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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>10 de marzo 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Magreb/Oriente Medio</FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Las revueltas en
el mundo árabe y el fin del antiguo orden petrolero
<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Michael T. Klare
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Viento
Sur<BR></STRONG><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><BR>Cualquiera que sea el desenlace de las protestas,
levantamientos y revueltas que conocen actualmente los países del Magreb y
Oriente Medio, una cosa es segura: el mundo del petróleo ya no volverá a ser el
mismo. Todo lo que ocurre en estos momentos no es más que el primer temblor de
un terremoto que sacudirá a nuestro mundo hasta lo más profundo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante todo el siglo transcurrido desde el
descubrimiento de petróleo en el sudoeste de Persia antes de la primera guerra
mundial, las potencias occidentales han intervenido repetidamente en Oriente
Medio para asegurar la supervivencia de gobiernos autoritarios consagrados a la
producción del «oro negro». Sin esas intervenciones, la expansión de las
economías occidentales después de la segunda guerra mundial y la riqueza actual
de las sociedades industrializadas serían inconcebibles.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, esta es la noticia que debería acaparar las
primeras planas de todos los periódicos del mundo: el antiguo orden se hunde y
con su desaparición asistiremos al final de la era del petróleo barato y
abundante.<BR><BR><STRONG>El fin de la era del
petróleo<BR></STRONG><BR>Intentemos discernir cuáles son los riesgos que
plantean los acontecimientos en curso. De entrada, es casi imposible calibrar en
su justa medida el papel crucial que ha desempeñado el petróleo de Oriente Medio
en la ecuación energética mundial. Aunque la revolución industrial se nutrió en
su origen de carbón barato, utilizado para mover trenes, buques de vapor y toda
clase de máquinas, el petróleo barato hizo posible el advenimiento del
automóvil, la industria aeronáutica, los barrios residenciales, la mecanización
de la agricultura y una vertiginosa dinámica de globalización económica. Aunque
fueron un puñado de grandes regiones productoras de petróleo —Estados Unidos,
México, Venezuela, Rumania, los alrededores de Bakú (en el entonces imperio de
los zares de Rusia) y las Indias Orientales holandesas— las que inauguraron la
edad del petróleo, ha sido Oriente Medio el que ha saciado la sed de petróleo
del mundo a partir de la segunda guerra mundial.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 2009, el año más reciente del que se tienen datos, la
empresa BP (British Petroleum) informó de que los proveedores de Oriente Medio y
de África del Norte habían producido conjuntamente 29 millones de barriles al
día, lo que equivale al 36 % del volumen total mundial, pero ni siquiera este
dato refleja plenamente la importancia de la región para la economía del
petróleo. Más que ninguna otra parte, Oriente Medio ha canalizado su producción
a los mercados de exportación para satisfacer la demanda de energía de potencias
importadoras de petróleo como Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea
(UE). Estamos hablando de 20 millones de barriles enviados cada día a los
mercados de exportación. Compárese esto con Rusia, el principal país productor
del mundo, que suma siete millones de barriles diarios de petróleo exportable,
con el resto del continente africano (seis millones) y América del Sur (nada más
que un millón).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Además, los productores de Oriente Medio cobrarán incluso
más importancia en los próximos años porque se calcula que poseen dos tercios de
las reservas de petróleo que quedan sin explotar. Según recientes proyecciones
del Ministerio de Energía de EE UU, Oriente Medio y África del Norte
suministrarán conjuntamente alrededor del 43 % del crudo mundial en 2035 (frente
al 37 % en 2007) y producirán una parte todavía mayor del petróleo
exportable.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por decirlo lisa y llanamente, la economía mundial
precisa un abastecimiento creciente de petróleo asequible. Oriente Medio es la
única región que puede asegurar la oferta. Esto explica por qué los gobiernos
occidentales han apoyado durante mucho tiempo a regímenes autoritarios
“estables” en toda la región, dotando regularmente de armamento y formando a sus
fuerzas de seguridad. Ahora, este orden atrofiado, petrificado, cuyo mayor logro
fue producir petróleo para la economía mundial, está desmoronándose. Que nadie
sueñe con un nuevo orden (o desorden) capaz de suministrar suficiente petróleo
barato para preservar la era del petróleo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para saber por qué, hagamos un breve repaso
histórico.<BR><BR><STRONG>El golpe iraní <BR></STRONG><BR>Cuando la
Anglo-Persian Oil Company (APOC) descubrió petróleo en Irán (entonces llamado
Persia) en 1908, el gobierno británico intentó hacerse con el control imperial
sobre el Estado persa. Uno de los principales padres intelectuales de esta
empresa fue el oficial del almirantazgo Winston Churchill. Después de ordenar la
conversión del carbón al petróleo de la marina de guerra británica antes de la
primera guerra mundial y de decidir someter al control de Londres una fuente de
petróleo significativa, Churchill orquestó la nacionalización de APOC in 1914.
