<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META content=text/html;charset=iso-8859-1 http-equiv=Content-Type>
<META name=GENERATOR content="MSHTML 8.00.7600.16385"></HEAD>
<BODY style="PADDING-LEFT: 10px; PADDING-RIGHT: 10px; PADDING-TOP: 15px"
id=MailContainerBody leftMargin=0 topMargin=0 CanvasTabStop="true"
name="Compose message area"><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT size=5>Correspondencia de Prensa</FONT><BR><U>28 de
abril 2011</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo Militante - Agenda
Radical</FONT><BR>Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
size=4></FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Libia<BR><BR>La insurrección libia entre
el martillo de Gadafi, el yunque de la OTAN y la confusión de la
izquierda<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Resultados y
perspectivas</FONT></STRONG><BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Gilbert Achcar
*<BR>Traducción de Viento Sur<BR></STRONG><A
title="http://www.vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG
title="http://www.vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo">http://www.vientosur.info/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR><BR>Ha pasado más de un mes desde que la coalición
encabezada por la OTAN inició su intervención militar en Libia, después de que
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) adoptara, el 17 de marzo,
su resolución n.º 1973 autorizando el establecimiento de una zona de exclusión
aérea y la adopción de "todas las medidas necesarias" para "proteger a los
civiles y las zonas habitadas por civiles".<BR><BR>Esta resolución y la
consiguiente intervención militar habían sido reclamadas con urgencia por
fuentes relacionadas con la insurrección libia que comenzó a cobrar impulso a
mediados de febrero, inspirada por el éxito del levantamiento egipcio que logró
derrocar a Hosni Mubarak. Además de la enorme multitud de personas ajenas a la
política que estaban lógicamente hartas después de más de 40 años de dictadura
de un psicópata, la insurrección reunió el mismo abanico de fuerzas políticas
que impulsan la mayoría de levantamientos en curso en el norte de África y
Oriente Medio: demócratas liberales, diversas corrientes islámicas moderadas o
extremistas, exmiembros del régimen (en Túnez incluso el ejército se puso del
lado de los manifestantes) y grupos y personas de izquierda, probablemente
también en Libia /1.<BR><BR>Nada más iniciarse la revuelta masiva, la represión
por parte de las fuerzas leales a la familia de Gadafi fue más sangrienta que la
que experimentó cualquier otra protesta multitudinaria contra otros déspotas
árabes desde que comenzaron las manifestaciones a principios de año. El régimen
de Trípoli contaba con dos importantes bazas frente a los insurgentes, a pesar
de la deserción de unos cuantos oficiales y unidades militares que se unieron a
la insurrección. Gadafi, sus hijos y sus compinches controlaban las brigadas
armadas hasta los dientes y la fuerza aérea, así como la notable cantidad de
dinero y oro que tenían a su disposición en las arcas del Estado libio. Para
compensar el impacto inicial del levantamiento sobre su fuerza militar,
procedieron a reclutar a numerosos mercenarios de otros países africanos pobres
(según diversas fuentes, este reclutamiento corrió a cargo de una empresa
israelí que percibía 200 dólares por persona y día, de los que únicamente la
mitad se pagaba a los soldados de fortuna). También emplearon la fuerza y el
dinero para tratar de dar la impresión de que la dictadura gozaba del apoyo
masivo de la población (refugiados procedentes de Trípoli en Túnez, donde he
estado recientemente, confirman que les ofrecieron dinero para manifestarse en
las calles a favor de Gadafi).<BR><BR>El 22 de febrero, dos días después de que
su hijo Saif advirtiera a los manifestantes de que Libia no es Túnez ni Egipto
-indicando con ello que la familia de Gadafi no abandonaría el poder bajo
presiones políticas- y les amenazara con la guerra civil, el propio Muamar el
Gadafi pronunció uno de los discursos más siniestros que se recuerdan de la
