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<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa</FONT>
<BR><U>22 de agosto 2010<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante -
Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT color=#0000ff
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Especial/Venezuela</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Durante cinco días seguidos CNN en español (<A
href="http://edition.cnn.com/espanol/">http://edition.cnn.com/espanol/</A>)
</STRONG><STRONG>se despachó contra la "revolución bolivariana". Hizo una amplia
difusión del documental "Los guardianes de Chávez", producido por un equipo de
canal Cuatro de España (</STRONG><A
href="http://www.cuatro.com/"><STRONG>http://www.cuatro.com/</STRONG></A><STRONG>) propiedad
del poderoso grupo económico Prisa</STRONG>. <STRONG>Bajo la fachada de
"periodismo objetivo", la cadena norteamericana realizó una construcción
política de neto corte antichavista. Junto al "reportaje independiente"
desfilaron una serie de panelistas de derecha: opositores al gobierno de Chávez
y conocidos ultra-reacionarios de Estados Unidos. También participaron
algunos defensores del chavismo que, justo es remarcarlo, no hicieron un
digno papel, en particular el director de Telesur (<A
href="http://www.telesurtv.net/">http://www.telesurtv.net/</A>), Andrés Izarra,
cuya aparición fue sencillamente deplorable. Mejor dicho, patética. El
título del programa resumía el objetivo: "la violencia en Venezuela". Desde los
supuestos campamentos de las FARC y el ELN en la frontera con Colombia, al
armamento de las "milicias bolivarianas", es decir, a la organización de la
autodefensa popular. Pero, sobre todo, la mira estaba puesta en la inseguridad
en los barrios pobres de Caracas. El gobierno acusó el golpe, tanto que ha
prohibído la difusión en la prensa de "malas noticias" respecto a la
criminalidad y la delincuencia. Tiene su explicación: es sabido que CNN y las
empresas mediáticas privadas superan, muy ampliamente, la
audiencia de Telesur y demás medios oficialistas. Para explicar la
"creciente violencia" hay que entender los enormes contrastes de un proceso
socio-político vital como el que tiene lugar en Venezuela. Es lo que hace
el artículo que a continuación publicamos. Su autor, el veterano periodista
francés Maurice Lemoine, es un conocedor de primera mano de la realidad que
analiza. Sus opiniones criticas tienen un valor agregado: es un amigo
entusiasta de la "revolución bolivariana" y del presidente
Chávez. (Redacción de Correspondencia de
Prensa) </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR><STRONG><FONT size=3>Menos pobreza y… una inseguridad
galopante <BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>¿Arde Caracas?</FONT></STRONG> </DIV>
<DIV><FONT size=3></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>A pesar de llevar adelante una política activa de
justicia social, Venezuela sigue exhibiendo una de las tasas de homicidios más
altas del mundo. ¿Cómo se explica esta violencia persistente, que el gobierno de
Hugo Chávez ha desatendido durante mucho tiempo? La oposición, tanto en el
interior como en el exterior del país, no se priva de instrumentalizarla en
función de sus objetivos políticos.</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR><BR><STRONG>Maurice Lemoine<BR>Le Monde Diplomatique Nº
134, Buenos Aires, agosto 2010</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.eldiplo.org/"><STRONG>http://www.eldiplo.org/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Le Monde Diplomatique Nº 94, Bogotá, agosto
2010</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://eldiplo.info/"><STRONG>http://eldiplo.info/</STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Al expresar su hostilidad hacia la Venezuela “bolivariana”,
