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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>5 de mayo 2012<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo - Uruguay<BR>Redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>Antropología</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Sobre el origen
de las guerras y las sociedades sin guerra <BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Daniel Tanuro
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2
face=Arial><STRONG>Europe-solidaire</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://www.europe-solidaire.org/"><STRONG>http://www.europe-solidaire.org/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Traducción de Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG>http://www.vientosur.info/</STRONG></A><BR><BR></DIV></FONT><FONT
size=2 face=Arial>
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<DIV align=justify>He aquí un libro muy interesante sobre un tema que, si no me
equivoco, los autores marxistas han tratado poco: el origen de la guerra (1).
Nuestros primos los grandes primates no montan guerras, así que cabe preguntarse
si la guerra es una característica peculiar del género humano. Si no lo es,
¿cuándo y cómo apareció? Salta a la vista que el interés de la cuestión no es
únicamente académico, sino también político y programático. En efecto, si es
posible identificar los factores que han permitido que la guerra aparezca en un
determinado momento de la historia de la humanidad, es probable que se puedan
sacar lecciones de cara a avanzar hacia una sociedad sin guerra.<BR> <BR>Se
puede establecer un paralelismo con el comunismo: del mismo modo que la
existencia en el pasado de sociedades sin clases muestra una serie de
condiciones para la realización del proyecto comunista (la abolición de la
división social del trabajo, por ejemplo), la existencia en el pasado de
sociedades sin guerras ayudaría a marcar la perspectiva de una sociedad sin
enfrentamientos colectivos organizados. Algunos replican que el comunismo será
por fuerza una sociedad sin guerra… Por desgracia, nada es menos cierto: en todo
caso, según los antropólogos, muchos grupos humanos que vivían en el estadio del
comunismo “primitivo” guerreaban. No cabe duda de que la guerra existía antes de
la división de la sociedad en clases. Las dos cuestiones –la abolición de las
clases y la desaparición de la guerra– son por tanto relativamente
distintas.<BR> <BR><STRONG>Guerra y violencia<BR></STRONG> <BR>Así
pues, ¿qué nos enseña la obra de Raymond Kelly? Que las sociedades sin guerra
existen, que no son excepcionales en la muestra de sociedades estudiadas por los
antropólogos modernos, pero que no por ello son pacíficas. Las sociedades sin
guerra tienen, desde luego, dos características “no violentas”: su organización
es no coercitiva y la educación de los niños es permisiva, pero por lo demás no
son sociedades sin violencia. En este sentido, los elementos recopilados por
Kelly son ilustrativos. Los porcentajes de homicidios en las sociedades sin
guerra son relativamente elevados (más altos, en algunos casos, que en algunas
sociedades guerreras); en ellas, la violencia entre cónyuges es frecuente (a
iniciativa de los hombres); la mayor parte de los homicidios los comete un
hombre contra un hombre; la violencia entre mujeres apenas es menos frecuente
que la violencia entre hombres y, si no es letal, es proporcionalmente más grave
que esta última; los conflictos entre hombres se originan más bien por motivos
económicos, y los conflictos entre mujeres más bien por causas relacionadas con
el adulterio (aunque el adulterio también tiene una dimensión económica);… En
suma, estamos lejos de las visiones paradisiacas del “buen
salvaje”.<BR> <BR>La conclusión que se desprende de este examen es que la
guerra no es, como se imagina a menudo, fruto de una acumulación de violencia
social creciente (violencia contra los niños, conflictos entre hombres por el
control de las mujeres, violencia de los hombres contra las mujeres, etc.). Es
por tanto esencial definir bien qué es la guerra y no confundirla con otras
formas de violencia, como el homicidio. Frente a estas otras formas, la guerra
se caracteriza por ser una actividad colectiva preparada a partir de una
concepción compartida que pretende que el mal hecho a un individuo del grupo
afecta al conjunto del grupo y puede repararse legítimamente mediante un acto de
