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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>11 de agosto 2012</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Uruguay</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>La banda presidencial para Mujica y un
Volvo para Tabaré Vázquez...</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>El Carrasco
feudal</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT
size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>"Unas palabras
tan bruscas que te duelen y te llegan al
alma"</FONT></STRONG> </FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=2 face=Arial>Mariana
Contreras</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=2 face=Arial>Brecha, Montevideo,
10-8-2012</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
title="http://www.brecha.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.brecha.com.uy/"><STRONG
title="http://www.brecha.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo">http://www.brecha.com.uy/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><BR></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>Fue necesaria una orden de
allanamiento para que los inspectores del Ministerio de Trabajo pudieran entrar
a la mansión de Carrasco donde trabajaban de manera ilegal varias ciudadanas
bolivianas. Era la punta de una madeja que prosiguió con una denuncia en un
juzgado del crimen organizado. Brecha conversó con varias de las trabajadoras
que llegaron para cumplir tareas en la casa de Nathalie Manhard y en la de su
padre, Enrique Manhard, miembros de una de las familias más adineradas del país.
Las trabajadoras relataron cómo son captadas en su país, las condiciones a que
son sometidas en Uruguay y lo difícil de escapar cuando el mundo es tan ajeno.
En el Uruguay de 2012, una historia de gente que se piensa con derecho a ser
dueña de otra gente. Por suerte el Estado esta vez parece estar dando todas las
garantías necesarias. </FONT></DIV><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR>Se las había arreglado sola, siempre. Incluso cuando se
fue a Buenos Aires, y también a San Pablo, a trabajar en talleres de costura, y
dormía y trabajaba y comía y vivía en una pieza. Seguramente en alguna de esas
maquilas tan infames como ilegales, que dos por tres son noticia en la tevé
cuando se incendian, o cuando se descubre que allí trabajan cientos de migrantes
irregulares por salarios miserables.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero esa mañana, cuando su sobrina la invitó a probar
suerte en la agencia de colocación de personal llamada Verónica, Laura -así le
diremos a los efectos de esta nota- aceptó. Hacía poco sus antiguos empleadores
se habían mudado de La Paz a Santa Cruz y ella no los siguió porque sus hijos
van al colegio en la capital boliviana. Así que decidió probar suerte. Apenas
llegó, "Vero" le preguntó si quería trabajar en Uruguay. Se extrañó, pensando
que le hablaban de la avenida paceña, famosa por ser lugar de venta de pescado;
pero no. "De Argentina, más allá", le aclaró la dueña. "Anímate. Es una señora
muy rica, paga muy bien, trata muy bien a las muchachas." Preguntó cuánto era el
salario y Vero aseguró: "Quinientos dólares para empezar. El segundo mes te va a
aumentar 100 y vas a ganar 600 dólares". Mientras ella sacaba cuentas y dudaba,
Vero marcó un celular y lo dejó sonar un par de veces antes de cortar. Miles de
quilómetros al sur, Nathalie Manhard Sasson entendió el mensaje y con presteza
devolvió la llamada. Instantes más tarde boliviana y uruguaya mantenían el
diálogo:<BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>-El trato es que te voy a pagar 500
dólares. Pago muy bien. Tengo otras muchachas bolivianas ¿sabés limpiar?
<BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>-Sí, tengo certificados de trabajo.
<BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>-¿Estarías dispuesta a venir?
<BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>-No sé, es que tengo niños.
<BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>-¿Tenés a quién dejárselos?
<BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>-Con su papá o mi hermana.
<BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>Durante la conversación, "Vero me
dice: '¿Para qué le dices que tienes hijos? No tengo hijos, debes decir'. Y me
dice la señora: 'No hagas caso a lo que dice Vero, hacé caso a lo que yo te
pregunto y contestame'. Y yo le contestaba todo: sabía limpiar, sabía de
costura, porque en Buenos Aires y San Pablo he trabajado en talleres de costura.