el diario español El País raramente establece matices. Pero a veces se supera a
sí mismo: “Caracas es una ciudad sangrante. De sus edificios brotan ríos de
sangre, de sus montañas brotan ríos de sangre, de sus casas brotan ríos de
sangre […]” (1).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los habitantes de la capital a cuya consideración
sometemos esta prosa estallan de risa golpeándose la sien con la punta del dedo
índice. No obstante, sobre este tema candente, y en grados diversos, todos
constatan lo mismo: “Tenemos un problema muy serio” (Tulio Jiménez, presidente
de la Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional); “Allá, bajo el
puente, mi esposa fue atacada dos veces en dos años” (un brasileño del
Movimiento de los Sin Tierra (MST) enviado a Venezuela); “Para la gente que vive
en los ‘barrios’, la violencia es parte del pan cotidiano” (un habitante de la
inmensa urbanización de Petare); “¡Se mata incluso a policías que tienen chaleco
antibalas! Entonces nosotros… ¡Dios mío!” (una trabajadora de Ocumare del Tuy,
un suburbio alejado); “En nuestras familias de las comunidades cristianas, casi
todos tienen parientes cercanos asesinados. Cuando celebramos una misa
comunitaria, es muy raro que no surja el tema: esta semana han matado ¡ya no sé
bien a quién!...” (el padre Didier Heyraud, sacerdote en Petare).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es cierto que con una tasa de 48 homicidios cada 100.000
habitantes en 2008, Venezuela está casi a la cabeza del ranking del espanto. En
Caracas, esa tasa es más elevada aún. Se contaron 1.976 homicidios entre enero y
septiembre de 2009, en una ciudad de 4,8 millones de habitantes (2)</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para la oposición, el responsable tiene nombre: “Chávez”.
Las postas mediáticas machacan: “Bajo la revolución bolivariana del presidente
Hugo Chávez, la capital de Venezuela se ha elevado al rango de las ciudades más
violentas del mundo” (3). Miguel Ángel Pérez, vicepresidente del Instituto de
Estudios Avanzados (IDEA), hace manifiesta su irritación: “Nos quieren hacer
creer que la inseguridad es una creación del chavismo… Lo que supone olvidar que
el final de los años 1980 y el comienzo de la década de 1990 fueron terribles:
¡no se podía salir a la calle!”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De hecho, en diciembre de 1996, dos años antes de la
llegada de Chávez al poder, una revista especializada escribía: “Con un promedio
de ochenta muertos por balas cada fin de semana, con ataques cotidianos en los
transportes públicos, con un desarrollo exponencial de la pobreza y, finalmente,
con una crisis económica que carcome al país desde hace más de quince años –la
inflación es de más del 1.000% anual–, Caracas se ha convertido desde hace
algunos años en una de las ciudades más peligrosas del mundo, tal vez incluso en
la más peligrosa” (4). Muy pocos parecen recordarlo. En la lucha política, el
olvido es un arma de una eficacia temible.<BR><BR>“Estamos en un año electoral
–señala Pérez– (5). En estos años, la curva de lo que se llama inseguridad se
dispara, amplificada hasta el infinito por los medios, porque es el caballito de
batalla de la oposición”. Hay que ver, cada lunes a la mañana, ante la morgue de
Bello Monte, el ejército de reporteros que se precipita, cámaras y micrófonos en
mano, hacia los parientes de las víctimas del fin de semana, de preferencia
mujeres viejas desconsoladas: “¿Qué siente señora?”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Provenientes de fuentes “extraoficiales”, circulan los
alegatos más fantasiosos: “Hoy la tasa de homicidios [del país] supera
ampliamente a 70 cada 100.000 habitantes”, miente el diario El Universal
(3-6-10). Los venezolanos leen y sienten que su pulso se acelera; sobre todo,
cuando viven en barrios adinerados, como Altamira, Palo Grande, La Castellana.
