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<DIV align=center><FONT size=4><STRONG><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>7 de marzo 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </STRONG></FONT><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><FONT
size=4><STRONG>germain5@chasque.net</STRONG></FONT></A></DIV>
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<HR>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>Túnez</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Los relojes rotos de la
Casbah<BR></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Delegación de Izquierda
Anticapitalista desde Túnez</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><BR><BR><BR>Nuestra llegada a Túnez
coincide con una aparente nueva etapa en el proceso revolucionario abierto hace
ya más de dos meses. El presidente Mebazaa acaba de anunciar la convocatoria de
elecciones para una Asamblea Constituyente el 24 de julio, además de aceptar
gran parte de las reivindicaciones del movimiento popular. El mismo movimiento
que hace menos de una semana hizo caer al primer ministro Mohammed Ghannouchi,
al precio de siete nuevos muertos y centenares de heridos y represaliados,
demostrando una vez más que las victorias no se regalan, sino que las conquista
el pueblo. El mismo que ocupando la Casbah durante los últimos once días ha
hecho de esta plaza un símbolo de la revolución popular en marcha. Un espacio
autogestionado y asambleario que reunía a cientos de personas llegadas de las
zonas más castigadas del país, muchas de ellas vinculadas a partidos de la
izquierda y movimientos sociales. Centro neurálgico de las grandes
movilizaciones que han recorrido la capital tunecina, que contaba con su propio
centro de información, puesto médico y logístico que proveía de comida,
seguridad y mantas a sus ocupantes.<BR><BR>Junto a Santiago Alba Rico y Lucía
recorremos la Casbah el día en que se disolvió la ocupación por decisión de sus
propios miembros. Una retirada provisional, motivada por una victoria pero
vigilante ante los próximos pasos del gobierno y dispuesta a retomar la
ocupación si éstos no se corresponden con las reivindicaciones del pueblo en
lucha.</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Aunque en pleno proceso de desmantelamiento, un paseo por
la Casbah demuestra la fuerza y la ilusión que los procesos de cambio generan en
la gente, como si les devolvieran a la vida hasta entonces negada. Decenas de
personas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, forman corros y discuten
acaloradamente, todos hablan de política, de la revolución, de las últimas
noticias, se fotografían con las pintadas que decoran los muros o con el grupo
de soldados que aún permanecen en la plaza, te interpelan para compartir sus
exigencias, sus experiencias o simplemente para charlar. Repitiendo a cada
momento la palabra karama: dignidad, una dignidad arrebatada durante tanto
tiempo y que ahora, una vez recuperada, es uno de los tesoros más preciados de
la revolución (zaura). Recuperarando tantos años de silencio, en una especie de
revuelta contra el “tiempo”: el tiempo de Ben Ali murió y llegó al fin el del
pueblo, que se condensa y cobra un ritmo propio, sin rutinas, que los relojes no
pueden medir.<BR>Resulta curiosa la iconografía revolucionaria que adorna las
paredes de la Casbah, bautizada como Plaza de la Revolución: el retrato del Che
resurge en múltiples murales, así como numerosos eslóganes reminiscencia del 68
(“seamos realistas: pidamos lo imposible”). Consignas que se tornan en una
realidad que se palpa, se huele, se escucha en la calle. Un estado de ánimo, un
horizonte por el que merece la pena luchar.<BR><BR>Según nos comenta Santi, una
de las primeras consecuencias, efímera en este caso, de la revolución fue una
especie de efecto mágico sobre la conducción. Imbuidos por los efectos
emocionales y el sentido de responsabilidad histórica de la revolución en
marcha, por primera vez se respetaron las normas de circulación y quedó de facto
anulado el 'antiguo régimen' de caótico tráfico capitalino. Una victoria que
ningún policía de la dictadura había conseguido.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Del centro de la ciudad partimos a unos de los barrios
más castigados de la periferia, El Mourouj, para reunirnos con un joven que ha
participado activamente en el proceso revolucionario, tanto desde el campamento
de la Casbah como desde la autoorganización de los consejos de defensa de la
revolución en su propio barrio. Mahmid es un ejemplo de los miles de jóvenes
parados que se rebelaron contra la dictadura de Ben Ali y lideraron la
autogestión de sus barrios, tomando en apenas dos meses una conciencia que
desborda a la de muchos revolucionarios.<BR><BR>En la última planta aún sin
