<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.6002.18357" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>7 de marzo 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=4>Cuba</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=4><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=4><STRONG>Murió Alberto Granado, el
compañero del Che en su viaje en motocicleta</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=4><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=4>Fue a los 88
años y mientras dormía en su casa de Cuba, donde vivió tras el épico
viaje<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Marta Platía, corresponsal en
Córdoba</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Clarín, Buenos Aires,
6-3-11</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.clarin.com/"><STRONG>http://www.clarin.com/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><BR> </DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Su corazón de 88 años dejó de latir
mientras dormía en La Habana. Alberto Granado, el mejor amigo que tuvo Ernesto
“Che” Guevara, el que en enero de 1952 invitó al futuro revolucionario a su
viaje iniciático por Latinoamérica, “se nos fue para el silencio después de una
noche de guarachear (bailar) de lo lindo”, contó a este diario con tono
agridulce Susana Sanguinetti, su prima cordobesa de 70 años.</FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>“Deliecita (una de los tres hijos que tuvo Granado) me
dejó el mensaje en el contestador: ‘Tía, no te aflijas, porque papá murió bien,
muy tranquilito’. Después hablé con Delia, su mujer. Estaba triste pero entera,
como siempre”. Susana es, a partir de allí, una catarata de recuerdos. “Mi madre
lo amaba muchísimo porque cuando el Alberto nació, su mamá se enfermó feo y
ella, que tenía 10 años, le amacaba la cuna con un pie mientras hacía los
deberes en Hernando”, el pueblo del sur cordobés donde ambos nacieron. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Siempre con el artículo precediendo al nombre, como se
estila en Córdoba, Susana recuerda al primo: “Mire, él pudo haberse quedado
tranquilito en Venezuela, en el leprosario de Maiquetía donde le iba bien y
donde se quedó cuando llegó en julio de 1952. Pero tenía cepa de revolucionario
y prefirió irse junto al Ernesto (el Che) a trabajar en Cuba”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Es entonces cuando la mujer respira profundo y refuerza
lo que, siente, “debe” destacar en el día de su partida: “Todos en la familia
sabemos que Alberto tenía ideas de justicia social que le fue inculcando al
Ernestito antes de engancharlo para llevarlo a Ese viaje que era su sueño desde
siempre. Ellos no pensaban la revolución de la misma manera, pero tenían claro
que querían cambiar el mundo”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La memoria allí se cruza con los diálogos que Clarín
mantuvo con Alberto Granado en Córdoba y en La Habana: “Yo andaba loco por irme
por Latinoamérica –memoraba orgulloso–, y cada dos por tres me metían en cana en
alguna revuelta estudiantil. El Ernesto y el Tomás (su hermano) me llevaban
comida a la comisaría. Eso hasta que un día lo pude convencer al Pelao (como
también llamaba al Che) de que me acompañara”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El resto es historia conocida: el viaje les cambió la
vida a los dos y a tantísimas otras personas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Alberto había nacido en Hernando, Córdoba, el 8 de agosto
de 1922; y llegó a Cuba para quedarse el 23 de marzo de 1961. El propio Fidel
Castro le encargó la fundación de la Universidad de Medicina en Santiago de Cuba
y el desarrollo de la genética animal.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Susana se ríe cuando repite la anécdota que su primo le
contó “muchas” veces. “Cada vez que le preguntaba cómo es Fidel, él me contaba
lo mismo: ‘El tipo no duerme. Cuando estábamos haciendo esas vacas que daban
como 400 litros de leche, el Fidel pasaba a la noche por la puerta de casa y me
tocaba bocina y gritaba: ¿Qué estás haciendo, Granado? Y yo salía al balcón y le
contestaba: ¿Y qué querés que haga? Estoy durmiendo. Me hacía bajar igual para
conversar de los progresos. Eso era la revolución’”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Casado con Delia en Venezuela, ambos tuvieron tres hijos:
Alberto, que es profesor de historia; Delita, economista, y Roxana, deportóloga.
Con ellos, sus parejas y sus cinco nietos, Alberto Granado vivía en una casa del
barrio Miramar, en La Habana, a pocos metros de la casa donde vive, aún, Aleida
Guevara March, la viuda de su amigo el Che.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hasta allí llegué un día de enero de 1999. Cuando golpeé
las manos en la vereda –porque Esa tarde al barrio le tocaba el “apagón” para
ahorrar energía–, Granado salió al balcón para invitar a subir con su tonada
cordobesa y socarrona. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre mates contó que el director Luis Puenzo le había
regalado una computadora que estaba empeñado en aprender a usar. El trato fue
claro: “Vos me enseñás a usar esta cosa, y yo te hablo de Ernesto”, dijo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Tenía 77 años y la jovialidad de un treintañero.
Inclinado sobre el teclado, y con sus dos dedos índices, luchaba con un
entusiasmo admirable contra los “shift-F 10” de los sistemas de las PCs de
entonces. En Granado, encorvado sobre la máquina, insultándola de vez en vez,
aún estaba el recuerdo del Che. Restallante y vital en el tesón y la espalda de
ese amigo suyo que nunca se rindió.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>