Pero el poder tiene su cuota de responsabilidad: las oficinas de prensa de las
comisarías del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas
(CICPC) fueron suprimidas, y no existe ninguna base de datos, a nivel nacional,
que centralice las cifras con criterios comunes. Cada uno puede inventar el
“balance récord” que le conviene, sin correr el riesgo de ser desmentido. Y sin
nunca analizar las causas del fenómeno; sólo los efectos.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Territorios de exclusión</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Comienzos del siglo XX: el oro negro brota del suelo
venezolano. Los campesinos desheredados de los Andes y de los Llanos –sabanas
que se extienden hasta el infinito– se precipitan hacia las ciudades: Maracay,
Valencia, Maracaibo, Caracas. Allí hay trabajo, salarios, pueden recogerse
algunas migajas del “milagro petrolero”. “Invadidas”, las colinas y montañas que
rodean a la capital se ven rápidamente pobladas. De cualquier manera, a fuerza
de ladrillos y trueques, van surgiendo construcciones precarias, sin agua ni
electricidad, separadas por pasajes, callejones y abruptas escaleras. Así nacen
los cinturones de miseria y, sobre este territorio de exclusión social, lo que
se llama inseguridad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Nada que no sea un clásico, le cuentan a uno aquí y allá,
evocando el pasado: “Te robo un par de zapatos, un reloj, una cadena de oro, por
necesidad, para sobrevivir, para tener dinero, para poder comer. Un tipo de
violencia muy diferente de la que conocemos hoy en día”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 25 de mayo se vivió un drama común y corriente en
Petare: un joven fue masacrado a cuchillazos y rematado a balazos, cuando
trataba de defender a uno de sus amigos que estaba peleándose. ¿Por qué? Bueno…
los conflictos entre delincuentes se originan a veces por pequeñeces. Una simple
bofetada, un insulto, y se declara la guerra. Las balas silban, un cuerpo cae,
digamos el de El Sapo. El Pupilo lo mató. Los amigos de El Sapo lo buscan.
Encuentran a su hermano. “¡Dinos dónde se encuentra El Pupilo!” El hombre
balbucea que no sabe nada. Una ráfaga sanciona su ignorancia, o su sentido de la
solidaridad. Al mismo tiempo, envía al cementerio al pequeño Gabikley, de cuatro
años, que jugaba por allí cerca.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Quiénes mueren, principalmente en los barrios populares?
Los que tienen entre 15 y 25 años, pobres, de piel oscura. Sólo que… “Pasas por
allí por casualidad, te encuentras en medio del tiroteo y ¡zas! ¡Es para ti!”.
La mejor manera de hacerse matar es resistir: una bala en la cabeza por un
teléfono celular, nada menos. Sobre el por qué del fenómeno, cada uno hace su
análisis; los mismos que se escuchan en todas partes. “El padre no está, la
madre tampoco, lo cuida la abuela, pero el muchacho se desvía. ¡Es culpa de los
padres!” Violencia de género, violencia familiar, agresividad reproducida,
hacinamiento (...)</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>De acuerdo, pero no demos más vueltas: “El factor fundamental
es cultural: el venezolano es violento”. ¡De ninguna manera! Lo que ocurre, “es
una pérdida de sentido moral: ya no se roba por necesidad, sino por vicio. Se ha
creado toda una escala de valores en la cual la moto, la muchacha que va en el
asiento trasero, la cantidad de muertos que tienes en tu cuenta, implican
respeto”. Más aun cuando el alcohol corre a raudales y las armas circulan por
todas partes. Se puede decir esto así, pero no olvidemos que “la televisión
influye de manera determinante, con sus películas violentas y las ganas que
genera, a través de la publicidad, de poseer cualquier cosa”. Sobre todo porque
“la pobreza se ha reducido, hay más dinero que antes en manos de la gente y, por
lo tanto más oportunidades para los delincuentes”. Y como “las leyes los
favorecen, y ellos saben cómo usarlas, si los detienen, salen
enseguida”.<BR><BR>Curiosa paradoja: en un país donde, en diez años, la tasa de
pobreza ha venido cayendo del 60% a cerca del 23% de la población, y la
indigencia del 25% al 5%, las cifras de la delincuencia se disparan. ¿No habrá
caído el gobierno bolivariano en el análisis reduccionista que atribuye la
violencia sólo a la miseria? Es posible suponerlo. Porque, yendo a lo urgente,
volcando todas sus fuerzas, y con éxito, en los programas sociales relativos a
la salud, la educación y la alimentación, durante mucho tiempo descuidó la
inseguridad, que se suponía iba a desaparecer como por encanto como consecuencia
de los progresos logrados.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Reformar la policía</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero, ¿qué hace la policía?, preguntamos. Como en casi
toda América Latina, la policía es parte del problema, y no de la solución.