Me pidió mi teléfono pero le di el de mi hermano, porque no estaba decidida a
trabajar. Vero me decía: 'Anímate, anda. Es una señora millonaria, que bien
paga. No es cualquier señora, una cónsul, me dicen que es. Dicen que es bien
grande, bien linda, la casa. Las otras muchachas que trabajan me dicen que es
bien buena. ¿Quieres hablar con las otras?'. Hablando no voy a ganar nada. El
lunes vengo si no encuentro trabajo". Y se fue.<BR>Después, todo sucedió muy
rápido. Cuando llegó a su casa, Manhard ya se había comunicado nuevamente. Horas
más tarde volvió a llamarla y prometió: "Si te quedas un año no te voy a
descontar el pasaje. Te voy a dar un celular, te voy a dar un chip".
<BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>"Yo debía al banco -cuenta ahora la
trabajadora a Brecha-, y mi hermano y mi cuñada me decían que así pagaría más
rápido. No es que 500 dólares fuera mucha plata. Son 3 mil bolivianos porque el
dólar allí está muy bajito, pero me venían como anillo al dedo, como dicen. Que
yo esté aquí, no gaste en mis pasajes. podía mandar un monto para mis hijos y
otro para el banco". Cuando el domingo a la mañana Manhard insistió con un nuevo
llamado y aseguró que había girado dinero a Vero para el pasaje, Laura decidió
aceptar. </FONT></DIV><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR>El martes al mediodía tomó el bus que la separaría de la
cordillera de los Andes para, tres días después, dejarla con el mar a sus pies
en Montevideo. Tomó el taxi negro y amarillo tal como "la señora" le había
indicado y minutos más tarde arribó a la mansión ubicada en Américo Ilaria,
entre Viña del Mar y Copacabana. Los 400 pesos del taxi los pagó la cocinera.
Dejó sus cosas en la habitación, se dio un baño, e instantes después comenzó su
trabajo. Enseguida su identidad comenzó a desdibujarse. A partir de ese momento
era "la de la planta baja", como se llama en aquella casa a la encargada de la
limpieza de ese sector. No imaginaba todo lo que viviría en los próximos meses.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la residencia de Carrasco trabajan cuatro personas,
siempre de origen boliviano (una "planta alta", una "planta baja", una niñera y
una cocinera). La paciente reconstrucción que hizo el colectivo feminista
Cotidiano Mujer -institución a la que se acercaron varias mujeres en busca de
ayuda- permite saber hoy que al menos 12 ciudadanas de aquel país pasaron por la
casa en el último año. Todas llegaron a través de la agencia Verónica,
solicitadas por Nathalie Manhard. Viajaron por tierra, sin contrato,
permanecieron de forma irregular en el país. Recibían 500 dólares de salario,
trabajando prácticamente el doble de horas de lo estipulado por ley y con un
descanso de cuatro horas semanales, nunca en fin de semana (véase recuadro).
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Brecha está en condiciones de informar que Manhard
también contactaba a la agencia boliviana en procura de personal doméstico para
sus amigas y para sus padres (Enrique Manhard y Vivianne Sasson). Al menos en la
casa de sus padres, las trabajadoras recibían un trato similar. Según el
testimonio de una ex trabajadora de esa casa, el vínculo laboral en ese lugar
también era a través de Nathalie. Era ella quien decidía todo lo referente al
trabajo. Relatan también que, mientras su madre solía mantener un trato amable,
Enrique, el padre, era parecido a su hija en la forma de dirigirse a las
trabajadoras. <BR>Otra de las constataciones es que cuando el vínculo laboral
finalizaba (sea porque no aguantaban el nivel de estrés o porque Manhard decidía
que no trabajaran más) eran "despachadas" (tal</DIV>
<DIV align=justify> es el término que utilizan) a Bolivia, incluso contra
su propia voluntad. A partir de que algunas lograron permanecer en el país es
que se conoció la historia.<BR><BR><STRONG>La señora Tiqui Tiqui</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>"Tiqui tiqui. Acá se viene a trabajar", cuentan que decía
Nathalie Manhard a sus empleadas, mientras movía ágilmente los dedos en señal de
caminata. "Hasta ahora tengo en mi mente esa palabra", comenta una de ellas
mientras repasa algunos de los hechos que muestran, además de las
irregularidades y el incumplimiento de las leyes, un fuerte componente de
racismo y clasismo por parte de la empleadora.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"Nos teníamos que parar a las 6 de la mañana y el
desayuno debía estar servido a las 7 en punto. 'La comida de la casa', decían
ellos, porque tienen la cocina principal y la cocina del servicio. Y la comida
del personal es muy distinta a lo que ellos comen. Nos compraba carne picada
común, un quilo, que tenía que durar un mes. Lo que más comíamos era polenta con
pulpa de tomate o fideos hervidos con pulpa de tomate o con atún. El jardinero
