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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#993300 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>26 de mayo 2012</U><BR><FONT color=#993300 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Europa</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Crisis
económica <BR><BR>¿Sin novedad en el
frente?</FONT></STRONG><BR><BR> <BR><STRONG>Alain
Bihr</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>La Breche/A
lencontre</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
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href="http://alencontre.org/"><STRONG
title="http://alencontre.org/ CTRL + clic para seguir el vínculo">http://alencontre.org/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2><FONT face=Arial><STRONG>Traducción de Viento
Sur</STRONG></FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2><FONT face=Arial><A
title="http://www.vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG
title="http://www.vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo">http://www.vientosur.info/</STRONG></A><BR> <BR><BR>Hace
ya tres años que venimos explicando por qué se tendió la trampa de la austeridad
neoliberal y cómo esta estaba estrangulando progresivamente, aunque de modo
desigual, a todas las naciones europeas, sobre todo a las clases populares.
Aplicadas obstinadamente desde hace más de tres décadas por los Gobiernos de
cualquier color político, las políticas neoliberales combinaban un alto nivel de
desempleo crónico con el desarrollo de puestos de trabajo precarios, la
austeridad salarial (aumentos de salarios nominales inferiores a las mejoras de
la productividad) y el desmantelamiento progresivo de los mecanismos de
protección social, con la consiguiente agravación generalizada de las
desigualdades sociales de todo tipo, el alza vertiginosa de las rentas altas y
la ampliación de las grandes fortunas. Paralelamente se produjo una extensión de
la pobreza y la miseria al amparo de una internacionalización cada vez mayor de
la circulación de capitales en todas sus formas (la llamada "globalización"),
que se ha traducido sobre todo en una agudización de la competencia entre los
trabajadores de todo el mundo.<BR> <BR>Este proceso se vio salpicado por
periódicas crisis financieras, la última de las cuales -la de las llamadas
subprime- alcanzaría dimensiones históricas (solo comparables a la de
1929-1932), llevando a los Estados afectados a intervenir masivamente para
salvar el sistema financiero y evitar que la crisis financiera degenerara en una
depresión económica general. El salvamento del crédito privado provocó
finalmente una crisis crónica del crédito público: el fuerte aumento de los
déficits presupuestarios y de las deudas de los Estados harán que la
financiación de estos últimos resulte cada vez más
problemática.<BR> <BR>Está claro que la prosecución de las políticas de
austeridad anteriores, ahora reforzadas por la necesidad de hacer frente a la
degradación de las finanzas públicas a golpe de recortes del gasto y de aumento
de los ingresos, sobre todo a través del aumento de los impuestos indirectos, no
ha hecho más que agravar la situación, conteniendo o incluso reduciendo el poder
adquisitivo de la mayoría de la población. De este modo, la economía de la Unión
Europea se ha instalado en un régimen de exiguo crecimiento, por no decir de
estancamiento, entrecortado por fases de recesión, lo que ha provocado
inevitablemente el aumento de los déficit presupuestarios y, por consiguiente,
de la deuda pública, justo lo que la austeridad pretendía
evitar.<BR> <BR><STRONG>Perspectivas de un neokeynesianismo
comunitario</STRONG><BR> <BR>Para salir de este círculo vicioso sin
abandonar el marco capitalista no queda otra vía que proceder a una política de
relanzamiento económico impulsando la demanda. Se trataría, con arreglo a las
tradicionales recetas keynesianas, de incrementar el poder adquisitivo de los
asalariados e impulsar la inversión pública. La primera medida exigiría
transferir del 5 al 10% del producto interior bruto (PIB), según el Estado de
que se trate, de los beneficios a los salarios (directos e indirectos), velando