historia reciente, un discurso cuyo tono y vocabulario (en particular la
calificación de ratas e insectos que hizo de los oponentes) recordaban a la
década de 1930 (solo existe una traducción parcial y muy libre del discurso en
inglés). El déspota libio citó varios precedentes que se dijo dispuesto a
imitar, entre ellos la masacre de 1989 en Tiananmen (China) y la de 2004 en
Faluya (Irak). Mencionó asimismo el ataque israelí contra Gaza en 2008-2009, una
analogía que repitió el 7 de marzo en una entrevista que emitió un canal francés
de televisión por satélite. Y en otro discurso, pronunciado el 17 de marzo, el
día en que el CSNU iba a adoptar la resolución n.º 1973, comparó el asalto a
Bengasi por parte de sus tropas con el asedio de Madrid por el dictador español
Francisco Franco, declarando que confiaba en que apareciera una "quinta columna"
en la ciudad que le ayudara a "liberarla". Por entonces, las fuerzas del régimen
habían comenzado a concentrarse a las afueras de Bengasi para lanzar su ofensiva
sobre la ciudad, que se inició el 19 de marzo.<BR><BR>Ante la aplastante
superioridad militar de las fuerzas de Gadafi, los insurgentes estuvieron
solicitando protección internacional durante varios días, en particular el
establecimiento de una zona de exclusión aérea para impedir que Gadafi utilizara
su aviación. En su primera reunión del 5 de marzo, el Consejo Nacional de
Transición aprobó una declaración fundacional que concluía con estas palabras:
<BR>"Finalmente, a pesar de que la relación de fuerzas es desigual entre los
manifestantes indefensos y los mercenarios y batallones privados del régimen del
tirano, confiaremos en la voluntad de nuestro pueblo de vivir dignamente en
libertad. Además, pedimos a la comunidad internacional que cumpla su obligación
de proteger al pueblo libio de cualquier nuevo genocidio y crimen contra la
humanidad sin lanzar una intervención militar directa en suelo
libio."<BR><BR>Esta petición fue respaldada por la Liga Árabe una semana
después, el 12 de marzo, con dos votos en contra (Argelia y Siria) de un total
de 21 (Libia no estaba representada) /2. Para los regímenes árabes, incluidos
los más reaccionarios entre los que forman parte del Consejo de Cooperación del
Golfo, era una manera barata de complacer a la opinión pública árabe, preocupada
por la suerte de la revuelta libia, mientras todos ellos trataban de acallar o
prevenir un levantamiento en su propio país. El secretario de la Liga Árabe, Amr
Musa, quiso aprovechar la ocasión para indicar de nuevo que estaba del lado del
pueblo, después de su aparición oportunista entre los manifestantes de la plaza
Tahrir en El Cairo, siempre con vistas a su candidatura a la presidencia de
Egipto tras la caída de Mubarak.<BR><BR>La petición obtuvo entonces el apoyo de
las principales potencias militares occidentales, especialmente las que ocupan
puestos permanentes en el CSNU. Desde su punto de vista entraban en juego varias
consideraciones: las nefastas consecuencias económicas potenciales, relacionadas
con el petróleo, de una masacre a gran escala en Libia, que ya apunté en varias
ocasiones anteriores; el temor a que una masacre empujara "a miles de refugiados
adicionales a través de las fronteras libias", como lo expresó Barack Obama en
el discurso que pronunció el 28 de marzo; y, desde luego, la responsabilidad
moral y el bochorno ideológico de ser acusados de no acudir al rescate de una
población amenazada que pedía ayuda, cuando anteriormente habían invadido países
so pretexto de ayudar a su población sin que esta lo hubiera
pedido.<BR><BR>Estas mismas potencias también querían demostrar (con un bajo
coste político, aunque el financiero resultara bastante elevado) que estaban del
lado de las aspiraciones populares democráticas del mundo árabe, con la
esperanza de que de este modo la gente olvidaría su historial de apoyo durante
muchos años a las autocracias árabes, Gadafi incluido. Washington, en
particular, quería soslayar el hecho de que mantuviera su apoyo a Mubarak y
después al jefe de su servicio secreto hasta el último momento; y París
pretendía ocultar su políticamente desastroso ofrecimiento de ayuda al dictador