“Nuestro drama –confía Soraya El Aschkar, secretaria ejecutiva del Consejo
General de Policía (CGP)–, es que no tenemos una policía, ¡sino ciento treinta y
cinco!” En este país federal, descentralizado –una herencia del pasado–, cada
gobernador, cada alcalde dispone de su propio cuerpo de seguridad. No existe
ninguna norma común, ni siquiera para la formación, a menudo confiada a ex
militares que, por definición, “dan luz a instituciones más militarizadas que
profesionales”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En Caracas, cinco policías municipales y la Policía
Metropolitana comparten el territorio, sin coordinación, a veces incluso
opuestas por divergencias políticas. En abril de 2002, elementos de tres de
ellas –la Metropolitana, PoliChacao y PoliBaruta–, controladas por alcaldes de
la oposición, participaron activamente en el golpe de Estado contra el
presidente Chávez.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Página entera de publicidad en el diario Últimas Noticias
(25-5-10): el gobernador (chavista) del estado de Anzoátegui hace pública su
“tercera lista” de funcionarios expulsados de PoliAnzoátegui: veinticinco
policías por, entre otras, faltas de servicio (quince), acoso sexual (dos), robo
(cinco) y homicidio (uno). Represiva, desprovista de sensibilidad social, a
veces implicada en la delincuencia y en los diversos tráficos, la policía es
vivida como una plaga por los venezolanos. A punto tal que el ministro del
Interior, Tareck El Aissami, declaró recientemente: “El 20% de los delitos y
crímenes cometidos en el país los hacen policías”. Lo que lleva a El Aschkar a
afirmar: “Con este modelo, desconectado de la sociedad, sin supervisión ni
control interno, la violencia no disminuirá. Sólo la profunda reforma que
estamos emprendiendo permitirá garantizar la seguridad”.<BR><BR>El 13 de mayo
pasado, ya consciente de la gravedad de la situación y lanzado a una carrera
contra reloj, el presidente Chávez inauguró el Centro de Formación Policial
(Cefopol) en la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES)
destinada a la implementación de una Policía Nacional Bolivariana (PNB). Nuevo
enfoque, nuevos métodos, nueva filosofía: una formación técnica, pero también
una sensibilización hacia los derechos humanos y al indispensable vínculo entre
policía y ciudadanos. Mil cincuenta y ocho ex agentes de la Metropolitana, sin
ningún prontuario a cuestas, fueron seleccionados, formados, y están en
actividad en el barrio de Catia; con un balance alentador y una reducción
sustancial de la inseguridad. Otros mil están terminando los cursos. Se hizo un
llamado a los bachilleres para integrar el nuevo cuerpo que, al término de los
tres próximos años, debería alcanzar los treinta y un mil funcionarios. Es mucho
y poco al mismo tiempo, ya que se sabe que el resultado no será forzosamente
inmediato.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Paramilitares y narcotráfico</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Regreso a Ocumare del Tuy. Sentada en una silla de
plástico, Sonia Manrique, miembro del Consejo Comunal, deja caer sus manos entre
las rodillas: “¡Ahora, es a causa de la droga que un joven va a atacarte!”. La
boca de su vecino Andrés Betancur se tuerce de rabia: “Menores, con armas de
este calibre, más grandes que ellos… ¿De dónde vienen esas armas? Hay
organizaciones mafiosas detrás de ellos”.<BR><BR>Un tema delicado… Según un
estudio realizado en 2007, 4.200.000 colombianos viven en Venezuela, habiendo
huido de su país, presentado hoy en día por muchos observadores –sin reírse–
como un modelo de… “seguridad”. En su inmensa mayoría son personas honestas,
decentes, aceptadas y adoptadas (6). Por lo tanto, el corazón del problema puede
abordarse sin ninguna xenofobia: la violencia, en Caracas, ha cambiado de
naturaleza y de grado. Con la complicidad de funcionarios de los diferentes
cuerpos de policía y de la Guardia Nacional, el narcotráfico que viene del país