al mismo tiempo por preservar las posibilidades de acumulación de capital, o
sea, básicamente, de limitar los mecanismos de optimización fiscal que usan y de
los que abusan las grandes empresas, sobre todo las multinacionales, así como
los ingresos de los propietarios del capital ("salarios" espléndidos y "stock
options" de los directivos, intereses de los banqueros, dividendos de los
accionistas, etc.).<BR> <BR>Este reequilibrio del reparto del PIB tendría
que producirse en dos niveles: en la formación de las rentas primarias, mediante
el incremento de la masa salarial, y en la redistribución de las rentas mediante
la reforma de las finanzas públicas. El incremento de la masa salarial debería
combinar a su vez un aumento de los salarios directos e indirectos (prestaciones
de protección social) y la creación de nuevos puestos de trabajo tanto en el
sector privado como en el sector público, acompañados de una reducción general
de la jornada de trabajo (hasta 32 o incluso 28 horas
semanales).<BR> <BR>En cuanto a la reforma de las finanzas públicas,
afectaría tanto al capítulo de gastos como al de los ingresos. Este último
implicaría una reforma fiscal que privilegiara la imposición directa sobre la
indirecta y acentuara la progresividad, tanto mediante la ampliación de su base
(integrando en ella los elementos patrimoniales y las rentas que habían quedado
excluidas o desgravadas) como mediante el aumento de los tipos, creando tramos
suplementarios. En cuanto al capítulo de gastos, habría que favorecer los más
inmediatamente necesarios (vivienda, sanidad) y portadores de futuro (educación,
ocio, cultura). El reequilibrio entre salarios y beneficios tendría que venir
acompañado, por tanto, de un relanzamiento de la inversión pública en forma de
grandes obras de construcción de infraestructuras que permitieran renovar los
equipamientos colectivos y los servicios públicos a largo plazo, por ejemplo
ampliando y acelerando la necesaria y urgente transición energética mediante la
combinación del ahorro de energía, la optimización del gasto energético y el
desarrollo de las llamadas energías renovables.<BR> <BR>Está claro que dada
la imbricación actual de los aparatos productivos y de los mercados en Europa,
esta política solamente podría aplicarse a escala de la Unión Europea (UE).
Supondría por tanto un mínimo de coordinación de las políticas presupuestarias y
salariales entre los distintos Estados miembros con el fin de impedir
comportamientos de "polizonte" (intento de sacar provecho de los esfuerzos y
gastos de los demás sin contrapartida) y sobre todo de ampliar los efectos de un
relanzamientos simultáneo. Implicaría asimismo que determinados gastos en
infraestructuras fueran asumidos por toda la comunidad mediante un incremento
del presupuesto de la UE y una reforma del Banco Central Europeo (BCE), que
pasaría a ser el prestamista de última instancia en la zona del euro. También
correspondería a la UE adoptar medidas proteccionistas para luchar contra el
dúmping social y ecológico de los "países emergentes", empezando por China, y
poner en marcha una política monetaria favorable a las exportaciones europeas
mediante una devaluación de hecho del euro, además de aceptar una mayor
inflación (que serviría de paso para desinflar en parte las deudas
públicas).<BR> <BR></FONT></FONT><FONT size=2><FONT face=Arial><STRONG>La
eurocracia sacudida<BR></STRONG> <BR>El panorama descrito más arriba no
tiene nada de utópico: es perfectamente posible llevarlo a cabo dentro del marco
delimitado y estructurado actualmente por el capitalismo. Las condiciones
materiales e institucionales necesarias ya están reunidas (de hecho lo están
desde hace tiempo). Hasta ahora faltaba un factor fundamental: las condiciones
políticas, en primer lugar el hecho de que toda la eurocracia sigue presa hoy
por hoy de los consabidos principios neoliberales a pesar de los efectos
perversos cada vez más visibles de las políticas inspiradas en dichos
principios.<BR> <BR>¿La eurocracia? Se trata del Gobierno informal y
extraoficial, pero muy real, de la UE, formado por la Comisión Europea y sus
servicios, la dirección del BCE, el Tribunal de Justicia Europeo, guardián de