Ben Ali en sus intentos iniciales de acabar con la revuelta en Túnez antes de
que alcanzara mayores proporciones. La intervención respondía además a un
intento de desviar la atención del doble rasero que EE UU y sus aliados siguen
aplicando, especialmente con su actitud muy moderadamente crítica -por no decir
realmente benevolente- ante la represión de los levantamientos masivos en los
dominios estadounidenses en el Golfo, como Bahréin. Para Nicolas Sarkozy era,
además de todo ello, un modo de asegurarse una parte importante de los contratos
petroleros con la Libia posterior a Gadafi a expensas de los competidores de
Francia. Y para David Cameron, Silvio Berlusconi y sus homólogos, su postura era
una respuesta al intento francés de desplazar sus intereses ya sustanciales en
Libia.<BR><BR>Sea como fuere, el 19 de marzo -una vez que el régimen libio
hubiera rechazado la orden de alto el fuego del CSNU- no quedaba más que una
alternativa: o bien las tropas de Gadafi ocupaban Bengasi a un coste humano
terrible, o bien las potencias de la OTAN intervenían para impedir esa
posibilidad a un coste humano sin duda menor a corto plazo, aunque evidentemente
incierto de cara al futuro. No había ninguna otra vía realista mejor, como una
intervención a cargo exclusivamente de países árabes, como defendían algunos,
que sin duda no habría sido una alternativa mejor y menos sangrienta (todos los
Estados árabes dependen de Occidente y/o son más o menos autocráticos, incluido
el Egipto gobernado por los militares), y todo lo demás no era más que hacerse
ilusiones. Si Gadafi hubiera logrado ahogar la revuelta en un baño de sangre, el
efecto contrarrevolucionario habría sido sin duda terrible en toda la región.
Había que pararle los pies: este es un ejemplo de situación en la que hay que
aceptar un "mal menor" frente a otro mayor.<BR><BR>La cuestión crucial en estas
condiciones era y sigue siendo evitar hacerse ilusiones sobre lo que sigue
siendo un "mal", aunque de momentos sea menos peligroso (de ahí la condición de
que la intervención no incluyera a tropas terrestres). Lamentablemente, tales
ilusiones están cundiendo entre la población insurgente de Bengasi, como muestra
la proliferación de banderas occidentales, sobre todo francesas, y de carteles
prooccidentales. León Trotsky lo expresó una vez muy certeramente:<BR><BR>"Como
dijimos hace mucho tiempo, es lícito concluir acuerdos puramente prácticos -que
no nos vinculen lo más mínimo ni nos comprometan políticamente a nada- hasta con
el propio diablo, si suponen una ventaja en un momento dado. Pero sería absurdo
en este caso exigir que el diablo se convierta como tal al cristianismo y que
utilice sus cuernos... para actos piadosos. Si formulamos tales exigencias, en
realidad estamos haciendo de abogados del diablo y le pedimos que nos deje
apadrinarle."<BR>En este sentido iba mi primer artículo sobre esta cuestión,
escrito el 19 de marzo /3. Dije entonces que no podemos oponernos a la petición
de los insurgentes libios de establecer una zona de exclusión aérea ni a su
puesta en práctica inicial. En ningún momento dije que debíamos apoyarla, y
todavía menos apoyar la intervención occidental, como afirmaron muchas personas
de la izquierda, algunas amistosamente y de buena fe, otras de la típica manera
de quienes, si alguna vez detentaran el poder, enviarían al Gulag a todo aquel
que disintiera de ellas. Al mismo tiempo, denuncié la hipocresía de aquellas
potencias que estaban dispuestas a intervenir y advertí contra cualquier ilusión
con respecto a sus intenciones, defendiendo la necesidad de permanecer
plenamente vigilantes y de oponernos a cualquier transgresión del mandato
oficial de proteger a la población civil /4.<BR><BR>Seis días más tarde, en un
segundo artículo sobre esta cuestión, fechado el 25 de marzo,/5 en el que
planteé el debate con quienes habían criticado o atacado mi posición, escribí
que "deberíamos exigir el fin de los bombardeos una vez neutralizada la fuerza
aérea de Gadafi", añadiendo lo siguiente:<BR>"Y deberíamos oponernos a la plena
participación de la OTAN en la guerra sobre el terreno más allá de los primeros
golpes contra las unidades de blindados de Gadafi, necesarios para detener la
