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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>15 de noviembre 2011<BR></U><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo -
Uruguay<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>América Latina<BR><BR>¿Burbuja
ideológica?<BR><BR>El incipiente debate sobre el socialismo del siglo XXI se
acabó apenas comenzar<BR></FONT></STRONG><BR><BR><STRONG>Pablo
Stefanoni<BR>Página 7, La Paz<BR></STRONG><A
href="http://www.paginasiete.bo"><STRONG>www.paginasiete.bo</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR>Los latinoamericanos somos en general ciclotímicos. O
pensamos que estamos en la peor crisis o, por el contrario, que tenemos recetas
para la humanidad. Esa sensación se ha activado en este contexto de crisis
económica. El hecho de que Sudamérica crezca y apenas se vea afectada -al menos
por ahora-, o parezca completamente fuera de la crisis, alienta esas
expectativas de estar desarrollando un modelo en el cual los europeos -e incluso
los estadounidenses- podrían encontrar salida frente al “anarco-capitalismo”, en
palabras de la reelecta presidenta argentina, Cristina Fernández.<BR><BR>También
la cuestión surgió en una reciente entrevista a un grupo de intelectuales
posmarxistas europeos (incluido el italiano Tony Negri) invitados a Buenos Aires
por Ernesto Laclau (o Laklau), que desde hace un tiempo se ha vuelto una especie
de propagandista internacional del modelo K. En esa entrevista colectiva,
Giacomo Marramao plantea que “el modelo de sociedad está dividido entre dos
opciones globales. La opción norteamericana, que tiene en una prisión simbólica
a Obama mismo, es un modelo de competencia individualista”. El otro sería “el
modelo antiindividualista, comunitario, hiperproductivista asiático y jerárquico
de China”. Y en ese contexto el intelectual italiano considera que Europa y
América Latina tienen la posibilidad de producir un modelo diferente.<BR><BR>Por
su parte, Judith Revel anota que “la gravedad de la crisis en Europa también
parte de la incapacidad de la izquierda europea para proporcionar soluciones, un
discurso que no sea un retorno a lo mismo: se piensa en retornar al
proteccionismo, a una definición dura de la ciudadanía, se prefiere el retorno a
un ‘buen’ capitalismo, ‘volvamos a las fábricas’, porque la fábrica nos salva de
la Bolsa”. Y ahí yace un buen punto para discutir la cuestión: ¿acaso en América
Latina estamos construyendo algo diferente a un “buen capitalismo”? La
socialdemocracia europea hace tiempo que abandonó un horizonte poscapitalista
como producto de las reformas sociales; sin embargo, en América Latina no es muy
diferente. La diferencia, en todo caso, es que llamamos “poscapitalismo” o
“anticapitalismo” a ese “buen capitalismo”.<BR><BR>Hay mucho de formalismo en la
discusión. Yo encontré a gente en Argentina que consideraba a García Linera el
ala derecha del proceso de cambio boliviano porque hablaba de capitalismo
andino, pero bastaba con llamarlo socialismo comunitario para que las mismas
propuestas -sí, las mismas- se transformaran por arte de magia en un nuevo
horizonte emancipatorio y hasta civilizatorio. Si simplemente llamamos
capitalismo al neoliberalismo, la operación resulta muy fácil: apuntamos todos
los cañones contra los 90 y proponemos un keynesianismo a menudo moderado, y si
alguien pregunta decimos que el socialismo es un horizonte (que como tal nunca
llegará) -siempre que alguien dice que su propuesta está “en construcción”,
debería establecerse una buena dosis de sospecha de que en realidad no sabe bien
qué contestar. <BR><BR>Además, si hay un lugar en el que se opone a la fábrica
con la Bolsa es en nuestro continente. En efecto, existe un imaginario
industrialista muy arraigado. El Gobierno de Lula se propuso, entre otras
medidas, el Plan de Aceleración del Crecimiento -y otros planes desarrollistas
por el estilo-. En Argentina, “la fuerza de la ciencia” fue uno de los ejes de
la campaña de Cristina, y de hecho se ha aumentado notoriamente el número de
becados (y también los acuerdos de universidades con empresas privadas,
notablemente las mineras). Oponer la producción a la especulación es un eje de
todos los discursos de las izquierdas en el poder. Por otro lado, si los
europeos siguieran el modelo argentino, como quiere el programa 678, deberían
comenzar por reemplazar sus cultivos por soya, incluso talando los bosques que
le quedan.<BR><BR>En ese sentido, el incipiente debate sobre el socialismo del
siglo XXI se acabó apenas comenzar. Hoy sólo hablan de socialismo algunos
intelectuales cercanos a algunos de los gobiernos progresistas -especialmente en
Venezuela, Ecuador o Bolivia-, incluso algunos que no pueden disimular su
añoranza al socialismo real autoritario del siglo XX. En general, con niveles de
abstracción muy elevados, y como casi siempre el término socialismo es aceptado
en los documentos -como una especie de nueva <EM>langue de bois</EM>, como dicen
los franceses-, siempre eso da la sensación de que “hay debate”, “estamos
avanzando”, etc. <BR><BR>Todo esto, sin embargo, no debería ser motivo de
pesimismo, ya habrá tiempo de pensar un socialismo diferente al del siglo XX.
Como suele pasar, es necesario que existan manifestaciones embrionarias para que
la construcción teórica no sea pura utopía. <BR><BR>Obviamente, si creemos que
el capitalismo se está cayendo a pedazos, esto parece reformismo perezoso, pero
si lo que va a venir después de la crisis es un capitalismo más o menos parecido
-como posiblemente va a suceder-, quizás sí tenga sentido cómo seguir pensando
las transformaciones en nuestro continente, como una utopía reflexiva para que
no se nos pinche, a falta de burbuja financiera, la burbuja ideológica.
<HR>
<BR><BR></FONT></DIV></BODY></HTML>