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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>13 de marzo 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Túnez/Egipto<BR><BR>La chispa que incendia la
llanura<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2> </DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Alain Badiou
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Revista Ñ, Buenos Aires,
8-3-11</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.revistaenie.clarin.com/"><STRONG>http://www.revistaenie.clarin.com/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Elisa
Carnelli<BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>El viento del este prevalece sobre el viento del oeste.
¿Hasta cuándo el Occidente ocioso y crepuscular, la “comunidad internacional” de
quienes se creen todavía los amos del mundo, va a seguir dando lecciones de
buena gestión y buena conducta a todo el planeta? </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>¿No es ridículo ver a algunos intelectuales de turno,
soldados derrotados del capitalismo-parlamentarismo que sirve de paraíso
apolillado, entregar su vida a los magníficos pueblos tunecino y egipcio, con el
fin de enseñar a esos pueblos salvajes el abc de la “democracia”? </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>¡¿Qué preocupante persistencia de la arrogancia colonial! En
la situación de miseria política en la que estamos desde hace tres décadas, ¿no
es obvio que somos nosotros los que tenemos todo que aprender de las
sublevaciones populares de esta hora? </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>¿Acaso no debemos examinar minuciosamente con toda urgencia
todo lo que allá ha hecho posible, por la acción colectiva, el derrocamiento de
gobiernos oligárquicos, corruptos, y además –y quizás sobre todo– en situación
de vasallaje humillante con respecto a los estados occidentales? </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Sí, debemos ser los alumnos de estos movimientos y no sus
estúpidos profesores. Porque son ellos los que dan vida, con el espíritu propio
de sus descubrimientos, a algunos principios de la política de cuya
obsolescencia intentamos convencernos desde hace mucho. Y, sobre todo, al
principio que Marat no se cansaba de recordar: en cuestiones de libertad,
igualdad y emancipación, le debemos todo a los levantamientos populares. Tenemos
derecho a rebelarnos. Así como, en la política, nuestros estados y aquellos que
sacan provecho de ella (partidos, sindicatos e intelectuales serviles) prefieren
la administración; en la rebelión, prefieren la reivindicación, y en toda
ruptura, la “transición ordenada”, lo que los pueblos de Túnez y Egipto nos
recuerdan es que la única acción que corresponde a un sentido compartido de
ocupación escandalosa del poder del Estado es el levantamiento en masa. Y en
este caso, la única consigna que puede unir a los elementos dispares de la
multitud es: “Tú que estás allí, vete”. En este caso, la importancia excepcional
de la revuelta, su poder decisivo, es que la consigna repetida por millones de
personas, da la medida de lo que será, indudable e irreversiblemente, la primera
victoria: la huida del hombre así señalado. Pase lo que pase después, este
triunfo de la acción popular, ilegal por naturaleza, habrá sido para siempre
victorioso. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Que una rebelión contra el poder del Estado pueda ser
absolutamente victoriosa es una enseñanza de alcance universal. Esta victoria
señala el horizonte sobre el cual se destaca toda acción colectiva que se
sustrae a la acción de la ley, aquello que Marx denominó “la decadencia del
Estado”. A saber, que un día, libremente asociados en el despliegue de la
potencia creadora que poseen, los pueblos podrán arreglárselas sin la funesta
coerción del Estado. Es por esto, por esta idea última, que en todo el mundo un
levantamiento que echa abajo una autoridad instalada provoca un entusiasmo sin
límites.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Resonancias</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Una chispa puede incendiar la llanura. Todo comienza con
la inmolación por el fuego de un hombre reducido al desempleo, a quien se le
quiere prohibir el miserable comercio que le permite sobrevivir y a quien una
mujer policía abofetea para hacerle entender aquello que en ese bajo mundo es
real. En días, en semanas, ese gesto se extiende a millones de personas que
gritan su alegría en una plaza lejana y reclaman la partida apresurada de
poderosos potentados.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿De dónde viene esta fabulosa expansión? ¿Es la
propagación de una epidemia de libertad? No. Como dice poéticamente Jean-Marie
Gleize, “un movimiento revolucionario no se extiende por contagio sino por
resonancia. Algo que se forma aquí resuena con la onda de choque emitida por
algo que se forma allá”. A esta resonancia llamémosla “acontecimiento”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El acontecimiento es la brusca creación, no de una nueva
realidad, sino de un sinnúmero de posibilidades. Ninguna de ellas es la
repetición de lo ya conocido. Por eso, es oscurantista decir que “este
movimiento reclama democracia” (se sobreentiende que es aquella de la que
gozamos en Occidente) o “este movimiento reclama mejoras sociales” (se
sobreentiende que es la prosperidad promedio del pequeño burgués occidental).
