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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>8 de noviembre 2010<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>Colombia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Barbarie en
Arauca </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Al horroroso
hecho de que tres niños hayan sido cruelmente asesinados en Arauca se suman los
preocupantes indicios de que algunos militares podrían estar involucrados en el
crimen<BR></FONT></STRONG><BR> <BR></FONT><FONT face=Arial
size=2><STRONG>Verdad Abierta</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.verdadabierta.com/"><STRONG>http://www.verdadabierta.com/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><BR><BR>"Pánico y tristeza. Nada
más", es lo que sienten los 22 niños de la escuela Alto Caño Martín, en la
vereda Carraos, de Tame, Arauca, según el profesor de esta remota institución
rural donde estudiaban los hermanitos Torres Jaimes, cuya muerte tiene
conmocionado al país.<BR><BR>El profesor explica que la escuela estuvo
abandonada varios días y que los menores apenas están empezando a retornar.
Antes, ellos iban y regresaban solos de la escuela, en recorridos de más de una
hora en burro o bicicleta. Ahora lo hacen acompañados de sus padres, pues cuando
los niños ven al Ejército simplemente se niegan a salir de sus casas por físico
miedo.<BR><BR>En estas veredas todos sospechan que las tropas están involucradas
en el espeluznante asesinato, ocurrido en la tarde del pasado 14 de octubre. Ese
día, José Álvaro Torres, un humilde campesino, separado, que apenas alcanzó el
segundo grado de primaria, salió de su rancho en la vereda El Temblador a
trabajar como jornalero en una finca relativamente cercana. En la casa, hecha
con tablas de madera y paja, quedaron sus tres hijos, solos, como tantas otras
veces.<BR><BR>Yenny, de 14 años, era la mayor y responsable de cocinar para sus
hermanitos menores: Yimmy Ferney, de 9, y Jeferson Jovany, de 6. Al medio día,
José llegó al rancho, almorzó con sus hijos y luego salió a trabajar de nuevo.
Un poco después, le pidió a un vecino que fuera al rancho a recoger un repuesto,
y este regresó con la noticia de que los niños no estaban. Sin embargo, no se
alertó, pues pensó que estarían jugando en los alrededores. Pero al final del
día, cuando se dio cuenta de que no regresaban, empezó su tragedia. Recorrió
toda la zona preguntando por sus hijos pero nadie le dio razón.<BR><BR>Al
siguiente día, con la colaboración de varios campesinos, emprendió una búsqueda
rigurosa. En vista de que no los encontraron, José se fue para Tame a alertar a
las autoridades, mientras sus vecinos seguían rastreando en el terreno. Al día
siguiente, sábado, empezaron a buscar ya no solo por los caminos, sino entre los
matorrales. Para entonces, una preocupación fatal rondaba el
ambiente.<BR><BR>Efectivamente, en una zona escarpada encontraron una hojarasca
que cubría dos pedazos de tierra removida. José estaba en la Sijín de Tame
cuando recibió una llamada: sus vecinos le pedían que regresara cuanto antes. Al
final de la tarde, cuando era claro que se trataba de una fosa con cuerpos
humanos, los campesinos informaron a todas las autoridades judiciales. Sin
embargo, dada la hora, ninguna acudió para hacer el levantamiento. No obstante,
un grupo de la Cruz Roja Colombiana, por petición de la Fiscalía de Arauca, hizo
la exhumación esa misma noche.<BR><BR>La escena que encontraron era tétrica: en
una fosa estaban los cadáveres de los dos niños y de otro, el de Yenny, con
rastros de haber sido violada. Los tres cuerpos estaban a medio vestir y tenían
heridas mortales de arma cortopunzante en distintas regiones: cuello, espalda,
cabeza. Esa misma madrugada los transportaron a Medicina Legal de
Arauca.<BR><BR>El domingo, una comisión interinstitucional, transportada en
helicópteros del Ejército, arribó a la zona e inspeccionó todo el sector; tomó
testimonios y registró minuciosamente el terreno. Desde entonces, dos unidades
de la Brigada Móvil 5 de la Octava División están bajo sospecha. Se trata de
unos 60 uniformados que por esos días acamparon y patrullaron el
sector.<BR><BR>Varios indicios han hecho que los investigadores consideren que
algunos uniformados podrían estar involucrados en este crimen. Ni en la humilde
vivienda ni en sus alrededores hay rastros de sangre o de violencia. Únicamente