violencia contra cualquier individuo del otro grupo.<BR> <BR>Según Kelly,
es este principio de sustitución social en la reparación el que determina la
existencia de la guerra como forma específica de violencia. “La guerra se basa
en la aplicación de un mecanismo de sustitución social en casos de conflicto, de
manera que estos se conciben como asuntos que atañen a todo el grupo. […] Lo que
caracteriza a las sociedades sin guerra no es la ausencia de homicidios, sino
más bien una respuesta al homicidio en la que no se plantea la noción de
sustitución social. [En estas sociedades, en caso de homicidio] no se atribuye
la responsabilidad a alguien que no sea la persona que ha perpetrado el
homicidio y no se pretende hacer pagar el precio de sangre a ninguna otra
persona.” (p. 41) La ejecución de un criminal es legítima, incluso a los ojos de
su propia familia. Ocurre a menudo que los parientes de la víctima renuncian a
aplicar la pena, pero si no renuncian, no por ello se desencadena la venganza de
la otra parte. Y la venganza es la forma elemental de la guerra, según
Kelly.<BR> <BR><STRONG>Guerra, matrimonio y segmentación
social<BR></STRONG> <BR>El autor trata entonces de identificar los
mecanismos que explican la aparición del concepto de sustitución social. Puesto
que la gran mayoría de sociedades sin guerra son sociedades de
cazadores-recolectores, compara las tribus de cazadores-recolectores que hacen
la guerra con las que no la hacen. Observa de entrada que estas últimas no
tienen ningún mecanismo común de gestión o resolución no violenta de los
conflictos (al contrario, los conflictos se resuelven mediante actos de
violencia interpersonal que, en algunos casos, se canalizan a través de duelos
organizados por el grupo). Por tanto, no es en este plano donde se encuentra la
clave del enigma. En cambio, las sociedades sin guerra se distinguen claramente
por su organización: son sociedades “no segmentadas”, es decir, formaciones
carentes de cualquier otra estructuración distinta del grupo local, que no se
compone más que de familias (nucleares o poligámicas), sin que esta composición
familiar sea rígida. Por otro lado, las sociedades segmentadas se caracterizan
por el hecho de que el grupo abarca familias bien delimitadas que comprenden una
serie de patrilinajes inclusivos, de los que algunos constituyen un clan, un
subclan, etc. La segmentación y la sustitución social suelen ir de la mano,
señala Kelly, porque “las familias específicas que forman un patrilinaje (la
descendencia de un ancestro masculino a través de sus hijos) son las que están
dirigidas por los hijos y los hijos de los hijos de una serie de hermanos, de
modo que la equivalencia entre niños del mismo sexo está codificada” (p. 46). De
este modo surgió el espíritu de grupo sin el cual no habría ni responsabilidad
de grupo ni venganza de grupo, y por consiguiente tampoco habría
guerra.<BR> <BR>La forma del matrimonio es determinante para la diferencia
entre estos dos tipos de organización. En las sociedades no segmentadas, el
matrimonio vincula al hombre con la familia de su esposa, y viceversa, y existen
uniones matrimoniales entre individuos de distintos grupos locales, que crean
lazos y afinidades. Sin embargo, el matrimonio no se conceptualiza como una
transacción entre grupos y no viene acompañado de ninguna transmisión de bienes.
La esposa y el esposo no aparecen como representantes de una colectividad.
Prácticas típicas del matrimonio concebido como un intercambio entre grupos o un
medio para consolidar un grupo, como las uniones preferentes entre primos, el
pago de dotes, etc., no existen en las sociedades no segmentadas. En cambio, en
ellas está muy extendido el “servicio de la casada”. Kelly señala que a menudo
el marido se instala en casa de la familia de su mujer, donde la nueva pareja
permanece durante varios años. En este periodo, el joven ofrece a su nueva
familia servicios, una parte de lo que caza, objetos que fabrica, etc. Este es
un aspecto importante, porque como indica el autor, “el ‘servicio de la casada’
suele separar a los hermanos, ya que cada uno entra en la órbita de la familia
de su esposa durante cierto tiempo, lo que interrumpe la cohabitación entre
hermanos en los primeros años de la edad adulta. De este modo, la relación que
encarna la sustitución social en las sociedades en que esta está muy
desarrollada se ve socavada por las prácticas matrimoniales en las sociedades no
segmentadas o una parte significativa de las mismas.” (p.
