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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de Prensa
<BR></FONT><U>11 de abril 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV>
<HR>
</DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3>Libia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Las trampas de una
guerra<BR></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Serge Halimi
</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Le Monde Diplomatique, abril
2011</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A><BR><BR><BR>Desde
hace varios meses, las revueltas árabes están cambiando la situación política,
diplomática e ideológica de la región (véase el dossier “Las revueltas
democráticas en el mundo árabe” en Le Monde diplomatique). La represión libia
ponía en peligro esta dinámica. Y la intervención militar occidental autorizada
por las Naciones Unidas acaba de introducir en esta panorámica un factor de
consecuencias imprevisibles.<BR><BR>Incluso un reloj estropeado marca la hora
exacta dos veces al día. El hecho de que la resolución del Consejo de Seguridad
que autoriza el uso de la fuerza contra el régimen libio responda a una
iniciativa de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido no basta para rechazarla
de plano. Una revuelta desarmada que se enfrenta a un régimen de terror no tiene
a veces más remedio que llamar a una policía internacional poco recomendable.
Concentrada en su desgracia, no rechazará su ayuda por la mera razón de que
dicha policía hace caso omiso de los llamamientos de otras víctimas, por ejemplo
palestinas. Incluso olvidará que tiene más fama de fuerza represiva que de
asociación de ayuda mutua.<BR><BR>Pero lo que lógicamente ha guiado la actitud
de los insurgentes libios en peligro inminente no basta para legitimar esta
nueva guerra de las potencias occidentales en territorio árabe. La intervención
de países miembros de la OTAN constituye un medio inaceptable para llegar a un
fin deseable (la caída de Muamar el Gadafi). Si este medio ha adquirido la
apariencia de necesidad, cuando cada uno se ve obligado a “escoger” entre los
bombardeos occidentales y la aniquilación de los libios sublevados, esto se debe
exclusivamente a que se han descartado otros recursos posibles, como la
intervención en su defensa de una fuerza de la ONU, egipcia o
panárabe.<BR><BR>Sin embargo, el balance del pasado de los ejércitos
occidentales impide dar crédito a los motivos generosos que aducen ahora. ¿Quién
cree, por cierto, que los Estados, cualquiera de ellos, van a consagrar sus
recursos y sus ejércitos al cumplimiento de objetivos democráticos? Sea como
fuere, la historia reciente nos recuerda suficientemente que si las guerras
lanzadas con este pretexto logran al principio éxitos fulgurantes y pregonados a
bombo y platillo por los medios, las etapas subsiguientes son más caóticas y sus
resultados más discretos. En Somalia, Afganistán e Iraq, los combates no han
cesado, y eso que Mogadiscio, Kabul y Bagdad ya “cayeron” hace años.<BR><BR>Los
insurgentes libios habrían preferido derribar por sí solos el poder despótico,
como sus vecinos de Túnez y Egipto. La intervención militar
franco-anglo-estadounidense amenaza con convertirlos en deudores de potencias
que jamás han movido un dedo por su libertad. Pero la responsabilidad de esta
excepción regional corresponde ante todo a Gadafi. Sin la furia represiva de su
régimen, que en cuarenta años ha mutado de dictadura antiimperialista a régimen
despótico prooccidental, sin sus diatribas en que calificada a todos sus
adversarios de “agentes de Al Qaeda”, de “ratas que reciben dinero y están al
servicio de agencias de espionaje extranjeras”, el destino de la sublevación
libia no habría dependido más que de su pueblo.<BR><BR>La resolución 1973 del
Consejo de Seguridad que autoriza el bombardeo de Libia impedirá tal vez el
aplastamiento de una revuelta condenada por la escasez de sus medios militares,
pero ello no obsta a que parezca un baile de hipócritas. Las tropas de Gadafi no
han sido bombardeadas porque se trate del peor de los dictadores, o del más
sanguinario, sino porque era al mismo tiempo más débil que otros, carente de
armas nucleares y de amigos poderosos capaces de protegerle de un ataque militar
o de defenderle en el Consejo de Seguridad. La intervención decidida contra él