los hay en la fosa, distante a 232 metros de la casa. Ello indicaría que en ese
mismo lugar fueron agredidos, asesinados y sepultados. Lo que está por
explicarse es cómo pudo ocurrir esto a 254 metros del campamento militar, dado
que matar a los niños y cavar los huecos requiere tiempo y control del área. No
obstante, un testigo asegura que la víspera del crimen los militares habían
abandonado el campamento. Pero en todo caso, continuaban en los
alrededores.<BR><BR>Uno de los indicios más preocupantes es que varios
campesinos dicen que los soldados solían ir a sus casas para intercambiar
víveres. Los niños asesinados fueron visitados en dos ocasiones por uniformados,
cuando su padre no estaba. Un oficial del Ejército que sigue de cerca el caso le
confirmó a SEMANA que esas dos visitas efectivamente ocurrieron y que "estas de
por sí son irregulares".<BR><BR>La proximidad del Ejército a la casa ha sido
verificada también con una serie de elementos que los militares dejaron
desperdigados cuando levantaron los campamentos y continuaron su marcha. Se
trata de empaques de víveres y pertrechos rotulados como de la Compañía Buitres
2, perteneciente a la Brigada Móvil 5. Cerca de la fosa se encontraron las
cenizas de una hoguera reciente.<BR><BR>A ese conjunto de elementos en el
terreno se han ido sumando otros. Los soldados bajo sospecha, que están aislados
y concentrados en Arauca, han incurrido en inconsistencias en las entrevistas
hechas por el propio Ejército, que son evaluadas por la Fiscalía. También se
vienen adelantado pruebas técnicas, cuyos resultados preliminares no son
halagüeños.<BR><BR>Un informe interno de la Fiscalía, conocido por esta revista,
señala que los equipos de campaña de varios militares bajo sospecha fueron
sometidos a una prueba conocida como Bluestar. Se trata de una solución química
que reacciona ante rastros de sangre. De 11 equipos sometidos a examen siete
arrojaron positivo. Ello no quiere decir nada distinto a que hubo algún contacto
con sangre, no necesariamente reciente. Los siete equipos fueron remitidos a
laboratorios para establecer "si hay fluidos, si los mismos son de origen humano
y, de ser positiva la respuesta, se extraiga el ADN, para un futuro cotejo con
el de las víctimas", según se lee en el informe.<BR><BR>Tras practicar la
necropsia a los tres niños, el Instituto de Medicina Legal de Arauca tomó varias
muestras que envió a Bogotá para establecer su ADN. Lo propio se hizo con los
militares en cuestión y con José Álvaro, el papá de los niños, quien fue la
última persona que los vio con vida. El cotejo del ADN será la prueba
reina.<BR><BR>Mientras la investigación avanza se han conocido otros hechos que
podrían complicar más la situación de los uniformados. En la Sijín de Tame
existe la denuncia de una campesina que asegura que su hija de 13 años fue
violada el 2 de octubre en otra vereda.<BR> <BR>Según la denuncia, ese día
la menor estaba en su casa, sola, cuando fue sacada a la fuerza bajo la lluvia
por un uniformado que portaba un arma larga y que la llevó hasta una maraña
donde la ultrajó. Tras el acto, el sujeto la obligó a lavarse la vagina y la
amenazó de muerte si decía algo.<BR><BR>Existe otro antecedente ocurrido en la
capital de Arauca el 5 de abril pasado. Ese día la Policía detuvo en flagrancia
al soldado Duverney Pava Henao cuando huía entre la maleza tras violar a una
colegial de 14 años en inmediaciones de la Brigada 18.<BR><BR>El crimen de los
niños Torres Jaimes tiene en alerta al gobierno. Tanto el Ministro de Defensa
como el alto mando militar han advertido que serán implacables con los
responsables, incluso si son militares. El vicepresidente Angelino Garzón
advirtió que se trata de un crimen de lesa humanidad. La Fiscalía decidió
trasladar al búnker de Bogotá el expediente, mientras que organizaciones de
derechos humanos empezaron a divulgar el suceso en influyentes esferas
internacionales.<BR><BR>Mientras tanto, José Álvaro Torres, el padre de los
menores, permanece refugiado donde unos amigos tan pobres como él y asegura que
nunca volverá a su casa. "¿A qué?", se pregunta. Cuando ve las noticias sobre el
caso dice que teme por su vida. Él fue el primero en señalar de sospechoso al
Ejército y exige castigo para los responsables. Lo exige, temblando, con
desespero y a la vez con vehemencia. Igual que lo haría cualquier padre si sus
hijos son asesinados de esta manera tan brutal.
<HR>
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