48)<BR> <BR><STRONG>Guerra y excedente social<BR></STRONG> <BR>Los
estudios recopilados por Kelly muestran una correlación muy fuerte entre la
ausencia de segmentación de las sociedades de cazadores-recolectores y la escasa
frecuencia (o inexistencia) de guerras. Otra correlación fuerte aparece entre la
práctica de la dote matrimonial y la responsabilidad del grupo sobre la
venganza, condición necesaria para que se desarrolle la guerra. Otro dato
interesante refleja la importancia de las formas de unión: la frecuencia de las
guerras es inversamente proporcional a la proporción de matrimonios fuera del
grupo local (exogamia).<BR> <BR>En cambio, en estas sociedades no se
observa ninguna correlación entre la frecuencia de la guerra, por un lado, y la
densidad de la población o su carácter sedentario, por otro. Esto desmiente las
teorías que hacen coincidir el origen de la guerra con cierto umbral de
población o con el fin del nomadismo. Kelly observa a este respecto que ciertas
tribus enteramente nómadas figuran entre las más guerreras de las sociedades de
cazadores-recolectores; se trata precisamente de grupos segmentados. No cabe
duda, por tanto, que es en esta segmentación, y no en la sedentarización, donde
hay que buscar la causa determinante de la aparición de la guerra. <BR><BR>Como
buen materialista, uno se pregunta por el posible lazo entre el cambio de las
formas de organización social (no segmentada/segmentada) y el desarrollo de las
fuerzas productivas, en particular la aparición de un excedente social. “Ninguna
de las sociedades no segmentadas de cazadores-recolectores (conocida) ha
desarrollado una capacidad de acumulación de reservas”, señala Kelly. Pero
algunas de esas sociedades se han segmentado y, de este modo, se han vuelto
guerreras. ¿Por qué? ¿Debido a qué cambios de sus condiciones materiales de
existencia? El libro de Kelly no responde a esta pregunta, pero una cosa es
cierta: en su forma elemental, la guerra existía antes de que se produjeran
excedentes sociales estables. <BR> <BR>Sin embargo, Kelly explica que el
desarrollo de una capacidad de acumulación de reservas de alimentos parece haber
favorecido la segmentación social, y por tanto la guerra, modificando al mismo
tiempo las formas de esta (ya que las reservas de alimentos pasaron a ser
evidentemente un objetivo estratégico). “El almacenamiento de alimentos y la
segmentación organizativa van de la mano, escribe. Es probable que el
almacenamiento sustancial de alimentos haya aparecido en un contexto en que la
guerra era poco frecuente y por tanto en un sistema regional de sociedades no
segmentadas de cazadores-recolectores, pero que haya originado cambios en
materia de economía política, lo que a fin de cuentas comportaría un cambio de
organización, particularmente en un contexto en que aumentó la frecuencia de la
guerra. Es muy posible que la transformación del carácter de la guerra causada
por la existencia de reservas de alimentos haya influido en estos
cambios.”<BR> <BR><STRONG>La guerra, invención
reciente<BR></STRONG> <BR>Kelly deduce de sus investigaciones que la
humanidad ha vivido sin guerras durante la mayor parte de su historia. En
particular, la colonización del planeta en el paleolítico superior la llevaron a
cabo sociedades no segmentadas y por tanto pacíficas. En determinadas
circunstancias de escasez, estas sociedades pudieron conocer conflictos
espontáneos en torno al acceso a los recursos. Los antropólogos han observado
fenómenos de este tipo en ciertos pueblos de cazadores-recolectores de la época
moderna, pero por lo general la precariedad de la existencia favoreció más bien
la cooperación entre grupos.<BR> <BR>Kelly calcula que la transición a las
sociedades segmentadas comenzó no antes de hace 10.000 años (salvo en el valle
del Nilo, sin duda). Previamente, la humanidad, según él, desconocía la guerra.
