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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>22 de noviembre 2010<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>Haití</FONT></STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>No estamos en
Haití</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Santiago O’Donnell<BR>Página/12, Buenos Aires,
21-11-10<BR></STRONG><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>No estamos en Haití y es bastante difícil imaginarse tanta
miseria. Aun después de escuchar mil veces que es el país más pobre del
hemisferio occidental, que un cuarto de la población vive con menos de un dólar
por día, que nada crece en su tierra estéril, que no hay minas, que no hay
industria, que no hay Estado, que casi no hay por dónde empezar. Encima de eso
terremoto, cólera y elecciones el domingo que viene.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El domingo hay elecciones y Aristide las mira por tevé.
Desde que fue derrocado en el 2004 los cascos azules de Naciones Unidas ocupan
militarmente al país bajo el mando en el terreno de Brasil y el comando
estratégico de Estados Unidos, operación en la que participan varios países de
la región, incluida la Argentina. Al amparo de este poder René Préval cumple
cinco años olvidables en el gobierno y el Consejo Electoral mantienen proscripto
al movimiento Famni Lavalas, la principal fuerza política del país, y en el
exilio en Sudáfrica a su líder, al cura salesiano tercermundista y dos veces
presidente constitucional Jean-Bertrand Aristide.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“El gobierno y el Consejo Electoral no tienen ninguna
intención de organizar elecciones libre, justas y democráticas, no quieren una
elección, quieren una selección”, se quejó esta semana Aristide desde
Johannesburgo en una entrevista con el cineasta Nicolas Rossier. “Excluyeron a
Fanmi Lavalas, que es el partido mayoritario. Es como si en Estados Unidos se
organizaran elecciones sin el Partido Demócrata.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre los 19 candidatos presidenciales en Haití están los
sospechosos de siempre, miembros de la clase alta afincada en Washington y
Miami, con escasa o nula representatividad, antiguos compañeros de aventuras de
los militares golpistas, ahora conchabados por las fuerzas de ocupación, siempre
cerca de la torta. La favorita es Mirlanda Manigat, esposa del ex presidente
Leslie Manigat, a quien los militares dejaron gobernar cuatro meses en 1988.
Educada en Francia, profesora de Derecho Constitucional, vicerectora de una
universidad haitiana, se presenta ante la prensa internacional como
representante del centroizquierda moderado de la región, y se identifica con las
políticas de Lula. La revista Time la colma de elogios en un artículo titulado
“La mujer que sería la próxima presidenta de Haití”. Es fácil ver por qué gusta
en Estados Unidos, Europa y Brasil. Segundo en las encuestas marcha el candidato
del presidente Préval, el ingeniero Jude Celestin. La principal promesa de
campaña de Celestin es permitir la vuelta de Aristide. Tercero marcha un
cantante de musica pop, Michel “Sweet Micky” Martelly, no confundirlo con el
rapero Wyclef Jean, que fue descalificado porque nunca residió en Haití.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En cambio, las razones para excluir a Aristide y su
partido no parecen tan claras. Un miembro del comité electoral, organismo
financiado por ONG francesas y estadounidenses, dio la siguiente explicación:
“No puede venir porque habrá actos de violencia”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aristide llegó al poder por primera vez en 1991, tras las
primeras elecciones libres que tuvo Haití desde la caída de los Duvalier. Sacó
el 67 por ciento de los votos. Lavalas, “el torrente” en créole, barría el país.
El día que ganó Aristide sus simpatizantes bailaron sobre los escombros de lo
había sido la tumba de “Papa Doc” Duvalier en un cementerio de Puerto Príncipe.
Por primera vez desde la revolución esclavista que le dio la libertad a Haití en
1804, un hombre del pueblo, de las masas, llegaba al poder. Al Vaticano nunca le
gustaron su apego al marxismo y su coqueteo con el vudú, fue expulsado de la
orden de los salesianos en 1988. A Estados Unidos le molestaba su prédica
antiimperialista, pero eran tiempos de Bill Clinton, el muro había caído, y
Washington anunciaba una nueva política de no permitir golpes de Estado en la
región. Por eso cuando un general gorila y narco volteó a Aristide en 1991,
Estados Unidos se puso al frente de una campaña internacional para reinstalarlo.
