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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>16 de febrero 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Argentina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Donde los desechos de comida son
sinónimo de supervivencia</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>En la planta
procesadora de desperdicios del Ceamse, en San Martín, cientos de jóvenes
cirujean a diario durante una hora escarbando los desechos industriales de
fábricas de lácteos, frigoríficos y supermercados. Muchos de ellos proceden de
la villa “La Cárcova”, de José León Suárez, donde dos menores murieron baleados
tras el descarrilamiento de un tren.<BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Matilde Sánchez </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Clarín, Buenos Aires, 13-2-11</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.clarin.com/"><STRONG>http://www.clarin.com/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>José León Suárez es el parquetemático de la miseria, sostiene
Lalo. “Vivimos sobre rellenos de desechos, tenemos la gran quema y hasta trenes
descarrilados. Solo falta clavar el cartel en la autopista, Bienvenidos a
Quemaikén ”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo que se cuenta aquí es apenas una visita al cirujeo que
ocupa a miles de vecinos de San Martín cinco días a la semana, en la planta
procesadora del Ceamse. Es el paso por una escena postapocalíptica, en tiempos
industriales y en una de las llanuras más ricas del mundo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ernesto De la Cárcova, el artista que pintó Sin pan y sin
trabajo , uno de los cuadros emblemáticos del museo argentino, da nombre a esta
villa, cuyos habitantes llaman Carcova, sin tilde y con acento grave. Es una
villa como cualquier otra, ni más grande ni más violenta, estable en población,
donde se concentra en pocas manzanas la desintegración de una comunidad . Dos
menores -Gabriel Ramos y Franco Almirón- fueron asesinados por la Policía
bonaerense la semana pasada tras el supuesto descarrilamiento y saqueo de un
carguero, en lo que parece un episodio de “gatillo fácil”. Las pericias de la
Gendarmería no han sido concluyentes sobre el incidente del tren. Aunque el
grueso de su población, de origen argentino, vive del cirujeo, la mayoría no
sube a los pocos camiones que salen a media tarde hacia el microcentro sino que
cartonea en el Ceamse, a pocos kilómetros . A las 16.30, decenas de jóvenes
preparan sus bicicletas y carros para atravesar la villa. Deben cruzar las vías
y enfilar para la autopista del Buen Ayre, hasta la curva que se adentra en el
campo hacia la montaña de basura descargada por los camiones todo el día. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En rigor, la planta del Ceamse dejó de ser una quema hace
décadas, pero todos la siguen llamando así. Técnicamente, el Relleno Norte II
concentra el 86 por ciento de la disposición final de los desperdicios de la
Capital, el conurbano y el primer cinturón, en total, 34 municipios. A priori,
el cirujeo en este inmenso basural suena al último escalón del trabajo humano ,
y lo más fácil es convertir a sus peones en una jauría ante la carroña, ellos
también posthumanos. Sin embargo, mirado en frío -respirando por la boca-, no
hay pozo más suculento ni que ofrezca lo que en rigor es la totalidad completa
de los bienes de consumo, rotos, podridos, degradados pero desplegados en toda
su diversidad, en lotes ofrecidos a una grotesca cosecha. Ni hay una fuente de
negocios tan cercana en el municipio de San Martín.<BR>Ofrece la cornucopia del
capitalismo en clave de esperpento . </DIV>
<DIV align=justify><BR>El paisaje es degradante y a la vez, barroco. Su
orografía es multicolor, trepa por bultos de todas las materias y hasta tiene un
río, el Reconquista, con su propia fauna de ranas que, por los vertidos, nadie
se atrevería a comer . Se supone que el fuerte de la villa Carcova es el
reciclaje del nylon , el polímero PET. Los envases plásticos se recogen, se
venden a los acopiadores y se compactan en grandes cubos que se exportan a China
y Brasil, donde se reprocesan en lana polar. Además del Ceamse, existen en este
mismo partido quemas clandestinas de PET a un costo muy inferior. En su reciente
libro ¿Quién mató a Diego Duarte?, en el que se indaga en la muerte de un joven
cartonero bajo un alud de basura en marzo de 2004 y cuyo cuerpo nunca apareció
(la escena recuerda el final trágico de Gomorra , la película basada en el libro
de Roberto Saviano sobre la mafia de la basura), Alicia Dujovne Ortiz pinta esas
otras quemas a cielo abierto. Además del nylon , muchos cartonean papel. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, lo que horripila y al fin hace repensar las
propias coordenadas de vida -el perdedero sin fondo de los recursos, el
dispendio como la verdadera obscenidad- es el cirujeo de desechos alimentarios,
que han salido del sistema comercial por la mañana para reingresar en otro
circuito paralelo esa misma tarde . No siempre se trata de alimentos vencidos
sino desechados por razones industriales, la más común, por haberse roto la
cadena de frío. Ambrosio Nougués, consejero de la Fundación Banco de Alimentos,
observa que nuestro vencimiento alude a otras “propiedades organolépticas”, como
su punto óptimo de aroma y color, lo que no quiere decir que no sean comestible.
