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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>5 de julio 2011<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo - Uruguay<BR>Redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Debates</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3><BR>La política simbólica del caso
Strauss-Kahn</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>Éric Fassin *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Sin
Permiso</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://www.sinpermiso.info"><STRONG>www.sinpermiso.info</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Traducción de Lucas
Antón<BR></STRONG> <BR> <BR>Sea el que fuere el resultado final del
caso Strauss-Kahn, lo cierto es que ha redefinido ya los debates de clase,
género y sexualidad. <BR><BR>Tras el encausamiento de Dominique Strauss-Kahn el
19 de mayo, puede que el juicio todavía por celebrar establezca la "verdad" o
no. Pero la historia, desde luego, sigue desarrollándose, o más bien las
historias. Existe en primer lugar, evidentemente, un relato sexual, en ambos
sentidos del término: el escándalo es inseparable del género y la sexualidad. El
contraste transatlántico es evidente, igual que lo fue en la época del asunto de
Monica Lewinsky. Mientras que los comentaristas franceses [1] han resucitado el
conocido mito puritano contra la sociedad norteamericana, la prensa
estadounidense se pregunta una vez más: "¿son más tolerantes las mujeres
francesas",[2] queriendo decir: con las faltas de carácter sexual, al menos en
lo que se refiere a los hombres con poder. <BR><BR>Los contextos
culturales tienen su importancia. Mientras que la demanda, de una sola página,
presentada ante el tribunal menciona de forma explícita "conducta sexual oral y
conducta sexual anal", la prensa francesa eliminó esta última acusación y
transformó inmediatamente la primera en "felación" – convirtiéndola así en un
acto de mutuo acuerdo menos inverosímil para sus lectores. Y desde luego,
algunos políticos se han esforzado mucho en Francia por estar a la altura de la
reputación gala: mientras Maureen Dowd suspiraba aliviada en el New York Times
[3] por que los franceses hubiesen evitado por lo menos referirse a Dreyfus,
enseguida el ex ministro de Mitterrand (y archirrepublicano) Jean-Pierre
Chevènement caía en ello.<BR><BR>"Plus ça change, plus c'est la même chose"?
[¿Cuánto más cambia, más igual permanece?] Al contrario: las lecturas
culturalistas pueden estar ya desfasadas…junto a los hombres cuyos comentarios
han provocado indignación (¡y no sólo entre las feministas!), que hoy se dan
cuenta de que el sexismo ya no es tan "normal". Jack Lang, ex-ministro de
Cultura del presidente de Mitterrand, Robert Badinter, entonces ministro de
Justicia, Bernard-Henry Lévy, antaño "nouveau philosophe", se han convertido
todos ellos, como resultado de su defensa masculina de Strauss-Kahn, en objeto
de ira y, lo que es aun más significativo, de ridículo, no sólo en los Estados
Unidos sino también en Francia. [4] De repente, estos iconos tradicionales de la
izquierda parecen tontos, o lo que es peor, anticuados. Por contra, no menos
inesperadamente, el feminismo [5] suena hoy moderno o, mejor, en la onda. Hasta
en francés, the times they are a-changin´, los tiempos están
cambiando.<BR><BR>Una vez que aparece el relato de género para hacer visible el
poder en una historia que habría quedado reducida, si no, a una mera seducción
que acabó mal, surgen de pronto otros relatos de dominación. El primero guarda
relación con la clase. La mención recurrente de la "suite de tres mil dólares"
no sólo se dejaba oír en los ataques ya dirigidos contra la opulencia del
potencial candidato a la presidencia (o de su esposa, por lo que a eso
respecta); ponía también de relieve el abismo que separaba al acusado de su
acusadora, una madre soltera que vive en el Bronx. El principesco cortejo de
Cenicienta sólo parece encantador en los cuentos de hadas, o en sus versiones
puestas al día, las comedias románticas. Pensemos en la película Maid in
Manhattan (Sucedió en Manhattan, 2003, de Wayne Wang), con una Jennifer López
suave y amablemente seducida por Ralph Fiennes, rico heredero y candidato al
Senado norteamericano. El escándalo de Strauss-Kahn es una prueba de realidad,