ofensiva de sus tropas contra las ciudades rebeldes de la provincia occidental,
por mucho que los insurgentes reclamaran o aplaudieran esta participación de la
OTAN. . Por el contrario, deberíamos reclamar el suministro de armas a los
insurgentes, de un modo abierto y masivo, de manera que dejen lo antes posible
de necesitar apoyo militar extranjero directo."<BR><BR>Importantes fuerzas
antiimperialistas del mundo árabe adoptaron una postura similar a la que expresé
en mi artículo del 19 de marzo, centrando la denuncia en Gadafi y expresando sus
prevenciones en torno a los propósitos de las fuerzas occidentales, sin condenar
la zona de exclusión aérea ni llamar a manifestarse contra la intervención
occidental: desde el líder libanés de Hezbolá, Hasán Nasralá en su discurso del
19 de marzo, hasta el Partido Comunista Libanés, pasando por el Frente Popular
para la Liberación de Palestina y Annahj Addimocrati, la principal organización
de la izquierda radical de Marruecos, aparte de la Hermandad Musulmana egipcia
(y sus organizaciones hermanas, incluido Hamás en Palestina), que yo dudaría en
calificar de "antiimperialista". Los Socialistas Revolucionarios de Egipto, que
forman parte de la misma corriente internacional cuyo componente principal es el
Partido Socialista de los Trabajadores (Socialist Workers Party) británico, no
avanzaron ninguna consigna más concreta que un vago "No a la interferencia
extranjera", aparte de la denuncia de las intenciones imperialistas que es común
a todos. Reprocharon al CSNU que no hubiera suministrado armas con anterioridad
a los rebeldes. La única organización de izquierda del mundo árabe que exigió
"el cese inmediato" de la intervención militar es, que yo sepa, el Partido
Comunista de los Trabajadores de Túnez, que en tiempos había sido proalbanés.
Ellos también apelaron a "todas las fuerzas antiimperialistas de la región árabe
e islámica y del mundo entero a actuar y llamar a todos los pueblos del mundo a
organizar marchas y manifestaciones e impulsar todas las formas de lucha para
detener esta intervención".<BR><BR>Una mera comparación entre este último
llamamiento y el hecho de que en ninguna parte del mundo ha habido alguna
protesta masiva contra la intervención occidental en Libia, pese a que varios
grupos e individuos de la izquierda occidental rechazaran la zona de exclusión
aérea y llamaran a movilizarse para detener la intervención occidental, es muy
ilustrativa. De todas las acciones militares importantes de las potencias
occidentales en los últimos años, la de Libia es la que menos protestas masivas
ha suscitado. Y todo lo que consiguieron algunos grupos de la izquierda
occidental con su oposición refleja a la zona de exclusión aérea y la
intervención occidental fue perder una preciosa oportunidad para hacer oír su
voz por las amplias masas árabes. En todas las movilizaciones populares que han
tenido lugar desde el 17 de marzo en la región árabe ha habido numerosas
expresiones de apoyo a la revuelta libia, pero apenas algún llamamiento al cese
de la intervención occidental.<BR><BR>En lugar de actuar en función de ciertos
reflejos políticos condicionados, los grupos arriba citados de la izquierda
occidental, que luchan en las entrañas del monstruo, habrían sido más efectivos
si hubieran expresado su comprensión de la postura de los insurgentes libios,
culpando a Gadafi de haberles confrontado con semejante dilema, advirtiendo con
firmeza al pueblo libio y a otros pueblos de la región árabe contra cualquier
ilusión en torno a los propósitos de las potencias imperialistas y exigiendo el
suministro de armas a los insurgentes a fin de permitirles derrotar a Gadafi con
sus propias fuerzas. Esta posición habría suscitado muchas más simpatías por la
izquierda tanto entre los árabes como a escala internacional /6. <BR><BR>En mi
último artículo, del 31 de marzo /7 señalé que se había conseguido abortar la
inminente masacre en Bengasi, que la fuerza aérea de Gadafi había quedado
destruida sin posibilidades de recuperación y que sus fuerzas habían quedado muy
debilitadas, aunque todavía conservan una clara ventaja sobre los insurgentes.
