a Rosa Luxemburgo. Se presentaba como el teórico de la
“revolución permanente”, o sea, de la revolución internacional, dispuesto a
quemar las etapas de la revolución burguesa sin detenerse en ellas. Desde su
llegada a Petrogrado, en mayo-junio de 1917, se unió al Partido Bolchevique, el
cual había entrado vigorosamente por el camino de la "revolución permanente”,
gracias a la autoridad intelectual de Lenin, quien representaba, indudablemente,
las aspiraciones de las masas. Gracias a Lenin y Trotski, el sistema soviético
empezó bajo las formas de una nueva democracia, ampliamente espontánea. Trotski,
después de haber sido uno de los principales organizadores de la insurrección y
de la toma del Poder, pasó a ser el Comisario del Pueblo de Negocios
Extranjeros. Publicó los tratados secretos y más tarde fue el organizador del
Ejército Rojo. Durante los cuatro años de terrible guerra civil, y muy a menudo
en condiciones desesperadas, obtuvo victoria tras victoria, destruyó los
ejércitos reaccionarios del general Yudenith en Estonia, de Denikin en Ukrania,
de Dutov en el Ural, del almirante Koltchak en Siberia y redujo a la impotencia
la intervención extranjera. En ella se revelaron militantes de cualidades
excepcionales: Blucher (en el Ural), fusilado por Stalin; Tukhachevski en el
Volga (fusilado); Yakir, en Ukrania (fusilado); Ivan Smirnov, en el Volga y en
Siberia (fusilado); Egorov, en Tsarytan (fusilado); Smilga, Mratchkavski,
Muralov (fusilados) y muchos otros, casi todos fusilados, también fusilados. No
sobreviven, de aquella epopeya, más que Vorochílov, Budienny y Stalin. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La intervención extranjera, la guerra civil, el bloqueo y
el hambre mataron a la joven democracia soviética y dieron nacimiento a la
dictadura burocrática del Partido. En 1921, la insurrección de Cronstadt reveló
el conflicto entre el pueblo revolucionario y la dictadura. Cronstadt reclamaba
la vuelta a los soviets elegidos libremente. Contrariamente a la leyenda
establecida, Trotski, entonces Presidente del Consejo Revolucionaria de la
Guerra, no tomó parte alguna en aquella abominable represión, de la cual, más
tarde, aceptó su parte de responsabilidad política. Fue el primero en preconizar
la Nueva Política Económica, a fin de dar satisfacción a los campesinos,
librándolos de las requisas. De haber sido escuchado, a buen seguro que la
revolución de Cronstadt no hubiera tenido lugar. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Es evidente que Trotski en el Poder tiene su parte de
responsabilidad en los errores gravísimos que se cometieron junto con Lenin y
los dirigentes del Partido bolchevique. Es cierto que estos grandes
revolucionarios ejercieron el Poder en condiciones particularmente graves. Es
cierto, también, que su psicología de doctrinarios marxistas, convencidos de
tener la verdad integral y salvadora, les hizo terriblemente intolerantes y les
hizo desconocer la importancia vital de la libertad y de la democracia. Todos
los movimientos socialistas (y libertarios}, a excepción del bolchevique, aún
cuando han sido demasiado débiles para poner en peligro el nuevo régimen, han
sido ahogados con el estado de sitio. Los socialistas revolucionarios de
izquierda, que tomaron las armas en contra de Lenin y Trotski se hallan en las
cárceles desde 1918 (aún los hay en la actualidad}; los social-demócratas
mencheviques, que se hicieron los defensores de la democracia obrera, fueron
duramente perseguidos; los anarquistas fueron puestos fuera de la ley, por más
que, con Makhno, jugaron tan gran papel en la liberación de la Ukrania
ocupada por los blancos y que en un tratado fraternal se les prometiera
solemnemente la legalidad. Lenin y Trotski al fundar la Tcheka, crearon una
verdadera inquisición. Al estatizar los sindicatos y las cooperativas,
desarmaron a las masas y abrieron el camino al totalitarismo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero, lo que nadie puede negarles es el haber obrado de
buena fé. Ya en 1923 dieron cuenta del peligro burocrático, en realidad
totalitario, y resolvieron combatirlo juntos. Trotski reclamó en el "Nuevo
Curso": democracia en el interior del Partido, llamamiento a las juventudes. Fue
vencido por los funcionarios en los momentos en que Lenin moría a causa de un
agotamiento cerebral. Desde entonces, Trotski, a despecho de muchas faltas de
orden secundario, se convirtió en la intransigente y formidable encarnación de
un movimiento de izquierda, el cual, en el seno del Partido, luchó hasta la
muerte para devolver la democracia al seno del Partido y a los sindicatos, por
el principio del internacionalismo militante, por una industrialización
inteligente y humana, contra la dictadura de los secretarios y el pensamiento
dirigido por los pedantes, contra la estúpida doctrina del "socialismo en un
solo país" y la colaboración con el nazismo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La tendencia totalitaria obtuvo su triunfo en 1929.
Empezó con el encarcelamiento de 8.000 opositores y continuó con la persecución
hasta el exterminio físico de toda la generación revolucionaria de 1917-1924.
