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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>1º de octubre 2011</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Socialismo</FONT></STRONG></DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Este articulo del notable novelista y
periodista argentino Osvaldo Soriano (1943-1997) fue publicado originalmente en
una contratapa del diario Página/12, poco después de la muerte de Ernest Mandel,
ocurrida el 20 de julio de 1995. El sitio de Viento Sur </STRONG><STRONG>ha
tenido la buena idea de reproducirlo (tomando una edición del blog Expansión),
bajo el título "Ernest Mandel teórico de la revolución". Publicamos la versión
de Página/12 con su título original. (Redacción de Correspondencia de
Prensa) </STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Dinosaurios </FONT></STRONG></DIV><FONT
size=3 face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>(Desde París) Hace un par de semanas,
cuando me enteré de la muerte de Ernest Mandel, el último gran teórico del
marxismo contestatario, no me sentí con suficiente autoridad para escribir un
artículo sobre él y su obra. Después, al ver que los diarios lo recordaban como
un dinosaurio enterrado hace millones de años, me dije que al menos debía dar
cuenta de la noche en que lo conocí en Ixelles, cerca de Bruselas, allá por
1977.<BR><BR>Mandel llegó a ser el trotskista más notorio del mundo, heredó la
dirección de la IV Internacional y fue reconocido o negado por los suyos con la
terrible virulencia con que suelen hacerlo los seguidores del creador del
Ejército Rojo. A los dieciséis años se incorporó a la Resistencia contra los
nazis, entró en el socialismo para crearle un ala izquierda y en 1940, el mismo
año en que Trotsky fue asesinado en México por orden de Stalin, se incorporó a
las filas del internacionalismo. En los años sesenta, publicó un libro de
referencia para la discusión de la economía: <EM>Tratado de economía
marxista</EM>. Al poco tiempo lo pusieron preso por agitador y al salir de la
cárcel era uno de los intelectuales rojos más temidos de la tierra. Pasó
clandestinamente por decenas de países tratando de unir los desgajamientos
trotskistas. Quería hacerles entender a sus camaradas que la revolución no
estaba a la vuelta de la esquina, que Marx había incluso previsto la
eventualidad de una tremenda derrota (pasarán cincuenta, cien, doscientos años
antes de que la clase obrera tome conciencia de su explotación), y que el
stalinismo era el principal enemigo del célebre "¡Trabajadores del mundo:
únanse!".<BR><BR>Su libro más traducido, <EM>"La tercera edad del
capitalismo"</EM>, conocido a principios de los años setenta, anticipa la
euforia mercantilista del reaganismo, la tristeza del menemismo y unas cuantas
cosas más. En 1983, Mandel publicó en Inglaterra, donde sus seguidores eran más
numerosos que en otros países, <EM>Power and Money</EM>, que muchos consideran
su obra mayor. En 1987, ya profesor de economía en la Universidad Libre de
Bruselas, se dio el gusto de escribir <EM>Meurtres esquís</EM> (Asesinatos
exquisitos), un curioso ensayo sobre la novela negra.<BR><BR>Sus giras
clandestinas solían terminar en escándalos: expulsado de Australia, Francia,
Alemania, Suiza y naturalmente Estados Unidos, es posible que haya estado de
incógnito en la Argentina en tiempos de Frondizi, aunque él se negó a
confirmarlo aquella noche en que lo conocí. Eran los días de gloria del general
Bussi, del almirante Massera, del antisemita Ramón Camps, en los que mataban o
desaparecían gente en montes, ciudades y mares.<BR><BR>Y bien: alguien le pidió
a Mandel que explicara cómo podía ser que el Partido Comunista Argentino diera a
Videla un "apoyo crítico". Fijamos una fecha en Ixelles y allí acudimos los