vecino no sólo ha penetrado en Venezuela –utilizándola como zona de tránsito
hacia Estados Unidos y África (7)–, sino que también ha ampliado su influencia
sobre Caracas y sus barrios: tráfico a gran escala manejado por los “capos”;
incorporación de jóvenes marginales mediante la oferta de cocaína a muy bajo
precio, cuando no regalada (en un primer momento). “Hubo un aumento
significativo del consumo –confirma el diputado Jiménez– y tenemos indicadores
preocupantes en cuanto al número de adolescentes afectados”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Son ellos los que, habiendo metido el dedo en el
engranaje, sustraen, roban, agreden y a veces matan para comprarse la droga a la
que se han vuelto adictos. Son ellos los que revenden, trafican y terminan por
recibir una bala en la cabeza porque no tienen el dinero para pagarle a su
proveedor a tiempo. Son sus bandas las que se enfrentan para controlar zonas
enteras… “La lógica infernal de las redes importadas –nos confía uno de nuestros
interlocutores– y la lucha por los ‘territorios’, producen no pocos de los
cadáveres con los que se deleitan los diarios.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Se trata de un fenómeno espontáneo, vinculado a la
expansión de una criminalidad transnacional que, adaptándose a las
circunstancias, aprovechando las aperturas, utilizando las vulnerabilidades,
afecta tanto a Brasil –en las favelas cariocas– como a América Central y sobre
todo a México? <BR><BR>La oposición y los medios de comunicación se regocijan
cada vez que, sobre la base de revelaciones dudosas (8) o de testimonios de
supuestos ex guerrilleros con sus rasgos disimulados, y encubiertos con
seudónimos ridículos, Washington y Bogotá acusan: “Los jefes de la
‘narcoguerrilla’ colombiana se encuentran en Venezuela”. En cambio, hay un
silencio púdico sobre –entre otras cosas– las revelaciones realizadas a rostro
descubierto por Rafael García, ex jefe del servicio informático de la policía
política colombiana, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS).
Encarcelado, García reveló los vínculos entre esta institución y los
paramilitares de extrema derecha, actores centrales del narcotráfico; también
afirmó que el ex jefe del DAS, Jorge Noguera, se encontró en 2004 con líderes
paramilitares y opositores venezolanos a fin de concertar un “plan de
desestabilización” y el asesinato de Chávez.<BR><BR>La presencia de los
“paracos” (paramilitares) en los estados fronterizos de Táchira, Apure y Zulia,
es conocida desde hace mucho tiempo. En 2008, el ex director general de la
Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), Eliécer Otaiza,
denunciaba “la presencia de veinte mil [paramilitares] en el conjunto del
territorio nacional, [donde] llevan a cabo acciones criminales vinculadas a los
secuestros, al sicariato y al narcotráfico” (9). La penetración va en aumento.
Lo que oculta la prensa venezolana, un diario de Bogotá, El Espectador, lo
reveló el 31 de enero de 2009 al titular: “Las Águilas Negras (10) volaron a
Venezuela”. Tras recorrer el estado de Táchira, el periodista Enrique Vivas
relata cómo esos grupos han montado allí “estructuras ilegales y se han
transformado en un poder que controla casi todo, ofreciendo hasta seguros de
vida”. Salvo a los miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV),
varios de los cuales fueron asesinados en febrero y marzo de 2010.<BR><BR>Con la
complicidad de la policía regional de Zulia, bajo el dominio de gobernadores de
la oposición, los “paracos” tomaron el control de algunos barrios de Maracaibo y
del comercio popular de las Playitas recurriendo a la violencia o prestando
dinero. Constatación de un observador: “Las autoridades de Zulia organizan
numerosos pseudo encuentros de campesinos. Hay muchos que vienen de Colombia y
que… no vuelven más”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Más al interior de Venezuela, en el estado de Barinas, un
habitante afirma (bajo reserva de anonimato): “Nunca hubo tantos colombianos.