En vísperas de la segunda Guerra mundial, Churchill, que ya era primer ministro,
supervisó el derrocamiento del gobernante filogermano de Persia, el sha Reza
Palevi, y el ascenso al trono de su hijo, Mohamed Reza Palevi, quien entonces
tenía 21 años de edad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque propenso a encomiar sus lazos (míticos) con los
antiguos imperios persas, Mohamed Reza Palevi fue un dócil instrumento en manos
de Gran Bretaña. Sus súbditos, sin embargo, estaban cada vez menos dispuestos a
tolerar la sumisión al imperio británico y en 1951 el primer ministro Mohamed
Mosadeq, elegido democráticamente, obtuvo el apoyo parlamentario para
nacionalizar la APOC, que pasó a denominarse Anglo-Iranian Oil Company (AIOC).
La medida fue muy aplaudida en Irán, pero desató el pánico en Londres, así que
en 1953 los dirigentes británicos conspiraron con el gobierno del presidente
Eisenhower en Washington y con la CIA para organizar un golpe de Estado que
derrocó a Mosadeq y restituyó en el trono al sha Reza Palevi, quien había huido
a Roma a raíz de las grandes movilizaciones populares que hubo en respuesta a un
primer intento de deponer a Mosadeq.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hasta su derrocamiento en 1979, el sha ejerció un control
dictatorial implacable sobre la sociedad iraní, en parte gracias a la generosa
ayuda militar y policial de EE UU. Primero acabó con la izquierda laica, aliada
de Mosadeq, y después con la oposición religiosa, liderada desde el exilio por
el ayatolá Ruhollah Jomeini. Diezmada por la brutal represión ejercida por el
aparato policial y carcelario sostenido por EE UU, la oposición al sha acabó
odiando a la monarquía en la misma medida que a Washington. En 1979, el pueblo
iraní se lanzó a la calle, el sha fue destronado y Jomeini se hizo con el
poder.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se pueden aprender muchas cosas de aquellos
acontecimientos que condujeron al anquilosamiento actual de las relaciones entre
Irán y EE UU. Lo que aquí más nos interesa, sin embargo, es que la producción de
petróleo iraní nunca se recuperó de la revolución de 1979-1980.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre 1973 y 1979, Irán había alcanzado un volumen de
producción de unos seis millones de barriles diarios, uno de los más elevados
del mundo. Después de la revolución, AIOC fue nacionalizada por segunda vez y
los administradores iraníes volvieron a dirigir la empresa. A modo de represalia
contra los dirigentes iraníes, Washington impuso fuertes sanciones comerciales,
desbaratando así los esfuerzos de la compañía por obtener tecnología y
asistencia extranjeras. La producción iraní cayó a un nivel de dos millones de
barriles diarios y tres décadas después apenas ha alcanzado un poco más de los
cuatro millones, a pesar de que las reservas que posee el país son las segundas
más grandes del mundo, después de las de Arabia Saudí.<BR><BR><STRONG>Sueños del
invasor<BR></STRONG><BR>Iraq siguió una trayectoria similar. Bajo Sadam Husein,
la Iraq Petroleum Company (IPC), de propiedad estatal, producía 2,8 millones de
barriles al día hasta 1991, cuando la primera guerra del Golfo contra EE UU y
las sanciones subsiguientes redujeron la producción a medio millón de barriles
diarios. Aunque en 2001 la producción había vuelto a aumentar a casi 2,5
millones de barriles, nunca alcanzó los niveles anteriores a aquella guerra. Sin
embargo, cuando el Pentágono empezó a preparar la invasión de Iraq a finales de
2002, expertos del gobierno de Bush y exiliados iraquíes a su servicio soñaban
en voz alta con una futura edad de oro en que las compañías petroleras
extranjeras volverían al país, la empresa nacional de petróleo iraquí sería
privatizada y la producción alcanzaría niveles hasta entonces nunca
vistos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Quién puede olvidar el esfuerzo del gobierno de Bush y
sus representantes en Bagdad por convertir su sueño en realidad? Después de
todo, lo primero que hicieron los soldados estadounidenses nada más entrar en la
capital iraquí fue ocupar el edificio del Ministerio del Petróleo, dejando que
los saqueadores iraquíes camparan a sus anchas en el resto de la ciudad. Paul
Bremer, el procónsul nombrado más tarde por el presidente Bush para supervisar
la instauración de un nuevo Iraq, trasladó a Bagdad a un equipo de altos
ejecutivos estadounidenses para que organizaran la privatización de la industria
petrolera del país, mientras que el Ministerio de Energía de EE UU predijo en
mayo de 2003 que la producción de petróleo iraquí ascendería a 3,4 millones de