acusados de montar una campaña antiargentina a escuchar lo que decía Ernest
Mandel, sucesor de Trotsky, enemigo de los capitalistas y censor de todos los
soviets.<BR><BR>Llegó solo a la reunión, sin custodia ni chicas que le hicieran
la corte: dejó unos libros sobre la mesa, limpió los anteojos con un pañuelo de
papel, se quitó el sobretodo lustroso, raído, y el echarpe marrón. Enseguida me
hizo acordar al <EM>profesore</EM> socialista que Marcello Mastroianni
interpreta en <EM>Los compañeros</EM>, la película de Monicelli, el expulsado
perpetuo, el predicador pesimista. Empezó a hablar y al rato ya se estaba
peleando con todos. No decía una sola palabra de las que uno tenía ganas de
escuchar, explicaba el mecanismo económico y social que había llevado a la
Argentina al desastre desde Uriburu hasta Videla. Nos preguntó qué era de la
vida de don Arturo Illia, al que consideraba un gran hombre; preguntó con
ansiedad si se había plegado a la aprobación como Balbín y Frondizi o al
silencio como tantos otros. Quiso saber de Agustín Tosco y también de los
sindicalistas amarillos, que conocía uno por uno. Desmenuzó la lógica del
comunismo criollo que se plegaba a las sugerencias de Moscú y por primera vez en
mi vida oí a un marxista hablar de la revolución informática y de la manera en
que cambiaría al mundo. Dejó que lo insultaran y le dijeran que podía meterse
sus libros en el culo. Sonreía con ironía y a veces respondía golpeando la mesa
con un puño. Tenía la elegancia del despojamiento, las maneras corteses y
virulentas de los revolucionarios del siglo XIX. Aunque pocos como él conocían
la marcha del capitalismo posindustrial. La charla, convertida en asamblea,
terminó pasada la medianoche.<BR><BR>¿Por qué recordar ahora a un tipo al que
Menem le hubiera ganado diez elecciones seguidas? ¿Un profesor al que nadie
escuchaba? Porque siempre decía algo que no esperábamos que dijera. Esa noche,
militantes uruguayos, alemanes, chilenos y argentinos estaban furiosos contra
él. La discusión siguió en los pasillos con un frío inolvidable. Tanto que ni
siquiera nevaba. El local, que debía pertenecer a un sindicato, se fue vaciando.
No había bares ni cervecerías cerca. Igual, nadie tenía con qué pagarse una
comida. Nos quedamos en la vereda, ateridos, Mandel y unos pocos amigos. Recién
al rato nos dimos cuenta de que estaba a pie y había perdido el último tren. El
autor de <EM>Power and Money</EM> no tenía coche, custodia ni chofer. Lo que más
le preocupaba era encontrar un lugar donde seguir la discusión.<BR><BR>Habíamos
llegado en un viejo Citroën con una imposible patente holandesa y nos ofrecimos
a llevarlo. Aceptó y ahí nomás salimos a treinta por hora en la helada noche
belga, con el profesor más perseguido del mundo sentado en las rodillas. Hablaba
castellano con los latinoamericanos, alemán con el que manejaba y portugués con
la chica que iba al lado. Ya en Bruselas nos invitó a subir a su departamento.
Estaba lleno de libros, en las bibliotecas, en el suelo, sobre la mesa, en el
baño, arriba de la heladera, debajo de la pileta y al lado de la cama.<BR><BR>No
nos hicimos trotskistas por eso, pero el alemán, que ya lo era, le comió las
salchichas que tenía en la heladera y nosotros le tomamos la cerveza y acabamos
con el queso. Compré su libro sobre la novela negra en París y me pareció que se
le iba la mano con la ideología. Eso es todo. No volví a verlo. Murió en
Bruselas de un ataque al corazón a los 73 años. Antes había refutado a los
liberales, demostrado las contradicciones de patrones y obreros, pronosticado la
caída del imperio soviético y adivinado el fin de la era del trabajo asalariado.
"Lo que cuenta -decía- es el conocimiento." Tal vez por eso los medios hablan de
él como de un dinosaurio.
<HR>
<BR><BR><BR><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>