En muchos países, como los EEUU., la leyenda señala su fecha de consumo
preferible. En la práctica, esto pondría en circulación y volvería aptas para
donaciones masivas altísimas cantidades de alimentos que hoy se descartan con
demasiada facilidad. Existe un proyecto, la ley Donal, guardado desde hace
meses, que procura reglamentar esta clase de donaciones directas a entidades
humanitarias. En la práctica, toda la población que cirujea en el Ceamse desde
los años 80, pero con un gran estallido desde la crisis de 2001, se ha
alimentado de lo que sus padres rescataban aquí. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Lalo Paret, tercera generación de cirujas, referente de
la fundación internacional La Base y un activista en favor del reciclado, cuenta
que se alimentó de desperdicios desde los siete años. “Me acuerdo que una
temporada viví dos meses enteros a base de mondongo”, cuenta. “Aquí las vecinas
saben que si levantan pollos de la quema, deben dejarlos hervir dos horas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Decía mi abuelo que el fuego mata todo .” En la esquina
de la Carcova donde paran los amigos de los menores muertos, cerca de las
casillas donde todavía impera el duelo de los familiares, ninguno nos querrá
acompañar; ni locos se aventuran con toda la zona bajo la mirada de la
Gendarmería . Una joven bella y muy “cuadro” despotrica contra la prensa
corporativa y es un eco del movimiento globalifóbico de los años 90, atravesado
por los debates de la ley de Medios. Es necesario caminar hasta el final de la
avenida Central de la villa y emprender una marcha de 40 minutos, hasta el atajo
donde el Ceamse abre un camino campestre hacia el botín, a la extensión donde
gotea cada día el maná envenenado de todos los supermercados, fábricas de
lácteos, refinerías y frigoríficos . Y lo que se viene es la barata última, el
despliegue de estos otros commodities que, rancios y vencidos, mal empaquetados
o impresentables, las plantas y góndolas regurgitan en este barranco, tan lejos
de los niños famélicos de Salta. La quema del Ceamse es el confín de todos los
productos que nos acompañan a diario, allí donde lo ordenado por la industria se
confunde en un yacimiento de materia sin etiquetar y todo se superpone -y esa es
parte del escándalo y el chiquero-: el picadillo de tabaco con los bidoncitos de
yogur, la carne picada y los pollos junto al balanceado de nuestros voraces
golden retrievers, mientras el brazo ciego va tanteando, por si acaso los dedos
tocan un DVD .</DIV>
<DIV align=justify><BR>Primero hay que llegar hasta el retén policial del Ceamse
y la gran reja, al otro lado de un puente donde las autoridades esperan la hora
indicada. La inmensa mayoría de cartoneros son menores de 25 años, muchos de
ellos niños con hermanos mayores y cantidad de jovencitas. Pocos adultos
soportan el esfuerzo atlético de llegar primero a la montaña. Walter, un señor
adulto, dice que ha visto a muchos quebrarse, porque a más juventud, mayor es la
presión de la largada . Hacia las 17.30 abren la reja -suena la campana de
Pavlov; “comida, mi plato favorito”, decía Groucho Marx- y se larga la carrera.
