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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>20 de junio 2011</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
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href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Argentina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>El sentido de un
voto por la izquierda</FONT></STRONG><BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Claudio Katz , Eduardo
Lucita, Jorge Marchini</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Integrantes del colectivo EDI
(Economistas de Izquierda)</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG></STRONG><BR><BR>En Argentina
habrá una sucesión de elecciones en los próximos meses. Ya han comenzado los
comicios escalonados en las provincias (Catamarca, Chubut, Salta), que
culminarán con la elección presidencial. Octubre será el punto final de un
intenso proceso político. Este desenvolvimiento incluirá comicios de gran
visibilidad en la Capital Federal (julio), que seguramente darán lugar a una
segunda vuelta. Posteriormente habrá elecciones internas obligatorias (agosto)
que operarán como un filtro de proscripción. Los partidos que no reúnan el alto
piso de adhesiones requerido por la nueva ley quedarán fuera de la carrera
electoral.<BR><BR>Es previsible una alta concurrencia a las urnas, puesto que el
voto ha recuperado cierto prestigio, en un marco de creciente participación y
revalorización de la política. Hasta ahora se perfilan varios candidatos de la
derecha, distintas variantes del oficialismo, algunas opciones de la
centroizquierda y un frente de izquierda.<BR><BR><STRONG>1</STRONG> <BR>Quienes
participamos en la militancia, en los movimientos sociales y en la vida
intelectual desde el campo de la izquierda debemos fijar posición pública frente
a este proceso electoral. Algunos compañeros consideran conveniente mantener una
actitud de abstención, recordando la función de protesta que tuvo esta postura
en distintas oportunidades de las últimas décadas. No perciben que esa conducta
ha perdido el sentido que tuvo hace algunos años. La indiferencia ante los
comicios o el voto en blanco -como forma de reacción ante el opresivo orden
vigente- no sólo ha decrecido, sino que carece en la actualidad de significado
político. La abstención no constituye un síntoma de protesta, ni alimenta el
desenvolvimiento de los movimientos sociales. Va a contramano del despertar
político de los jóvenes, que buscan canales políticos para procesar sus demandas
e inquietudes. Soslayar la intervención electoral en estos momentos conduce al
auto-aislamiento.<BR><BR>Muchos compañeros coinciden con este diagnóstico, pero
estiman que la oferta electoral existente no da cabida a nuevos proyectos de
construcción emancipatoria. Por esta razón se inclinan por un voto personal,
testimonial o incluso por un mensaje "programático" adosado a alguna boleta. Hay
ya demasiadas evidencias que estas posturas no abren ningún camino de acción
política efectiva. Son manifestaciones individuales que no permiten desenvolver
experiencias reales. Limitarse a votar silenciosamente, reivindicando de hecho
el "secreto de esa decisión" es una actitud opuesta al compromiso público y a la
participación abierta, que siempre promovemos desde la izquierda.<BR><BR>Hay que
comprender que optar por un candidato no implica el aval completo a su partido,
a su programa o a su trayectoria. Simplemente define un campo de intervención,
basado en el rechazo absoluto a ciertos espacios y el compromiso con otros.
Partiendo de esta necesidad de participar en la batalla electoral: ¿Cuáles son
las opciones en juego?<BR><BR><STRONG>2</STRONG><BR>El escenario actual incluye
varias expresiones de la derecha, que obviamente constituyen el principal
antagonista de la izquierda. Es importante definir quiénes son sus exponentes.
Algunos compañeros piensan que los reaccionarios están repartidos en todo el
espectro dominante y no pueden ser individualizados. Estiman que la derecha no
existe como configuración propia, otros suponen que es una creación ficticia,
que irrumpe en las coyunturas electorales para generar falsas polarizaciones.
