<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META content=text/html;charset=iso-8859-1 http-equiv=Content-Type>
<META name=GENERATOR content="MSHTML 8.00.7600.16385"></HEAD>
<BODY style="PADDING-LEFT: 10px; PADDING-RIGHT: 10px; PADDING-TOP: 15px"
id=MailContainerBody leftMargin=0 topMargin=0 CanvasTabStop="true"
name="Compose message area"><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>7 de enero 2012</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
size=4></FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Uruguay</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Viviendas y
ocupaciones<BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Última estrategia
</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>En Montevideo -según cifras
estimadas por distintos organismos públicos- hay cerca de 500 casas y 80
edificios abandonados, unas 55 mil viviendas de­socupadas y más de 300 mil
personas sin un lugar donde vivir.</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Eliana Gilet </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Brecha, Montevideo,
5-1-2012</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><A
title="http://www.brecha.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.brecha.com.uy/">http://www.brecha.com.uy/</A><BR></STRONG><BR><BR></FONT><FONT
size=2 face=Arial>Hasta hace poco, un grafiti sobre las chapas de una obra en
Mercedes y Florida resumía: "Tanta casa sin gente y tanta gente sin casa". A
algunos no les queda otra salida que ocupar. Sobre cómo viven, cómo se organizan
y con qué sueñan los vecinos de un edificio tomado trata esta nota.</FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>A fines de 2010 la Defensoría del
Vecino de Montevideo contaba con apenas 20 denuncias de abandono y ocupación "de
fincas" en condiciones de "altísima precariedad": sin saneamiento, luz ni agua.
"Los que rompen más los ojos son los edificios, lugares tugurizados que fueron
saqueados y luego ocupados, en los que se instalaron personas desesperadas por
no tener otro lugar donde vivir y también redes delictivas que usaban esos
edificios como escondite", comentó a Brecha Elena Goiriena, asistente social que
asesora a la Defensoría en el tema.</FONT></DIV><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR>Quienes en general alertan sobre las ocupaciones son los
vecinos cercanos, que denuncian situaciones de insalubridad e inseguridad. En
Montevideo -según cifras estimadas por distintos organismos públicos- hay cerca
de 500 casas y 80 edificios abandonados, unas 55 mil viviendas de­socupadas
y más de 300 mil personas sin un lugar donde vivir. Hace mucho tiempo ya que se
sabe de esa ecuación entre casas vacías y gente con necesidad de vivienda, pero
por muchos motivos el problema no termina de resolverse. Incluso hay quienes
aseguran que el déficit habitacional de Uruguay es más de acceso que de
infraestructura. Y en ese entendido sorprende que las ocupaciones sean tan
pocas. Aunque se registran algunas, no se trata de un movimiento pro ocupa, sino
de casos aislados, situaciones de desborde familiar o desesperación. Distinto a
lo de los squatts en la Inglaterra de Margaret Thatcher, esa que parió al punk y
al movimiento que ocupó los edificios vaciados por la crisis, o la ocupación
masiva del parque Indoamericano en Buenos Aires el año pasado. Hay una novela de
Doris Lessing de comienzos de los ochenta llamada La buena terrorista que narra
las peripecias de un grupo de ocupantes de una casa ruinosa, y sus esfuerzos,
incluidas las negociaciones con las autoridades municipales, para poder vivir en
el lugar. La posibilidad que se plantea en esa ficción, de que desde el Estado
se brinde apoyo a los ocupantes para refaccionar los lugares donde ya están
instalados y hacerlos habitables, estaría fuera de cuestión. "En una situación
en que tuvieras un grupo acotado de personas sin vivienda podría ser la solución
ideal, pero en un momento de emergencia habitacional como el actual eso sería
legitimar la ocupación como forma de acceso a una vivienda", argumenta
Goiriena.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Vecinos, ocupas, dueños</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Fue por las constantes denuncias y el ojo rojo de los
noticieros que se difundió la ocupación del edificio de la ex mutualista Comaec,
ubicado en bulevar Artigas y Maldonado. La primera vez que la Defensoría actuó
allí intentó ubicar a algún propietario que se hiciese cargo del lugar, tramitar
