<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6002.18357" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>6 de marzo 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Libia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>El
internacionalismo ante las revueltas en Libia y la región
árabe<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Pierre
Beaudet</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><BR><BR>La prensa de derechas en Venezuela y en todo el
mundo despotrica contra el gobierno de Hugo Chávez por su apoyo expreso al
régimen de Gadafi. El ministro de Asuntos Exteriores de Venezuela, Nicolás
Maduro, ha declarado que la represión era necesaria en Libia en nombre “de la
paz y de la unidad nacional”. La misma derecha venezolana recuerda que Chávez ha
visitado a menudo Libia desde 2001, por última vez en octubre de 2010 con motivo
de la firma de numerosos acuerdos relativos al petróleo, la agricultura, las
comunicaciones y la enseñanza superior. A su vez, Fidel Castro recalca que la
desestabilización del régimen de Gadafi forma parte de una estrategia de la OTAN
para invadir Libia, dando a entender que, por consiguiente, hay que apoyar al
régimen. <BR><BR>Todo esto resulta asombroso y trae malos recuerdos. Desde hace
algunos años, Hugo Chávez se complace en reforzar la cooperación con Estados
cuya principal característica, desde su punto de vista, es su oposición a la
hegemonía estadounidense (Irán, Bielorrusia, Zimbabue, etc.). En Irán, en todo
caso, el régimen reaccionario de Ahmadineyad se vanagloria a bombo y platillo de
la buena relación que mantiene con el "hermano" venezolano. Claro que Fidel
Castro tiene razón al menos en un aspecto: el imperialismo estadounidense se
apresta a intervenir para “salvar” Libia como hizo en su día para “salvar” Irak
y Afganistán. Para los movimientos antiimperialistas y altermundialistas de todo
el mundo, el dilema no es baladí.<BR><BR>Es imposible defender a esos regímenes
reaccionarios so pretexto de que se oponen a Estados Unidos. No cabe duda de que
en Libia o en Irán imperan regímenes autocráticos y depredadores que chocan con
las aspiraciones populares. La represión en forma de masacres de civiles
inocentes o de denegación de derechos fundamentales (detenciones arbitrarias,
torturas, etc.) no tiene nada que ver con el “antiamericanismo” de pacotilla de
los Gadafi y Ahmadineyad, sino que refleja más bien una obsesión casi patológica
por mantenerse en el poder.<BR><BR>Aun así, de hecho es cierto que la crisis
actual abre la puerta a una intervención imperialista que enarbolará, como en
Irak y Afganistán, la bandera “humanitaria”. Ya se sabe que estas operaciones de
“socorro humanitario” por parte del imperialismo estadounidense han generado
todavía más represión, todavía más masacres. La destrucción programada de esos
Estados y de sus pueblos por los ocupantes estadounidenses hace que Sadam Husein
y el mulá Omar parezcan retrospectivamente simples jefes de banda de
delincuentes.<BR><BR><STRONG>El doble rasero<BR></STRONG><BR>Por otro lado, no
hace falta insistir en la absoluta hipocresía de las potencias occidentales que
se “escandalizan” ante la represión en Libia al tiempo que “ignoran” la que
practican sus aliados israelíes, saudíes o colombianos. Dichas potencias no solo
apoyan a esas dictaduras, sino que mantienen lazos comerciales y militares con
los Estados “fuertes” cuyo mérito es mantener la “estabilidad”. ¿Hemos de
recordar que el propio Gadafi, hoy condenado por Washington y sus aliados, era
hace no mucho un “socio” en la explotación del petróleo e incluso en la “guerra
interminable” de Estados Unidos contra el “terrorismo internacional”? ¿Adónde
nos lleva esto? ¿Debemos apoyar al enemigo de nuestro enemigo a expensas de la
verdad y de la lucha por la justicia?<BR><BR>En una época no muy lejana, la
lógica maniquea adquiría formas caricaturescas. Los movimientos de izquierda de
todo el mundo estaban llamados a apoyar a la Unión Soviética, a China (¡o a
Albania!). Se decía que “el mundo está dividido en dos y hay que tomar partido,
guste o no guste”. Hubo que tragar muchos sapos con motivo de las brutales
invasiones de la URSS en Hungría, Checoslovaquia y Afganistán. Hubo partidos de
extrema izquierda descerebrados que defendieron al mismo gobierno chino que
apoyaba la represión en Chile o en Sudán, o que invadió Vietnam so pretexto de