Estas caracterizaciones nos parecen erradas. <BR><BR>La derecha existe como
fuerza con sus líderes y proyectos. Postula implementar en el país la misma
política que llevan a cabo Santos en Colombia, Piñera en Chile o Calderón en
México. Expresa directamente los intereses del imperialismo y pretende restaurar
la política económica neoliberal para retomar las privatizaciones y la apertura
comercial. Sus objetivos salieron a la superficie cuándo exigió bajar las
retenciones o pagar la deuda externa con ajuste presupuestario y cuando se opuso
a la nacionalización de las AFJP. Busca recortar los derechos democráticos,
anular los juicios a los genocidas y generalizar la mano dura contra las
manifestaciones populares. Aspira a reducir la edad de imputabilidad para
perseguir a la juventud empobrecida. Sus voceros son empleados directos de la
prensa hegemónica. <BR><BR>Se oponen a cualquier democratización de los medios
de comunicación y actúan como agentes de la Iglesia y la educación privada. Esta
corriente no logró hasta ahora construir una alternativa electoral
significativa, pero tiene en reserva a Macri, Olmedo, Duhalde, Solá, Rodríguez
Saa o De Narváez. Cuenta con muchos exponentes en el PRO, en el PJ Federal, en
la UCR y en la Coalición Cívica. Estos candidatos se ubican en las antípodas de
cualquier acción de la izquierda. Pero es importante registrar que sus
exponentes no anidan sólo dentro del arco opositor.<BR><BR>Existen numerosos
representantes de la derecha al interior de la coalición oficialista. Esta
presencia es ocultada o justificada por muchos simpatizantes del gobierno que
enarbolan banderas progresistas. Evitan hablar de los gobernadores provinciales
o los barones del conurbano que sostienen a CFK a escala nacional y regional
para garantizar en sus feudos la continuidad de las políticas
neoconservadoras.<BR><BR>Sostienen la minería depredadora en San Juan, refuerzan
los viejos privilegios de la oligarquía en Salta, reivindican a los Saadi en
Catamarca, expulsan a los pequeños productores campesinos en Chaco, reprimen a
los pueblos originarios en Formosa, encabezan los escándalos de corrupción en
Córdoba y apuntalan en La Rioja la alianza de Menem con el
oficialismo.<BR><BR>Muchos seguidores del gobierno reconocen estos hechos pero
estiman que resulta necesario acordar con los caudillos, para asegurar la
"gobernabilidad del país" y ganar hegemonía para sostener la orientación
progresista del kirchnerismo puro. Pero con estos compromisos se condiciona el
perfil de toda la administración, se terminan consolidando las ganancias
multimillonarias de las empresas extranjeras y los fraudes de las elites
provinciales, a costa de toda la población. No son acuerdos inofensivos.
Perpetúan el poder de las pequeñas minorías y la pobreza estructural de quienes
padecen la desnutrición y la compulsión a emigrar. La defensa de un proyecto
progresista es totalmente incompatible con el voto a estos gobernadores K.
Quienes afirman que ese sostén permite "acompañar al gobierno" manteniendo los
principios progresistas niegan o desestiman lo evidente. <BR><BR>El alineamiento
junto al oficialismo no solo fortalece esas estructuras del poder, sino que
incluso conduce a ciertos intelectuales a adoptar actitudes macartistas en los
momentos de choque con la combativa militancia de la izquierda. En esas
circunstancias se repite el discurso oficial que culpabiliza a las víctimas y
denigra la lucha de las corrientes antiburocráticas.