y destrabar la situación de deuda que se había generado durante los años de
abandono y encontrar un comprador. Además debió hallar una solución para los
ocupantes: 50 adultos y 18 menores de edad. La tarea con éstos insumió cerca de
un año y medio. Lo primero fue asegurarles la cédula de identidad y la tarjeta
alimentaria del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), ya que muchos carecían
de documentación. Según cuenta Goiriena, para las opciones de realojo manejadas
se contemplaron las situaciones de cada familia y se puso en marcha un programa
piloto de garantías y subsidios de alquiler. El inau aseguró el seguimiento del
proceso de realojo y el Ministerio de Vivienda se encargó de la paga del
alquiler durante dos años: cada familia dispuso así de 12 ur mensuales con las
que debían gestionar un lugar alternativo para vivir.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"El problema es que realojarlos no significa mandarlos
para la periferia. Sus estrategias de supervivencia están vinculadas con el
centro, si los mandás a un asentamiento los matás de hambre", afirma Goiriena.
Quizás uno de los temas centrales a la hora de desocupar un edificio es tener
resuelto dónde reubicar a los ocupas. Sobre todo en una ciudad que hace tiempo
que empuja hacia la periferia a los sectores más desfavorecidos, y cuyos
habitantes han declarado en distintas encuestas que tienen miedo de vivir cerca
de un pobre.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el caso de Comaec, el edificio fue finalmente
adquirido por el mismo grupo de comerciantes de la zona que hacía las denuncias,
y fue demolido. Elena Antelo, coordinadora de la Región Centro del inau, comentó
que con muchas de las familias realojadas fue necesario llevar a cabo un proceso
que les permitiera volver a hacerse cargo de ciertas exigencias formales (asumir
el pago de la luz, el agua, impuestos), de convivencia y cuidado de la casa.
Goiriena contó a Brecha que en algunos casos replicaban las situaciones
precarias de la vida que habían llevado durante la ocupación. A raíz de esa
experiencia se comenzó a trabajar en la creación de un lugar, una pensión, una
salida transitoria que funcione como lugar de aprendizaje de la gestión de una
casa y donde se asegure el cuidado de los hijos a cargo. Según adelantó Antelo a
Brecha, esta casa se ubicará entre los barrios Sur y Palermo y estará disponible
durante los primeros meses de este año.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tanto en los edificios ocupados como en las casas
deshabitadas -que al no participar en el mercado inmobiliario empujan hacia
arriba los precios de los alquileres- existe un tema sin resolver: la
responsabilidad de los propietarios sobre sus bienes y el reconocimiento del fin
social de las construcciones y la vivienda, en un país donde su posesión se ha
entendido como una de las formas de inversión o de especulación más seguras y
rentables. Desde la Defensoría afirman que uno de los caminos posibles para
solucionar este problema sería la reglamentación de las responsabilidades de los
propietarios y la aplicación de sanciones por incumplimiento, que ya se
encuentran establecidas en la ley de ordenamiento territorial. Otro de los
caminos que se estudian, a partir de un proyecto de ley presentado por el
diputado Alfredo Asti (fls) es la conformación de la figura de abandono, que
permitiría al Estado actuar sobre las propiedades en desuso. Desde la Defensoría
aseguran que la discusión se da en torno al derecho a la propiedad y su
imprescriptibilidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Edificio Varela</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Cómo no haberlo visto antes? ¿Cómo no recordar ese
edificio que en vez de balcones tiene hileras de ropa tendida? Sobre la avenida
José Pedro Varela, a media cuadra de Propios. El sol le pega a los fondos al
mediodía. En el primer piso hay un pibe sentado en un sillón conversando con
otro que está parado en la vereda. El pibe del sillón limpia vidrios en los
semáforos. Es de los primeros que llegó al edificio, cuando estaba vacío y
entraba para achicar y dormir. Como lo hacían algunos más. Cuenta cómo la
Policía entraba y los sacaban a palos al encontrarlos durmiendo. De cómo un día,
a fines de setiembre de 2010, empezaron a llegar familias enteras que se iban
distribuyendo a lo largo de las dos torres de cinco pisos. Ahora los treinta
apartamentos están ocupados. Es un edificio sin terminar, abandonado por la
empresa constructora que se fue con el fondo de las ventas de los apartamentos.
