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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>14 de febrero 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Argentina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Campo fértil para la explotación
laboral</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><STRONG><FONT face=Arial> </DIV></FONT></STRONG>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Las denuncias y allanamientos que
detectaron condiciones de semiesclavitud y tráfico de personas en zonas rurales
pusieron en evidencia ese sistema de explotación laboral</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Para el Movimiento Nacional Campesino
Indígena (MNCI) son las "consecuencias de
un modelo"</FONT></STRONG></DIV></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Darío Aranda</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Página/12, Buenos Aires,
14-2-11<BR></STRONG><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>“El estado de los obreros en el ingenio es mísero y
desastroso, la explotación inicua y el trabajo brutal. (...) He visto en todo el
interior la explotación. (...) El trabajo de la mujer y del niño se explotan con
igual intensidad en Cuyo que en el resto de la República, y acaso más en la
época de cosecha.” Fechada el 30 de abril de 1904, escrita por Juan Bialet
Massé, la frase pertenece al histórico Informe sobre el estado de las clases
obreras argentinas, señalado como el primer compendio de la situación de los
trabajadores del país. A 107 años de aquella investigación, en el campo
argentino se repiten las escenas de explotación laboral, jornadas de trabajo de
hasta 16 horas, pagas mínimas, ausencia de día de descanso, amenazas y
maltratos, alimentación escasa, personas obligadas de vivir en taperas o bajo
plásticos. Organizaciones campesinas, ONG y académicos coinciden: el trabajo
rural en situaciones de explotación está presente en todas las latitudes de la
Argentina y es una práctica generalizada.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De sol a sol. Es la característica del trabajo en el
campo. Y la cosecha de uva no es la excepción. Mendoza tiene tradición en vinos,
y también en explotación laboral. Trabaja toda la familia. Mujeres y niños
cortan los racimos y ayudan en el llenado de un tacho rectangular de 20 litros.
Los hombres “tachan”, que implica el cargado del recipiente y la descarga en
camiones. Por cada tacho le dan una ficha (que vale aproximadamente un peso),
que la familia acumula hasta el sábado, en que –si no hay despido previo– se
cobra. En un día muy bueno (los menos) se pueden reunir 150 fichas, pero también
pueden ser 50, por el trabajo de toda la familia. También es común que la ficha
sea moneda de cambio en las proveedurías de la finca o los almacenes del pueblo,
siempre a menor valor que si fuera dinero efectivo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Los cosechadores son llevados en camiones a las fincas
como vacas. Y en muchos casos los trabajadores golondrina están en carpas tipo
circo donde duermen todos amontonados, cocinan con fuego al aire libre, sin luz
y el agua se la venden. Acá los calores son mortales, lo que le agrega un
condimento extra. Los baños no existen. La paga es un miseria, sólo para
sobrevivir”, explica Diego Montón, de la Unión de Trabajadores Rurales Sin
Tierra (UST), organización que practica el trabajo cooperativo, alimentos libres
de agroquímicos y el comercio justo. Un ejemplo es su vino “Campesino”, libre de
explotación laboral.</DIV>
<DIV align=justify><BR>También en Mendoza, idéntica explotación padecen los
trabajadores del ajo, que son obligados a inscribirse como monotributistas para
falsas cooperativas y soportaban condiciones de explotación, insalubridad,
hacinamiento y trabajo infantil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En noviembre de 2008, un grupo de trabajadores se rebeló
y comenzó una manifestación en el frente de la empresa, en el departamento de
Maipú. Denunciaron la explotación en sus tres eslabones: siembra, cosecha y
empaque. Sobrevino la represión policial y, producto de las heridas, la muerte
del trabajador Juan Carlos Erazo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Siempre nos explotaron, trabajamos hasta 16 horas. Pero
ya era mucho. Nos animamos y dijimos basta. Nos costó amenazas, golpes y la
muerte de un compañero. El sindicato y el gobierno nos dejaron solos, pero
salimos adelante”, relata Fabián Bravo, presidente de la Cooperativa Irigoyen e
integrante del flamante Sindicato de Trabajadores del Ajo y afines
(Sitraaj).</DIV>
<DIV align=justify><BR>En las falsas cooperativas la jornada arranca a las 6,
media hora de descanso al mediodía y llegaban a trabajar hasta la medianoche. El
cosechador nunca obtiene más de 60 pesos por día, los baños no existen, el agua
escasea. “Todo es explotación. Desde lo que se paga al pequeño productor por la
cosecha hasta lo que toca al trabajador. Nosotros, autogestivamente, cobramos el
doble y también pagamos el doble a los pequeños productores”, remarca orgulloso
Bravo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La producción de frutas en Río Negro tiene tradición en
mano de obra temporaria. La gran mayoría de trabajadores llega desde el norte
del país. Incluso el gobierno tucumano tiene un convenio con Río Negro para
“facilitar” los jornaleros. Desde la Dirección de Programas Especiales de la
Secretaría de Trabajo de Tucumán se pagan los micros que trasladan
aproximadamente a 16 mil trabajadores, de un total de 25 mil que –según cifras
oficiales– migran por temporada. La primera quincena de enero los envían a Río
Negro (unas once mil personas). El resto migra a Mendoza, San Juan y La Rioja.