Conocía la violencia interpersonal, pero el cuadro que pinta el autor no tiene
nada que ver con lo que experimentamos en la sociedad capitalista. Sobre la base
del estudio de los grupos de cazadores-recolectores que existen actualmente,
Kelley estima que “el homicidio, la ejecución de un asesino (la pena capital) y
los conflictos espontáneos, potencialmente mortales, en torno a los recursos
eran sucesos raros desde el punto de vista de un individuo, en el sentido de que
la violencia letal probablemente solo aparecía una vez cada cien años en el seno
de su propio grupo (o cada veinte años en una franja territorial de cinco grupos
vecinos)”.<BR> <BR>El autor no deja de subrayar que la imagen que describe
es diametralmente opuesta a la visión difundida por la clase dominante, según la
cual la guerra es una tendencia de la naturaleza humana que requiere, para
contrarrestarla, la formación de un Estado y un gobierno imparciales. Cita el
Leviatán de Hobbes: “La naturaleza humana fue el origen de una propensión
generalizada a la guerra que generó la necesidad de una forma de gobierno global
para garantizar la paz, e hizo comprender que este gobierno era realizable
mediante la aplicación de la Razón.” Está claro que esa “pesadilla en que se
cree que los individuos (de las sociedades llamadas ‘primitivas’) convivieron
permanentemente con la obsesión de una muerte violenta no existió jamás”,
concluye Kelly. Los marxistas no se sorprenderán ante esta afirmación, pues
saben que esta manera de presentar el Estado como un progreso de la humanidad
solo sirve para justificar el monopolio de la violencia por parte de la clase
dominante al servicio de sus intereses.<BR> <BR><STRONG>Diez mil años
después<BR></STRONG> <BR>En la perspectiva de una sociedad sin guerra, cabe
destacar dos observaciones importantes del autor. La primera: desde que existe,
la guerra es episódica. La capacidad del ser humano de hacer las paces es por
tanto igual de grande que la de hacer la guerra… La segunda: “El tipo
estructural de las sociedades no segmentadas encierra posibles extrapolaciones
que van más allá de las sociedades de subsistencia como las de los
cazadores-recolectores. Nada indica que hubiera una evolución lineal de las
sociedades no segmentadas a las sociedades segmentadas. Es posible que
sociedades segmentadas hayan evolucionado para convertirse en sociedades no
segmentadas porque estas mostraban una mayor capacidad de
adaptación.”<BR> <BR>Diez mil años después, todavía nos queda algo por
aprender de la organización social de los cazadores-recolectores, en particular
de su organización familiar. Es una cuestión que abre la puerta a una reflexión
estratégica, ya que el autor insiste en el tema: “El matrimonio es el factor más
potente de esta transformación social [por la que se establece la obligación de
vengar a un miembro del grupo matando a cualquier otro miembro del grupo del
asesino], porque el intercambio de mujeres entre los grupos codifica
directamente los conceptos de la sustituibilidad social, de la persona como
representante del grupo y de los intereses y proyectos colectivos, y de la
‘pérdida’ de un miembro del grupo como merma de la colectividad.” En el camino
hacia una sociedad comunista sin guerra, la humanidad todavía tendrá que ajustar
las antiguas cuentas con la familia
patriarcal.<BR> <BR><STRONG><U>Nota</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>1) Raymond C. Kelly, “Warless Societies and the Origin of
war “, The University of Michigan Press, 2000.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>