no estaba autorizado a comer, pero la cocinera decía 'yo tengo hijos, sobrinos',
y tratábamos de cocinar algo más y le dábamos. Nuestro plato de lujo era arroz
con huevo, o con pancho. Muy rara vez podíamos comer lenteja. No podíamos comer
tomate, salvo que estuviera a precio bajo. No podíamos comer lechuga porque es
carísima. Pero había rúcula en su huerto y podíamos comerla. El desayuno era con
un paquetito de Nescafé. No podíamos tomar leche, Si era temporada de manzana
compraba una bolsa para nosotras. O de naranja. Pero otra fruta no se podía
comer. Ni banana ni otras cosas más. Ella decía que en todo Uruguay el trato era
así. Que teníamos que comer así." Un día, enterada de que una trabajadora decía
que ya no quería comer, Manhard les dijo: "Si nadie quiere comer lo que les doy
aquí, pueden salir, comprarse con su plata. Hay Mc Donald's; pueden ir a comer
ahí, puede ir a comer al restorán, si tienen plata". A la mala alimentación se
le sumaban las extenuantes jornadas de trabajo: un promedio de 14 horas de lunes
a lunes, con media hora para comer, y una hora de descanso que difícilmente
podía cumplirse porque siempre había tareas para hacer. "No tenía ese tiempo",
dice una trabajadora. Después de la limpieza de las habitaciones, había que
ayudar en la cocina, y además "tenía que planchar. Planta alta lavaba y planta
baja planchaba. Decía en la carpeta (un "manual de instrucciones" que se les
entregaba a su llegada) que planta baja se hace cargo de coser, limpiar los
championes a diario, bajar y subir las cosas. La misma señora nos hacía pelear.
Demasiado estrés, era". Por ejemplo, dice el manual que la persona encargada de
la planta baja debe, según el día de la semana, limpiar el hall de entrada y el
baño de visitas, el breakfast, el comedor, el living, el lavadero, el depósito
de deportes, el dormitorio y el baño de huéspedes, el depósito frente al
dormitorio de servicio, el baño y el hall del escritorio, el estar, el billar,
el playroom y su baño, la barbacoa, con su baño y cocina incluidos. Entre sus
tareas también está tender y servir la mesa durante la comida, lavar a máquina y
a mano, colgar y secar la ropa, limpiar y lustrar zapatos, guardar la ropa y el
calzado. Asimismo debe ayudar a la cocinera (salvo los días que está cubriendo a
la niñera) en el mantenimiento de la cocina principal ("siempre impecablemente
limpia, horno, anafe, micro, heladeras, filtros, muebles, pisos"). </DIV>
<DIV align=justify><BR>Al principio pensaba que el trabajo en Uruguay "debe ser
así". Pero un día la cocinera, que llevaba más tiempo en la casa, dijo que así
no era. Eso le había comentado una profesora uruguaya que durante un tiempo
frecuentó la casa. Le habló de las leyes, del descanso, de la limitación de la
jornada y los beneficios que les correspondían y de los cuales no tenían
noticias. Las trabajadoras no tenían a quién preguntar. No conocían a nadie en
el país, no sabían a quién recurrir. Es que el trabajo migrante, cuando además
es irregular, atrapa y congela. Sólo tenían cuatro horas semanales libres. Eso
impedía su movilidad a lugares alejados de la residencia de Carrasco, a lo que
se le suma el temor (el autoimpuesto y el propiciado) de ser "atrapadas" en
tanto que, luego de los primeros tres meses, su permanencia en el país era
irregular. "Si saben que están irregulares las detienen", cuentan que les decía
Manhard, quien hacía rato había perdido las buenas formas que mostraba por
teléfono. La prohibición imperaba también dentro de la residencia: tenían
prohibida la conversación entre ellas a no ser por asuntos estrictamente
laborales. <BR><BR>"Una noche se rompió una carpa que en la mañana se abre y en
la noche, antes de que entre el sol, se recoge. No sabemos qué pasó. Llegó
furiosa y era tan. Me agarró primero a mí, me gritó que era una muerta de
hambre, que ella hacía comer a mis hijos. Que con lo que ganaba ni en 20 años
podía pagarle porque esa carpa costaba más de 20 mil y pico. Luego tomó a la
otra. Pero con unos ojos, tenía un carácter... una voz que te hace temblar. Yo
con sólo mirar a esa señora le tengo miedo. Hasta el día de hoy le tengo miedo,
un miedo grande. Te grita, te da como unas palabras tan bruscas que te duelen y
te llegan al alma."</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Salir de ahí</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT> </DIV>
<DIV align=justify>Los intentos por conocer sus derechos fueron permanentemente
boicoteados. Un día la cocinera decidió que saldría muy temprano y utilizaría
sus horas libres para ir al Ministerio de Trabajo. Salió, volvió sin haber
encontrado la sede, pero con la certeza de que en Uruguay las cosas no eran como
las pintaba Manhard. "Nos iremos", le dijo a Laura. "Una muchacha ya había
escapado de la casa; había sacado su maleta por la ventana y se había escapado.