que nos recuerda la verdadera vida de las limpiadoras de clase trabajadora,
incluso (si no especialmente) en los hoteles de lujo.<BR><BR>La dimensión de
clase es todavía más importante si se tiene en cuenta la creciente represión de
los delitos sexuales en Francia (igual que en otros lugares). En la pasada
década, el centro de los debates públicos en lo tocante a la violencia contra
las mujeres han sido los "otros"– sobre todo, los jóvenes de clase obrera
(especialmente de origen extranjero) de las "banlieues", es decir, de los
barrios desfavorecidos. Curiosamente, cuando los medios de comunicación
comenzaron a discutir las violaciones en grupo en el año 2000, los periodistas
tomaron prestado el término "tournantes" [violaciones en grupo] de la jerga de
los suburbios. Mientras que a esas juventudes se las ha considerado por lo
general culpables, sobre todo en el tribunal de la opinión pública, hoy, cuando
la violación sucede presuntamente en una suite en las alturas de Manhattan, y no
en un sórdido sótano de Vitry-sur-Seine, hay muchos que redescubren las virtudes
de la presunción de inocencia.<BR><BR>Los estereotipos de clase tienen su
importancia. De hecho se traducen en verdades judiciales. Mientras que los
informes sobre víctimas [6] establecen que la violencia contra las mujeres
sucede en todas las clases sociales (y ni más ni menos en la burguesía), los
estudios [7] de los casos de los tribunales revelan que casi siempre son los
violadores de clase trabajadora los únicos que se sientan en el banquillo. La
sociología de la violación resulta radicalmente diferente considerada desde el
punto de vista de las mujeres o del sistema judicial. En este contexto es en el
que la frase de Jean-François Kahn resulta igualmente infeliz e iluminadora. El
famoso periodista, con el fin de minimizar la acusación (estaba "seguro" – o
"casi" – de que no había habido "intento de violación por la fuerza"), describió
la "imprudencia" de su amigo con un lenguaje extrañamente arcaico como
"troussage de domestique" (en castellano esto podría traducirse incómodamente
como "tirarse a la sirvienta").<BR><BR>La norma de género resulta ser, pues, una
norma de clase. Este tercer relato no es más que una variación sobre el segundo:
la definición de clase de las limpiadoras de hotel se ve simultáneamente
racializada. Esta dimensión, que aparece casi inevitablemente en un juicio
público, ha permanecido hasta ahora mayormente implícita. Sin embargo, a la hora
de denunciar el tratamiento de Strauss-Kahn en los medios de los EE. UU., muchos
han utilizado el término "linchamiento". Puede que estos franceses no sean
conscientes de Clarence Thomas, que se convirtió en el segundo varón negro en
llegar al Tribunal Supremo norteamericano en substitución de Thurgood Marshall
[primer juez negro del Tribunal Supremo norteamericano]: su célebre arrebato
contra el "linchamiento de alta tecnología" durante las audiencias de 1991 por
la acusación de acoso sexual formulada contra él por Anita Hill, mujer negra y
antigua colega suya, consiguió darle la vuelta al caso e impuso una lectura
racial en lugar de una de género: ¿acaso no estaba casado con una mujer
blanca?<BR><BR>Como mínimo, los políticos franceses podrían conocer un poco de
la historia racial norteamericana: en la época de Jim Crow, [8] así como
posteriormente, miles de hombres negros fueron (falsamente) acusados de violar a
mujeres blancas…y linchados. Utilizar el mismo término para un hombre blanco
acusado de violación por una mujer negra podría resultar incendiario en el
contexto norteamericano. Pero esa inversión paródica nos recuerda la petición de
2005 en Francia por parte de figuras públicas anteriormente progresistas (y hoy
reaccionarias), tales como el ensayista Alain Finkielkraut y el que poco después
se convertiría en ministro del gabinete del presidente Sarkozy, Bernard
Kouchner, contra las "ratonnades anti-Blancs", [9] para denominar lo que pueden
o no haber sido agresiones contra blancos con un término de la violencia racista
antiárabe de la época de la guerra de Argelia.<BR><BR>Esta comparación sólo nos
recuerda que la dimensión racial saldrá casi inevitablemente a la superficie en
Francia – mediante un cuarto relato – en términos postcoloniales. La demandante
no sólo es africana-norteamericana; esta mujer negra es una inmigrante del