los tratados europeos, con sus seudópodos en todos los Gobiernos nacionales e
incluso subnacionales (las autoridades que dirigen las grandes regiones y las
grandes metrópolis motrices de la UE). Comportándose para la ocasión como
grandes predicadores, sus miembros no han cesado de deducir de los reveses de
sus políticas que era necesario redoblarlas y amplificarlas, afirmando que la
excelencia de sus principios estaba en entredicho únicamente debido al hecho de
que la realidad socioeconómica todavía no había sido reformada suficientemente
para amoldarse de una vez a dichos principios y, de este modo, corroborar su
excelencia. ¡Perfecta tautología!<BR> <BR>Evidentemente, su obstinación no
es para nada desinteresada: al contrario, sus políticas expresan directamente
los intereses de la fracción actualmente hegemónica del capital europeo y
mundial, que reúne a los grandes grupos financieros e industriales globalizados
y para la que Europa no es más que una simple "sección" del mercado mundial que
conviene que siga abierta a la circulación de sus capitales y compita
sistemáticamente con las demás "secciones" con el fin de crear las condiciones
para una explotación lo más rentable posible de la mano de obra que
alberga.<BR> <BR>El orgullo de esa eurocracia, su fe en la excelencia de
sus principios, el alto valor que otorga a la misión que cree cumplir (unificar
Europa convirtiendo a los pueblos a la religión neoliberal) se han visto sin
duda sacudidos en varias ocasiones a lo largo de los últimos años. La laboriosa
ratificación del tratado de Niza por parte de Irlanda (2001-2002) y después el
rechazo del proyecto de tratado por el que se establecía una constitución para
Europa por parte de Francia y los Países Bajos en 2005, ya habían puesto de
manifiesto la incredulidad de algunos pueblos europeos con respecto a la fe
neoliberal cuando tuvieron la posibilidad de expresarse en un referendo.
Entonces no se trataba más que de fastidiosos percances que retrasaron un poco
el avance de la cruzada neoliberal que condujo al Tratado de Lisboa (2007), no
sin que este último hubiera sido rechazado asimismo por el pueblo irlandés en un
primer momento.<BR> <BR>En cambio, la agravación de la situación
socioeconómica en Europa a partir del otoño de 2008, conforme a la concatenación
de sucesos anteriormente mencionada, enfrentará a la eurocracia a un desafío de
magnitud muy distinta. Es conocida la fórmula de Lenin que define la situación
revolucionaria del modo siguiente: "Para que estalle la revolución no basta
normalmente que 'los de abajo ya no quieran' seguir como antes, sino que también
importa que 'los de arriba ya no puedan' seguir como antes". Puede aplicarse más
en general a cualquier situación de profunda crisis política que supone, en
efecto, que "los de arriba" ya no pueden gobernar como antes, mientras que "los
de abajo" ya no aceptan ser gobernados como antes. El caso es que se acumulan
diversos signos que indican que Europa está entrando cada vez más una situación
así, tanto en la cúspide como en la base.<BR> <BR><STRONG>"Los de
arriba"</STRONG><BR> <BR>Empecemos por las alturas. Mes tras mes, todos los
Gobiernos de la UE que han aplicado rigurosamente las políticas neoliberales
preconizadas por la eurocracia han de constatar que lejos de "relanzar la
maquinaria económica" y "sacar a Europa de la crisis", esas políticas las hunden
cada vez más, socavando el crecimiento, agravando el paro, ampliando los déficit
públicos, etc. Y la situación empeora proporcionalmente al rigor con que se
aplican dichas políticas.<BR> <BR>Es lo que está sucediendo en España,
donde su puesta en práctica, en primer lugar por el Gobierno de Zapatero y
después por el de Rajoy, ha llevado la tasa de paro (oficial), en el primer
trimestre de este año, al 22%, y la de los jóvenes menores de 25 años al 52%,
mientras que la deuda pública ha avanzado del 40% al 68,5% del PIB entre finales
de 2008 y finales de 2011. La situación no evoluciona mejor en Italia, pese a
que la propia eurocracia ha instalado al frente de su Gobierno a uno de sus
propios miembros, Mario Monti, excomisario europeo de 1995 a 2004 antes de
trabajar para Goldman Sachs, el mismo banco que ayudó al Gobierno griego a