Habrá unas quinientas bicicletas y carros hoy pero en meses como diciembre puede
llegar a triplicarse. Es un embudo rodante por ocho cuadras y el clima es de
competencia por acceder a los mejores lotes. Aunque es festivo sin alegría,
porque todos saben en carne propia que hacer esto es una condena y anticipan en
la piel cómo saldrán de ahí, hay una euforia por resolver, cruzada de chanzas y
sociabilidad y bravuconadas hormonales. Al rato de andar con ellos, lo que a mis
ojos es basura repugnante cambiará de signo: se convertirá, como dicen, en
“mercadería”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Al llegar a la podredumbre, empieza la pugna. La gente se
conoce, unos son amigos y otros se odian. Reina el apuro por hacer rendir la
única hora que el banquete será ofrecido, por pescar en la misma mierda cien
kilos de salchicha, tres plasmas rotos de los que quizá salga uno sano, yogures,
la caja de cosméticos Avon . Para todo ello es preciso hundirse en el piso
viscoso y meter los brazos; los guantes no resultan para los alimentos. La
escena actualiza aquel cuadro donde las negras revuelven vísceras en El
Matadero, de Esteban Echeverría, pero en conjunto tiende más al futuro que al
pasado. De algún modo, las tensiones por los alimentos en todo el planeta se
juegan también acá.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Claro que donde hay dinero, hay método y un sistema
comercial. Que existe una mafia de la basura en el Ceamse parece ya fuera de
duda . Rige un turno anterior de cartoneros privilegiados -llamados veedores -,
que entra pocas horas antes para marcar su botín. A estos bagayos con
destinatario se los llama “tendidos”; por la tarde ya están cubiertos con
plásticos. A los bandazos sobre una sola bicicleta, tres estibadores sacan 300
kilos de carne picada ; a la salida la cargan en uno de esos Valiant que solo
conservan la primera marcha. Los venderán a pocas cuadras, a 5 pesos el kilo.
Esa tarde hubo grandes descargas de salchichas, en bolsas de cien kilos, y de
alimento canino: el kilo de balanceado se revende a 2 pesos. Quienes recogieron
salchichas negaron que las vendieran, p ero más tarde algunas casillas de
Carcova abrirán sus ventanas y revenderán panchos y yogures . Es imposible
determinar a qué marcas pertenece cada lote de desechos, pero es evidente que
proceden de molinos y frigoríficos; todo llega en bolsas sin inscripciones. Los
cartoneros aseguran que levantan alimentos de todas las primeras marcas. También
vimos gigantescos paquetes de pan rallado donde más tarde pescaron patitas de
pollo procesado. Si las empresas pagan al Ceamse la terminación de sus desechos,
cuatro horas después de que sean arrojados ya reingresaron en otro nivel más
abajo. Fuera de la quema, esa carne no se distingue en nada de las hamburguesas
“caseras” de cualquier carnicería de barrio. Alguno nos confía que en los casos
de la salchicha y el jamón, la puzza se enmascara con un paso por lavandina.
Otros aseguran que las compran granjas de porcinos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>De vuelta por el camino, los pibes parecen más viejos.