<BR><BR><STRONG>3</STRONG><BR>Hasta ahora CFK encabeza todas las encuestas y se
perfila como la ganadora de octubre. Este dato confirma que el gobierno ha
recuperado adhesión, como resultado de tres procesos: el crecimiento económico,
la convalidación de ciertas conquistas sociales y democráticas y el fracaso de
sus adversarios derechistas. El mantenimiento de un alto nivel de actividad
económica obedece al contexto internacional favorable, a las políticas
económicas expansivas y al marco de alta rentabilidad que legó la crisis del
2001. El gobierno ha intervenido activamente en la gestación de este contexto.
Su política permite apuntalar la reconstitución del poder de las clases
dominantes y la generación de un nivel de ganancias inéditas para los grupos
capitalistas. Este sostén oficial favorece más los enormes lucros patronales que
las inversiones genuinas o el "esfuerzo del sector privado". Pero al mismo
tiempo ha mejorado los ingresos de diversas franjas de los trabajadores y
sectores populares. <BR><BR>Los opositores derechistas no supieron construir su
propia alternativa y han quedado pulverizados al cabo de dos años de exitoso
contraataque oficialista. Un aspecto central de esa contraofensiva fue el
otorgamiento de mejoras en el terreno social (aumentos salariales, negociación
colectiva, jubilaciones sin aportes, asignación universal, ampliación del empleo
público), junto a significativos avances en el campo democrático (juicio y
encarcelamiento a los genocidas, ley de medios, matrimonio igualitario y
violencia de género, derecho a manifestar con menor represión).<BR><BR>Los
defensores del voto al gobierno desde una óptica progresista convocan a
"profundizar" estas conquistas, como si estas mejoras constituyeran la esencia
de la gestión actual. Desestiman la total desproporción que existe entre las
ganancias extraordinarias logradas por los grupos capitalistas con el gran
crecimiento económico y el limitado avance obtenido en el salario y el empleo de
los trabajadores. Estos logros coexisten con la perpetuación de una desigualdad
social que recicla la miseria y la informalidad laboral. <BR><BR>Un voto de
izquierda no debe convalidar un modelo económico asentado en las exportaciones
agrarias primarizadoras, la ausencia de reformas fiscales progresivas, el
vaciamiento del petróleo, la destrucción de los ferrocarriles, la enajenación de
los recursos naturales y el veto del 82% a los jubilados. Hay que buscar caminos
para impulsar otro proyecto con orientación anticapitalista, cuestionando el
curso actual que mantiene la polarización social y bloquea estructuralmente la
redistribución de los ingresos.<BR><BR>Muchos sectores del progresismo
gubernamental reconocen estas limitaciones. Afirman que "todavía falta mucho" y
que se debe "mejorar el proyecto desde adentro". Proponen crear alineamientos
autónomos con candidaturas propias en el marco de la colectora oficial. Esta
inserción dentro de la coalición gubernamental obliga a aceptar todas las
imposiciones de la presidencia. Es un cheque en blanco que impide promover
cualquier iniciativa sin bendiciones de la Casa Rosada. Por ese camino, en lugar
de forjar una corriente progresista se termina aceptando la disciplina al
mandato oficial. Este alineamiento se tornará más exigente en un segundo
mandato, estructurado en torno a pactos sociales de contención de las demandas
salariales. <BR><BR>El enaltecimiento acrítico de la figura presidencial puede
acarrear graves consecuencias en el futuro. El peronismo arrastra una larga
historia de verticalismo y exigencias de subordinación ciega a la jefatura
presidencial, que muchos progresistas prefieren ignorar. Este sometimiento
implica, además, coexistir con los viejos punteros del justicialismo que ejercen
el mando sobre el aparato de los barones del Conurbano. Tan dañino también es el
obligado sostén de la burocracia sindical. Este sector ha contado hasta ahora
con un apoyo desde el riñón del Estado para financiar patotas, agredir
militantes y solventar un sindicalismo empresarial, que permite a los jerarcas
enriquecerse sin rendir cuentas a nadie. El alineamiento junto al oficialismo