maquillar sus cuentas entre 2007 y 2010: su acceso al poder no ha impedido que
el PIB italiano retroceda un 0,2 y un 0,7%, respectivamente, en el tercer y
cuarto trimestres de 2011; la Comisión Europea prevé una contracción del orden
del 1,3% en este año y el FMI predice que incluso se agravará hasta un 2,2%. En
estas condiciones, la deuda pública, que ha pasado del 105,7% al 120,1% del PIB,
amenaza con desbocarse, dificultando todavía más su refinanciación en los
mercados. <BR> <BR>No hace falta recordar la catastrófica situación social
en la que los planes de austeridad han sumido a la población griega en el curso
de los últimos dos años: Grecia acaba de entrar en su quinto año consecutivo de
recesión, ya que su PIB ha retrocedido un 6,2% en el curso del primer trimestre;
la tasa de paro oficial ascendía el pasado mes de febrero al 21,7% (45% entre
los jóvenes de 15 a 24 años): en promedio se han destruido casi un millar de
puestos de trabajo cada día durante el año pasado; la mitad de los parados se
encuentran en esta situación desde hace por lo menos un año y por tanto ya no
cobran el subsidio de desempleo; en estas condiciones, el índice de pobreza, que
ya era uno de los más elevados de la UE (del orden del 20% en 2010), se ha
agravado drásticamente: según Eleuftheros Typos del 21 de abril, uno de cada dos
griegos ya no pueden pagar sus facturas y ocho de cada diez dicen que ya no
podrán ayudar económicamente a sus hijos.<BR> <BR>Claro que, a fin de
cuentas, los eurócratas pueden pensar, aunque equivocadamente, que estas
situaciones son el precio que hay que pagar para que los pueblos europeos puedan
acceder al paraíso neoliberal. Ahora bien, la situación sumamente inquietante de
los bancos europeos, tal vez menos conocida por el gran público, debería
causarles sudores fríos y noches en vela, no en vano estos bancos figuran entre
los principales acreedores de los Estados europeos y, como tales, ya han tenido
que asumir el coste del llamado "salvamento de Grecia" (la anulación de la mitad
de la deuda pública griega) y dotar provisiones suplementarias para cubrir los
riesgos persistentes, y en algunos casos cada vez más graves, derivados de otros
créditos europeos. Así se comprende mejor que hicieran cola para conseguir una
parte del billón de euros que les ha prestado el BCE a un tipo reducido (1%) en
dos tandas (a finales de diciembre y a finales de febrero). Estos enormes fondos
los han utilizado los bancos europeos en primer lugar para refinanciarse,
después para seguir comprando títulos de deuda soberana y tan solo en tercer
lugar para apoyar el crecimiento de la "economía real" (empresas,
administraciones públicas y hogares).<BR> <BR>Esto ha tenido evidentemente
el efecto de agravar todavía más la exposición al riesgo de impago de dicha
deuda y abre la perspectiva de que la próxima crisis de deuda pública (en España
o Italia) venga acompañada de una crisis bancaria, no solo impidiendo toda
renovación posible del crédito a los Estados por parte de los bancos, sino sobre
todo provocando una contracción del crédito bancario que hunda toda la economía
europea en una recesión más grave. Dos índices recientes revelan esta agravación
y los crecientes temores de los operadores financieros sobre el futuro de
sectores enteros del sistema europeo: la degradación efectuada por Standard
& Poors, el pasado 30 de abril, de la calificación de nueve bancos o grupos
bancarios españoles, que continúan estando gravemente lastrados por una montaña
de créditos inmobiliarios dudosos o abiertamente morosos (184.000 millones de
euros según el Banco de España), seguida de la efectuada por Moody's el 14 de
mayo de la calificación de 26 bancos o grupos bancarios italianos -ocho de ellos
degradados dos escalones, seis degradados tres escalones e incluso dos
degradados cuatro escalones-, a los que se atribuye una perspectiva negativa que
anuncia nuevas degradaciones en el futuro.<BR> <BR><STRONG>"Los de
abajo"</STRONG><BR> <BR>A esta creciente impotencia de "los de arriba" para
seguir gobernando como antes -es decir, para lograr que sus políticas
neoliberales surtan los efectos previstos y permitan renovar las condiciones de