Aristide eventualmente volvió a la presidencia en 1994 y pudo terminar su
mandato en 1995. Dejó pasar un turno como manda la Constitución y volvió a ganar
en el 2000, pero esta vez las cosas fueron distintas. Gobernaba Bush hijo y Bush
hijo no se tragó el acercamiento entre el ex cura y el venezolano Hugo Chávez ni
que Haití reiniciara relaciones diplomáticas con Cuba. Entonces le cortó la
ayuda externa y le frenó préstamos en el BID. Para un país que depende casi
exclusivamente de la ayuda externa y cuyo principal donante es Estados Unidos,
el boicot equivalía a una sentencia de muerte. Con bandas armadas pro y anti
Aristide controlando las calles, el gobierno del sacerdote no pudo controlar la
corrupción rampante como había prometido, ni poner en práctica ninguna
estrategia de desarrollo. El grupo paramilitar Fraph, sucesores de los tonton
macutes de Duvalier, incentivado por la CIA, golpeaba al régimen a machetazo
limpio, llamando a la insurrección. Y llegaron el caos y la insurrección armada.
En el 2004 los rebeldes tomaron Cap Haitien, la segunda ciudad del país, y
marcharon sobre Puerto Príncipe. Fue entonces cuando militares estadounidenses
subieron a Aristide a un avión y lo mandaron a Sudáfrica, en donde permanece
desde entonces en una especie de prisión domiciliaria ampliada, ya que puede
viajar por Sudáfrica, pero no puede salir del país porque le retuvieron sus
pasaportes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Muchas cosas se dijeron entonces de Aristide: que estaba
medio loco, que decidía sus políticas en rituales vudú, que mandó matar a mucha
gente. Pero nunca fue juzgado por esos presuntos crímenes. Para frenar a los
rebeldes y ocupar el vacío de poder, en vez de invadir, Washington mandó a los
Cascos Azules. Brasil y sus socios del Mercosur aceptaron el desafío de ponerles
cuerpos a esos cascos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El resto es historia reciente. Terremoto 7.0, gran
campaña internacional. El ejército estadounidense asume el manejo de la
reconstrucción, controla la entrada de personas y bienes. Un millón y medio de
haitianos viviendo en carpas comunitarias. Un universo de ONG repartiendo lo que
hay y haciendo de Estado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Huracán Tomás a principios de mes. Diez mil haitianos más
pierden su vivienda. Con la crecida de agua estalla una epidemia de cólera
traída por los cascos azules nepaleses desde Asia central y diseminada entre los
basurales de Cité Solei, y las demás villas miseria de la capital. Mil muertos,
veinticinco mil infectados, un cuarto de millón en riesgo. Campañas en los
medios masivos que sirven de muy poco porque millones de haitianos no tienen
acceso a los medios masivos. Muchos haitianos pobres desconfían de los
hospitales, creen que ahí los van a matar, y sólo llevan al enfermo de última,
cuando su estado ya es irreversible, se quejan los voluntarios de la Cruz
Roja.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras tanto, en los últimos días se registró una ola
de ataques a cuarteles de Cascos Azules supuestamente motivados por el enojo en
contra de los soldados nepaleses. Al menos dos manifestantes murieron y seis
soldados de la ONU resultaron heridos. Para el guatemalteco Edmund Mulet, jefe
de misión de la ONU en Haití, los ataques no son espontáneos. “Los alborotadores
tradicionales, ex FAHD (miembros del Ejército haitiano), ciertos políticos,
figuras criminales, grupos opuestos a las elecciones, están detrás de estos
incidentes. La epidemia de cólera les cayó como una buena oportunidad para crear
esta situación”, declaró Mulet, el hombre a cargo de los 12.000 efectivos de la
ONU que ocupan el país. Mulet no identificó a los supuestos instigadores.
