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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>13 de noviembre 2010<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Estados Unidos</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Justicia al mejor estilo
estadounidense para un niño soldado en el Guantánamo de
Obama<BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Guantánamo: ¿excepción o
regla?<BR></FONT><BR><BR>Chase Madar *<BR>Tom Dispatch<BR></STRONG><A
href="http://www.tomdispatch.com/"><STRONG>http://www.tomdispatch.com/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Traducido del inglés para Rebelión por Germán
Leyens<BR></STRONG><BR><BR><STRONG>Introducción del editor de Tom
Dispatch</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En su segundo día en el Despacho Oval, Barack Obama
prometió cerrar la prisión tristemente célebre de Guantánamo en el plazo de un
año, pero como dijo recientemente el Wall Street Journal “rápidamente echó
marcha atrás después de encontrar oposición de los republicanos y de algunos
legisladores demócratas”. ¡Y esos fueron los buenos tiempos! </DIV>
<DIV align=justify><BR>En el nuevo paisaje político post electoral, que
indudablemente incluirá una tempestad de investigaciones republicanas del
gobierno de Obama, no penséis por un segundo que Guantánamo pueda cerrarse.
Además, los resultados de la elección probablemente asegurarán que se impongan
las frecuentemente ridiculizadas comisiones militares en esa prisión y que
simplemente se evapore cualquier plan para juzgar a presuntos terroristas en un
sistema judicial civil </DIV>
<DIV align=justify><BR>En términos de veredictos de culpabilidad, probablemente
no importa ni un ápice. En términos de reforzar el sistema de Guantánamo,
ciertamente importa. Pero, seamos realistas, Guantánamo –esa joya de la corona y
Triángulo de las Bermudas del sistema offshore de injusticia del gobierno de
Bush– está incrustado en nuestro mundo con tanta firmeza como el Departamento de
Seguridad Interior, la Ley Patriota, y la Guerra Global contra el Terror
(llámese como se quiera). El presidente Obama nos ha instado repetidamente a
“mirar hacia adelante y no hacia atrás”, y a “volver la página” respecto a gran
parte de la historia de la era de Bush. Pero seamos realistas, cuando se mira
hacia adelante, se sigue viendo gran parte del legado de Bush. Pensad, por lo
tanto, en Guantánamo como en un escalofriante monumento vivo a lo que Bush &
Cía. arraigaron en nuestro mundo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo mismo que en todos los aspectos del excepcionalismo
estadounidense, sin embargo, Guantánamo no es tan excepcional como quisieran
creer los que lo adoran o aborrecen, como el abogado (y periodista) Chase Madar
deja en claro en su primera contribución a este sitio. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Guantánamo: ¿excepción o
regla?</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Justicia al mejor estilo
estadounidense para un niño soldado en el Guantánamo de
Obama<BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Chase Madar
<BR></FONT></STRONG><BR><BR>Cuando estuve en Guantánamo hace algunos meses, una
veterana periodista alemana dejó escapar que no le gustaba mucho el lugar.
“Esto”, nos confesó a muchos de los periodistas presentes, “es el peor sitio que
he visitado en toda mi carrera”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>No cuesta comprender por qué mi amiga amante de los
superlativos se sentía así: estábamos cubriendo el caso de Omar Khadr, un
canadiense de 15 años capturado después de un tiroteo con fuerzas de EE.UU. en
las afueras de Kabul en julio de 2002, torturado e interrogado durante varios
meses en la Base Aérea Bagram en Afganistán y luego transportado a Guantánamo.
Acababa de llegar a un acuerdo de aceptación de culpabilidad que evitará un
juicio ante una comisión militar en Guantánamo por cinco “crímenes de guerra”.