Van embadurnados de la cabeza a los pies: grasa, reguero de lácteos y el barro
orgánico en que chapotearon durante una hora. Cada uno vuelve con lo suyo, más
encallecido y hosco que a la ida . Las pibas van en grupo, casi todas ellas con
alguna mujer mayor. Tienen una reciedumbre de heroínas para pelear a la par y es
posible imaginarlas bailando “Bombón asesino”, una vez que hayan conseguido
lavarse con el escuálido chorrito de agua no potable que llega a Carcova en unas
mangueras de PVC. Se les oye alguna amenaza (“Si me dice algo, la muelo a palo
en seco”, querrán decir “antes de saludarla”). Pero ellas son, de hecho, las más
frontales, las más politizadas y las que mejor se expresan. Hasta se les intuye
una fuerte identificación con la presidenta Cristina Kirchner, allí donde los
muchachos se concentran mayormente en la demolición o la colección de quejas. Y
todo el tiempo se oye un léxico nuevo, que hace rato se despidió de la escuela y
se aleja de la lengua común.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Está hecho de onomatopeyas, “conchaetumadres” y otras
contracciones : ese magma violento de palabras obliga a pensar otra vez de cero.
Oigo un insulto loco, programado a la perfección con una pedrada a otro que
lleva su carro adelante: “¡Chancho puto lambeverga!” Unos jóvenes me gritan,
“Doña, ¡acá nada de firmar !” Les digo que pierdan cuidado. El fotógrafo quedó
muy atrás, impedido por los policías que nunca supimos si querían cuidarlo de la
lluvia de piedras. No es solo que los avergüencen las cámaras y el festín
amarillo. ¡Lo que ellos no quieren por nada del mundo es que se corte el
suministro! Acá todavía se oyen lamentos por la suspensión del Tren Blanco, que
unía José León Suarez y Retiro. En la práctica, aseguran, eso solo sirvió para
hacer menos visibles a los cirujas: significó la privatización del acceso a la
Capital y reconcentró la mafia del cartoneo . A corto plazo, quizá ellos tengan
razón y el banquete deba seguir, porque en verdad lo que da náusea es el hambre
en la factoría de soja. Pero en el mediano término, el cirujeo en el Quemaikén
es aberrante, es la ironía que hace saltar la línea completa . Al salir de la
quema, volvimos a estar cerca de la pampa húmeda.
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Los niños de La Cárcova, pequeños
peones de un basural pródigo </FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>En una tierra donde todas las
necesidades son básicas, crece el trabajo infantil entre los
desechos<BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Matilde Sánchez </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Clarín, Buenos Aires, 14-2-11<BR></STRONG><BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>En qué clase de comunidad se convierte una sociedad de
supervivencia, donde se llama trabajar al cirujeo en desechos industriales, que
se nutre con alimentos descartados por los frigoríficos y grandes supermercados
desde la infancia y donde el 30 por ciento de los niños no tienen padre a la
vista? Este es uno de los corolarios a la salida de la villa La Cárcova –a la
que sus habitantes nombran quitándole la esdrújula, el más escolar de los
acentos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Se trata de una villa en José León Suárez, ni más
populosa ni más violenta que cualquier otra , que pasó al primer plano hace diez
días cuando el descarrilamiento y saqueo de un carguero, a pocas cuadras de ahí,
terminó con dos menores muertos –Franco Almirón y Gabriel Ramos-, en un aparente
episodio de “gatillo fácil” por parte de la Policía bonaerense.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se entra en La Cárcova cuando una calle ancha típica de
barrio deja el asfalto y se convierte en avenida Central: no hay carteles en
ella pero sí varias agencias de remís y una Unidad Básica cerrada con candados,
sobre el camino de barro y relleno de tosca. En la Cárcova, el grueso de las mil
familias se solventan mediante el cartoneo de papel, polímeros PET y alimentos,
en las calles de la capital pero sobre todo en las descargas de basura de la
Ceamse , ubicada a pocos kilómetros sobre la autopista del Buen Ayre. Una
nutrida parte de quienes lo hacen, cada tarde y con autorización para cartonear
solo por una hora, son jóvenes y menores. Aunque las visiones de ese festín
