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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>28 de setiembre 2010<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG></FONT><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><FONT face=Arial
size=4><STRONG>germain5@chasque.net</STRONG></FONT></A></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Venezuela<BR></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Triunfo con
sabor a derrota</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Marcelo
Colussi<BR>Argenpress</STRONG></FONT></DIV>
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href="http://www.argenpress.info/"><STRONG>http://www.argenpress.info/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
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<DIV align=justify>"No se puede servir a dos señores. O sirves a Dios o al
Diablo"<BR>Lucas 16:1-13 <BR><BR><BR>Digámoslo con una metáfora futbolística: si
el Barça, hoy por hoy el equipo más poderoso del planeta, gana un partido
jugando de local con todos sus astros internacionales contra un cuadro de
tercera división de Panamá por uno a cero con un agónico gol de penal a los 44
minutos del segundo tiempo… sin dudas triunfa. Pero, ¿triunfa? Es decir: eso es
un triunfo tan cuestionable que pierde toda emoción. Triunfo pírrico, triunfo
que no es triunfo.<BR><BR>Se podrá decir que en el fútbol lo que interesa son
los resultados, y aunque sea con ese regalo de un penal, lo importante es ganar.
Y punto. Ahora bien: en política las cosas no son equivalentes. Se puede ganar
una elección, sin dudas, pero eso muy lejos está de dar legitimidad. <BR><BR>En
Venezuela acaban de realizarse las elecciones legislativas. Más allá de la
gastada parodia de decir que “triunfó la democracia, que triunfó el país”, es
importante hacer una lectura profunda de lo que significa esta nueva justa
electoral. <BR><BR>En todas las elecciones que durante los ya casi 12 años de
gobierno bolivariano han tenido lugar, prácticamente siempre se dice que son las
más importantes para la continuidad del proceso, que son cruciales. Más allá de
las exageraciones del caso, quizá las de ayer sí lo fueron. <BR><BR>Y,
fundamentalmente, deberían ser un campanazo de alerta para la salud de la
revolución. <BR><BR>Según como se quieran –o se puedan– ver las cosas, lo de
ayer fue una victoria o una derrota. Así es la realidad siempre: la botella
¿está medio vacía o medio llena? Si queremos quedarnos con la idea que una vez
más el bravo pueblo venezolano dijo sí a su líder y que apoyó masivamente su
convocatoria de profundizar la revolución bolivariana, podríamos responder que
efectivamente, así fue. Pero ¡cuidado!: no se consiguió lo que se buscaba, las
dos terceras partes de la Asamblea Nacional. Incluso la población votó más a los
candidatos no chavistas: 52%. En ese sentido, es como la metáfora futbolística
del inicio: se ganó la mayoría simple del Congreso, pero quedan profundas dudas.
<BR><BR>La derecha festeja los escaños obtenidos con sabor a triunfo; pero el
movimiento bolivariano, más allá de las casi 100 diputaciones conseguidas, queda
con un sabor amargo. Es un triunfo que obliga a repensar la marcha del proceso:
luego de la otra derrota electoral sufrida estos años, cuando no ganó el
referéndum por la nueva constitución el 2 de diciembre del 2007, se habló de las
3 R (Revisión, Rectificación y Reimpulso) como el paso inmediato e
imprescindible para reflotar el proceso. ¿Dónde quedaron? <BR><BR>El problema
fundamental es ver por qué no se ganó con la contundencia que se esperaba. Lo
cual lleva a otras cuestiones más de fondo. Quedarse con el discurso que la
derecha –nacional e internacional– hace lo imposible para frenar el proceso
bolivariano, si bien es cierto –¡absoluta y contundentemente cierto!– no termina
de explicar el resultado. Por supuesto que el enemigo de clase hará todo lo que
esté a su alcance en esta despiadada lucha. ¿No es eso acaso la política? ¿Es
posible seguir esperando que las luchas de clase puedan dirimirse en elecciones
“limpias y transparentes” donde “gana el país”? ¿Es remotamente posible pensar
en conciliación de clases? ¿Es posible pensar que el imperio desista de las
reservas petroleras venezolanas sólo por buena voluntad? <BR><BR>Lo importante a
rescatar luego del resultado de ayer son las causas estructurales que están
operando. Como bien lo dice Martín Guédez: “En Revolución, no poder alcanzar la
aceptación fluida y serena de al menos el 80% de nuestros compatriotas –todos
los que no son burgueses y para los cuales es la Revolución– tiene que ser una
seria advertencia. No hacerlo podría ser suicida. No podemos conformarnos con
“triunfos” que sólo garanticen una cierta hegemonía pero que en cualquier
momento pudieran revertirse. La Revolución Socialista hay que garantizarla hasta
colocarla a salvo de los sustos propios del juego eleccionario burgués.