Cuatro de ellos, especialmente inventados para la ocasión, no son reconocidos
como crímenes de guerra por ningún otro tribunal del planeta. (Khadr se declaró
culpable de todas las acusaciones y obtendrá por lo menos un año más en
Guantánamo -incomunicado– y luego tal vez lo tranfieran a Canadá para los siete
años restantes.) </DIV>
<DIV align=justify><BR>Aparte de Khadr y alrededor de otros 130 prisioneros que
pueden esperar un juicio algún día, Guantánamo también retiene a otros 47
prisioneros de la Guerra contra el Terror quienes probablemente permanecerán
“detenidos” indefinidamente sin que los juzguen. Fue una de las políticas
radicales de George W. Bush y Dick Cheney que ahora son alegremente defendidas
por los peces gordos de los derechos humanos en el Departamento de Estado de
Barack Obama. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Guantánamo y todos los demás sitios sin derechos de
habeas corpus son ciertamente sitios deprimentes –y ciertamente hay algo
detestable en cuanto a la primera convicción de un niño soldado desde la Segunda
Guerra Mundial. En todo caso, no pude dejar de preguntarme si mi vehemente
Kollegin había visitado alguna vez una prisión federal interna como la de Terre
Haute, Indiana (cuya ala de máxima seguridad fue copiada hasta en el último
detalle del Campo 5 de Guantánamo), o incluso nuestro atiborrado encierro
estatal corriente y moliente, el tipo que uno pasa en la autopista sin siquiera
darse cuenta, o una de las dilapidadas instalaciones de detención juvenil en el
Estado de Nueva York que, como sabemos los abogados que hemos representado a
jóvenes delincuentes, son infernales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Semejantes prisiones carecerán del entorno exótico del
Campo Delta de Guantánamo, pero no hay que olvidarlas. A riesgo de sonar
exagerado, sucede que muchísimas prisiones olvidadas en el interior de EE.UU.
también abusan rutinariamente de los reclusos, al estilo de Guantánamo, son
incapaces o reacias a impedir la violación de reclusos, emplean la
incomunicación sostenida a largo plazo, y compiten por superar o superan al
waterboarding [asfixia simulada con agua], y en la práctica están a menudo fuera
de la ley. El que se obtengan confesiones, verdaderas o falsas, mediante la
violencia y amenazas, tampoco es una exclusividad de Guantánamo. No cuesta
encontrarlas en nuestros 48 Estados contiguos. Y en cuanto al resto de nuestro
sistema carcelario, ¿dónde están los periodistas alemanes indignados? ¿Por qué
no hay “lores” ingleses que califiquen el supermax federal en Florence,
Colorado, de “agujero negro jurídico” como calificó lord Johan Steyn a
Guantánamo? </DIV>
<DIV align=justify><BR>Desgraciadamente Guantánamo no es tan excepcional, sino
que se encuentra mucho más cerca de la regla en nuestro sistema de justicia
penal, y el caso de Omar Khadr, en lugar de ser una anomalía de la Guerra contra
el Terror, es de demasiadas maneras algo típicamente estadounidense. No cabe
duda de que encarcelar a un niño soldado capturado en un país extranjero, cuyo
interrogatorio implicó que fuera colgado semidesnudo en una celda de 1,5 por 1,5
metros con las muñecas encadenadas a barras al nivel de sus ojos y con un
capuchón estrechamente apretado sobre su cara, y procesarlo por “asesinato”
porque supuestamente lanzó una granada en un campo de batalla en el extranjero,
presenta algunos problemas legales que no surgen normalmente en Spokane o
Chillicothe. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero ¿es Guantánamo, “una traición a los valores
estadounidenses”? ¡Ojalá fuera así! Por desgracia, se puede encontrar una fácil
analogía para casi cada horrendo artículo en un tabloide en el caso Khadr en
nuestro sistema de justicia penal de todos los días. En cierto sentido, gran
parte de nuestra Guerra contra el Terror ha resultado ser una versión
ligeramente más condimentada de nuestro modo “normal” de hacer justicia penal.