entre la basura –cuyo recorrido fue publicado en la edición dominical- horripile
a la más elemental política de Salud Pública, la chance de que se les bloquee el
acceso a la montaña pródiga de la Ceamse desespera a la mayoría por una sencilla
razón: lo resuelve casi todo en un territorio donde todas las necesidades son
básicas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La fundación Educar, integrar y crecer, que lleva algunos
años en La Cárcova dando apoyo escolar a los chicos en edad primaria, es la
única fuente de información poblacional sobre esta villa. En su último informe
(de 2010), comparten el censo a sus 100 familias y 150 alumnos: el 70 por ciento
de los mayores no tiene trabajo formal y entre las madres, no lo tiene el 84 por
ciento . El 66 por ciento de estas mujeres no terminó la escuela primaria, es
decir, son analfabetas funcionales, y la mitad de los niños está en riesgo de
trabajo infantil. La cifra de niños que trabajan empeora si miramos a las nenas:
además de cartonear, la tarea doméstica de largas horas por día, cuidando a los
hermanos, lavando o cocinando para el grupo, está completamente naturalizado.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>La directora de la fundación, Madgalena Benvenuto, afirma
que tuvo que enfrentar con realismo el cirujeo en la llamada “quema” de la
Ceamse. Dice en charla telefónica: “A priori, ir a cartonear al centro parece
más digno o saludable pero tiene la desventaja de que es un trabajo infantil sin
horario, se prolonga hasta bien entrada la noche. Cuando los chicos vuelven muy
tarde, faltan a la escuela; directamente están fundidos. Si van a la Ceamse, a
las 20 están en casa, cenan y pueden madrugar”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Con todo, no hay manera de que el basural no sea foco de
infecciones . El 90 por ciento de esta villa no tiene acceso al agua de red; la
que llega, por una trama de mangueras de PVC, no es potable. Muchos de sus
habitantes carecen de cloacas, dado que el suelo es de puro cascote. No existe
el gas en La Cárcova, la electricidad es de tendido clandestino. <BR>Sin
embargo, el cirujeo en el gran basural de San Martín tiene sus teóricos y
defensores. Ernesto “Lalo” Paret es uno de sus referentes. Ciruja de tercera
generación, hoy estudia sociología y ha hecho varios proyectos para dar sustento
industrial a la actividad del reciclado de residuos. Su manera de mirar la
basura es creativa. No es broma. En su enfoque, que se vincula con iniciativas
semejantes en otras partes del mundo, uno se siente tentado de tomar la basura
no como desperdicio, lo que por definición sobra y por lo tanto, debe ser
sepultado, sino como la materia prima -¿pasta base?- para una industria
secundaria a la que se puede agregar valor. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando uno le pregunta cómo es posible que a pocas horas
de ser desechados en la Ceamse, los alimentos reingresen en el sistema
comercial, me rectifica: “¿De qué sistema me habla?, si, por definición, los
cirujas son los extranjeros del sistema . Lo que usted concibe como consumo es
para quienes están integrados. Los de afuera tenemos otro circuito propio, con
todas las posibilidades”. Y continúa: “la mercadería no reingresa al sistema que
usted conoce, sino a un circuito que corre en paralelo, que termina en granjas
de porcinos, por ejemplo. Los sectores marginales son de un pragmatismo extremo.
El 90 por ciento del reciclado de vidrio y cartón está en manos del ciruja
callejero. Es preciso hacer políticas públicas que incorporen al ciruja, que es
el que más sabe de basura, dado que es el mayor factor de reconversión
ambiental”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la Red de Bancos de Alimentos, sin embargo, aportan
otras soluciones para este disparate que sigue siendo el hambre en el país de
los commodities, los cereales y el ganado. Señalan que ya llevan más de un año
estancados dos proyectos de ley, aprobados en la Cámara de Diputados, uno de
ellos, la ley Donal, del diputado Daniel Filmus, que permitirían a estos polos
de carenciados acceder a grandes donativos de alimentos no vencidos directamente
de las bocas fabriles, sin pasar por la quema.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>