terminar de su casa, con música rap de fondo y la bandera de uno de los equipos
locales de fútbol, Mahmid nos cuenta cómo las y los vecinos asumieron las tareas
de autogobierno frente a elementos contrarrevolucionarios puestos en juego por
el ya casi derrotado régimen de Ben Ali. Como él mismo afirma, esta revolución
no sólo se ha hecho para derrocar al dictador, sino para “cambiar las cosas de
verdad. No queremos una democracia como la vuestra. Si estábamos contra
Ghannouchi no es sólo porque formase parte del antiguo régimen, sino también
porque continuaba con las políticas de privatizaciones de Ben Ali”. Más
determinante aún, no duda en defender que “esta revolución es contra el
capitalismo”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo más interesante de nuestra conversación con Mahdi, más
allá de compartir sus propias experiencias durante este proceso, es comprobar
cómo en los momentos revolucionarios, cuando las masas irrumpen en la escena
pública para hacer política, los cálculos y los tiempos se rompen, el
pragmatismo se ve desbordado y lo que hasta hace unos meses era imposible, ahora
no sólo es posible, sino que se vuelve
realidad.<BR><BR>5/3/2011<BR><BR><STRONG>Paseando por el libro abierto de la
revolución tunecina<BR></STRONG><BR>Varios mitos han girado en torno a las
revoluciones en el mundo árabe, o al menos en el relato que de ellas se ha hecho
desde los medios de información occidentales. Uno de ellos es el protagonismo de
las clases medias urbanas conectadas a las redes sociales a través de sus
teléfonos inteligentes. Un buen ejemplo es la portada de la revista Jeune
Afrique que, con una joven de clase media ataviada con una bandera tunecina,
adorna machaconamente los paneles publicitarios del centro de la ciudad. Otro
mito bastante reproducido es el supuesto espontaneísmo de la revuelta, sin
organización previa y coordinada a través de facebook, la única red social
permitida por el régimen de Ben Ali por las posibilidades de control sobre la
ciudadanía que le ofrecía, especialmente sobre la juventud.<BR><BR>En nuestro
intento por conocer los verdaderos escenarios y protagonistas de la revolución
tunecina, nos dirigimos a Ben Arous, población industrial situada en la
periferia de la ciudad de Túnez, zona obrera por antonomasia y fiel reflejo del
'milagro' económico neoliberal receptor de las inversiones directas extranjeras
dirigidas a los sectores de la electricidad, el textil o el automóvil. Allí
tiene un peso especial la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT), única
organización sindical legal durante los 23 años del régimen de Ben Ali y
principal organización social tunecina. Y en esta condición de espacio de
organización política 'en exclusiva', integraba desde direcciones
colaboracionistas con la dictadura a bases locales y regionales opositoras.
Dualidad que a comienzos de 2011 se tornó a favor de la segunda tras un largo
proceso de profundización y radicalización de las demandas obreras iniciado
durante la revuelta minera de Sidi Bouzid en 2008, decisivo para las numerosas
manifestaciones de los últimos meses o la Huelga General del 14 de enero que
provocaron la salida de Ben Ali.<BR><BR>Esta mañana la sede local de la UGTT en
Ben Arous hay una efervescencia ciudadana: una reunión de mujeres en el patio
central convive con la vertiginosa actividad de los pasillos. Mohammed Mosalmi,
dirigente sindical de la agrupación local nos cuenta el papel de la UGTT en las
revueltas, aunando y politizando las distintas reivindicaciones sectoriales que
durante los tres últimos años habían acumulado más de 1.570 conflictos
laborales, además de las 70 huelgas convocadas en los dos meses que han seguido
al 14 de enero o las numerosas ocupaciones de empresas, algunas de ellas
filiales de transnacionales. 12.000 nuevos afiliados al sindicato en menos de
seis semanas son sólo un reflejo del aumento de la conciencia de clase y de la
necesidad de organizarse que ha acompañado a la ebullición revolucionaria,
especialmente en zonas industriales como Ben Arous.<BR><BR>Al salir de la sede
de la UGTT un grupo de mujeres de una empresa de electrodomésticos nos interpela
para que nos traslademos a su centro de trabajo. La mayoría de sus 70
trabajadoras llevan cuatro días en huelga concentradas frente a la fábrica en la
que trabajan 48 horas semanales por menos de 100 euros al mes en condiciones de
absoluta precariedad. El patrón, escudándose en la crisis económica
internacional y en la revolución, hace semanas que se niega incluso a pagarles
esa cantidad irrisoria. Conocemos así de primera mano la conflictividad laboral
y toma de conciencia que está acompañando al proceso revolucionario a través de
sus anónimas protagonistas que, de forma apasionada, nos rodean y muestran sus
quejas, sus nóminas, sus heridas laborales, sus reivindicaciones y sus