Compran, alquilan. Si hay un problema, ayudan financieramente a las personas.
Actúan como los ‘narcos’ en Brasil. Y la violencia explotó, llegando casi al
mismo nivel que en Caracas”. ¿Y entonces? ¡Esa violencia bien puede ser generada
por venezolanos! ¿Y cuál es el límite entre delincuentes, aunque sean
originarios del país vecino, y paramilitares? “Antes, los colombianos no se
instalaban en esta zona. Iban a Caracas a buscar un empleo. Y nunca habían
existido aquí, en esta escala, el sicariato, las masacres, los secuestro
(…)”.<BR><BR>El 23 de abril de 2007, investigando el secuestro del industrial
Nicolás Alberto Cid Souto, la policía del estado de Cojedes capturó una banda
dirigida por un ex dirigente de las Autodefensas Unidas de Colombia (auc),
Gerson Álvarez, teóricamente “desmovilizado” pero reconvertido en el financista
de las Águilas Negras. En marzo de 2008, en Zulia, fue arrestado por la CICPC el
jefe narco-paramilitar Hermágoras González; se le encontraron encima documentos
de identidad de la DISIP y de la Guardia Nacional. El 19 de noviembre de 2009,
en Maracaibo, cayó Magally Moreno –alias “La Perla”– ex miembro de las auc,
conocida por sus vínculos con el DAS, con oficiales del ejército colombiano y
con altas autoridades de ese país.<BR><BR>Muchos dan la voz de alarma. “A veces
hay picos de inseguridad totalmente fuera de lo normal –señala Guadalupe
Rodríguez, de la Coordinadora Simón Bolivar, en la ciudadela ‘chavista’ de 23 de
Enero–. Esto se parece a una política de desestabilización.” Para Pérez, que
estudia la cuestión de cerca: “Caracas se parece hoy a la Medellín de los años
1980. Se trata del mismo modus operandi. Intereses oscuros crean la inseguridad
para hacer nacer un ‘para-Estado’”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“¿Podemos llegar –reflexionaba ante nosotros un
diplomático venezolano– hasta hablar de infiltración de una quinta columna?
¿Hasta dónde se puede afirmar que existe un plan orquestado desde el exterior?”
Sabe que el ejercicio es peligroso. Conoce la interpretación a la que,
infaliblemente, daría lugar semejante denuncia: acorralado por las
“revelaciones” sobre su complicidad con los “terroristas” de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (farc), Chávez inventa una fabulosa cortina de humo
–¡el “complot extranjero”!– para, por una parte, pagarles a sus enemigos con la
misma moneda y, por otra, camuflar su fracaso en la explosión de la
inseguridad.<BR><BR>Sin embargo, fue muy cerca de Caracas, en la finca Daktari,
que 116 paramilitares colombianos fueron detenidos en 2004, mientras preparaban
una acción desestabilizadora y el asesinato del jefe de Estado venezolano. En el
barrio de La Vega, algunos días antes del referéndum del 2 de diciembre de 2007,
también fueron detenidos varios más (11). Según los testimonios recogidos,
algunos colombianos compran casas en las zonas populares de La Vega, Los Teques
y Petare, montan restaurantes y bares en los que venden drogas a escondidas;
intentan tomar el control de los juegos legales e ilegales, de las apuestas de
caballos, de la prostitución, y de las empresas y cooperativas de taxis; le
prestan dinero a quien lo necesita al 7% de interés, sin ninguna garantía;
ofrecen su protección (que más vale aceptar) a cambio de dinero.<BR>Para
tratar de comprender las lógicas subyacentes, la observación de lo que ocurre
cerca de la frontera, en Apure y, desde hace poco, en Táchira, resulta
esclarecedor. Los paramilitares crearon allí el caos, multiplicando las
violencias, los asesinatos y los secuestros. Desde hace poco, distribuyen
panfletos en los pueblos: “Con nosotros, no más droga, no más delincuencia, ni
prostitución”. Provocar el pánico y luego presentarse como los “salvadores”: hay
razones para sospechar de una estrategia cuidadosamente elaborada. <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Un desafío mayor</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Después de haber obtenido la seguridad de que no sería