oponerse a la “hegemonía soviética”. <BR><BR>Esta antigua cultura política que
hizo tanto daño a la izquierda se desvaneció tras la caída del muro de Berlín y
el colapso de esa monstruosidad que se llamaba “movimiento comunista
internacional”. Después surgieron movilizaciones y movimientos sin precedentes
en muchas partes del mundo, y sobre todo en América Latina, por así decir
“liberados” de aquella visión enfermiza: ya no hacía falta apoyar al “gran
hermano” soviético, que de todos modos había dejado de existir. Ya no se tenía
miedo a solidarizarse con el pueblo chino en la plaza de Tiananmen. Ya no se
dudaba en condenar a dictaduras como la de Jomeini en Irán o de Sadam Husein en
Irak, sin por ello hacer el juego al imperialismo “humanitario” de Estados
Unidos. De este modo, el movimiento social reforzó su legitimidad reafirmando
principios intocables, empezando por el apoyo a los pueblos que luchan contra
los depredadores, sean quienes sean.<BR><BR><STRONG>Nuevas
amenazas<BR></STRONG><BR>Hoy en día, las cosas se complican un poco. El
imperialismo estadounidense está retrocediendo y al mismo tiempo a la ofensiva.
Se ha mostrado incapaz de ganar la “guerra interminable” en el marco del sueño
insensato de “reordenar el mundo”. Sin embargo, no ha sufrido una derrota
estratégica y mantiene, bajo Obama, la misma estrategia, por mucho que cambie de
táctica. En el centro de este enfoque se sitúa la voluntad de EE UU, junto con
sus subalternos de la Unión Europea, Japón y Canadá, de establecer su supremacía
absoluta en el mundo.<BR><BR>Los adversarios reales de este proyecto son sobre
todo China y Rusia, en una lógica de competencia que es el alma del capitalismo
y del imperialismo. Pero dado que estos Estados son poderosos, no se les puede
atacar de frente, así que la táctica consiste en ir quitándoles terreno lidiando
conflictos en frentes “secundarios”, en torno a Estados débiles o frágiles que
se niegan a someterse al Imperio. Este fue el caso de Sadam y hoy lo es el de
Ahmadineyad. Está claro que esta ofensiva contra los “Estados gamberros”
definidos como tales por Washington forma parte de una estrategia a largo plazo
para asegurar su supremacía e impedir a los adversarios reales y potenciales
ampliar su influencia. Evidentemente, al no dejar que esos “competidores” se
refuercen, de paso se consolidan las prácticas capitalistas e imperialistas
sobre las espaldas de los pueblos.<BR><BR><STRONG>El epicentro de la
crisis<BR></STRONG><BR>En la fase actual, el epicentro de la crisis se halla en
ese vasto arco que atraviesa Asia y África a través de Oriente Medio, donde
están ubicados los principales recursos energéticos y subsiste una cultura de
resistencia antiimperialista que ha propiciado duros reveses a la hegemonía
estadounidense en varias ocasiones y de donde han surgido los actuales
movimientos de rebelión. No cabe duda de que para EE UU y su socio estratégico
israelí las cárceles, las torturas y las masacres son aceptables mientras las
dictaduras se muestren “eficaces”. Pero ahora han dejado de serlo.<BR><BR>Sin
embargo, la batalla no ha terminado. Para Washington se trata de volver a
estabilizar la situación y asegurar una “transición” ordenada, lo que implica
mantener en lo esencial las mismas políticas de antes. Para ello necesitan
apoyarse en los aparatos represivos, modernizándolos y de paso manteniéndolos
bajo la férula del dispositivo militar estadounidense. También se trata de
seducir a una parte de la llamada “clase media” que ha adquirido privilegios,
pero que también desea desprenderse de los autócratas arcaicos y anticuados,
instaurando “democracias liberales” cuya misión consistirá en mantener las
políticas neoliberales y en controlar la región en beneficio de EE UU y a
expensas de sus múltiples enemigos. La operación es arriesgada, pero desde luego
realizable, como ocurrió en su momento en Indonesia, Filipinas y otros
países.<BR><BR>En esta “gestión de crisis” también puede resultar muy tentador
ocupar total o parcialmente determinados países, tanto para instalar en ellos
nuevos centros de mando militares como para eliminar los “radicales libres” e
incontrolables del estilo de Gadafi (o de Sadam Husein en su momento). Eso
podría suceder igualmente en Yemen, en Sudán o en otros lugares en que subsisten
regímenes represivos que se han enfrentado ocasionalmente a EE UU y que ahora
tratan de “disimular” para ganarse un lugar bajo el sol de la “pax americana”.