Una sociedad anónima que desapareció dejando como testimonio ese esqueleto
urbano. Desde el hueco que oficia como entrada al edificio, sale a la luz del
día una gurisa flaquita con dos bidones que llena de agua en una de las canillas
comunes. Fueron dispuestas en diciembre de 2010 por un grupo de trabajo
multidisciplinario (que incluye varios organismos estatales y municipales
nucleados en la Mesa de Convivencia y Seguridad Ciudadana), a raíz de las
denuncias de insalubridad radicadas por los vecinos del barrio. Pero ahora la
situación ha cambiado, comenta el muchacho. Se ajusta los lentes de sol y señala
en dirección a donde estaba sentado antes. El sillón ahora está ocupado por una
muchacha con un bebé. Es su pareja, que tuvo una nena. Ahora, dice, debe pensar
en ellas, antes él se las arreglaba en cualquier lado. La niña termina con los
bidones y entra al edificio. Dentro hay un olor particular, pero no demasiado
fuerte. Al no haber conexión con la red de saneamiento las aguas servidas van a
dar a dos grandes recipientes instalados junto a las canillas, en lo que sería
la zona de garages. Del lado derecho están los huecos de los ascensores que
nunca se instalaron, y enseguida una escalera. Viene bajando una mujer muy
menuda y arrugada. Lleva un gorro para el sol y cara de cansada. A su lado una
niña baja los escalones saltando. Está feliz porque pasó de año, dice mostrando
el carné que saca de su bolsito. En el tercer piso nos detenemos frente a una
puerta de madera cerrada con un candado. La madre manda a la niña a jugar porque
tiene que conversar con esta cronista y le dice que la espere, que ya baja. La
casa es oscura. Las ventanas están tapiadas con maderas y la única luz viene de
una bombita que lo tiñe todo de un tono naranja opaco. Ella y su compañero
"hacen contenedores", y llegaron al edificio hace cerca de un año. Vivían en un
asentamiento al costado de la ruta 8 pero sus hijos tuvieron problemas y
decidieron irse. Vivieron en la calle hasta que supieron de este edificio. Tanto
ella como los demás entrevistados dijeron que allí vivían mejor que donde
estaban antes. Según el censo realizado por el grupo de trabajo local, el 81 por
ciento de los ocupantes opina lo mismo. La puerta del apartamento de al lado
está abierta. Se ve un líving y una mujer que toma mate acompañada de un niño. A
su casa sí entra la luz, porque le puso ventanas. Fue haciendo mejoras a fuerza
de préstamos, metiéndose en deudas. También conectó el agua para el baño y la
cocina por el exterior del edificio. Del baño sale otra niña, con el pelo mojado
y aroma a champú. En el apartamento viven seis en total, sus hijos, ella y su
compañero. Ella es empleada y su marido hace changas. Alquilaban una casa hasta
que perdieron la garantía. Tampoco llegaban a alquilar mediante depósito. Un
compañero de trabajo le habló del edificio. La situación apremiaba y el lugar
estaba disponible. Pagó 10 mil pesos por su apartamento. Todo su sueldo de un
mes para poder mudarse rápidamente, y el resto al mes siguiente. La reciente
aparición de un posible comprador para el edificio se les comunicó a los
ocupantes el día del censo. Ella mira alrededor y piensa en sacar las ventanas y
los caños que puso, cuando se vaya.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La señora menudita vuelve. Ofrece llevarme al apartamento
de otro muchacho porque "es muy lúcido y va a poder hablarte bien". Bajamos. Los
corredores están vacíos y se escucha gente en los apartamentos. Entre las dos
torres hay un pozo de aire atravesado por dos pasillos sin barandas y que
parecen flotar. Desde allí se ven los patios del piso de más abajo, donde una
niña juega con un perro flaco. Quien abre la puerta no tiene más de 25 años.