<BR><BR>Dicho de otro modo, lo que debe revisarse muy en profundidad es lo que
se está construyendo en Venezuela. Ahí es cuando cobra sentido el epígrafe (¡una
cita bíblica! justamente): o se construye el socialismo (del siglo que sea), o
se continúa con un capitalismo de “rostro humano” (como si ello fuera posible…)
Pero las dos cosas al mismo tiempo no son posibles. O, en todo caso, se
construyen productos híbridos que, en los momentos críticos, dejan ver su
verdadero rostro. <BR><BR>Si la población votó en tan alta medida por la
propuesta de la derecha tradicional impidiendo el triunfo mayoritario del
Partido Socialista Unido de Venezuela –PSUV– ello no habla del “atraso” político
de las masas, sino lisa y llanamente de otras dos cosas: por un lado, que pasó
factura al oficialismo por el deterioro real de la calidad de vida, y por otro,
que en el país no se está construyendo una verdadera cultura socialista, que se
sigue “sirviendo a los dos señores” (o se es socialista o no se lo es;
posiciones intermedias tienen las patas cortas, irremediablemente. Ahí están las
evidencias con las elecciones de ayer). <BR><BR>La clase trabajadora, la
verdaderamente sufrida en todo el proceso de crisis capitalista internacional
que también golpea en Venezuela, se vio llevada a tener que elegir según el
patrón de democracias representativas, pero no está caminando hacia la
profundización de un genuino poder popular desde abajo. Esto, en definitiva,
llevó a que ahora el parlamento pavimente la posibilidad de un “bipartidismo”
donde todo tendrá que negociarse al clásico estilo de las democracias dizque
representativas. Dicho de otro modo: la derecha política avanza sobre las
conquistas de la revolución. Las leyes que ahora puedan tratarse no aseguran el
avance del socialismo. <BR><BR>Todo esto, en definitiva, abre interrogantes más
de fondo: ¿es posible construir socialismo con los moldes del capitalismo? La
figura carismática del conductor del proceso, Hugo Chávez, hasta ahora funcionó
como reaseguro de esa propuesta equilibrando las fuerzas contrarias. Lo de ayer
debería profundizar esa pregunta: ¿es posible construir socialismo amparándose
en la figura omnipresente del presidente, o eso es un límite insalvable?
<BR><BR>Si vienen nuevos ajustes en la economía venezolana, ¿será nuevamente el
pueblo trabajador quien deberá pagarlos, como ha estado ocurriendo
recientemente? Si así es, ¿quién asegura que en las elecciones presidenciales
del 2012, más allá de todo su carisma, vuelva a imponerse Chávez? <BR><BR>En
definitiva: ¿qué se está construyendo a futuro? El socialismo es más que una
suma de consignas, o camisetas rojas para una marcha multitudinaria. ¿Puede
haber un socialismo “petrolero”, como se llegó a decir? ¿Qué pasa si Hugo Chávez
no triunfa en las elecciones dentro de dos años: se termina el proceso
revolucionario? <BR><BR>Todas estas preguntas –si queremos decirlo de otro modo:
tomarse en serio aquello de las 3 R, hoy por hoy caídas en el olvido– debería
ser el paso inmediato luego de las elecciones del domingo. La derecha podrá ver
en ello un síntoma de debilidad, de fisuras en el proceso revolucionario. Pero
sin autocrítica genuina no puede haber revolución socialista. Lo de ayer debe
ser una alarma urgente. En Argentina, muchas décadas atrás, el movimiento
peronista, tan popular y masivo como el chavismo y con un líder igualmente
carismático, tuvo la posibilidad de construir alternativas reales al
capitalismo; pero esto de “servir a dos señores” funcionó como freno, y se
terminó construyendo un híbrido. Años después fue el partido heredero de ese
histórico movimiento el que terminó rematando el país privatizando todo lo
inimaginable, y de los ideales populares no fue quedando más que el recuerdo.
Esperemos que no se repita la historia.
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