fortalece esas estructuras del poder. <BR><BR><STRONG>4</STRONG><BR>No alcanza
con enunciar estos problemas. La coyuntura actual está signada por grandes
simpatías hacia el gobierno. La mayoría de la población no desconoce la
continuidad de la desigualdad social, el drama de la tercerización, la ausencia
de planes de vivienda, la segmentación entre educación privada de lujo y
enseñanza pública degradada. Pero tienen muy fresco todos los desastres
precedentes del gobierno de la Alianza y su hecatombe final. La década menemista
es vista, además, como la antítesis del curso actual. En comparación al
desmoronamiento que vivió el país a principios de la década, la realidad
presente es percibida como algo más soportable. Por otra parte, las relativas
mejoras que se han obtenido influyen en la actitud electoral. Es indispensable
tomar en cuenta este contexto, a la hora de exponer las propuestas que alentamos
desde la izquierda. <BR><BR>Nuestra crítica debe estar centrada en la
insuficiencia, las limitaciones y el carácter inestable de los avances logrados
y no en su desconocimiento. Se trata de conquistas logradas por el movimiento
popular, que solo podrán desarrollarse y sostenerse en el tiempo, si se
construye una fuerza política de izquierda realmente independiente. El
oposicionismo ciego oculta muchas veces incapacidad política, por el contrario
reconocer lo obtenido como un eco tardío de la gran rebelión del 2001 y de la
intensidad posterior de las huelgas y los piquetes permite dialogar con las más
amplias masas con criterio de realidad. <BR><BR><STRONG>5</STRONG><BR>La
centroizquierda de Proyecto Sur se ubicó inicialmente en una perspectiva de
cuestionamiento al gobierno desde posiciones progresistas. Luego de capturar un
importante electorado de la Capital Federal denunció los compromisos del
gobierno con los gobernadores derechistas y cuestionó a la burocracia. Criticó
acertadamente el saqueo de la minería y el petróleo, el desmantelamiento de los
ferrocarriles o el silenciamiento de cualquier investigación de la deuda
externa. Con esa postura se arremetió contra los turbios negocios de los
"capitalistas amigos" en la concesión de la obra pública, contra el manejo de
los servicios públicos privatizados, la ausencia de auditorías en la ANSES y la
destrucción del INDEC. Estos planteos permitieron concurrir por ejemplo a la
elección de Catamarca con un reclamo contra las mineras.<BR><BR>Pero una fuerza
política no queda simplemente definida por las propuestas que propaga. Hay que
juzgar cómo piensa instrumentarlas en la práctica y aquí apareció una seria
contradicción con las alianzas establecidas con exponentes de la política
tradicional. Estos acuerdos imposibilitarían concretar los objetivos
progresistas. Primero hubo coqueteos con el Grupo A y luego una sucesión de
discursos muy semejantes a la retórica que propaga la derecha. Esta actitud
retomó la ambigüedad, el silencio o la asociación con los sojeros que se observó
durante el conflicto del agro.<BR><BR>Proyecto Sur planteó una propuesta
atractiva: romper el bipartidismo radical-justicialista, forjando una tercera
opción. Propuso alejarse de la degradación política que se ha impuesto en los
aparatos que manejan a la UCR y al PJ. Esta iniciativa -que despertó gran
entusiasmo- se ha diluido con la práctica política del último año. En lugar de
trabajar por una tercera formación real comenzaron las negociaciones con
diversas figuras (Juez, Stolbizer, Binner) que no difieren sustancialmente del
denostado bipartidismo. Es importante notar cómo el discurso tradicional del
radicalismo ha penetrado en el perfil público de Solanas<BR><BR>Estos coqueteos
con la derecha bloquean la construcción de una opción progresista. La principal
crítica de este espacio al gobierno es su "desapego de la institucionalidad" y
su "desconocimiento de las normas constitucionales". Aquí se omite que todos los
gobiernos capitalistas vulneran esas reglas para favorecer a los dueños del
poder económico. Por otra parte los discursos exclusivamente centrados en la
denuncia de la corrupción se asemejan mucho a la vacua retórica que desplegó la
Alianza contra el menemismo. Estos mensajes se mantienen dentro de la órbita