barriles al día en 2005, a 4,1 millones en 2010 y a 5,6 millones en 2020.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La realidad, desde luego, fue por otros derroteros. Para
muchos iraquíes, la decisión de EE UU de ocupar antes que nada el edificio del
Ministerio del Petróleo suscitó un cambio de opinión que transformó el posible
apoyo al derrocamiento de un tirano en una actitud de rabia y hostilidad. La
política de Bremer de privatizar la compañía petrolera estatal provocó asimismo
una fuerte reacción nacionalista entre los ingenieros iraquíes, que en su
mayoría sabotearon el plan. Muy pronto estalló la insurrección abierta de la
población suní y la producción de petróleo cayó rápidamente, situándose en un
nivel medio de dos millones de barriles diarios entre 2003 y 2009. En 2010
alcanzó finalmente los 2,5 millones de barriles, muy lejos todavía de los
soñados 4,1 millones.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una conclusión salta a la vista: los esfuerzos
extranjeros por controlar el orden político en Oriente Medio para asegurar el
aumento de la producción de petróleo generará inevitablemente presiones en
sentido contrario que darán lugar a una caída de la producción. EE UU y otras
potencias que observan los levantamientos, revueltas y protestas que se propagan
por Oriente Medio y África del Norte harán bien en ser cautelosos: cualquiera
que sea su objetivo político o religioso, las poblaciones locales siempre
manifiestan una feroz hostilidad a toda dominación extranjera y a la hora de la
verdad siempre preferirán la independencia y las ansias de libertad al aumento
de la producción de petróleo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Puede que las experiencias de Irán e Iraq no sean
comparables en el sentido habitual con las de Argelia, Bahrein, Egipto, Siria,
Jordania, Libia, Omán, Marruecos, Arabia Saudí, Sudán, Túnez y Yemen. Sin
embargo, todas ellas (y las de otros países que probablemente se vean
arrastrados por el torbellino de la revuelta) encierran algunos elementos del
mismo cuño político autoritario y están relacionadas con el antiguo orden
petrolero. Argelia, Egipto, Iraq, Libia, Omán y Sudán son países productores de
petróleo; Egipto y Jordania albergan oleoductos de vital importancia y el
primero de estos dos países controla un canal crucial para el transporte de
petróleo; Bahrein y Yemen, al igual que Omán, ocupan zonas estratégicas que
bordean las principales líneas de transporte de petróleo por mar. Todos estos
países reciben una ayuda militar sustancial de EE UU o albergan importantes
bases militares estadounidenses. Y en todos ellos la consigna es la misma: “El
pueblo quiere que caiga el régimen.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Dos de estos regímenes ya han caído, tres están
tambaleándose y otros se sienten amenazados. La repercusión en el precio mundial
del petróleo ha sido inmediata y despiadada: el 24 de febrero, el precio de
venta del crudo North Brent, que sirve de referencia en el sector, subió a casi
115 dólares el barril, el nivel más alto desde que estalló la crisis económica
mundial en octubre de 2008. West Texas Intermediate, otro crudo de referencia,
rebasó breve pero ominosamente el umbral de los 100 dólares.<BR><BR><STRONG>Por
qué Arabia Saudí es clave<BR></STRONG><BR>Hasta ahora, el principal país
productor de Oriente Medio, Arabia Saudí, no ha mostrado signos de
vulnerabilidad, pues de lo contrario los precios habrían escalado mucho más. Sin
embargo, la casa real del vecino Bahrein ya se encuentra en serias dificultades;
decenas de miles de manifestantes —más del 20 % de su población, que suma medio
millón de habitantes— han tomado las calles en repetidas ocasiones a pesar de
las amenazas de represión con fuego real, en una movilización encaminada a
derribar el régimen autocrático del rey Hamad ibn Isa al Jalifa y a sustituirlo
por un gobierno realmente democrático.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Estos acontecimientos son especialmente preocupantes para
la monarquía saudí, en la medida en que el movimiento por el cambio en Bahrein
está liderado por la población chií de este país, que ha sido objeto de toda
clase de abusos durante mucho tiempo por la élite dominante suní que detenta el
poder. Arabia Saudí también alberga a una población chií bastante numerosa
—aunque no mayoritaria como en Bahrein— que ha sido víctima asimismo de la
dominación suní. En Riad preocupa mucho que la explosión en Bahrein pueda
contagiarse a la Provincia Oriental adyacente de Arabia Saudí, una región del
reino en que además de haber mucho petróleo los chiíes constituyen la mayoría de
la población. Esto pondría al régimen ante serias dificultades, y en parte para