Sonríe. Demoró en abrir porque estaba pintando la otra habitación. Se escucha la
voz de Bob Marley y la cadencia cansina del reggae. Hay pocas cosas en esta
casa, una mesa, un par de sillas, la mesada de la cocina, una garrafa y la
heladera. La ventana junto a la puerta que da al pasillo está cerrada con
madera, pero del otro lado hay un balcón por donde entra con fuerza el sol. En
la pared sobre la mesa está perfectamente dibujada y pintada la cara del Che
Guevara -esa que conocemos todos, la de la foto de Korda-, junto a la popular
frase "Hay que endurecerse sin perder la ternura jamás". También las pintó él.
Del otro lado, otro mural, el que hizo mientras su hijo estuvo internado y él no
podía dormir. Llegaba de trabajar y pintaba, para recibirlo cuando se curara.
Antes vivía en una casa chica con su compañera, su hijo y todo el resto de la
familia. Eran 11 en total. Llegó junto al resto de los que poblaron el lugar,
cuando todavía era un chiquero inhabitable, y pasó días limpiando. Refaccionó
con las cosas que tenía a mano, con un ojo en la volqueta de enfrente por si
alguien tiraba algo que sirviera. Habla de las filtraciones y de los problemas
de construcción del edificio, de las diferencias incluso entre un apartamento y
otro, de que a pesar de todo para ellos el cambio también fue positivo, de las
ventajas de poder vivir por primera vez en un lugar céntrico, de lo rápido que
llega a trabajar. Es feriante y la cercanía implica alguna horita más de sueño
en la madrugada. Durante la conversación otro niño le golpea la puerta para
pedirle un favor. Es una constante, comenta. El relacionamiento entre los
ocupantes se ha ido aceitando, incluso en cuanto a la limpieza de los lugares
comunes del edificio. La puerta se abre de nuevo y entran la compañera del
muchacho pintor de murales, su hermana y otra vecina, unos diez años mayor que
todos ellos. La vecina también se fue de un asentamiento porque sus hijas
estaban inseguras. Ella trabaja todo el día y las nenas quedaban solas. También
afirma que en este lugar vive mejor. Sonríe y recuerda la primera vez que llovió
estando ahí, de la alegría al ver que ahora su casa no terminaba inundada, de
haberle zafado al lodazal del asentamiento.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Y qué pasa con los vecinos del barrio? ¿Se les han
acercado? ¿Los integran? Todos afirman que no. Que lo único que reciben de
quienes viven alrededor son las sospechas de creerlos responsables de todos los
atracos y problemas de convivencia. Recuerdan la vez que vino la tele y de cómo
buscaban la sangre y la delincuencia. La hermana comenta de la reacción de
sorpresa del muchacho con el que empezaba a salir cuando le dijo que vivía en
ese edificio. La conversación deriva sola hacia lo que pasará con el lugar.
Ninguno de ellos tiene mucha idea de lo que les espera. Casi todos en ese lugar
son jóvenes. Lo corrobora el censo realizado a fines de diciembre: más de la
mitad son menores de edad y el resto personas aún en edad de tener hijos.
Quieren saber sobre el Comaec, sobre las soluciones habitacionales que se dieron
en ese caso. Cuento lo que sé. La vecina suelta un suspiro que trasluce sus
esperanzas magulladas: "No creo que mi situación cambie demasiado cuando el
subsidio del alquiler se termine dentro de dos años".
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>