Por eso denuncié los planes de la OTAN de prolongar su intervención directa
durante tres meses amparándose en la resolución del CSNU y pretextando la
superioridad militar de las fuerzas de Gadafi, e hice hincapié en que <BR>"la
manera de poner fin a esta superioridad y de permitir que gane la revuelta, de
conformidad con el derecho del pueblo libio a la autodeterminación, es que los
hipócritas gobiernos occidentales -que vendieron montones de armas a Gadafi
desde que se levantó el embargo sobre Libia en octubre de 2004 y Gadafi se
convirtió en un 'modelo'- entreguen armas a los insurrectos...<BR><BR>Ahora que
se ha establecido la zona de exclusión aérea con la típica contundencia de la
OTAN y que la capacidad de las fuerzas de Gadafi para amenazar a las poblaciones
civiles con una masacre a gran escala está muy debilitada, deberíamos centrar
nuestra campaña en dos exigencias principales e inseparables a la coalición
dirigida por la OTAN: ¡Alto a los bombardeos! ¡Entregad armas a los insurgentes!
<BR>Estas dos exigencias juntas reflejan nuestra manera de demostrar
concretamente que defendemos la revuelta del pueblo libio contra su tirano mucho
más que aquellos que les deniegan armas y desean controlar su
movimiento."<BR><BR>En un artículo de opinión publicado en la web del diario
francés Le Monde el 12 de abril, Mustafá Abdul Jalil, presidente del Consejo
Nacional Interino (o de Transición) que dirige la revuelta libia, admitió lo que
ya habían confirmado observadores independientes sobre el terreno, a saber, que
Libia habría sido aplastada bajo la bota de hierro de Gadafi "si no hubiera sido
rescatada por los aviones franceses que salvaron a Bengasi del baño de sangre
que el dictador estaba anunciándole y si no hubiera tenido lugar la intervención
de la comunidad internacional encabezada por el señor Sarkozy y sus aliados".
Sin embargo, añadió lo siguiente:<BR>"No pedimos a nadie que haga la guerra por
nosotros. No pedimos que vengan soldados extranjeros a pararle los pies al
enemigo. No esperamos que los amigos de Libia liberen nuestro país por el bien
de nosotros. Pedimos que se nos dé tiempo y los medios para constituir una
fuerza capaz de resistir a los mercenarios y la guardia pretoriana del dictador
y después de liberar nuestras ciudades. La comunidad internacional, a menos que
cambie de postura, debe seguir ayudándonos, no solo con aviones, sino también
con equipos y armas. Dennos los medios para liberarnos y asombraremos al mundo:
toda la fuerza de Gadafi se deriva de la juventud y la debilidad inicial de
nuestra lucha; Gadafi es un tigre de papel, esperen y lo verán."<BR><BR>Las
fuerzas de Gadafi cambiaron de táctica de combate, ocupando zonas urbanas cerca
de la población civil y utilizando vehículos más ligeros para sus movimientos.
Sin embargo, conservan una clara ventaja sobre los insurgentes debido a la
superioridad de su armamento, como ha descrito y evaluado recientemente C. J.
Chivers en The New York Times (20 de abril). En estas condiciones, por esta vía
solo podían ser derrotadas, en el mejor de los casos, a base de ataques desde la
distancia (inclusive con aviones no tripulados) a un coste muy elevado en vidas
humanas y amplios daños materiales. Esta es otra razón por la que las
incursiones aéreas extranjeras deben ser sustituidas por la entrega de armas a
los insurgentes, de manera que puedan liberar su país por sus propias fuerzas,
como no han dejado de afirmar que quieren y son capaces de hacer.<BR><BR>Las
razones señaladas por Chivers para explicar por qué la mayoría de las potencias
occidentales, sobre todo el gobierno de EE UU, se niegan a toda costa a entregar
a los insurgentes los medios que les permitirían vencer son igual de hipócritas
que la aseveración de que la intervención de estas potencias estuvo motivada
principalmente por consideraciones humanitarias. Esas razones son: 1) que los
insurgentes "anárquicos" podían infringir las normas internacionales relativas a
los conflictos bélicos e incluso cometer crímenes de guerra y 2) que las armas
que reciban podrían acabar en el "mercado negro" y en manos de terroristas.
Chivers concluye su artículo diciendo que "ver a los rebeldes libios camino de
la batalla es ver a hombres jóvenes que claman por la libertad dirigiéndose a un
sangriento choque desigual y en muchos casos a una muerte segura.
