<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6002.18357" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>26 de febrero 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Libia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>El régimen de Gadafi se
desmorona</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Pasado y
futuro<BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>George Joffe (Al Yasira)
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><A href="http://www.vientosur.info/"><FONT face=Arial
size=2><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></FONT></A></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><BR><FONT face=Arial size=2>Muchos pensaban que el régimen
del coronel Gadafi en Libia resistiría el vendaval de cambio que agita el mundo
árabe debido a su reputación de brutalidad, que había fragmentado a su población
de seis millones de personas a lo largo de los últimos 42 años. Tanto más
sorprendente resulta ahora su probable desaparición después de varios días de
protestas de manifestantes desarmados, pues en esos largos años ha destruido el
mínimo atisbo de disidencia y ha atomizado a la sociedad libia para asegurarse
de que ninguna organización, formal o espontánea, pudiera consolidarse
suficientemente para oponerse a su dominación.<BR><BR>El Islam político, radical
o moderado, ha sido su principal víctima, especialmente tras una revuelta
islamista en Cirenaica, la región oriental del país, a finales de los años
noventa. Otras corrientes políticas tuvieron que exiliarse a partir de 1973,
cuando se proclamó la “democracia popular directa” y nació la yamahiriya, el
“Estado de las masas”. Incluso el ejército libio fue objeto de sospecha y el
cuerpo de oficiales estaba sometido a un estricto control para atajar cualquier
amago de deslealtad. No es extraño que importantes unidades hayan roto con el
régimen, haciendo posible la liberación del este de Libia.<BR><BR><STRONG>Causas
del colapso<BR></STRONG><BR>Las únicas estructuras que toleró el régimen al
margen de las instituciones del “Estado de las masas” —que materializaba la
visión personal de Gadafi de la democracia popular directa, en la que todos los
libios estaban teóricamente obligados a participar— fueron la base tribal de la
sociedad y el Movimiento de los Comités Revolucionarios, vinculado a su vez al
régimen a través de la afiliación tribal y el compromiso ideológico y utilizado
para disciplinar y aterrorizar a la población mediante la “justicia
revolucionaria”.<BR><BR>Aparte de esto solo estaban la familia del coronel y los
riyal al-jima, los “hombres de la jaima”, antiguos compañeros revolucionarios de
Gadafi de la Unión de Oficiales Libres que había organizado la revolución de
1969 contra la monarquía de los Sanussi y llevado al poder al coronel. Las
tribus no necesariamente apoyaban al régimen, pero estaban controladas por la
“dirección social popular”, un comité que reunía a 32 de los principales líderes
tribales bajo la estrecha vigilancia del régimen.<BR><BR>Sin embargo, en
realidad, las tribus Sa’adi de Cirenaica, por ejemplo, no tenían en gran estima
al régimen, pues fueron la cuna del movimiento Sanussi, que había controlado
gran parte de la Libia moderna y de Chad en el siglo XIX. En asociación con el
Imperio otomano, los Sa’adi encabezaron la resistencia a la ocupación italiana
entre 1911 y 1927. La revolución les restó poder, entre otras razones porque los
revolucionarios procedían de tres tribus —los Qadadfa, los Maghraha y los
Warfalla— que anteriormente les habían estado subordinadas.<BR><BR>Se podría
decir, en resumen, que la revolución supuso, en lo esencial, una inversión del
poder tribal, a pesar de su compromiso ostensible con el nacionalismo
panárabe.<BR><BR><STRONG>Factores geográficos<BR></STRONG><BR>En efecto, el
régimen se construyó conscientemente sobre la base de estas tres tribus, que
nutrieron los servicios de seguridad y el Movimiento de los Comités
Revolucionarios. Pero incluso entre ellas hubo disputas internas: los Warfalla
estuvieron implicados en el golpe fracasado de Bani Ulid en 1993 y sus jefes se
negaron a ejecutar a los culpables para demostrar su lealtad al régimen. Al
final, los sicarios de Gadafi organizaron la ejecución, granjeándose la
enemistad tribal, lo que probablemente explica por qué los jefes tribales se
pasaron tan pronto al lado de la oposición cuando el régimen comenzó a
tambalearse.<BR><BR>En la rapidez del colapso del régimen también incide un
factor geográfico: Libia es en gran parte un desierto, y las únicas regiones que
pueden soportar cierta densidad de población son la llanura de Yefara, alrededor
de Trípoli, y Yabal al-Ajdar, alrededor de Bengasi, en Cirenaica. El resultado
de ello es que la población libia, gracias al desarrollo económico sostenido por
el petróleo del Estado rentista que surgió a finales de la década de 1960, está
ahora altamente urbanizada y en gran parte concentrada en esas dos urbes y las
ciudades satélite que las rodean.<BR><BR><STRONG>Corrupción<BR></STRONG><BR>Esto
significa que cualquier régimen que pierda el control sobre ellas ha perdido el
control del país, por mucho que tenga en sus manos el resto del territorio, como
los yacimientos petrolíferos del golfo de Sirte, situado entre ambas y habitado
por los Qadadfa, o los Fezzan, que todavía parecen mantenerse leales al régimen
de Gadafi. Esto explica cómo, una vez que el ejército cambió de bando en
Bengasi, el régimen perdió el control de toda la parte oriental de Libia y por
qué su control sobre Trípoli, la capital, se ha resquebrajado con tanta
rapidez.<BR><BR>Tampoco hay que olvidar la naturaleza del régimen o de la
familia de Gadafi como factor del colapso. En los últimos años, el régimen se ha