confirma que el Derecho internacional no establece principios claros cuya
vulneración suponga sanciones en toda regla.<BR>Con el blanqueo diplomático
ocurre lo mismo que con el blanqueo de dinero: el minuto de virtud permite
borrar decenios de infamia. Así, el presidente francés bombardea a su antiguo
socio comercial, a quien recibió en 2007 cuando todos conocían la naturaleza de
su régimen… aunque al menos habrá que anotar en el haber de Nicolas Sarkozy que
no haya ofrecido a Gadafi el “buen hacer de nuestras fuerzas de seguridad”, como
hizo el pasado mes de enero con el presidente tunecino Zin el Abidin Ben Alí. En
cuanto a Silvio Berlusconi, “amigo íntimo” del Guía libio, quien le ha visitado
once veces en Roma, se apunta a regañadientes a la coalición virtuosa.<BR><BR>La
Liga Árabe está dominada por una mayoría de vejestorios contestados por el
empuje democrático y se suma a la iniciativa de la ONU antes de aparentar estar
consternada nada más caer los primeros misiles de EEUU. Rusia y China tenían el
poder de oponerse a la resolución del Consejo de Seguridad, de enmendarla para
reducir su alcance o los riesgos de escalada. Si lo hubieran hecho, no tendrían
que haber “lamentado” acto seguido el uso de la fuerza. En fin, para calibrar
bien la “equidad” de la “comunidad internacional” en esta cuestión conviene
destacar que la resolución 1973 acusa a Libia de “detenciones arbitrarias,
desapariciones forzosas, torturas y ejecuciones sumarias”, actos que como todo
el mundo sabe no se producen en Guantánamo, ni en Chechenia, ni en
China...<BR><BR>La “protección de los civiles” no es simplemente une exigencia
irrecusable. Implica también, durante un conflicto armado, el bombardeo de
objetivos militares, es decir, de soldados (que a menudo son civiles obligados a
llevar uniforme...), que a su vez se mezclan con poblaciones desarmadas. Por
otro lado, el control de una “zona de exclusión aérea” significa que los aviones
que patrullan por ella pueden ser abatidos y sus pilotos capturados, lo que acto
seguido justificará el envío de comandos terrestres para rescatarlos./1 Se puede
sacar todo el lustre que se quiera al vocabulario, pero a la larga no se puede
disimular la guerra a base de eufemismos.<BR><BR>El caso es que en última
instancia la guerra pertenece a quienes la deciden y la hacen, no a quienes la
recomiendan soñando que será breve y feliz. Elaborar en casa unos planes
impecables para una guerra sin odio y “limpia” tiene muchos encantos, pero la
fuerza militar a la que se confía la tarea de aplicarlos lo hará en función de
sus propias inclinaciones, métodos y exigencias. Esto significa que los
cadáveres de soldados libios ametrallados durante su retirada son, al igual que
las multitudes entusiastas de Bengasi, consecuencia de la resolución 1973 de las
Naciones Unidas.<BR><BR>Las fuerzas progresistas del mundo entero se han
dividido en torno a la cuestión libia, según que hayan priorizado la solidaridad
con un pueblo oprimido o su oposición a una guerra occidental. Los dos criterios
de valoración son necesarios, pero no se puede pedir siempre que se cumplan al
mismo tiempo. A la hora de elegir queda por determinar lo que una etiqueta de
“antiimperialista” ganada en la arena internacional autoriza a infligir cada día
a su pueblo.<BR><BR>En el caso de Gadafi, el silencio de varios gobiernos de
izquierda latinoamericanos (Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia) con respecto a
la represión que ordenó resulta tanto más desconcertante cuanto que la oposición
del Guía libio a “Occidente” es pura fachada. Gadafi denuncia el “complot
colonialista” del que se pretende víctima, pero lo hace después de haber
asegurado a las antiguas potencias coloniales que “estamos todos librando el
mismo combate con el terrorismo. Nuestros servicios de información cooperan. Os
hemos ayudado mucho estos últimos años”./2</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Coreado por Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro, el
dictador libio pretende que el ataque de que es objeto se explica por el deseo
de “controlar el petróleo”. Sin embargo, este ya está siendo explotado por la
compañía estadounidense Occidental Petroleum (Oxy), la británica BP y la
italiana ENI (véase al respecto el artículo de Jean-Pierre Séréni, “Le pétrole