esperanzas de que las reformas políticas tengan también una traducción real en
su vida material cotidiana.<BR><BR>El grito mas coreado es 'dignidad'; y la
imagen mas repetida, la 'v' de victoria. Ambos resumen todo un programa
revolucionario: basta ya de humillaciones salariales y laborales, basta ya de
ser invisibles, de no tener palabra. Si tuviéramos que dibujar esta revolución,
sin duda una de las imágenes principales sería la sonrisa de estas mujeres en
lucha. Una sonrisa contagiosa, de esperanza y dignidad.<BR><BR>De vuelta al
centro urbano de Túnez, recorremos la Avenida Bourguiba, vía principal de la
ciudad y escenario de las principales manifestaciones y del terror desencadenado
por los mercenarios de Ben Ali, elementos contrarrevolucionarios salidos de los
numerosos cuerpos de la policía. El 14 de enero, con Ben Ali huyendo del país en
avión, la policía encerraba en esta avenida a miles de manifestantes quienes,
gaseados desde las calles adyacentes y tiroteados por francotiradores empotrados
en las azoteas, se refugiaron en los portales y apartamentos de los numerosos
edificios que pueblan esta calle, sufriendo muchos de ellos durante la noche una
represión a la chilena que les llevó a la tortura y la muerte. Hace una semana,
siete personas morían en esta avenida a manos de las milicias en la víspera de
la caída del ex primer ministro Ghannouchi. Hoy, los edificios oficiales,
incluido el tétrico Ministerio del Interior en el que todavía se torturan las
esperanzas del pueblo tunecino, siguen protegidos por alambradas y por los
tanques del Ejército que se mantuvo neutral sobre el papel pero intervino para
defender al pueblo de las milicias paramilitares.<BR><BR>La Avenida Bourgiba es
como los espejos del Callejón del Gato de Max Estrella, en los que se reflejan
deformadas las oportunidades, retos y peligros del proceso revolucionario, en el
que la policía recorre las calles cubiertas por pintadas, cruzándose con el
mismo pueblo victorioso y reprimido, luchador y torturado. Una tensa calma que
se siente a cada paso, como si se esperara una nueva tormenta. Bulliciosas
terrazas de cafeterías, venta ambulante hasta ahora prohibida, alambre de
espino, siniestros policías de paisano y blindados militares son algunos de los
elementos que componen el cuadro inacabado de este periodo histórico
completamente abierto. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Con las primeras reformas democráticas ha llegado también
la legalización de partidos políticos, de nueva creación o con una dilatada
trayectoria de trabajo, ya fuese en la clandestinidad o encubierto dentro de las
organizaciones del antiguo régimen. Uno de ellos es el Partido del Trabajo
Patriótico y Democrático, miembro del Frente 14 de enero. En su recién estrenada
sede situada a pocos metros de la Avenida Bourguiba nos recibe Mohamed Jmour,
uno de sus dirigentes. Nos expone su apuesta por concurrir a la convocatoria de
elecciones a la Asamblea Constituyente del 24 de julio con una plataforma
unitaria amplia que reúna a distintas organizaciones de izquierda y
nacionalistas progresistas, que según él podría alcanzar un 30% de los votos y
afianzar así muchas de las conquistas alcanzadas hasta ahora.<BR><BR>Sin duda,
la revolución tunecina ha contado y cuenta con una espontaneidad que desborda el
cálculo y previsiones de cualquier organización revolucionaria; con una amplitud
social que incorporó y sigue incorporando también a las clases medias
capitalinas; y con redes sociales como facebook convertidas en instrumentos de
coordinación de las revueltas. Ahora bien, poner todos los focos y atención
exclusivamente en estos elementos es negar la multitud de historias de lucha y
resistencia que se han sucedido durante los últimos años, el papel que han
jugado organizaciones clandestinas y encubiertas, sus victorias parciales e
importancia fundamental en el proceso revolucionario; es sacar de la fotografía
a los jóvenes de las barriadas autogestionadas, a las obreras en huelga de Ben
Arous, a los sindicalistas que desde sus pequeñas sedes locales coordinaban
huelgas sectoriales y apoyaban ocupaciones de fábricas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No sin razón, alguien escribió sobre una pared de la
Avenida Bourguiba: 'Thank you Facebook'. Sería injusto que esta revolución
siguiera en marcha sin que nadie reconociese y agradeciese también al resto de
sus protagonistas. Aunque es muy probable que muchos de ellos no busquen
encontrar su nombre pintado en ninguna pared ni su cara fotografiada en la
portada de ninguna revista, sino simplemente ver que su digna y valiente lucha
les permite finalmente recuperar las riendas de su futuro. Y el futuro en Túnez
es un libro abierto que miles de manos están escribiendo hoy.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>6/3/2011</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>