Salido prácticamente de la nada, el levantamiento popular resuena por todos
lados y crea para todo el mundo posibilidades desconocidas. La palabra
“democracia” casi no se pronuncia en Egipto. Se habla de un “nuevo Egipto”, de
un “verdadero pueblo egipcio”, de asamblea constituyente, de cambio total de
vida, de posibilidades inauditas y antes desconocidas. Se trata de la “nueva
llanura” que llegará allí donde ya no está aquella a la que la chispa del
levantamiento finalmente prendió fuego. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Esta llanura que vendrá se encuentra entre la declaración
de una inversión de las fuerzas y la de un hacerse cargo de nuevas tareas. Entre
lo que dijo un joven tunecino: “Nosotros, hijos de obreros y campesinos, somos
más fuertes que los criminales”; y lo que dijo un joven egipcio: “A partir de
hoy, 25 de enero, me hago cargo de los asuntos de mi país”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El pueblo, sólo el pueblo, es el creador de la historia
universal. Es sumamente sorprendente que en nuestro Occidente los gobiernos y
los medios de comunicación consideren que los revoltosos de una plaza de El
Cairo son “el pueblo egipcio”. ¿Cómo es esto? Para ellos, el pueblo, el único
pueblo razonable y legal, ¿no se reduce en general a la mayoría de una encuesta
o a la de una elección? ¿Cómo es que de repente cientos de miles de revoltosos
son representativos de un pueblo de ochenta millones de personas? Esta es una
lección para no olvidar, que no olvidaremos. Pasado cierto nivel de decisión,
obstinación y coraje, el pueblo puede concentrar su existencia en una plaza, una
avenida, unas fábricas, una universidad … El Mundo entero será testigo de ese
coraje, y sobre todo de las sorprendentes creaciones que lo acompañan. Esas
creaciones serán la prueba de que un pueblo se mantiene allí. Como dijo un
manifestante egipcio: “Antes yo miraba la televisión, ahora es la televisión la
que me mira a mí”. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Sin ayuda del Estado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En el arranque de un acontecimiento, el pueblo se compone
de aquellos que saben cómo resolver los problemas que el acontecimiento les
plantea. Como en la ocupación de una plaza: alimento, lugar para dormir,
vigilancia, pancartas, plegarias, combates defensivos, de tal forma que el lugar
donde sucede todo, el lugar que se convierte en símbolo, quede reservado al
pueblo a cualquier precio. Problemas que, con centenares de miles de personas
venidas de todas partes, parecen insolubles, y tanto más cuanto que el Estado ha
desaparecido. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Resolver sin ayuda del Estado problemas insolubles es el
destino de un acontecimiento. Y es esto lo que hace que un pueblo, de repente y
por un tiempo indeterminado, exista allí donde decidió unirse. Sin movimiento
comunista, no hay comunismo. El levantamiento popular del que hablamos
manifiestamente no tiene partido ni organización hegemónica ni dirigente
reconocido. Ya habrá tiempo de evaluar si esta característica es una fortaleza o
una debilidad. En cualquier caso, es esto lo que hace que, en una forma muy
pura, sin duda la más pura desde la Comuna de París, tenga todos los rasgos de
lo que es necesario denominar un comunismo de movimiento. “Comunismo” quiere
decir aquí: creación en común del destino colectivo. Este “común” tiene dos
rasgos particulares. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Primero, es genérico, porque representa, en un lugar, a
toda la humanidad. En ese lugar, están todas las clases de personas de las que
se compone un pueblo, todas las voces son escuchadas, toda propuesta analizada,
toda dificultad tratada por lo que es. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Segundo, supera todas las grandes contradicciones que,
según el Estado, él es el único capaz de manejar, sin llegar nunca a dejarlas
atrás: entre intelectuales y trabajadores manuales, entre hombres y mujeres,
entre pobres y ricos, entre musulmanes y coptos, entre los habitantes de las
provincias y los habitantes de la capital … Miles de nuevas posibilidades,
relacionadas con estas contradicciones, surgen en todo momento, posibilidades a
las que el Estado, todo Estado, es completamente ciego. Vemos a jóvenes médicas,
venidas de las provincias para curar a los heridos, dormir en medio de un
círculo de jóvenes violentos, y están más tranquilas de lo que han estado jamás.