su dominación-, se añaden además los indicios de una persistente negativa de
"los de abajo" a dejarse gobernar de esa manera. Por citar tan solo a los más
destacados, recordemos las huelgas generales repetidas en Grecia desde hace dos
años, el proceso de huelga general en Francia en otoño de 2010 o los movimientos
de los indignados de Madrid y Londres en el transcurso del año pasado. En este
terreno tampoco aparece ninguna amenaza fundamental y menos una situación
irremediable desde el punto de vista de los gobernantes: todos estos movimientos
han sido contenidos o desviados, pero su persistencia indica claramente que el
fuego sigue vivo bajo las brasas y que no cabe descartar un incendio de vastas
proporciones.<BR> <BR>La eurocracia debiera estar por fin alarmada ante el
hecho de que la conjunción de su creciente dificultad para seguir gobernando de
acuerdo con los cánones neoliberales y la resistencia persistente de los pueblos
europeos a dejarse gobernar de esta manera está multiplicando las crisis
políticas, de acuerdo con la inspirada fórmula de Lenin. Es cierto que en este
aspecto también la mayoría de estas crisis no han ido de momento más allá de una
mera crisis gubernamental, del simple cambio obligado de tipo de gobierno, que
forma parte de las peripecias normales de la vida política en el marco del
régimen democrático del Estado capitalista. Así, desde que estalló la crisis de
las deudas soberanas en Europa, ya son incontables los Gobiernos que,
independientemente de su color político, han sido desbancados del poder, bien
debido a la impopularidad de las medidas que habían tenido que adoptar en el
marco de la gestión neoliberal de la crisis, bien a causa de su incapacidad para
tomar estas medidas o para obtener los resultados esperados.<BR> <BR>Tan
solo en el año 2011 se trata de los siguientes: el de Brian Cowen (Fianna Fail,
Irlanda), tumbado en las elecciones legislativas de marzo; el de José Socrates
(PS, Portugal), obligado a dimitir por el Parlamento antes de perder las
elecciones parlamentarias de junio. Tan solo en el mes de noviembre pasado
cayeron: el Gobierno de Papandreu (PASOK), triturado entre la presión de la
calle y la de la eurocracia; el de Berlusconi (PdL), destituido no por sus
calaveradas o sus escándalos judiciales, sino por su incapacidad para sanear las
finanzas públicas italianas con arreglo a las exigencias de la eurocracia y de
importantes sectores industriales y financieros italianos; el de Zapatero
(PSOE), incapaz asimismo de estabilizar la situación socioeconómica española y
enfrentado a una creciente protesta social; el de Meta Radicova (Partido
Demócrata - Unión Demócrata y Cristiana) en Eslovaquia, sacrificado en abril en
el altar del "plan de salvamento" del euro en el mes de marzo; igual que el de
Mark Rutte (Partido Popular por la Libertad) en los Países Bajos a finales de
abril. Incluso la más ardiente defensora de la austeridad presupuestaria y de la
ortodoxia neoliberal, la cancillera alemana Angela Merkel, experimenta una
derrota tras otra en las elecciones regionales de su país: en Sarre,
Schleswig-Holstein y Renania del Norte-Westfalia en las últimas semanas, después
de las que tuvo que encajar el año pasado en Hamburgo (febrero), Sajonia-Anhalt,
Renania-Palatinado y Baden-Wurtemberg (marzo), Bremen (mayo),
Mecklemburgo-Pomerania Occidental y Berlín (septiembre); de seguir así, corre el
riesgo de completar la lista con motivo de las elecciones legislativas federales
que tendrán lugar en Alemania en septiembre de 2013.<BR> <BR>Sin embargo,
el problema es que los equipos de gobierno que sustituyen a los depuestos no
tardan en experimentar también el desgaste del poder, desacreditados a su vez
por la mediocridad o la calamidad de sus resultados y su incapacidad para
responder a las aspiraciones de sus electores, al estar atados de pies y manos
al yugo de la política neoliberal. Lo que se perfila en el horizonte de estas
alternancias repetidas y estériles es a todas luces el espectro de la
ingobernabilidad de los Estados, que alimenta tanto la volatilidad de las
actitudes electorales como el abstencionismo o la indiferencia política y el
voto a favor de formaciones populistas o de extrema derecha.