Algunos acusan a Aristide, otros dicen que es Préval es el que quiere postergar
los comicios para posicionar mejor a su candidato. Otros dicen que la bronca
popular es real, y que excede el problema sanitario.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Así es Haití en tiempos de cólera. Hay elecciones pero no
son elecciones libres porque el principal candidato está desterrado y
proscripto, y porque la principal fuerza política del país tampoco puede
participar. En la Argentina tenemos una idea de cómo terminan esas
historias.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El otro dato que surge claro es que sigue habiendo patio
trasero para Estados Unidos. Ese patio trasero se achicó después de la Guerra
Fría y ya no incluye a Sudamérica, pero sí a Centroamérica y el Caribe. Entonces
Obama, o mejor dicho su subsecretario para la región, Arturo Valenzuela, volvió
a aplicar en Haití la misma fórmula que había usado en Honduras el año pasado,
cuando una asonada cívico-militar forzó la salida del presidente legítimo. En
Honduras avaló elecciones bajo estado de sitio y con el presidente
constitucional encerrado en la embajada brasileña. En Haití avaló elecciones con
epidemia de cólera, con el partido mayoritario proscripto y con su líder
semipreso en Sudáfrica.</DIV>
<DIV align=justify><BR>O sea, lo importante es que haya elecciones, que se
cumpla con la formalidad y lo demás lo vemos más adelante. No importa si las
elecciones son ilegítimas y proscriptivas. Todo eso se arregla con la chapa de
la ONU, de la OEA, o del propio Estados Unidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A esta altura no es que a Washington le moleste tanto que
un cura marxista se haga cargo de lo que queda de Haití. Ya tolera a los
sandinistas en Nicaragua y al Farabundo Martí en El Salvador. Y las potencias
extranjeras, empezando por Estados Unidos, están tan metidas en Haití que ningún
presidente podría sacarlas. Los que no quieren la vuelta de Aristide son los
zánganos de la aristocracia haitiana con domicilio principal en Washington y
Miami. Pero esa clase, que se hace llamar “elite”, es a su vez la que monta el
show electoral que sostiene la falsa democracia haitiana, y por eso sus deseos
son escuchados. No es que Haití tenga una gran importancia estratégica para
Estados Unidos o que Washington siga pendiente de la teoría del dominó. Haití
tiene una importancia relativa en Washington porque es, junto a Sudáfrica, el
país que más interesa al lobby y el movimiento político negro, en parte
responsable por la llegada de Obama al poder. Entonces Obama manda plata, manda
gente, manda a Bill Clinton y a Bush padre a repartir bolsas de comida.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay que reconocer que por lo menos en lo que Haití
respecta Estados Unidos ha sido coherente con lo que hizo en Honduras. Distinta
es la posición de Brasil y sus socios del Mercosur. El año pasado se la jugaron
por la vuelta del líder hondureño derrocado, en cambio en Haití ponen sus
fusiles al servicio de los golpistas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“En el 2004, avanzamos hacia una democracia verdadera y
ellos dijeron que no,” analiza Aristide desde el exilio. “La minoría de Haití,
la elite política y económica, les teme a las elecciones libres y justas, y sus
aliados extranjeros tampoco quieren elecciones libres en Haití. Mientras se
nieguen a respetar el derecho de cada ciudadano a participar en elecciones
justas, libres y democráticas, no van a resolver el problema.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Qué racha la de Haití. Qué castigo para los herederos de
la gloriosa rebelión esclavista. Treinta y dos golpes de estado y contando.
Invasiones de España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Naciones Unidas.
Primero la esclavitud, después la miseria, después los Duvalier, después el
terremoto, después el cólera y ahora esto. No estamos en Haití y cuesta imaginar
tanta desgracia. Lo vemos desde afuera, igual que Aristide.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>