libyen de main en main”). Hace algunas semanas, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) aplaudía por cierto “los magníficos resultados macroeconómicos de Libia y
sus progresos en el refuerzo del papel del sector privado”./3 Amigo de Gadafi,
Ben Alí habría recibido felicitaciones similares en noviembre de 2008, pero
presentadas personalmente por el director general del FMI, Dominique
Strauss-Kahn, que venía directamente... de Trípoli./4<BR><BR>La antigua pátina
revolucionaria y antiimperialista de Gadafi, restaurada en Caracas y La Habana,
tampoco la había visto, sin duda, Anthony Giddens, teórico de la “tercera vía”
blairista, quien en 2007 anunció que Libia se convertiría pronto en una “Noruega
del norte de África: próspera, igualitaria y orientada al futuro”./5 Vista la
composición ecléctica de la lista de incautos que le rindieron honores, ¿cómo
creer todavía que el Guía libio está tan loco como se pretende?<BR><BR>Son
varias las razones que explican que varios gobiernos de izquierda
latinoamericanos se hayan dejado tomar el pelo por él. Han querido ver en Gadafi
al enemigo de su enemigo (EEUU), pero esto no debería ser suficiente para
convertirlo en su amigo. Un conocimiento mediocre del norte de África —Chávez
dice que se ha informado sobre la situación en Túnez llamando a Gadafi...— les
ha llevado seguidamente a oponerse a “la colosal campaña de mentiras orquestada
par los medios” (Fidel Castro), máxime cuando esta les traía recuerdos
personales cuya pertinencia era discutible en el caso concreto. “No sé por qué
lo que sucede y ha sucedido allí —ha declarado el presidente venezolano a
propósito de Libia— me recuerda a Hugo Chávez el 11 de abril.” El 11 de abril de
2002 hubo un intento de golpe de Estado apoyado por los medios con informaciones
manipuladas para derrocarle.<BR><BR>La antigua pátina revolucionaria de Gadafi
ha engañado a la izquierda latinoamericana.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Y otros factores más favorecen el error de análisis de la
situación libia: une óptica forjada por decenios de intervención armada y de
dominación violenta de EEUU en América Latina, el hecho de que Libia haya
ayudado a Venezuela a implantarse en África, el papel de ambos Estados en el
seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de las
cumbres América del Sur-África (ASA), el planteamiento geopolítico de Caracas
con vistas a reequilibrar su diplomacia y estrechar las relaciones
Sur-Sur.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A todo esto hay que añadir además la tendencia del
presidente Chávez a estimar que los lazos diplomáticos de su país implican para
él una buena relación personal con los jefes de Estado: ”He sido amigo del rey
Fahd de Arabia Saudí, soy amigo del rey Abdallah, que ha estado aquí en Caracas
(...). Amigo del emir de Catar, del presidente de Siria, un amigo que también
estuvo aquí. Amigo de Buteflika.”/6 Cuando el régimen de Gadafi (“amigo mío
desde hace tanto tiempo”) desencadenó la represión contra su pueblo, esta
amistad influyó en sentido negativo. En definitiva, Chávez ha perdido la ocasión
de presentar las revueltas del continente africano como las hermanas menores de
los movimientos de izquierda latinoamericanos que él conoce bien.<BR><BR>Más
allá de este error, la diplomacia representa sin duda el terreno en que, en
todos los países, se revelan mejor los defectos de un ejercicio solitario del
poder a base de decisiones opacas, tomadas al margen de todo control
parlamentario y de toda deliberación popular. Cuando además presume, como en el
Consejo de Seguridad, de defender la democracia con una guerra, el contraste es
por fuerza sorprendente.<BR><BR>Después de haber usado, no sin éxito, el
registro geopolítico antioccidental con el argumento progresista de la defensa
de los recursos naturales, el dirigente libio no ha podido resistirse durante
mucho tiempo a la tentación de sacarse de la manga la última carta del
enfrentamiento entre religiones. “Las grandes potencias cristianas —explicó el
pasado 20 de marzo— han lanzado una segunda cruzada contra los pueblos
musulmanes, con el pueblo libio a la cabeza, cuyo objetivo es borrar el islam
[del mapa].” Trece días antes, sin embargo, Gadafi había comparado su labor
represiva con otra que causó 1.400 víctimas palestinas: “Incluso los israelíes
en Gaza tuvieron que recurrir a los blindados para combatir a esos extremistas.