Saben que nadie les tocará un pelo. Vemos también una organización de ingenieros
dirigirse a los jóvenes de los suburbios para pedirles que defiendan la plaza,
que protejan el movimiento con energía en el combate. Vemos a una fila de
cristianos hacer guardia de pie para cuidar a los musulmanes inclinados para
orar. Vemos a los comerciantes alimentar a los desempleados y a los pobres.
Vemos a todos hablando con vecinos desconocidos. Leemos miles de pancartas donde
la vida de cada uno se mezcla sin fisuras con la gran historia de todos. El
conjunto de estas situaciones, de estos descubrimientos, constituye el comunismo
de movimiento. Hace dos siglos que el único problema político es este: ¿cómo
instaurar de manera duradera los descubrimientos del comunismo de movimiento? Y
el único enunciado reaccionario sigue siendo: “Eso es imposible, incluso dañino.
Confiemos en el Estado”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Gloria a los pueblos de Túnez y Egipto, que nos recuerdan
el verdadero y único deber político: frente al Estado, la fidelidad organizada
al comunismo de movimiento. No queremos la guerra, pero no le tenemos miedo. Se
ha hablado en todas partes de la calma pacífica de las manifestaciones
gigantescas y se ha relacionado esa calma con el ideal de democracia electiva
que le atribuíamos al movimiento. Comprobamos, sin embargo, que hubo centenares
de muertos y que todavía los hay cada día. En muchos casos, estos muertos fueron
combatientes y mártires de la iniciativa del movimiento y luego de su
protección. Los lugares políticos y simbólicos del levantamiento tuvieron que
ser protegidos al precio de feroces combates contra los milicianos y la policía
de los regímenes amenazados. ¿Y quién pagó con su vida sino los jóvenes salidos
de las poblaciones más pobres? Que las “clases medias”, de las que nuestra
inesperada Michele Alliot-Marie dijo que el resultado democrático de los hechos
en curso dependía de ellas y sólo de ellas, recuerden que en el momento crucial
la continuidad del levantamiento sólo estuvo garantizada por el compromiso sin
restricciones de los destacamentos populares. La violencia defensiva es
inevitable. Además, continúa en condiciones difíciles en Túnez, después de que
se enviara de regreso a la miseria a los jóvenes activistas provincianos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Puede alguien pensar que este sinnúmero de iniciativas y
estos sacrificios crueles sólo tienen por objetivo fundamental conducir al
pueblo a “elegir” entre Suleiman y ElBaradei, así como en nuestro país nos
resignamos lastimosamente a elegir entre Sarkozy y Strauss-Khan? ¿Esa es la
única lección de este esplendido episodio? ¡No, mil veces no! Los pueblos de
Túnez y Egipto nos dicen: sublevarse, construir el espacio público del comunismo
de movimiento, defenderlo por todos los medios, imaginando las etapas sucesivas
de la acción, eso es lo real de la política popular de emancipación. Por cierto,
los Estados de los países árabes no son los únicos que son antipopulares y, en
el fondo, ilegítimos, con o sin elecciones. Pase lo que pase, los levantamientos
de Túnez y Egipto tienen una significación universal. Crean posibilidades nuevas
cuyo valor es internacional.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>* </STRONG>Alain Badiou (Rabat, Marruecos, 1937), uno
de los más prestigiosos filosofos de izquierda en Francia, autor entre otras
obras, de “El ser y el acontecimiento”, y el “Manifiesto por la filosofia”.
<HR>
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