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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>12 de mayo 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Gaboto 1305 - Montevideo -
Uruguay<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Debates</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>A propósito del
estalinismo</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>La leyenda negra
de Losurdo<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Antonio Moscato
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Traducción de Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A><BR><BR><BR>Domenico
Losurdo insiste de nuevo machaconamente en su idea fija: la de que Stalin fue
víctima de una campaña sistemática de denigración, de una “leyenda negra”
(Domenico Losurdo (2011), Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra.
Barcelona: El Viejo Topo).<BR><BR>La elección misma del término es discutible,
pero, como veremos, nada casual: es el que se utilizó en España para tratar de
negar el horror del exterminio de los indígenas de América, atribuyéndolo a una
“leyenda” creada por países hostiles y que competían con ella en la feroz
conquista del mundo extraeuropeo. Pero no se trata únicamente del
título.<BR><BR>Losurdo, como historiador, es una ruina, pero como polemista es
todavía peor: elige como diana a autores más que discutibles. Su primer blanco
es Jrushchof, a quien evidentemente conoce poco. Sobre todo da por bueno su
“antiestalinismo” y piensa que fue acogido con entusiasmo por los trotskistas
(cuyas posiciones ignora por completo), quienes, por el contrario, dijeron de
inmediato que el sucesor de Stalin solamente trataba de quitarse de encima
cualquier responsabilidad por su larga y estrecha colaboración con el dictador.
Ernest Mandel escribió un pequeño libro muy claro sobre todas las mentiras y
medias verdades del informe secreto, del que Losurdo insinúa, en cambio, que no
es fidedigno porque fue publicado “por la CIA”, ignorando que no solo se sabe
muy bien desde hace decenios cómo lo hicieron llegar a Occidente justamente los
servicios secretos soviéticos, sino también que las acusaciones contra Stalin
–insuficientes, pero desconcertantes para quien había querido mirar para otro
lado– fueron confirmadas con las mismas palabras por Jrushchof en el informe y
las conclusiones de XXII congreso del PCUS, es decir, en un acto
oficial.<BR><BR>La otra fuente elegida para polemizar fácilmente es el famoso
Libro negro del comunismo, o mejor dicho, su cuestionable introducción a cargo
de Stéphane Courtois, ignorando en realidad que la parte sobre la URSS, de la
que se encargó Nicolas Werth, no es tan fantasiosa e “ideológica”. En general,
Losurdo ignora todos los testimonios históricos no apologéticos y se centra en
gran medida en algunas alabanzas de Stalin expresadas por ilustres
conservadores, sin preguntarse por qué Stalin gustaba tanto a esos señores. Así,
menciona con entusiasmo el juicio positivo de Churchill (también podría haber
recordado el de Von Ribbentrop...) o el de De Gasperi, quien ensalzó a Stalin
como a un genio...<BR><BR>Del Gulag, Losurdo dice que no es cuestión de
escandalizarse, dado que también en Occidente había campos de concentración para
los enemigos y los extranjeros. Eso es cierto, pero ¿adónde nos lleva esto?
¿Para qué sirvió una revolución si después había que hacer las mismas cosas que
los otros? Losurdo no se lo pregunta y se diría que, a pesar de algunas
proclamaciones verbales, no es un revolucionario, sino más bien un conservador.
Aparte de los argumentos que justifican todo lo ocurrido por considerarlo
inevitable, en el libro hay tantas cosas que chirrían e inexactitudes que ni
siquiera valdría le pena comentarlo. Lo hacemos únicamente porque se trata de
una sistematización de un pensamiento bastante difundido en algunos sectores de
la izquierda, y no solo la “extrema”. Un pensamiento que nace de la nostalgia
por el “orden” que reinaba en la URSS antes de su colapso, sobre el cual, por
cierto, Losurdo no se detiene más que de pasada, insinuando que fue obra de
varios “demoledores” al servicio del enemigo.<BR><BR>Losurdo ignora
completamente la vasta literatura soviética sobre el Gulag (ignora a
Solshenitsin y a Salamov, Grossman y Rybakov, a Ginzburg y Mandelstam y a
centenares de otros que sufrieron el estalinismo en su propia carne y en la de
sus seres queridos), y en cambio se basa, por ejemplo, en un panfleto juvenil
de... Curzio Malaparte, para reducir el terror estaliniano a la legítima
respuesta a un intento de “golpe de Estado de las oposiciones”.<BR><BR>Se supone
así que habría sido un golpe de Estado el intento desesperado de imprimir con
ciclostil las tesis de la Oposición de Izquierda en 1927 y de desfilar con
pancartas contra la burocracia en el XX aniversario de la Revolución de Octubre.