Utilizando el caso de Omar Khadr, veámoslo paso a paso. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Niños soldados y delincuentes juveniles
</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El caso de Khadr debería haber sido un poco nauseabundo
para nosotros, estadounidenses. ¿No ha habido una oleada de preocupación por los
niños soldados en los clubes del libro y en grupos parroquiales en todo el país?
El resultado, sin embargo, es que esa compasión a larga distancia se evapora
cuando se aproxima. Desde el segundo en que un niño soldado apunta con un fusil
a un estadounidense, no a otro africano, todos dicen adiós al niño victimizado,
y hola al brutal terrorista. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La hipocresía en todo esto es menos evidente de lo que
pueda parecer. Después de todo, la clemencia para delincuentes juveniles, sean
niños soldados o sólo chicos del lugar, va a contrapelo estos días. Si
procesamos rutinariamente a niños, incluso de menos de 15 años, como si fueran
adultos –y lo hacemos– ¿por qué debería ser diferente en el caso de un niño
soldado extranjero? </DIV>
<DIV align=justify><BR>De hecho, EE.UU. incluso tiene unas pocas docenas de
reclusos con cadena perpetua sin libertad condicional por actos cometidos cuando
tenían 13 o 14 años, y la mayoría de esas sentencias fueron preceptivas más que
la prerrogativa de un juez especialmente vil. (Un pequeño progreso: en mayo
pasado, en Graham contra Florida, la Corte Suprema decidió que los jóvenes
pueden ser condenados a cadena perpetua sin libertad condicional sólo si es por
homicidio.) En general, EE.UU. ha mostrado en los últimos años muy poca
clemencia hacia sus niños, o los de los demás. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Interrogatorio coercitivo de menores
</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En mayo pasado, el cuerpo de prensa de Guantánamo se
quedó sin aliento cuando el “Interrogador Número Uno” de Khadr, Joshua Claus,
describió las amenazas veladas de violación que utilizó en la Prisión Bagram
para tratar de quebrantar el espíritu del joven prisionero. Si Khadr no
cooperaba, le dijo Claus, sufriría la misma suerte de otro joven (e imaginario)
detenido afgano que fue supuestamente enviado a una penitenciaría en EE.UU. y
violado hasta la muerte en una sala de ducha por “neonazis y cuatro grandes
sujetos negros”. Claus, un abusador de detenidos juzgado por una corte marcial,
había sido el jefe del interrogatorio final de un taxista afgano encarcelado por
error a quien golpearon hasta la muerte los guardias estadounidenses en Bagram
en el año 2002. Antes de recibir una sentencia bastante ligera en el caso, Claus
prometió toda su cooperación en el procesamiento de Khadr, y cumplió con su
parte del trato con visible entusiasmo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo que pasa es que las amenazas veladas de violación y
violencia contra un menor de Claus no habrían sido tan poco comunes en salas de
interrogatorio en el interior del país. “Por las historias que conozco, las
amenazas semejantes son de un tipo bastante usual en la táctica de
interrogatorio de la policía”, dice Locke Bowman, director legal del Centro de
Justicia MacArthur en la Universidad Northwestern. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En el caso de los jóvenes, el problema no es que sea tan
difícil conseguir una confesión falsa, incluso sin utilizar la amenaza de
verdadera violencia física, como lo muestra el caso de Marty Tankleff en Long
Island, para no hablar de los niños de siete y ocho años en el vecindario
Englewood de Chicago quienes, en el verano de 1998, “confesaron” haber asesinado
a una niña por su bicicleta. Incluso después de que el ADN del semen encontrado
en el cadáver coincidió con el de un delincuente sexual serial adulto, el
Superintendente de la Policía de Chicago primero se negó a exonerarlos. El
Fiscal del Estado también podría haberlos procesado, si todo el Lado Sur de
Chicago no hubiera amenazado con estallar. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Tortura </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Bueno, ¿y en el caso de la tortura? Nos lamentamos con