liberal y recrean los viejos prejuicios regresivos contra la política. Además,
cuestionan al oficialismo desde una trinchera muy afín a la campaña sucia que
desenvuelve Clarín contra el gobierno. <BR><BR>Proyecto Sur propone emular a las
administraciones más conservadoras de los países vecinos. Al reivindicar a Dilma
y Lula o a Tabaré y Múgica como los caminos a seguir se promueven de hecho
políticas de mayor preservación del status quo, especialmente en el terreno
social y de los derechos humanos.<BR><BR>Hay un gran trecho para recorrer junto
a la centroizquierda. Quienes propiciamos proyectos anticapitalistas y
defendemos las banderas de la emancipación socialista tenemos que hacerlo desde
la construcción de nuestra propia fuerza
política.<BR><BR><STRONG>6</STRONG><BR>Caracterizar a la derecha, al gobierno y
a la centroizquierda es imprescindible frente a la secuencia electoral de los
próximos meses, que seguramente incluirá situaciones de ballotage entre esas
fuerzas. Resulta conveniente considerar desde ahora la actitud que se asumiría
frente a estas situaciones. Las probabilidades de esa segunda vuelta son
inciertas a nivel nacional pero constituirán el dato central de las elecciones
en la Capital. ¿Qué actitud adoptar frente a una situación de ese
tipo?<BR><BR>Algunos compañeros consideran que "todos los candidatos burgueses
son lo mismo y hay que rechazarlos por igual". Esta posición es equivocada.
Presupone que al movimiento popular le resulta totalmente indiferente el
resultado de una disputa entre candidatos reaccionarios y progresistas. Se
ignora que ese desenlace incide directamente sobre la existencia de condiciones
más propicias o adversas para la lucha popular. En los casos más extremos ese
neutralismo abstracto conduce en otros países de la región a la abstención en
los choques que tienen Evo Morales o Chávez con la derecha. Por las mismas
razones que la izquierda no aplica habitualmente estos criterios de indiferencia
en la lucha sindical contra la burocracia, o en su participación en
organizaciones sociales, hay que evitarlos en una definición importante del
ballotage.<BR><BR><STRONG>7</STRONG><BR>La izquierda no tuvo relevancia
electoral en los últimos años. Hubo varias experiencias frustrantes en la
gestación de frentes y en la selección de líderes con proyección popular.
Prevaleció la dispersión y la presentación de una variedad de partidos, sin
ninguna incidencia en los resultados. Este panorama condujo a una sistemática
descalificación de la izquierda y a su habitual presentación como un sector
insignificante de la vida política. Esta fragilidad electoral ha brindado una
imagen distorsionada del peso real que tiene la izquierda, partidaria y no
partidaria, como fuerza política y social en las organizaciones populares, en
los sindicatos, en la cultura o la universidad. No refleja la capacidad de
movilización en la calle y su rol en las demandas populares. <BR><BR>Las
limitaciones en el plano electoral han reflejado las mismas dificultades que
tuvo la izquierda en la última década, para transformar la rebelión del 2001 en
fuerza política organizada. Esa sublevación no dio lugar al surgimiento de la
opción masiva que se habría podido forjar en aquellas condiciones excepcionales.
Esta frustración obedece a problemas internos de larga data para traducir la
esforzada militancia cotidiana en avances visibles. Las conductas sectarias, el
dogmatismo, las tradiciones aislacionistas, el apego a la auto-proclamación y el
culto al aparato han sido determinantes de este fracaso. Este comportamiento
genera a su vez conductas reactivas de rechazo a cualquier organización, junto a
una gran ilusión asamblearia y el rechazo en nombre de la autonomía a la
participación política activa.<BR><BR>Para construir una izquierda que
efectivamente erosione el sistema de dominación hay que romper ese círculo
vicioso. Pero ninguna de estas limitaciones anula un dato básico: la izquierda
reúne una importante porción de los luchadores actuales, que se ubican en la
primera fila de las demandas sociales y ponen el cuerpo en la batalla contra las
patotas, como lo demostró el asesinato de Mariano Ferreira.