Nosotros también.” /7 Palabras que no habrán contribuido precisamente a
incrementar la popularidad del Guía en el mundo árabe.<BR><BR>Pero este último
viraje en redondo tiene al menos una virtud: recuerda la nocividad política del
enfoque que reproduce, dándole la vuelta, la temática neoconservadora de las
cruzadas y los imperios. Las sublevaciones árabes, al haber juntado a laicos y
religiosos —y a las que se han opuesto laicos y religiosos—, pondrán fin tal vez
a un discurso que se proclama antiimperialista cuando no es más que
antioccidental. Y que en su abominación de “Occidente” confunde lo peor que
tiene —la diplomacia de cañoneras, el desprecio de los pueblos “indígenas”, las
guerras de religión— con lo mejor que puede ofrecer, desde la filosofía de la
Ilustración hasta la seguridad social. Apenas dos años después de la revolución
iraní de 1979, el pensador radical sirio Sadik Jalal al Asm detalló, para
refutarlas, las características de un “orientalismo al revés” que, al tiempo que
rechazaba la vía del nacionalismo laico y del comunismo revolucionario, llamaba
a combatir a Occidente a través del retorno a la autenticidad religiosa. Los
principales postulados de este análisis “culturalista”, resumidos y después
criticados por Gilbert Achcar, afirman que “el grado de emancipación de Oriente
no debe ni puede medirse a la luz de valores y criterios ‘occidentales’, como la
democracia, el laicismo y la liberación de la mujer; que el Oriente musulmán no
puede aprehenderse con los instrumentos epistemológicos de las ciencias
occidentales; que no sirve ninguna analogía con fenómenos occidentales; que el
factor que mueve a las masas musulmanas es cultural, o sea, religioso, y que su
importancia es mayor que la de los factores económicos y sociales que
condicionan las dinámicas políticas occidentales; que la única vía de los países
musulmanes hacia el renacimiento pasa por el islam; y finalmente, que los
movimientos que enarbolan la bandera del ‘retorno al islam’ no son reaccionarios
o regresivos, como los percibe la mirada occidental, sino todo lo contrario,
progresistas en la medida en que se resisten a la dominación cultural
occidental.”/8<BR><BR>Es posible que este enfoque fundamentalista de la política
no haya dicho su última palabra, pero tras la onda de choque que partió de Túnez
se siente que su pertinencia se ha visto mermada por unos pueblos árabes que ya
no quieren situarse “ni contra Occidente ni a su servicio”/9 y que lo demuestran
levantándose acá contra un aliado de EEUU (Egipto) y acullá contra uno de sus
adversarios (Siria). Lejos de temer que la defensa de las libertades
individuales, la libertad de conciencia, la democracia política, el
sindicalismo, el feminismo no son más que prioridades “occidentales” maquilladas
de universalismo emancipador, los pueblos árabes las hacen suyas para manifestar
su rechazo del autoritarismo, de las injusticias sociales, de los regímenes
policiales qui infantilizan a sus pueblos tanto más espontáneamente cuanto que
están dirigidos por ancianos. Y así estos pueblos, con un ardor que recuerda
otros grandes empujes revolucionarios, arrancan día tras día nuevas conquistas
sociales y democráticas en una práctica que en otras partes ha caído en el
olvido, en un momento en que “Occidente” parece dividido entre su temor al
declive y su inercia ante un sistema político anquilosado en el que lo parecido
sucede a lo idéntico, siempre al servicio de los mismos.<BR><BR>Una resolución
de las Naciones Unidas que vale también para las luchas de las poblaciones
occidentales...</DIV>
<DIV align=justify><BR>No hay garantías de que este empuje y este coraje de los
pueblos árabes vaya a seguir marcando tantos, pero ya nos muestran posibilidades
inexploradas. En el artículo 20 de la resolución 1973, el Consejo de Seguridad,
por ejemplo, “afirma su determinación de asegurarse de que los activos [libios]
congelados [en virtud de una resolución anterior] se pongan a disposición del
pueblo de la Jamahiriya Árabe Libia y se utilicen en beneficio de este
posteriormente y lo antes posible”. Por tanto, ¡es posible congelar activos
financieros y devolverlos a los ciudadanos de un país! Esperemos que no se
olvide la lección: los Estados tienen el poder de satisfacer a los pueblos.
Desde hace algunos meses, el mundo árabe nos recuerda otra igualmente universal:
los pueblos tienen el poder de obligar a los
Estados.<BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>[1] Véase al respecto “Libye: les enjeux d’une zone
d’exclusion aérienne”, de Philippe Leymarie, Défense en ligne, 7 de marzo de
2011.<BR>[2] Entrevista publicada en Le Journal du dimanche, París, 6 de marzo
de 2011.<BR>[3] Cf. “Le FMI tresse des lauriers à Kadhafi”, Le Canard enchaîné,
París, 9 de marzo de 2011.<BR>[4] “Strauss-Kahn — ou le génie du FMI — soutient
Ben Ali!”, Dailymotion.<BR>[5] Anthony Giddens, “My chat with the colonel”, The
Guardian, Londres, 9 de marzo de 2007.<BR>[6] Chávez: “Nos oponemos rotundamente
a las pretensiones intervencionistas en Libia”, Aporrea, 25 de febrero de
2011.<BR>[7] “Interview de Kadhafi 07/03/2011 pour france24 part 2/2”,
Dailymotion.<BR>[8] Gilbert Achcar, “L’orientalisme à rebours: de certaines
tendances de l’orientalisme français après 1979”, Mouvements, n° 54, 2008/2, La
Découverte, París.<BR>[9] Cf. Alain Gresh, “Ce que change le réveil arabe”
(resumen), Le Monde diplomatique, marzo de 2011. En un discurso pronunciado el
pasado 19 de marzo, el secretario general del Hisbolá libanés, Hasán Nasralá,
afirmó que “toda imputación que fabrica, dirige, provoca o lanza EEUU contra
estas revoluciones [árabes] es injusta para estos pueblos y falsa”.
<HR>
<BR><BR><BR></FONT></DIV></BODY></HTML>