mucho sentimiento porque EE.UU. se “ha convertido” en un Estado que utiliza la
tortura. Por desgracia esto tampoco es algo tan nuevo, ni se ha limitado a
insurgentes extranjeros (sean comanches, filipinos, o vietnamitas) o presuntos
terroristas. Veamos, por ejemplo, el caso del antiguo detective de alto rango de
la policía de Chicago, Jon Burge, quien, durante una carrera de 20 años, realzó
sus interrogatorios con ejecuciones simuladas, asfixia, electrochoques, cachazos
de pistola, y sí, una forma de waterboarding. Todo esto salió a la luz en 2002
en una épica investigación especial que condujo a la revisión de más de 100
casos, varias condenas revocadas, múltiples perdones por el gobernador y los
usuales procesos contra el Departamento de Policía de Chicago. Como el estatuto
de limitaciones por los crímenes de Burge había expirado, el deshonorado policía
fue condenado en junio pasado por perjurio y obstrucción a la justicia. Hoy
espera su sentencia. <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Abusos rutinarios en las prisiones </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En cuando a los abusos rutinarios en las prisiones,
Bagram y Abu Ghraib han sido descritas regularmente como aberraciones
excepcionales, pero no es difícil encontrar los orígenes de semejante brutalidad
en nuestro trato a prisioneros dentro del país. Esta continuidad es
personificada por Charles Graner, el cabecilla de la tortura en Abu Ghraib.
Había sido, como corresponde, guardia en el Instituto Correccional Estatal
Greene de máxima seguridad en el sudoeste de Pensilvania, que también fue objeto
de un gran escándalo por abuso de prisioneros a finales de los años noventa, lo
que llevó al despido de varias guardias, aunque no de Graner. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El hecho es que el abuso y/o la tortura de prisioneros,
aunque lejos de ser sistemático, no es tan poco común en muchas prisiones
estadounidenses. Lo que mostraron las fotos de Abu Ghraib no es, según el
programa estadounidense (cada vez más activo) de Human Rights Watch, tan
diferente de los abusos y la brutalidad en muchos de nuestros propios encierros
dentro del país. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En Nueva York, por ejemplo, una fuerza de tareas estatal
convocada por el gobernador David Paterson en 2008 consideró que todo el sistema
de detención para jóvenes estaba “roto”. El informe oficial estableció que los
guardias en todo el sistema utilizaban regularmente “fuerza excesiva” contra los
jóvenes reclusos, quebrando a veces huesos y rompiendo dientes. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El abuso en las prisiones en EE.UU. puede ser igual de
fatal que en Bagram. En Nueva York, un niño desequilibrado emocionalmente de 15
años murió en 2006 después que agentes correccionales lo inmovilizaron de cara
al suelo. (Hay que recordar que en Bagram los interrogadores trataron de hacer
que el joven Khadr hablara amenazando con enviarlo a una prisión estadounidense,
lo que aparentemente consideraban por lo menos tan amenazante como cualquier
cosa que pudiera existir en Afganistán.) </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los abogados que representan a los detenidos en
Guantánamo son conscientes de esta situación. “Podría recomendar a un cliente
que acepte diez años en un ala común de Guantánamo en lugar de tres años
incomunicado en el supermax en Florence,” dice Shayana Kadidal, abogado director
sénior en la Iniciativa de Justicia Global en Guantánamo en el Centro por
Derechos Constitucionales. El abogado Joshua Dratel, quien participó en la muy
exitosa defensa del detenido en Guantánamo David Hicks, me dijo recientemente
que la peor prisión dirigida por EE.UU. no es Delta en el Campo de Guantánamo,
sino más bien el Centro Correccional Metropolitano en el centro de Manhattan. Y
sin embargo, de un modo algo misterioso, es más probable que los neoyorquinos
estén mejor informados sobre la brutalidad en Guantánamo y Abu Ghraib que del