“Todos en blanco”, se apuran a aclarar en las gacetillas oficiales, donde se
reconoce que se moviliza a familias enteras.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Escasean las estadísticas referidas al trabajo rural.
Según la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre) de Río
Negro, sólo en las chacras de San Patricio del Chañar, a 55 kilómetros al norte
de la capital provincial, cada año llegan 4000 personas para la cosecha de
manzana, pera y cereza. El gobierno nacional asegura que, en el campo, el
“trabajo no registrado” es del 50 por ciento, en base al Censo Nacional de 2001,
la Encuesta Permanente de Hogares de 2010 y el Sistema Integrado Previsional
Argentino (SIPA, donde figuran registrados 400 mil trabajadores rurales). Pero
Uatre maneja otras cifras: 800 mil trabajadores registrados y 700 mil “en
negro”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En Río Negro, las denuncias se repiten cada año. En enero
de 2010, los diarios provinciales volvieron a poner (como todos los años en
época de cosecha) las denuncias. Cientos de trabajadores estaban hacinados en un
galpón de la localidad de Lamarque. Les habían ofrecido 81 pesos por día y
vivienda. En cambio le daban 30 pesos y un tinglado superpoblado. La mitad de
los trabajadores dormía sobre el piso. Si alguien reclamaba, en el predio había
policías de la provincia que amenazaban con reprimir.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En diciembre volvieron a repetirse las denuncias, en la
localidad de Choele Choel. Los trabajadores no podían salir de las chacras y
sólo podían pedir ayuda por mensaje de texto. Se repetían las condiciones de
trabajo y alojamiento, les pagaban menos de lo pautado y cobraban los alimentos
a precios altos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Patagonia y Misiones tienen similitudes. “Parte grande de
la riqueza de la provincia sale de nuestras manos y espaldas castigadas. Es lo
mismo desde mis abuelos”, afirma Sonia Lemos, 30 años, delegada del flamante
Sindicato de Tareferos de Misiones, nacido hace dos años para luchar por los
derechos del eslabón más débil de una industria millonaria. La tarefa consiste
en podar la planta y separar la hoja del palo. Se acumula sobre plásticos
abiertos como mantel, donde se acumula el montículo de yerba. Luego se unen las
puntas y forman una gran bolsa: el “raído”. Trabaja toda la familia y cada raído
se lo pagan trece pesos.<BR>“Con mucha suerte, cuatro raídos hacemos. Pero hay
veces que sólo dos”, explica Lemos. Traducido: por día de trabajo obtienen entre
26 y 52 pesos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“No queremos que ningún hijo nuestro muera más de hambre
en Misiones”, reclamaron los mismos tareferos en noviembre pasado, cuando
llegaron hasta Buenos Aires para denunciar la explotación laboral, salarial y la
criminalización que padecen por reclamar. Ante el abandono de la Uatre, se
organizaron para enfrentar la explotación de largas jornadas de trabajo, paga
escasa y la condena a un círculo de pobreza.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El objetivo era visibilizar la situación que ya se había
cobrado la muerte de dos niños por desnutrición. “Nos duele reconocer que el
hambre está instalado en nuestras casas desde hace mucho tiempo y que se ha
convertido en uno de los dolores más difíciles de enfrentar porque con ella no
se puede pensar, no se puede trabajar. De hambre nos estamos enfermando y
muriendo”, denunciaron y se movilizaron hasta el Obelisco porteño con una
consigna que interpelaba en busca de solidaridad: “Que el placer de tomar mate
no siga descansando sobre la esclavitud de los tareferos”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No los recibió ningún funcionario. Ni siquiera lograron
que la Anses cumpliera con la devolución de las asignaciones familiares
retenidas arbitrariamente. Volvieron con las manos vacías. “Siempre nos
explotaron, pero ahora estamos organizados. No es fácil, pero en eso estamos.