<BR> <BR>Semejante situación ya ha dejado de ser una posibilidad para
convertirse en una realidad palpable en Grecia. Las últimas elecciones
legislativas -caracterizadas de una parte por el hundimiento de los partidos que
han administrado alternativamente el país durante las últimas décadas (Nueva
Democracia y Pasok) y que por tanto son responsables de su estado actual, y de
otra parte por un ascenso de la extrema izquierda (Syriza) y de la extrema
derecha (Aurora Dorada)- no han dado lugar a una mayoría y por tanto ha sido
necesario convocar nuevas elecciones. Si, como es probable, estas confirman y
amplían las tendencias que se manifestaron en los anteriores comicios, Grecia
tendrá a finales de junio un Parlamento con fuerte presencia de fuerzas
contrarias a los planes de austeridad impuestos por la eurocracia y dispuestas a
abandonar el euro e incluso la UE. Ahora bien, es sabido que el impago griego
(negativa o incapacidad para hacer frente a los próximos vencimientos de
devolución de la deuda pública) sumiría de inmediato a toda la zona del euro en
una profunda crisis: la salida de Grecia del euro fragilizaría a los bancos
alemanes, franceses e italianos acreedores del Estado griego y de los bancos de
este país, por lo que se tornarían de hecho incapaces para seguir comprando
bonos de sus respectivos Estados; esto haría que de golpe aumentaran los tipos
de interés que habrán de pagar esos Estados para financiarse en el mercado de
capitales y se contrajera el crédito destinado a la "economía real",
etc.<BR> <BR>El resultado de todo esto sería que la crisis política en los
distintos Estados europeos correría entonces el riesgo de salirse del marco
acotado y regulado de la "alternancia democrática" y desembocar, en algunos de
ellos, en auténticas crisis de régimen, amenazando al propio Estado con sus
formas democráticas.<BR> <BR><STRONG>Las escasas posibilidades de François
Hollande</STRONG><BR> <BR>En este contexto se ha producido la elección de
François Hollande a la presidencia de la República Francesa el pasado 6 de mayo.
En gran parte, este hecho se explica por la ya citada alternancia gubernamental
acentuada por la crisis. Sin embargo, este contexto también delimita el estrecho
margen de maniobra que le queda, siempre que, claro está, obtenga una mayoría
parlamentaria en las próximas elecciones legislativas. Su programa se inscribe
plenamente en la perspectiva del neokeynesianismo europeo ya mencionado,
proponiendo a los demás Gobiernos europeos, si no abandonar las políticas
neoliberales de austeridad establecidas en el Tratado de Estabilidad,
Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria (TECG) en proceso de
ratificación /1, al menos atenuarlas y compensarlas con medidas susceptibles de
permitir el relanzamiento el crecimiento de la UE con el fin de evitar que esta
caiga presa de la espiral recesiva y potencialmente depresiva a que la han
abocado dichas políticas.<BR> <BR>Estas medidas implicarían en particular
el uso de lo que queda de los distintos fondos europeos (Feder, etc.) y la
ampliación de capital del Banco Europeo de Inversiones para financiar grandes
obras de infraestructura a escala europea; el lanzamiento de eurobonos
(obligaciones suscritas por la UE como tal) con el mismo fin; la institución del
BCE como prestamista de último recurso en el seno de la UE, permitiéndole
concretamente financiar directamente las deudas soberanas, pudiéndose financiar
todo ello, al menos en parte, a cargo de ingresos fiscales suplementarios, sobre
todo gracias a la creación de una tasa sobre las transacciones financieras en la
UE.<BR> <BR>¿Qué acogida recibirán estas propuestas? De entrada hay que
decir que chocan con las profundas convicciones neoliberales que sigue
abanderando la eurocracia, que ejerce su tutela sobre el conjunto de los
Gobiernos europeos, en particular a través de los miembros de aquella que forman
parte de cada uno de estos. Sin embargo, a lo largo de las últimas semanas se
han alzado voces en el interior mismo de la eurocracia que dan a entender que
tal vez las propuestas francesas no sean rechazadas de inmediato ni en su
totalidad. Así, José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, ha
declarado: "Compartimos la convicción de que hay que invertir en el crecimiento