abuso fatal y las atroces condiciones en la prisión de su propio Estado. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin duda Guantánamo y los diversos “sitios ocultos”
globales de la CIA fueron significativamente peores en muchos aspectos
importantes. Primero, el uso de la tortura ha sido mucho más generalizado en
Bagram, Abu Ghraib, Guantánamo, y en las prisiones secretas establecidas en los
años de Bush que en el interior del país. Además, el gobierno también ha tomado
la decisión de encarcelar a algunos detenidos sin proceso durante la duración de
lo que ha sido descrito como una guerra global contra el terror
“multigeneracional”. Incluso los prisioneros con derecho a habeas corpus han
tenido problemas para lograr que las órdenes de liberación otorgadas por el
aparato judicial se cumplan. Media docena de fiscales de Guantánamo –nótese,
fiscales, no abogados defensores– han renunciado disgustados por todo el
proceso, expresando opiniones duras sobre los defectos estructurales que
inclinan el sistema hacia la obtención de condenas a costa de la justicia
imparcial. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, nuestro sistema de justicia en el interior
no es mejor, en aspectos importantes. Darrell Vandeveld es un ex fiscal de
Guantánamo. Renunció en una crisis de conciencia en 2009. También fue antes
defensor público en San Diego donde vio que numerosos acusados sólo pudieron
obtener un simulacro de justicia. “Los derechos de la mayoría de los acusados se
respetaron ocasionalmente. Es un sistema sobrecargado que sólo se ha empeorado.
¿Comparable con Guantánamo? Sin duda.” Vandeveld, quien ahora dirige la oficina
del defensor público en Erie, Pensilvania, subraya que, aunque las ofensas no
son idénticas, son comparables. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Agujeros negros legales, en el interior y el
exterior </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Una mirada al agujero negro de Guantánamo también puede
provocar fácilmente reflexiones inquietantes sobre el vigor de la ley en EE.UU.
en tiempos de guerra. Como señaló otro abogado hace 2.000 años cuando su
república degeneraba hacia un imperio, “Inter armas silent leges” (en tiempos de
guerra, las leyes guardan silencio). </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay que considerar que la Guerra Global contra el Terror
–un nombre que ha sido tímidamente abandonado sin abandonar la guerra
correspondiente– no es de ninguna manera la única guerra que deforma nuestro
sistema de justicia. Durante las últimas tres décadas, la Guerra contra el
Crimen y la Guerra contra la Droga se han desatado en toda su violencia, y se
hicieron cada vez menos metafóricas a medida que los presupuestos para la
policía y las prisiones aumentan desmesuradamente, y luego vuelven a aumentar
desmesuradamente. Esas violentas ofensivas en el interior han tenido lugar con
mucha retórica marcial y manipulación política del temor y de la cólera,
abriendo un amplio camino para los excesos de la Guerra Global contra el Terror.
Al sobrecargar los tribunales penales y el sistema carcelario en un grado
inimaginable hasta ahora, esas “guerras” también crearon agujeros negros legales
donde el vigor de la ley es ficticio en el mejor de los casos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Por ejemplo, la Ley de Reforma de la Litigación
Carcelaria de 1995 que hizo prácticamente imposible que los reclusos demanden a
las autoridades carcelarias, y que ha colocado a miles de estadounidenses fuera
del alcance de todo tipo de autoridad judicial. Según Bryan Stevenson, un
incomparable litigador en casos de pena capital y director ejecutivo de Equal
Justice Initiative en Montgomery, Alabama: </DIV>
<DIV align=justify><BR>“Los funcionarios de prisiones estadounidenses han
obtenido más y más facultades discrecionales para enviar a alguien a
confinamiento solitario por años; para introducir por la fuerza a personas
desnudas en sus celdas, sin alimentación; para infligir medidas punitivas sin
ninguna posibilidad de intervención externa. Es a menudo un sistema cerrado