<BR><BR>Armarles, sin embargo, implicaría asumir otros riesgos, algunos de los
cuales podrían perdurar durante años." A Chivers no se le ocurrió -o no se tomó
la molestia de señalar- que 1) las mismas potencias occidentales que intervienen
militarmente en Libia violan regularmente las normas relativas a los conflictos
bélicos y cometen crímenes de guerra de una magnitud que no solo eclipsan los
eventuales crímenes de los insurgentes Libios, sino incluso los de la propia
dictadura libia, y 2) que esas mismas potencias no tenían escrúpulos a la hora
de vender armas a toda clase de tiranos sanguinarios, muchos de ellos verdaderos
especialistas en terrorismo de Estado o amparado por el Estado, incluido, por
supuesto, Gadafi.<BR><BR>En un reciente artículo (fechado por lo visto
erróneamente el 11 de marzo) publicado en la página web del SIPRI, Pieter
Wezeman explicó muy bien cómo "en las actuales incursiones aéreas contra las
fuerzas libias, países que en el pasado apoyaron al régimen del coronel Muamar
el Gadafi atacan ahora -con autorización de las Naciones Unidas- a unas fuerzas
a las que apenas unas semanas antes estaban ofreciendo y suministrando armas".
La hipocresía, sin embargo, no puede ocultar la razón fundamental de la
resistencia de las potencias occidentales a armar a los insurgentes: no confían
en el Consejo Nacional de Transición, en su capacidad de controlar la revuelta
masiva ni en la disposición de un futuro gobierno libio elegido democráticamente
a someterse a sus intereses. El hecho mismo de que muchas figuras de la revuelta
sobre el terreno hayan criticado severamente a la OTAN en vez de manifestar la
gratitud servil, como esperaba la Alianza de ellas, es una señal importante que
las capitales occidentales no han pasado por alto.<BR><BR>A fin de cuentas, las
potencias occidentales comparten cada vez más las preocupaciones de Israel con
respecto a Siria, y probablemente algunas de ellas lamentan ahora no haber
dejado que Gadafi aplastara la revuelta y siguiera desempeñando su papel de
valioso aliado en su "guerra contra el terrorismo" y su guerra terrorista contra
los inmigrantes. En un contundente artículo publicado en Le Monde el 14 de
abril, Jean-François Bayart denuncia la connivencia de los países europeos,
encabezados por Italia, y el régimen de Gadafi en la sucia represión criminal de
la inmigración desde las cosas africanas hacia el territorio europeo (incluidas
las islas italianas en el Mediterráneo). Señala el hecho de que la OTAN no ataca
la flota de Gadafi por miedo a destruir lo que califica correctamente de
"dotación mínima contra la inmigración".<BR><BR>La única manera que se plantean
potencias de la OTAN como Francia y Gran Bretaña de entregar (una cantidad
limitada de) armas a los insurgentes libios pasa por el control estricto de los
"asesores" que envían, por supuesto con el fin de explorar el terreno de cara a
una futura intervención de tropas de tierra (la afirmación de que esos asesores
son necesarios no es más que un pretexto que ni siquiera han corroborado los
propios insurgentes). Estas potencias de la OTAN están preparando el terreno
para tal invasión, como demuestra el hecho mismo de negarse a entregar a los
insurgentes los equipos y armamentos que precisan para derrotar a las fuerzas de
Gadafi, permitiendo a estas últimas avanzar hasta el punto de que los propios
insurgentes se sientan forzados a solicitar la intervención terrestre que hasta
ahora han rechazado con razón y firmeza. Una primera victoria de esta maniobra
maquiavélica es el hecho de que los insurgentes de Misrata hayan reclamado una
intervención terrestre después de perder la esperanza de que la OTAN sea capaz
de parar desde el aire y el mar el avance de las fuerzas de Gadafi.<BR><BR>El
movimiento antiguerra y antiimperialista mundial debería movilizarse a favor de
la revuelta libia y de otros países del norte de África y de Oriente Medio y
saber cómo denunciar de la manera más efectiva los propósitos de las potencias
imperialistas demostrando quiénes son los que de verdad apoyan las luchas
populares /5.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Gilbert Achcar se crió en el Líbano y actualmente es
profesor de la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad
de Londres. Ha publicado, entre otros, los libros El choque de barbaries,
traducido a 13 lenguas; Estados peligrosos, en colaboración con Noam Chomsky; y
más recientemente, The Arabs and the Holocaust: The Arab-Israeli War of
Narratives.<BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG><BR><BR>1/ La última vez que
hubo algún indicio de la existencia de una izquierda organizada en Libia fue, si
no me equivoco, a comienzos de la década de 1970, cuando llegaron noticias sobre
la represión contra un grupo trotskista en este país.<BR>2/ Un comentario en
inglés sobre esa reunión indicó que solo estaban presentes y participaron en la
votación 11 miembros de la Liga, confundiendo el hecho de estar representado por
un ministro de Exteriores con estar representado como Estado. Todos los Estados,
salvo Libia, estuvieron representados, bien por sus ministro de Exteriores, bien
por funcionarios de un nivel inferior (el embajador o un cargo equivalente). Por
cierto, es interesante señalar que en las manifestaciones favorables al régimen
en Siria y Libia se grita una consigna similar: "Dios, Libia, Muamar y nadie
más" en un país, "Dios, Siria, Bashar y nadie más" en el otro.<BR>3/ "Allí la
gente no quiere que vayan tropas extranjeras. Es consciente de los peligros y
desconfían sabiamente de las potencias occidentales", en
http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=3729<BR>4/ Ninguna
persona que lea mis declaraciones sin las lentes distorsionadoras propias de una
tradición sectaria profundamente arraigada que por desgracia sigue estando muy
presente en la izquierda radical puede pasar por alto la diferencia cualitativa
entre mi posición y la que expresó el 27 de marzo mi amigo Juan Cole, con quien
he tenido en el pasado desacuerdos públicos en torno a Irak, por no hablar ya de
asimilaciones mucho más estúpidas de mi postura a la de los defensores
"liberales" del imperialismo.<BR>5/ Un debate legítimo y necesario desde una
perspectiva antiimperialista, en
http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=3744<BR>6/ Lance
Selfa concluye su comentario amistoso sobre mi postura, publicado el 29 de marzo
en Socialistworker.org, afirmando que "por muy impopular que parezca una
posición en un momento dado, la izquierda adopta la postura correcta oponiéndose
a la zona de exclusión aérea decretada por las Naciones Unidas sobre Libia y a
la intervención militar occidental." Se trata, efectivamente, de una postura
impopular, pero el problema es que no era correcta, y el sector de la izquierda
a que se refiere no tenía por qué adoptar una postura impopular en este caso.
Estoy totalmente a favor de adoptar posturas justas, aunque sean impopulares,
siempre que sea necesario, pero no era este el caso.<BR>7/ El discurso de Barack
Obama sobre Libia y las tareas de los antiimperialistas, en
http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=3792<BR>8/ Acabé mi
artículo del 25 de marzo con la siguiente afirmación:<BR>"Podemos estar casi
seguros de que la intervención actual en Libia resultará ser sumamente
embarazosa para las potencias imperialistas en el futuro. Como han advertido con
razón los miembros del establishment de EE UU que se oponen a la intervención,
la próxima vez que la fuerza aérea israelí bombardee a uno de sus vecinos, ya
sea en Gaza o en el Líbano, la gente reclamará una zona de exclusión
aérea."<BR>Algunos pensaron haber hallado en esta cita una buena ocasión para
colarme un gol. Uno preguntó con insistente ironía por qué no se planteó la
petición de una zona de exclusión aérea cuando la invasión del Líbano por Israel
en 2006 y el ataque a Gaza en 2008-2009. Pues bien, el caso es que la Liga Árabe
propuso hace dos semanas, el 10 de abril, por primera vez en su historia, una
reunión del CSNU para discutir sobre la imposición de una zona de exclusión
aérea contra la aviación israelí sobre Gaza, cuando todo indicaba que Israel iba
a lanzar una nueva campaña de bombardeos contra la franja. La iniciativa de la
Liga Árabe fue aplaudida tanto por la Autoridad Palestina como por el gobierno
de Hamás en Gaza, así como por grupos propalestinos del mundo entero, provocando
al mismo tiempo reacciones enfurecidas y preocupadas de portavoces israelíes y
proisraelíes.
<HR>
<BR><BR><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>