mencionado, un alto funcionario nos confió: “En el más alto nivel, pienso que
hay una subestimación del peligro. Se sigue hablando de bandas de delincuentes,
cuando en realidad nos enfrentamos a una organización, por no decir a un
ejército de ocupación”. ¿Exagerado? Tal vez… La experiencia de las intrigas
“contra-subversivas” estadounidenses en la región no facilita la tarea a los que
tratan de desenredar la madeja: ¿se trata de la emergencia de empresarios de la
violencia sin una verdadera fidelidad política o de una estrategia de
desestabilización?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por el momento, con excepción de algunos barrios –como el
23 de Enero, Guarenas, Guatire– que, muy politizados, con decenas de años de
organización tras ellos, controlan el “territorio”, los actores sociales parecen
desarmados. “Los consejos comunales todavía no están lo suficientemente
desarrollados y no tienen el ojo clínico para detectar este movimiento”, analiza
un brasileño que trabaja con los campesinos en el estado de Barinas. Evocando
los barrios “rojos-rojitos”, Aníbal Espejo también constata: “La gente sabe…
pero no tiene todavía la madurez política para enfrentar ese tipo de
desafío”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 13 de abril de 2002, dos días después de que el
Presidente fuera derrocado, fue la movilización popular masiva la que, bajando
de los barrios populares, impuso el retroceso de los golpistas y el retorno al
poder de Chávez. “En caso de un nuevo intento de golpe de Estado, con
paramilitares armados y bien organizados en los barrios, no será posible otro 13
de abril”, se alarma el intelectual Luis Britto García. Pérez, por su parte, no
mira tan lejos. Simplemente constata: “Amplificado, por no decir apoyado por los
medios, el caos creado por estos grupos criminales sirve a los intereses de la
derecha. Cuanto más muertos haya, más votos habrá para la oposición”. <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG><BR><BR>1) Gerardo Zavarce,
“Caracas, una guerra sin nombre“, El País semanal, Madrid, 18-4-10.<BR>2)
“Situación de los derechos humanos en Venezuela. Informe anual octubre
2008-septiembre 2009”, Programa venezolano de Educación-Acción en Derechos
Humanos (Provea), Caracas, diciembre de 2009.<BR>3) “Caracas, la cité de la
peur”, L’Express, París, 28-5-10.<BR>4) Raids, N° 127, París, diciembre de
1996.<BR>5) Las elecciones legislativas tendrán lugar en septiembre de
2010.<BR>6) 520.000 recibieron la nacionalidad venezolana; 200.000 gozan del
estatuto de refugiados; un millón obtuvo el estatuto de “residente”; los demás
son “sin papeles”. Y llegan todos los días…<BR>7) Esto no hace de Venezuela un
“narco-Estado”, como intenta hacer creer Washington; o entonces Estados Unidos,
incapaz de controlar sus fronteras –su mercado interno de drogas ilícitas supera
los 60.000 millones de dólares (al precio de venta al detalle)– se coloca en la
primera fila de esos Estados-canalla. Según la Oficina Nacional de Drogas, las
autoridades venezolanas incautaron cerca de 28 toneladas de drogas en el
territorio nacional desde principios de 2010. El pasado 13 de julio, tres
narcotraficantes, entre ellos Carlos Alberto “Beto” Rentería, jefe del cartel
colombiano del Norte del Valle (capturado en Caracas el 4 de julio), sobre el
que pesaba una orden de arresto de Interpol, fueron extraditados a Estados
Unidos.<BR>8) Véase Maurice Lemoine, “Colombia y el ciberguerrillero”, Le Monde
diplomatique, edición Colombia, julio de 2007.<BR>9) Últimas Noticias, Caracas,
6-3-08.</DIV>
<DIV align=justify>10) Las Águilas Negras: grupo reformado después de la
desmovilización de los paramilitares en el marco de una ley controvertida,
denominada “Justicia y paz”, en 2005.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>