Trotski fue detenido en Moscú y trasladado por la fuerza a Alma-Ata, en la
frontera del Turkestán chino; expulsado de Rusia a la fuerza y enviado a
Turquía, exilado en Francia, en Noruega, en México, nunca dejó de ser un
combatiente sobre el único terreno que podía serlo, el de las ideas, mientras
que sus camaradas en Rusia, caían uno tras otro en las cárceles. Este
combate lo ha continuado siempre junto con una obra científica de primer orden,
que pasa a ser patrimonio de la cultura socialista ("Mi Vida", "Historia de la
Revolución Rusa", "La Revolución Traicionada"). Uno de sus hijos fue fusilado,
una de sus hijas murió en la miseria, otra se suicidó; en París, una muerte
sospechosa se le llevó el mayor, León Sedov, su colaborador. Todas estas
desgracias le llenaron de dolor y le agotaron y, a pesar de este estado y del
peligro de ser asesinado, continuó su lucha, sin desfallecimientos, con una
inteligencia siempre aguda y despierta y con una absoluta probidad. En 1936 tuvo
lugar en Moscú el proceso de impostura, que inició la exterminación completa y
sangrienta de la generación revolucionaria, incluso de aquellas tendencias que
se opusieron por mucho tiempo a la de Trotski (Zinoviev-Kamenev-Bujarin-Rikov).
El verdugo es quién hizo su ley. Se trataba de imputar la responsabilidad de la
miseria terrible que padecía el pueblo ruso bajo el totalitarismo y del desastre
económico de la industrialización despótica, a los viejos militantes marxistas
quienes un día hubieran podido formar los equipos de recambio para sustituir al
Gobierno, que además eran populares y, al mismo tiempo, al Exiliado que
representaba la conciencia viva de la Revolución de Noviembre de 1917. La
calumnia, la mentira, el delirio d asesinato, lo desbordaron todo. El nombre de
Trotski fue suprimido de los tratados de historia de la Unión Soviética. Sólo
una chispa de luz surgió en aquellos días de tiniebla. Una Comisión de
intelectuales internacionales, presididos en Nueva York y en México por el gran
filósofo norteamericano John Dewey, estudió por mucho tiempo aquella hojarasca
criminal y proclamó la completa inocencia, la grandeza irreprochable de Trotski:
¡Not Guilty! </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, ciertos errores lo aislaron y disminuyeron
la importancia inmediata de su obra. Su fidelidad al viejo partido lo inmovilizó
muy a menudo. A pesar de los crímenes, a pesar de su propia muerte que se acercó
de día en día, se negó a reconocer que la URSS hubiera dejado de ser un “Estado
Obrero Socialista” y que en ella se hubiera establecido un nuevo sistema de
totalitarismo. Creyó poder llevar sobre sus solas espaldas el peso de una nueva
Internacional, la Cuarta, continuadora de la Tercera. Voluntarioso y utopista,
se separó del conjunto del movimiento socialista. Se empeñó en hacerse el
mantenedor de un bolchevismo de épocas pasadas y que en la actualidad ya nadie
puede comprender. Se mostró intransigente con revolucionarios que le querían y
comprendían, pero que no querían seguirle por esos caminos. Intervino en las
disensiones y en las escisiones de minúsculos partidos que no forman más que
sectas fieles a fórmulas muertas. Nosotros nos explicamos muy bien, desde un
punto de vista psicológico, su tensión interior y el drama de su soledad. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En la URSS decretaban en contra de él pena de muerte
sobre pena de muerte. El 20 de mayo de 1940, en los tiempos del pacto
Hitler-Stalin, del cual se mostró siempre contrario, el pintor comunista
Alfaro Siqueiros y el “judío francés” -probablemente el agente del Comintern y
de la GPU en el asunto- asaltaron la residencia de Trotski en Coyoacán, le
hicieron tres disparos de pistola ametralladora en su habitación, dejaron una
bomba incendiaria en la casa y escaparon, llevándose prisionero a su colaborador
americano Sheldon Harte, cuyo cadáver fue encontrado días más tarde en una casa
del Desierto de los Leones alquilada por los hermanos Arenal. Trotski salvó su
vida de milagro, pero dijo a los periodistas que “no tardaría en producirse otro
atentado en contra suya”. Sabía que había sido dada la orden de acabar con su
vida y que los asesinos disponían de medios ilimitados. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El 20 de agosto de 1940, a las siete de la mañana,
recibió algunos instantes en su despacho, al “camarada”
Jackson-Monard-Vendendreschd que lo mató de un golpe de piolet en el cráneo. La
identidad del asesino no ha sido establecida aún, pero se sabe que viajaba con
el pasaporte de un combatiente de las Brigadas Internacionales muerto en España.
[Posteriormente se le identificó como Ramón del Río Mercader, español, miembro
de las juventudes del PSUC]. El veredicto de la justicia mexicana ha establecido
que se trataba de un instrumento pagado por una organización potente. El mismo
ha proclamado su admiración por Stalin... </DIV>
<DIV align=justify><BR>Así terminó el duelo entre el viejo revolucionario y el
totalitarismo. El proceso queda abierto ante la Historia. En realidad no ha
hecho más que empezar.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>