África occidental, para ser más precisos, se le concedió asilo tras abandonar
Guinea, su país de origen. Además, es musulmana (se dice incluso que lleva
hiyab, véase, por ejemplo, la columna de Katha Pollitt). [10] Esto en un momento
en que la administración de Sarkozy y el partido en el poder, la UMP, racializan
la identidad nacional en nombre del laicismo, de la ley contra el hiyab de 2004
a la ley contra el niqab de 2010.<BR><BR>En caso de que los abogados de
Strauss-Kahn sostuvieran que hubo sexo consentido, pese a los avisos del abogado
de la defensa, alimentarían este relato colonial. Ciertamente, la dominación
colonial puede haber contado con el supuesto del consentimiento – y no sólo
(aunque también) en términos sexuales –, en tanto que hoy el contexto
postcolonial de las políticas de inmigración lleva a Francia a imponer a las
naciones africanas el control policial de los migrantes hacia Francia con
denominaciones orwellianas como "co-desarrollo" o (todavía mejor)
"desarrollo solidario". Que este escándalo se refiera al hombre que fue jefe del
FMI, enfrentado ahora a las acusaciones de una inmigrante subsahariana, no
podría más que reforzar este relato. En última instancia, es posible que la
historia no tenga sólo que ver con Francia o los Estados Unidos, ni siquiera con
el juego de espejos transatlántico; los relatos de dominación resuenan en un
mundo globalizado. <BR><BR>El caso Strauss-Kahn puede desempeñar el papel que
las audiencias de Clarence Thomas tuvieron finalmente en los Estados unidos hace
veinte años; este suceso, que se ventilaba en el terreno no sólo del género y la
sexualidad sino también de la raza y la clase, resultó ser una lección
pedagógica a escala nacional. Esas historias sacuden normas inmemoriales, junto
a supuestos implícitos que evidentemente iban de suyo sin expresarse. Pero este
trastorno puede resultar creativo. El actual debate público, pese a iracundos
malentendidos, creará nuevos lenguajes de inteligibilidad, pues los antiguos han
sido arrojados por la borda. Desplazará los límites de lo visible y lo
invisible, lo pensable y lo impensable...lo normal y lo intolerable. "Plus ça
change, plus ça change!"</FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>* Éric Fassin es profesor agregado
del Departamento de Ciencias Sociales de la École Normale Supérieure de Paris y
está vinculado al centro de investigación IRIS (CNRS/EHESS). Sus investigaciones
se centran en la política sexual y racial contemporánea en Francia y los Estados
Unidos y sus intersecciones (sobre todo en lo referente a cuestiones de
inmigración en Europa) en una perspectiva comparada. Es autor de L'inversion de
la question homosexuelle (2005), Droit conjugal et unions de même sexe: mariage,
partenariat et concubinage dans neuf pays européens (con Kees Waaldijk, 2008) y
Le sexe politique. Genre et sexualité au miroir transatlantique
(2009).<BR></DIV></FONT></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U>Notas del Traductor</U></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><BR>[1] "«Laxisme» contre
«puritanisme»", Libération, 18 de mayo de 2011<BR>[2] "Are French Women More
Tolerant?", discusión en el New York Times a lo largo de mayo y junio de
2011<BR>[3] Maureen Dowd, "Powerful and Primitive", The New York Times, 17 de
mayo de 2001<BR>[4] "L'affaire DSK, «c'est peut-être un p'tit viol sympa» ",
Libération, 20 de mayo de 2011<BR>[5] "Sexisme, ils se lâchent, les femmes
trinquent", Le Monde, 21 de mayo<BR>[6] Nommer et compter la violence envers les
femmes: une première enquête nationale en France, Maryse Jaspard, L´équipe
Enveff, Population et sociétés, nº 364, enero 2001, INED (Institut Nacional
d´Études Démographiques).<BR>[7] "Le viol, aspects sociologiques d´un crime", Le
Monde, 19 de mayo de 2011<BR>[8] Jim Crow es el término denigratorio
decimonónico que se utilizaba para referirse a los negros y que sintetizaba las
leyes racistas que consagraban la segregación en el Sur de los Estados
Unidos.<BR>[9] La expresión "ratonnade" designa las agresiones racistas contra
los magrebíes, como las que el 17 y 18 de 1961 dejaron decenas de argelinos
muertos en París. <BR>[10] DSK, Déjà Vu, The Nation, 6 de junio de 2011.
<HR>
<BR><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial> </DIV></FONT></BODY></HTML>