Si se materializa este proyecto, las consecuencias serán nefastas y
catastróficas para los pueblos. En todo caso, una Libia en manos de los
imperialistas sería una amenaza real para las luchas de emancipación de toda la
región.<BR><BR><STRONG>La historia continúa<BR></STRONG><BR>Mientras, sobre el
terreno, la revuelta popular continúa. En Egipto y en Túnez, las clases
populares, y no únicamente las capas medias, empiezan a tomarle gusto a la
libertad y se (auto)organizan. Todos los días aparecen nuevas organizaciones
populares en las fábricas y los barrios. El pueblo sigue ocupando la calle y
recordando a las dictaduras “remozadas” que no aceptará subterfugios. La tarea
de este nuevo movimiento popular es enorme, máxime cuando durante años las
dictaduras, con ayuda de sus mentores occidentales, reprimieron todo lo que se
movía. Miles de activistas fueron asesinados, encarcelados, desterrados. Todos
los movimientos de oposición fueron aplastados o bien integrados, sobre todo
cuando aceptaron las “normas del juego”, como el movimiento islamista en Egipto,
que se contentó con ocupar espacios subalternos y colaborar con el régimen. Se
entiende, por tanto, que ahora las masas proletarizadas busquen nuevos
instrumentos, nuevas identidades. Esto no se puede construir de un día para
otro.<BR><BR>Es justo y está justificado desmarcarse de la hipocresía
occidental, pero no presentar a los dictadores “antiimperialistas” como aliados
de la “causa”. En este sentido, la política del gobierno de Hugo Chávez no es
aceptable. Peor aún, amenaza con deslegitimar a ese Estado que ha tenido la
valentía de imponer nuevas prioridades en respuesta a las expectativas populares
en Venezuela. Habrá que encontrar la manera de decir esto sin ser
instrumentalizados por el discurso del imperialismo “humanitario”. <BR><BR>Sin
embargo, a fin de cuentas la máxima prioridad no es esta. Hay que apoyar seria y
sistemáticamente a nuestros verdaderos aliados en el seno de los movimientos
populares. El primer lugar, carecen de todo, inclusive de recursos
indispensables que hoy por hoy monopolizan las capas medias relativamente poco
propensas a facilitar la organización de las masas. Este es el punto en que
pueden incidir las movilizaciones internacionalistas. Pongamos rumbo a Helwan o
a Gafsa y a los numerosos lugares de la movilización popular de los que tan poco
se habla y veamos qué podemos hacer para ayudar concretamente y de forma
inmediata.<BR><BR>En segundo lugar, es preciso incorporar e implicar a esos
sectores en la construcción del movimiento social mundial, donde pueden y desean
aportar mucho y donde también se pueden impregnar de las dinámicas populares de
todo el mundo. En este sentido, el Foro Social Mundial debería redefinir sus
prioridades para 2011 y 2012 y centrar sus esfuerzos en África del Norte y
Oriente Medio.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>