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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>25 de setiembre 2011<BR></U><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Libia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>La izquierda y la polémica sobre
Libia</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT
size=3>Internacionalismos de geometría
variable</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>John Brown<BR>Iohannes
Maurus</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG
title="http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/09/la-izquierda-y-la-polemica-sobre-libia.html CTRL + clic para seguir el vínculo"><A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=2 face=Arial></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><BR>Es difícil desde las categorías
habituales de la izquierda (lucha de clases binaria, representación de la clase
obrera por un partido, socialismo etc.) comprender las revoluciones árabes y los
propios movimientos sociales que, bajo distintas formas, están produciéndose hoy
en Europa, en España y en Grecia, pero también en Gran Bretaña. Unos movimientos
sociales de nuevo tipo que probablemente seguirán extendiéndose y que tienen
muchos puntos en común con lo que ya pudimos presenciar en las diversas crisis
políticas latinoamericanas: en el caracazo, el diciembre argentino, las luchas
por el agua en Bolivia etc. Son luchas que, a pesar de la distancia geográfica y
cultural y de los distintos discursos políticos en que se traducen responden a
una misma situación: el dominio tendencialmente absoluto del capital
financiarizado sobre las economías de los distintos países y las vidas de sus
habitantes. No es de extrañar, por lo tanto, que los aparatos de propaganda del
Imperio hayan hecho hasta ahora todo lo posible por ocultar las conexiones
efectivas entre los distintos polos de una enorme marea de resistencias que
amenaza al sistema capitalista en su conjunto. Más sorprendente y hasta
lamentable es que estas conexiones hayan resultado indescifrables para un amplio
sector de la izquierda latinoamericana y europea.<BR><BR>Del lado árabe, la
relación entre los distintos procesos estuvo siempre bastante clara. Entre los
puntos de referencia de muchos manifestantes tunecinos y egipcios estaban la
revolución bolivariana de Venezuela o la revolución cubana: el paralelismo
histórico era perceptible. Del lado latinoamericano, sin embargo, no se vieron,
en general, estas revoluciones populares espontáneas y autoorganizadas con la
misma simpatía. La reacción fue de desconfianza, cuando no de miedo, no fuera a
ser que detrás de los dirigentes árabes derrocados estuvieran situados los
gobernantes latinoamericanos de izquierda, en alguna lista secreta de los
responsables de la CIA. La teoría de la conspiración pudo más que el análisis de
las luchas de clases efectivas que se desarrollaban en Túnez, Egipto y un gran
número de países árabes, así como en la propia Europa. La reacción defensiva,
prevaleció sobre la percepción de una coyuntura revolucionaria, por otra parte
evidente Si los déspotas iban cayendo uno tras otro y el proceso revolucionario
se contagiaba como un reguero de pólvora, tenía que haber sido orquestado por
algún poder oculto. A nadie se le pudo ocurrir que existe un espacio geopolítico
y de civilización específicamente árabe, con estructuras y coyunturas sociales y
políticas afines en el que el contagio es relativamente fácil. En el poco
francófono Egipto, se podían ver carteles de "Mubarak, dégage" (Mubarak,
lárgate) en buen francés de Túnez, en el Bengasi liberado, una señora canta el
himno nacional...tunecino que honra a los mártires de la independencia. Hay una
intertextualidad de las revoluciones árabes, como la hubo - y la hay- de las
latinoamericanas. Sin embargo, para un sector de la izquierda acostumbrado por
la guerra fría a pensar en términos de bloques, la improbable conspiración del
imperio contra regímenes amigos e incluso vasallos como el de Ben Ali o el de
Mubarak podía ser la antesala de un ataque contra los gobiernos revolucionarios
de América Latina. Frente al bloque del Imperio, sólo cabía la desconfianza ante
las nuevas revoluciones, tanto más cuando sus protagonistas no eran "obreros
organizados y conscientes", sino en gran medida trabajadores precarios,
estudiantes y miembros de las clases medias urbanas depauperadas por la economía
financiarizada a través del arma implacable de la deuda con su cohorte de
liquidación de derechos sociales y de servicios públicos.<BR><BR>La teoría de la
conspiración, sin embargo, pareció encontrar una confirmación cuando un sector
importante del pueblo libio se alzó contra el déspota local y dirigente de una
supuesta "revolución". Esta fingida postura "revolucionaria" nunca impidió a
Muammar el Gadafi matar comunistas y otros militantes de la oposición ni
establecer pactos con personajes como Berlusconi y los dirigentes de la Unión
Europea sobre "la gestión de las fronteras de la UE", cuyo contenido real da
escalofríos. Gadafi no mostró grandes reparos ante la invasión de Iraq, ni se
negó nunca a ayudar a norteamericanos y británicos en su "guerra contra el
terror", haciendo que sus expertos servicios policiales sometieran a "minuciosos
interrogatorios" a los prisioneros que les entregaban. Por no hablar de las
medidas de política interior, como la entrega del petróleo libio a empresas
occidentales. Nada, sino esta identificación con una revolución de pacotilla y
el miedo a ser los siguientes en la lista, justifica la solidaridad que, desde
el primer momento, el presidente Hugo Chávez manifestó hacia el tirano libio
acosado por la insurrección de buena parte de su pueblo. Gadafi dio, sin
embargo, al Imperio la oportunidad que le hacía falta para entrar en la región e
intentar interferir en los procesos revolucionarios en curso: lo hizo
reprimiendo con brutalidad a la población insurrecta y forzándola a defenderse
por las armas, lo que nunca se había producido en las demás revoluciones árabes.