cuyos administradores tienen toda la autoridad, especialmente en nuestras
instalaciones supermax. Funcionan de muchas manera como Guantánamo.” </DIV>
<DIV align=justify><BR>Guantánamo y Bagram estaban bien dentro de nuestro
potencial antes del 11-S. Sí, es verdad que los funcionarios del gobierno de
Bush y expertos nos dijeron excitados cómo, en nuestro contraataque a al-Qaida
“nos estábamos sacando los guantes”. Para muchos estadounidenses que ya estaban
en las prisiones de EE.UU., sin embargo, nunca nos hemos colocado esos guantes
para comenzar. Eso provoca algunas preguntas molestas sobre cómo administramos
nuestra indignación. No está de ninguna manera en claro cómo interrogatorios
violentos, abusos, y torturas deberían ser más escandalosos cuando ocurren en
ultramar que en Chicago. </DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Qué explica este "Jellibyismo" colectivo? ¿Es porque
tantos de nuestros reclusos en el interior, especialmente en las regiones en las
que se produce la opinión nacional, son afroestadounidenses y latinos, mientras
la mayoría de nuestros reformadores sociales profesionales en el sector sin
fines de lucro son blancos y asiáticos? ¿Es porque la mayoría de nuestros
abogados de elite del interés público y propugnadores principales pro bono
provienen de una media docenas de escuelas de derecho superiores donde es muy
probable que hayan recibido una buena idea de tribunales federales bien
atendidos, pero poca o ninguna exposición a nuestros tribunales penales
sobrecargados? ¿Es simplemente demasiado deprimente ver nuestro sistema penal en
desintegración, agotado, en términos parecidos a Guantánamo? ¿Se impone primero
y más fuerte la insensibilidad por esas atrocidades más cercanas a nosotros?
Sean cuales sean los motivos, los inmensos agujeros negros legales en nuestro
sistema interior de justicia y penal han adquirido la impenetrable invisibilidad
de un secreto a voces. </DIV>
<DIV align=justify><BR>No es por casualidad que la mayoría de los intelectuales
estadounidenses que han identificado a esos precursores internos de la Guerra
Global contra el Terror –periodistas como Margaret Kimberley y Bob Herbert, y el
profesor de derecho James Forman, Jr.– sean afroestadounidenses. Estadounidenses
negros, cuya tasa general de encarcelamiento probablemente sea mayor que la de
ciudadanos soviéticos en la cima del gulag, han tenido amplias razones durante
siglos, y ahora más que nunca, para dudar de la equidad fundamental de la
justicia estadounidense. Es simplemente desconcertante para los que saben cómo
funciona realmente nuestro sistema que haya abogados que comparan a los
tribunales militares desfavorablemente con “la versión Cadillac de la justicia”
que reciben supuestamente los ciudadanos de EE.UU. (que es como un abogado
defensor de Guantánamo describió a los tribunales internos de EE.UU.). </DIV>
<DIV align=justify><BR>De hecho, la familiaridad aburrida de gran parte de la
inmundicia de la Guerra contra el Terror puede ayudar a explicar el motivo por
el cual tantos estadounidenses ven con indiferencia lo que ha sucedido en
Guantánamo, y a menudo responden con exasperación al choque y horror liberal. Lo
mismo ha estado ocurriendo aquí mismo durante décadas, ¿dónde habéis estado?
</DIV>
<DIV align=justify><BR>El procesamiento de alguien de 15 años por “asesinato”
con la ayuda de un poco de tortura y algunas amenazas de violación podrá no ser
el tipo de cosa que deseemos mostrar a periodistas alemanes. Simplemente se
horrorizan. Les falta el contexto. Pero nosotros, estadounidenses, no tenemos
realmente derecho a afirmar que nos sentimos horrorizados. Nos hemos
acostumbrado hace mucho tiempo a cosas semejantes. El procesamiento del ex niño
soldado Omar Khadr no ha sido nada, en otras palabras, que no sea típicamente
estadounidense. <BR></DIV>
<DIV align=justify>* Chase Madar es abogado en Nueva York. Escribe reseñas e
informes para London Review of Books, Le Monde Diplomatique, American
Conservative Magazine y CounterPunch.
<HR>
<BR></FONT></DIV></BODY></HTML>