<BR><BR><STRONG>8</STRONG><BR>La posibilidad de transformar esa combatividad en
un salto político está nuevamente abierta y las próximas elecciones constituyen
una oportunidad para avanzar hacia ese objetivo. La conformación del frente
electoral FIT (Frente de Izquierda y los Trabajadores), más allá de las críticas
a los partidos que lo componen, la forma cerrada en que se ha conformado y su
presentación como un hecho consumado- podría constituir un punto de partida de
ese proceso.<BR><BR>Después de tantos años de concurrencias solitarias y
disputas sin sentido entre candidatos del mismo conglomerado se ha dado un paso
unitario. Este hecho surgió por el imperativo creado por una amenaza oficial de
expulsar a la izquierda del escenario electoral. Paradójicamente ese peligro
logró disipar abruptamente todas las divergencias de programas y candidatos que
impedían la concreción de un frente. Se ha logrado así un hecho importante que
podría colocar en los próximos meses la voz de la izquierda en el centro de la
escena política. El gran desafío radica en definir como se utilizará ese
espacio.<BR><BR><STRONG>9</STRONG> <BR>La principal batalla que deberá encarar
el frente es la interna abierta de agosto, que por acuerdo de los partidos
mayoritarios han impuesto para restaurar el bipartidismo. La lucha contra este
filtro es una acción democrática central que hasta el momento la inmensa mayoría
de la población ignora por completo. El Estado no solo interfiere en la vida
interna de los partidos, sino que impone restrictivas cláusulas de
funcionamiento, que en el caso de la izquierda apuntan a borrarla del mapa
electoral. Dada la enorme sensibilidad democrática que existe en el país y el
generalizado rebrote de politización, el intento de proscripción podría generar
una inesperada reacción que vigorizaría a la izquierda. La batalla por conseguir
los más de 300.000 concurrentes a la interna y la campaña por asegurar su
presencia electoral es una batalla por ganar. El éxito generaría un hecho
político de enorme envergadura y crearía un importantísimo piso electoral para
octubre. Para nosotros el apuntalamiento de esta campaña es una actividad
prioritaria.<BR><BR>Pero el FIT puede abrir también un proceso político que
supere el solo objetivo electoral, si crea las bases para gestar una real
confluencia de toda la izquierda. Algunos partidos han quedado afuera, otros se
mantienen en distintas alianzas y muchas organizaciones, corrientes,
personalidades y militantes se mantienen reacios. Buscar las convergencias y la
progresiva ampliación del frente le otorgaría otra proyección a ese acuerdo. Las
internas obligatorias podrían ser aprovechadas, por ejemplo, para organizar
distintas formas de participación y de debates con pluralismo de opiniones y una
dinámica democrática. Esta variedad de enfoque es un requisito para la
confluencia de la izquierda. Los caminos están abiertos para ensayar una
experiencia de ese tipo.<BR><BR><STRONG>10</STRONG><BR>En esta perspectiva es
que consideramos necesario:<BR><BR>a) Participar y llamar a la más amplia
participación en las internas abiertas del FIT, con independencia del voto final
en octubre, para garantizar su presentación y como forma de cuestionar el
carácter proscriptivo de la reforma política.<BR><BR>b) Votar en primera vuelta
a los candidatos del FIT, apostando a lograr la presencia de legisladores y
diputados de izquierda. Cualquier logro en este terreno constituirá un hecho
positivo. <BR><BR>c) Impulsar el debate sobre la postura a sostener frente
eventuales ballotages, tanto a nivel nacional como en capital. <BR><BR>Convertir
la interna obligatoria en un éxito de concurrencia y en un pilar de ampliación
del frente e introducción de distintas opiniones será un hecho político que
puede renovar la esperanza en la izquierda y retomar el sendero de construcción
de la fuerza política que necesita el país.</FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>Buenos Aires, 18-5-2011</DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV></BODY></HTML>