beneficiado de la creciente inversión extranjera en el país, además de las
enormes rentas del petróleo, cuando se levantaron en 1999 las sanciones que
habían sido impuestas en relación con el atentado de Lockerbie. En la misma
medida que fue creciendo el interés de los inversores extranjeros, también lo
hizo la corrupción, y aunque tal vez el propio coronel Gadafi no fuera corrupto,
sus ocho hijos sin duda lo son, habiendo amasado sus respectivas fortunas
mediante el cobro de comisiones y el desvío de fondos del enorme flujo de dinero
generado por el sector del petróleo y el gas.<BR><BR>La población libia, por su
parte, no pudo participar en los beneficios del petróleo, de modo que la
corrupción galopante alimentó su resentimiento frente al régimen en los últimos
años.<BR><BR><STRONG>“Mercenarios extranjeros”<BR></STRONG><BR>Además, el líder
libio, que no ocupa ningún cargo formal dentro de la Jamahiriya, pero que se
aseguró de que el Movimiento de los Comités Revolucionarios respondiera
exclusivamente ante él, ha jugado con las aspiraciones de sus hijos a sucederle,
enfrentándolos entre ellos de manera que ninguno alcanzara poder suficiente para
amenazar su posición. En esta atmósfera de absoluta desconfianza y sospecha, no
es extraño que el último bastión del régimen sean los “mercenarios extranjeros”
que aterrorizan a los libios con su violencia indiscriminada en la revolución en
curso.<BR><BR>En realidad, estos mercenarios forman parte de la concepción del
Estado propia de Gadafi. En la década de 1980, Libia abrió sus fronteras a todos
los que fueran musulmanes, al amparo de su visión del nacionalismo panárabe y
del integrismo islámico. El régimen reclutó asimismo una “Legión islámica” para
ayudarle en sus aventuras extranjeras, particularmente en África, como ocurrió
en Chad, Uganda y Tanzania.<BR><BR>En 1997, Libia renunció asimismo a su imagen
de país árabe para propiciar en su lugar su raigambre africana, abriendo sus
fronteras al África subsahariana a pesar de las fuertes tensiones internas que
generó la llegada de inmigrantes y que dieron lugar a los disturbios del año
2000.<BR><BR>Ahora, además de utilizar a inmigrantes africanos para doblegar a
países europeos, como Italia, con la amenaza de abrir las puertas a un flujo
migratorio descontrolado, también ha reclutado a muchos de ellos para sus
fuerzas de élite alrededor del “Batallón de Disuasión” (la 32ª Brigada), que se
dedica exclusivamente a la represión interna. Sus componentes no tienen ningún
vínculo de lealtad con los libios y constituyen la tropa en que se apoya Gadafi
para asegurar que el régimen acabará en un baño de sangre en castigo por la
traición de los libios a su visión política.<BR><BR><STRONG>El
futuro<BR></STRONG><BR>Al margen de lo que piense del coronel —y lo que piensa
es lo que determina la lucha en el interior de Libia en estos momentos—, existen
factores objetivos que determinarán el resultado. La rebelión en la parte
occidental de Libia ya ha hecho caer en manos de la creciente oposición al
régimen algunas ciudades de la llanura de Yefara. Al parecer, Zuwara está
controlada por ella y por lo visto se está librando una batalla entre las
fuerzas armadas leales al régimen de Gadafi y el naciente movimiento contrario
al mismo en Misurata y Zawiya, donde al parecer han intervenido helicópteros de
combate.<BR><BR>Aunque Trípoli siga en manos del régimen, las ciudades que la
rodean parecen escapar a su control. Al final, el líder no controlará más que la
capital. No cabe duda de que el combate resulta cada vez más sangriento y ya se
calcula que hay entre 600 y 2.000 muertos.<BR><BR>El resultado dependerá de la
lealtad de las fuerzas armadas y de las instituciones del Estado hacia el líder
libio. Y esta lealtad está cada vez más en tela de juicio: dos ministros, los de
Justicia y de Interior, han dimitido y las misiones diplomáticas libias en todo
el mundo están cambiando de bando progresivamente, entre ellas algunas
importantes como la de Naciones Unidas en Nueva York y la de Washington. Los
diplomáticos declaran que se oponen a lo que consideran un genocidio por parte
de las fuerzas armadas libias contra manifestantes desarmados.<BR><BR>Hasta las
propias fuerzas armadas están desgajándose cada vez más del régimen, lo que sin
duda es una revancha tardía por la desconfianza y los abusos de que han sido
objeto crónicamente. Pocos son, en el seno del ejército y de la población en
general, los que han olvidado los hechos ocurridos a finales de la década de
1980, cuando Libia se vio forzada a salir de Chad con numerosas
bajas.<BR><BR><STRONG>¿Quién vendrá?<BR><BR></STRONG>El problema es que no está
nada claro qué vendrá a sustituir al odiado régimen del coronel Gadafi. Una
consecuencia de la represión sistemática es que no existe ningún movimiento o
personalidad que pudiera aparecer como alternativa natural. Dentro de Libia,
únicamente los Hermanos Musulmanes y algunos grupos integristas islámicos tienen
alguna presencia organizada.<BR><BR>Fuera de Libia hay numerosos grupos de
oposición, pero no está demostrado que tengan alguna influencia real en el
interior del país. En los países europeos que bordean la costa norte del
Mediterráneo existe el temor a una avalancha de inmigrantes y refugiados que
huyen de la violencia. Y finalmente hay un millón de migrantes subsaharianos
empantanados en Libia que esperan cruzar a Europa.<BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>* George Joffe es investigador de la
Universidad de Cambridge y profesor invitado del Kings College de la Universidad
de Londres, especializado en Oriente Próximo y África del Norte. Ha sido
director de estudios del Royal Institute for International Affairs en
Londres.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>