prevenir una revuelta juvenil el rey Abdula, de 87 años de edad, acaba de
prometer 10.000 millones de dólares (dentro de un paquete de reforma de 36.000
millones en total) en ayudas a los jóvenes saudíes para que puedan casarse y
adquirir vivienda propia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque la rebelión no llegue a Arabia Saudí, el viejo
orden petrolero de Oriente Medio ya no podrá reconstruirse. El resultado, sin
duda, será un declive a largo plazo de la futura disponibilidad de petróleo
exportable.<BR>Tres cuartos de los 1,7 millones de barriles de petróleo que
produce Libia cada día se retiraron rápidamente del mercado tan pronto como se
extendió la revuelta en el país. Gran parte de ese petróleo permanecerá fuera
del circuito por tiempo indefinido. Cabe esperar que Egipto y Túnez reanuden
pronto la producción, que es bastante modesta en ambos países, hasta volver a
los niveles de antes de la caída de sus respectivos gobiernos, pero no es
probable que se avengan a formar grandes alianzas con empresas extranjeras
capaces de incrementar la producción en detrimento del control local. Iraq, cuya
refinería más grande acaba de ser gravemente dañada por insurgentes la semana
pasada, e Irán no parecen estar en condiciones de aumentar significativamente la
producción en los próximos años.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El eslabón crítico en este contexto es Arabia Saudí, que
acaba de incrementar la producción para compensar las mermas libias en el
mercado mundial. Pero no pensemos que este modelo funcionará siempre. Aun
suponiendo que la familia real sobreviva a la actual ola de levantamientos, no
cabe duda de que tendrá que retener una parte mayor de su producción diaria para
responder al creciente consumo interno y alimentar las industrias petroquímicas
locales, capaces de ofrecer puestos de trabajo mejor pagados a una población
inquieta y cada vez más numerosa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De 2005 a 2009, los saudíes han usado unos 2,3 millones
de barriles de petróleo al día, quedando alrededor de 8,3 millones de barriles
disponibles para la exportación. Únicamente si Arabia Saudí sigue suministrando
al menos esa cantidad de petróleo a los mercados internacionales podrá
satisfacer el mundo su demanda prevista (calculando por lo bajo). Pero no es
probable que esto ocurra. Los dirigentes saudíes han manifestado su negativa a
incrementar la producción por encima de los 10 millones de barriles diarios,
pues temen que los yacimientos que les quedan resulten dañados y por tanto se
vean mermadas las rentas futuras de su numerosa progenie. Al mismo tiempo, se
prevé que la creciente demanda interna acapare una parte cada vez mayor de la
producción neta de Arabia Saudí. En abril de 2010, el director general de la
empresa pública Aramco, Jalid al Falih, predijo que el consumo nacional podría
ascender a nada menos que 8,3 millones de barriles diarios de aquí a 2028, con
lo que solamente quedarían unos pocos millones de barriles para la exportación
y, si el mundo no logra pasar a otras fuentes de energía, habría escasez de
petróleo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En otras palabras, si trazamos una trayectoria
razonablemente previsible a partir de los acontecimientos actuales en Oriente
Medio, lo que va a suceder ya está claro. Puesto que no hay ninguna otra región
capaz de sustituir a Oriente Medio como principal exportador de petróleo, la
economía del petróleo se contraerá, y con ella la economía mundial en su
conjunto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hemos de entender que el reciente aumento del precio del
petróleo no es más que un leve y temprano temblor que anuncia el terremoto
petrolero que vendrá. El petróleo no desaparecerá de los mercados
internacionales, pero en las próximas décadas no alcanzará nunca los volúmenes
necesarios para satisfacer la demanda mundial prevista, lo que significa que más
pronto que tarde la escasez pasará a ser la característica dominante del
mercado. Únicamente el rápido desarrollo de fuentes de energía alternativas y
una fuerte reducción del consumo de petróleo podrían ahorrar al mundo las más
graves secuelas económicas.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>* Nota de Correspondencia de Prensa:</STRONG> Michael
T. Klare es profesor de estudios sobre la paz y la seguridad mundial en
Hampshire College en Amherst, Massachusetts, EEUU. Autor de numerosos libros
sobre la naturaleza de las conflictos bélicos. En castellano: "Guerras por los
recursos. El futuro escenario del conflicto global", Ediciones Urano/Tendencias,
Barcelona, 2003.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>