Losurdo está tan ofuscado que ni siquiera cita la carta de Gramsci de 1926,
donde criticaba la expulsión de Trotsky y otros del partido y que fue
interceptada por Togliatti y Bujarin, mientras recurre a varias frases sibilinas
de los Quaderni para contraponer un presunto internacionalismo de Stalin al
“cosmopolitismo” de Trotsky. En la URSS estaliniana, esta acusación aludía a sus
orígenes hebreos, pero Losurdo no lo admite: así, llega a decir que el “complot
de los médicos” desmintió el antisemitismo de Stalin, ya que después de todo,
este puso su salud en manos de médicos judíos.<BR><BR>No sigamos, pues, con
Losurdo. Cabe señalar que el ensayo de Luciano Canfora que figura al final del
libro parece más una toma de distancias que un resumen. Canfora ha sido durante
años el inspirador de Losurdo, pero es más inteligente y relativamente más culto
y domina el oficio de historiador, aunque en el pasado no siempre lo haya
aplicado a la historia contemporánea; en esta ocasión lo ha aprovechado mejor y
ha dejado de lado muchas de las tesis que sostenía en un pasado no lejano, como
la del “informe secreto” manipulado por la CIA o la que afirmaba la
inevitabilidad y el acierto del pacto ruso-germano de 1939. <BR><BR>En este
sentido, por ejemplo, Canfora dice: “Los motivos aducidos posteriormente, según
los cuales el pacto se cerró para ‘prepararse’ mejor, para ganar tiempo con
respecto a un ulterior ataque alemán, son probablemente razones concebidas a
toro pasado: no está demostrado en absoluto que Stalin considerara realmente
inevitable el ataque alemán contra la URSS; así, la falta de preparación con que
se encontró la ‘operación Barbarroja’ en las líneas soviéticas induce a pensar
lo contrario.” No es poca cosa, y sobre todo es justo lo contrario de lo que
sostenía hace unos años. <BR><BR>Sin embargo, que nadie se llame a engaño, pues
el ensayo de Canfora sigue conteniendo numerosos errores de bulto (sobre la
interpretación del papel de Stalin en la revolución española, o sobre la
inexistencia de una revolución en Alemania y en Austria durante las
negociaciones de Brest Litovsk). Aun así, se aprecian trazas de una evolución
inesperada tras decenios de tenaz “justificacionismo”. <BR><BR>Así parece
reflejarlo el nuevo libro de Canfora sobre las falsificaciones en la historia,
aun a sabiendas de que en parte recicló artículos publicados sobre todo en el
Corriere della sera (Canfora, Luciano (2008), La storia falsa. Milán: Rizzoli),
pero la sorpresa es que abandona algunos de sus caballos de batalla, como por
ejemplo la presunta falsificación del informe secreto y el caso mucho más
importante de las manipulaciones del “testamento de Lenin”. <BR><BR>Canfora
gusta presentarse como una especie de Sherlock Holmes de la filología. A veces
acierta, como en el caso de la carta de Ruggero Grieco que tanto indignó a
Gramsci en la cárcel /1 y que resulta que había sido modificada por la policía
fascista, así como también en el del supuesto “papiro de Artemidoro”, al que
Canfora ha dedicado nada menos que dos libros (pero no me detendré en esto, ya
que por un lado no conozco bien la materia, y por otro tampoco me apasiona
mucho...). Pero a veces también se equivoca. <BR><BR>La novedad es que si
alguien a quien él estima advierte el error y le aporta una documentación que lo
desmiente, también sabe dar marcha atrás e incluso expresar un reconocimiento
indirecto a su mentor incluyéndolo en una larga lista de quienes “han
contribuido al nacimiento de este libro con generosidad”. <BR><BR>La mayor parte
del libro está dedicada al asunto, ya tratado repetidamente, de la carta de
Grieco a Gramsci, con una polémica no disimulada con Spriano, y es un poco
pedante y por tanto resulta pesado. Pero la primera parte, que está dedicada al
“testamento de Lenin” /2, merece cierta atención. Hace años ya leí, sin estar de
acuerdo, lo que escribió Canfora al respecto, pero decidí releerlo a raíz de una
nota que de un modo bastante elíptico decía: “Las dudas que expresé años atrás
(Pensare la rivoluzione russa (1995). Teti: Milán, p. 25) no parecen
legítimas.”<BR><BR>La formulación es cauta, pero la corrección del rumbo total.