y las grandes redes de infraestructura (.) sin perder el rumbo de la
consolidación presupuestaria y de la reducción de la deuda". Palabras que han
encontrado eco en declaraciones de Guido Westerwelle (del partido liberal
alemán, FDP), ministro germano de Asuntos Exteriores, sobre la necesidad de
completar el TECG con un "pacto por el crecimiento". Luego se ha sumado el coro
Mario Monti: "Es fundamental que Europa adopte urgentemente políticas concretas
a favor del crecimiento".<BR> <BR>Claro que semejantes declaraciones en
boca de eminentes representantes de la eurocracia, todavía inimaginables hace
pocos meses, significan que la situación creada por la victoria de Hollande no
es una mera sacudida pasajera, que por lo menos se ha instalado la duda en torno
a las antiguas certezas neoliberales y que las líneas empiezan a moverse. No
obstante, esas certezas siguen marcando el rumbo que se propone mantener la
eurocracia en su conjunto. Por otro lado, algunas de las declaraciones citadas
son cuando menos confusas. Así, si unos y otros están de acuerdo en la necesidad
de crear las condiciones para un nuevo "crecimiento", lo que entienden por esto
y sobre todo la idea que tienen de tales condiciones puede dar lugar a
interpretaciones radicalmente distintas. Si desde el punto de vista del
presidente francés, de acuerdo con la tradición keynesiana, el relanzamiento
debe efectuarse sobre todo por el lado de la demanda (básicamente de los hogares
y las administraciones públicas), los defensores de la ortodoxia neoliberal, que
siguen teniendo la batuta en el seno de la eurocracia, no lo entienden de esta
manera, sino que piensan en un relanzamiento por el lado de la oferta, para lo
que resulta indispensable la mejora de la rentabilidad de las empresas y la
adopción, en particular, de nuevas medidas de "liberalización del mercado de
trabajo", es decir, una nueva degradación de las condiciones laborales y
salariales.<BR> <BR>Lo más probable, por tanto, es que no se plantee un
pacífico "acuerdo de caballeros" suscrito sobre un tapete verde, sino un pulso a
cara de perro, una prueba de fuerza, sin duda en varios tiempos, cuyo primer
asalto tendrá lugar con motivo de la reunión del Consejo Europeo del 27 al 28 de
junio. Su resultado todavía está en el alero y de hecho dependerá menos de la
voluntad de unos y otros que del efecto que cause en unos y otros la evolución
de la crisis política griega: si finalmente se verifica la hipótesis ya descrita
de una agravación de la misma en caso de que las nuevas elecciones den lugar a
la recusación de los compromisos financieros y la salida del euro, la crisis
financiera y bancaria subsiguiente en la UE, situada entonces más que nunca al
borde del abismo como estructura institucional, y la perspectiva de sus
consecuencias desastrosas para la "economía real", los partidarios del
neokeynesianismo verían sin duda reforzada su postura.<BR> <BR>Pero por
encima de todo, si el pueblo griego logra de este modo, en las próximas semanas,
que la eurocracia se dé contra el muro y se vea obligada a renegar de su fe
neoliberal, esta sería una manera de recordar que todo depende, en última
instancia, de la amplitud, la intensidad y la perseverancia de la movilización
popular contra las políticas de austeridad. Porque está claro que es esta
movilización la que a golpe de debates públicos, difusión de panfletos,
organización de bloqueos de vías de comunicación, de reuniones, manifestaciones,
huelgas generales o parciales, ocupaciones de centros de trabajo, etc. habrá
tumbado en este caso a los anteriores Gobiernos griegos, reducidos al rango de
lacayos de la eurocracia y de la "troika" (FMI, Comisión Europea y BCE), y
elegido al Parlamento griego a una mayoría inflexible ante las injerencias de
estas últimas. El "milagro griego" podría entonces servir nuevamente de ejemplo
al resto de Europa e incitar a otros pueblos a seguir la misma vía, para abrir
nuevas perspectivas, que ya no se verían constreñidas por el marco del tímido
neokeynesianismo anteriormente
descrito.<BR> <BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>1) Véase la versión en
castellano del tratado en: <A
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