Eramos sólo veinte, ahora ya somos 300. Será largo, ya no creemos en los
contratistas ni políticos, haremos valer nuestros derechos”, advierte la
delegada gremial Lemos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Guillermo Neiman es sociólogo, investigador del Conicet y
coordinador académico de la maestría en estudios sociales agrarios de Flacso.
“La cadena de complicidades incluye a los empresarios, intermediarios,
sindicatos y Estado”, resume. Afirma que el “trabajo precario” rural es tan
histórico como generalizado, y cuestiona a los empresarios agrarios: “Por el
nivel de rentabilidad del agro actual no se entiende que sigan manteniendo el
trabajo precario. No se justifica de ninguna manera, desde una lógica de
rentabilidad, que los salarios sean tan bajos y que permanezca el trabajo en
negro”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Denuncia que para el campo no hay estadísticas
actualizadas. Reconoce que deben manejarse con el entrecruce del Censo Nacional
2001 y el Censo Agropecuario de 2002, que es contestado por los patrones, no por
los trabajadores. La Encuesta Permanente de Hogares se realiza en ciudades, por
lo cual vuelve a quedar afuera el sector rural. “Hay personas que no quieren que
se conozca la realidad rural, donde no hay dudas de que la pobreza y la
desocupación son superiores a la publicitada, que siempre es una proyección de
lo urbano”, afirma.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Neiman explica que la explotación laboral no se da sólo
en el trabajador “golondrina”, sino también en el permanente, aunque siempre es
mayor en los trabajos estacionales, donde se requiere mano de obra intensiva por
época. “Los controles son insuficientes. Es necesaria una participación activa
del Estado, es el único que puede modificar el trabajo rural precario”, insta a
actuar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Diego Domínguez es sociólogo e investigador del Instituto
Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. No naturaliza ni resta
importancia a la explotación laboral en el campo, pero encuentra una coherencia
histórica en la clase dirigente: “Argentina se elevó como Nación sobre la
esclavitud encubierta de los gauchos y los indígenas. Entonces hoy no sorprende
que, bajo el discurso de un agro exitoso, hombres, mujeres y niños padezcan la
peor explotación, es una continuidad histórica”.
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Los trabajos donde predomina la
explotación </FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>En todas las regiones, en todas las
actividades<BR><BR></FONT></STRONG><BR>- De Santiago del Estero migran cada año
miles de personas para trabajar en distintas cosechas: papa, desflore de maíz,
caña de azúcar y aceituna. El Movimiento Campesino de Santiago (Mocase) aporta
una consecuencia silenciada: en los ranchos campesinos caen los stocks físicos
de maíz, zapallo, sandía y animales, entre otros. La consecuencia es la pérdida
de la soberanía alimentaria de los comuneros y el ingreso a un círculo de
pobreza con cada vez mayor dependencia de los trabajos en condiciones de
explotación o los deja a merced de las dádivas clientelares de la
política.</DIV>
<DIV align=justify><BR>- Bahía Blanca, Patagones, Pedro Luro e Hilario Ascasubi,
todas localidades del extremo sur de Buenos Aires, zona de siembra de cebolla.