Francia y en menor grado el Reino Unido aprovecharon esta oportunidad inesperada
para recuperar ante los pueblos árabes algo de influencia, pues precisamente las
revoluciones de Túnez y de Egipto habían derribado a sus protegidos en la zona.
Para intervenir en Libia, naturalmente, tuvieron que metamorfosear de nuevo a
Gadafi y, en pocos días hacer del "amigo de occidente un poco extravagante" del
que hablaba Aznar un déspota que oprime y asesina a su población. <BR><BR>La
ayuda a la población insurrecta contra el déspota respetó la plantilla de las
intervenciones habituales de la OTAN: bombardeos de objetivos civiles y
militares, violación de la carta de las Naciones Unidas y de la propia Carta
Atlántica al proponerse un "cambio de régimen" como objetivo de una operación
destinada a "proteger a las poblaciones" y el largo etcétera que conocemos desde
la guerra de Yugoslavia y las guerras del Golfo, pasando por Afganistán. El
coste para la insurrección libia de esta "ayuda" mediante el bombardeo
humanitario es evidente. También es enorme el riesgo de que la revolución libia
quede secuestrada por quienes le han ayudado a triunfar. Algo de sobra conocido
para quien conozca la historia de Cuba o la de Filipinas, países en los que los
Estados Unidos "ayudaron" a las poblaciones locales a liberarse de los españoles
para después recolonizar en grados diversos ambos países. A pesar de este coste
y de este riesgo, tiene razón Santiago Alba y tienen razón nuestros amigos y
compañeros árabes en sostener que todo habría sido peor si se hubiera permitido
a Gadafi aplastar la revuelta, pues el pedigrí represivo del amigo de Aznar y
Berlusconi no deja lugar a ninguna duda. Por no hablar del terrible ejemplo que
habría dado a los demás tiranos árabes.<BR><BR>La situación de Libia y la de las
demás revoluciones árabes es compleja, pero ¿acaso hay un solo proceso
revolucionario que no lo sea? ¿acaso ha habido una sola revolución cortada por
un patrón preexistente? La propia revolución cubana fue vista en sus primeros
momentos por la izquierda como una simple revolución democrática y
antiimperialista burguesa...En este momento, tanto en Túnez, como en Egipto o en
Libia existen gobiernos que ya no representan enteramente a la dictadura, pero
que tampoco son expresión de la voluntad del pueblo insurgente. El Consejo
Nacional de Transición, alianza inestable de oportunistas prooccidentales,
islamistas más o menos radicales y tránsfugas del régimen de Gadafi no
representa la revolución libia, cuyos verderos protagonistas, los shabab
(jóvenes) que resistieron contra Gadafi no han dicho aún su última palabra.
Cierto es que estamos en las primeras fases de esos procesos revolucionarios y
que existe una enorme incertidumbre, pero esto, más bien, sería una razón para
que los países que ya han pasado por trances semejantes y han conseguido
realizar importantes transformaciones presten su apoyo a estos procesos y dentro
de ellos a las fuerzas de izquierda que, por fin, están renaciendo en el mundo
árabe. No dice otra cosa mi querido amigo y camarada Santiago Alba, y, por
decirlo, ha sido tachado de "agente de la CIA" o de émulo del filosofastro
Bernard-Henri Lévi. Siempre se descubre algo: no sabía yo que la CIA contratara
a defensores públicos del comunismo y de los procesos revolucionarios
anticapitalistas y antiimperialistas del mundo entero, ni que tuviéramos que dar
la bienvenida a Bernard-Henri Lévi al bando de quienes combatimos el imperio del
capital. Que el sectarismo no nos ciegue: ni la CIA es tan tonta, ni
Bernard-Henri Lévi se ha caído del caballo...camino de Damasco.
<HR>
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