En 1995, Canfora, que había hojeado apresuradamente el material aparecido en los
últimos años de la URSS y poco después del hundimiento, sostuvo en aquel libro
que si se había introducido algún cambio en el texto original, quien lo hizo era
una de las secretarias, Lidiya Fotieva, de quien insinuaba que simpatizaba con
Trotsky. Así, pese a haber tenido entre las manos una descripción minuciosa de
cómo se había producido la falsificación, Canfora concluyó: “Hay algo poco claro
en esta narración, que aparentemente no pretende más que arrojar una luz
negativa sobre las actitudes de Stalin”. Grave acusación...<BR><BR>Ahora alguien
le ha hecho llegar el texto de algunas entrevistas realizadas por el historiador
soviético Alexandr Bek en 1967 a dos de las secretarias de Lenin, Lidiya Fotieva
y Mariya Volodícheva, quienes habían admitido que habían entregado primero a
Stalin la parte del texto dictado por Lenin semiparalizado donde éste emitía
sendos juicios sobre los principales dirigentes del partido. Stalin, sobre quien
el juicio de Lenin era más severo, habría ordenado quemar la hoja, pero se salvó
una copia, aunque retocada con la inclusión de una nota poco verosímil que
contenía un juicio también negativo sobre Trotsky. Canfora cita toda la
documentación en el apéndice: Fotieva, quien al decir de Canfora en 1995 había
sido simpatizante de Trotsky, trataba de negarlo todo, desacreditando a la
colega; apremiada por Bek, sin embargo, acabó admitiendo el episodio, diciendo
que no podía hacer otra cosa porque consideraba a Stalin un “gran hombre”, un
“genio” (o mejor dicho, en 1967 esperaba que el juicio oficial sobre Stalin
volviera a ser positivo...).<BR><BR>Así, Canfora ha de admitir secamente que
“del conjunto de estos datos se desprende que Fotieva era una persona que
trabajaba para Stalin. Su perfecta carrera con continuos ascensos hasta la
jubilación en 1956 parece confirmarlo”.<BR><BR>No obstante, la conclusión más
general es todavía más explícita y sorprendente: “Stalin ganó, en su momento, la
difícil partida política también gracias a ese minúsculo añadido en la Carta al
Congreso: ‘así como el no bolchevismo a Trotsky’ [la frase incorporada, Nota del
Autor]. Pero también ganó, en su país, la partida historiográfica; superó
incluso los escollos del XX y del XXII Congreso; ganó haciendo ‘hablar’ a Lenin
de un modo totalmente incongruente, pero ahora ya anacrónico tras la unión de
Trotsky con los bolcheviques mucho antes de la revolución”.<BR><BR>Esperamos que
después de este primer paso, Canfora revise con el mismo rigor algunas de sus
otras conclusiones apresuradas y “justificativas” sobre el estalinismo y su
principal intérprete italiano, Palmiro Togliatti /3.<BR><BR><BR>* Antonio
Moscato (Roma 1938) ha sido profesor de Historia del movimiento obrero e
Historia contemporánea en la universidad de Lecce. Es autor de numerosos libros,
muchos de ellos sobre el “socialismo real”. Su página web es: <A
href="http://antoniomoscato.altervista.org/">http://antoniomoscato.altervista.org/</A></FONT></DIV><FONT
size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>1. Gramsci creyó que esta carta de su camarada podía
contribuir a aumentar su condena y le hizo sospechar de una traición. Puede
leerse la conclusión de Canfora al final de la entrevista publicada en:
http://clionauta.wordpress.com/2009/01/19/luciano-canfora-el-historiador-el-juez-y-el-detective/<BR><BR>2.
Se conoce como Testamento de Lenin la Carta al Congreso (el XIII del PCUS)
dictada, cuando Lenin estaba muy enfermo, entre el 23 de diciembre de 1922 y el
4 de enero de 1923. Fue leída en su momento a las delegaciones del Congreso,
pero no fue publicada hasta 1956, después del XX Congreso.<BR><BR>3. Luciano
Canfora las expuso sobre todo en su libro Togliatti e i dilemmi della politica
(Laterza, 1989), al que respondí con un largo escrito del mismo título,
aparecido en el número 4 de la revista A sinistra, de mayo de 1989. La revista
hoy en día no se encuentra, como es lógico, pero el texto está en la web.
<HR>
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