En noviembre y diciembre llegan gran cantidad de migrantes del norte del país y
de Bolivia. En esa época del año se requiere mano de obra para la limpieza,
cosecha, apilada y empaque. “Los casos de trabajo esclavo son excepcionales,
pocos, pero sí hay mucha explotación, hacinamiento, eternas jornadas y mala
paga. Ese tipo de condiciones se da en el 90 por ciento de los casos”,
explicaron desde la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Migratoria de Bahía
Blanca.</DIV>
<DIV align=justify><BR>- En la zafra lanera de la Patagonia funcionan
“comparsas” de esquila, cuadrillas de veinte personas que se reparten roles:
agarradores, esquiladores, enfardadores, clasificadores, cocineros. Son llevados
de estancia en estancia, duermen en galpones míseros o donde pueden, entre
agosto y enero. “Es un trabajo muy exigente, casi siempre en negro. Es muy duro
desde lo físico, los esquiladores hablan que quienes tienen diez campañas sobre
el lomo tienen problemas físicos, de columna, cintura, dolores variados”,
explica Carlos Irasola, delegado en Río Negro de la Subsecretaría de Agricultura
Familiar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>- El carbón que usan en las ciudades para el asado tiene
un costo humano. Familias enteras recolectan leña, la cortan y acumulan ordenada
dentro de un gran horno de ladrillo. Cierran el horno y se prende fuego, que no
debe apagarse durante 15 días para que se logre la carbonización de la leña.
“Son condiciones absolutamente insalubres, se le paga 20 pesos por jornada de
diez a doce horas. Muchas veces trabaja toda la familia. Los menores trabajan de
noche, cuidando de que no se apague el horno”, afirma Rolando Núñez, de la ONG
Nelson Mandela de Chaco.</DIV>
<DIV align=justify><BR>- La caña de azúcar en Tucumán y el algodón en Chaco
fueron dos actividades referentes en el trabajo en condiciones de explotación.
Requerían gran cantidad de mano de obra. Con la tecnificación de la cosecha,
descendió notablemente la necesidad de trabajadores, pero aún persisten
establecimientos donde se mantienen los regímenes de explotación. Otras
actividades: tabaco en Jujuy, cebolla en San Juan, fruta fina en Chubut y Río
Negro, ganadería en Formosa, rosa mosqueta en Río Negro, arándanos y cítricos en
Entre Ríos y Corrientes, limón en Tucumán, los motosierristas misioneros, la
aceituna en Catamarca y La Rioja. El trabajo infantil amerita otra doble página
de diario.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>"Consecuencia de un
modelo”<BR></FONT></STRONG><BR><BR>El Movimiento Nacional Campesino Indígena
(MNCI) está conformado por unas 15.000 familias rurales de diez provincias. Y no
tiene dudas: “En la gran mayoría de las actividades del campo bajo patrón hay
explotación”. Lo vinculan directamente con el modelo agropecuario y reiteran la
necesidad de impulsar políticas activas que respeten y favorezcan a indígenas y
campesinos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Represión a los qom, Villa Soldati y trabajo rural
esclavo: todas caras de una agricultura industrial” es el título del documento
donde el MNCI vincula la feroz y aún impune represión en Formosa, los asesinatos
en el Parque Indoamericano y las condiciones de trabajo de la pirámide de la
población rural. “La concentración de la tierra y el agua en pocas manos, y la
falta de apoyo a la agricultura familiar y campesina propician el trabajo
esclavo en condiciones infrahumanas al que son sometidos miles de trabajadores
en el campo”, denuncia. Precisa los casos conocidos a comienzo de año en San
Pedro y Ramallo (desflore de maíz) y menciona como responsables del modelo a la
Mesa de Enlace y a las “corporaciones transnacionales”, entre ellas Monsanto,
Nidera, Dreyfus y Syngenta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Afirma que la explotación en el campo “no son situaciones
aisladas o excepciones, son consecuencias generales del modelo agropecuario
instalado en Argentina”. Advierte que las injusticias y atropellos contra el
trabajador rural “no pueden eliminarse sin una transformación profunda del
modelo”.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>