Estaba antes que yo llegara," contó. Pero el plan en este caso era otro: "Le
diremos que nos vamos a ir, y nos vamos a Punta del Este, que pagan bien", dijo
la cocinera. A los pocos días Manhard le anunció que le adelantaba las
vacaciones porque ella viajaría a Punta del Este, a casa de su madre. La
cocinera propuso ir con ella pero la dueña de casa dijo que su madre tenía su
propio personal, que visitara a sus hijos en Bolivia y que se verían al regreso.
Para ella quedaba claro que estaba siendo "despachada". "Lo mismo sucedió con
otra muchacha que estaba averiguando. Una peruana le había dicho que el trabajo
es bien distinto. Eso fue en la mañana, y en la noche la despachó a Bolivia."
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Era domingo por la tarde cuando la cocinera debió
abandonar la casa. Al poco rato llamó. "Como había estado más de ocho meses no
podía salir sin pagar a Migraciones. Pero como era domingo no podía. La señora
Nathalie le dijo que se volviera." Sin embargo, a la mañana siguiente "la señora
se tomó la 'amabilidad' de llevarla a Migraciones y despacharla en el ómnibus de
Tres Cruces hasta Buenos Aires. Su plan no dio resultado. Esa noche sólo
hablamos ella y yo, luego se fue y perdimos contacto. Pero ahí supimos cómo era.
La muchacha de la planta alta conoció a una peruana y le dijo lo mismo: el
trabajo no es así." Para ese entonces Laura ya había anunciado a Manhard que
quería viajar a Bolivia en verano, cuando se cumpliría más de un año de su
llegada al país. "Ella me decía: '¿Por qué te vas a ir, si tú me agradas? Haces
bien las cosas, la costura, peinas'. Pero yo decía que extrañaba a mis hijos.
Quería salir de esa casa porque era mucho, yo no daba más."</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3
face=Calibri></FONT><BR><STRONG>Desenlace</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>¿Cómo supo la dueña de casa las intenciones de la cocinera?
Según el relato de varias trabajadoras (que no se conocían entre sí hasta su
encuentro en Cotidiano Mujer), en la residencia hay cámaras y micrófonos que
permiten ver y escuchar todo lo que sucede. "(Nathalie) estaba en Punta del Este
y en la computadora veía lo que sucedía en la casa", dijo a Brecha una de las
trabajadoras de la casa de los padres, que en el verano cumplía funciones en su
residencia del balneario. "Una vez vinieron a arreglar una pared y ella llamó
preguntando quién era la persona que estaba en el pasillo." Un relato similar
fue aportado por otra trabajadora, que cumplía funciones en casa de los padres
Mahard: "Una vez me puse muy triste. A veces me digo qué estoy haciendo aquí. En
eso, me llama la señora y pregunta si me pasa algo, no sé cómo supo que estaba
llorando. Le dije que me iba a retirar. Ella quería volverme a Bolivia. Me dijo
que esperara hasta el 2 de agosto", narró a Brecha. La "señora" a la que hace
referencia es Nathalie, puesto que era ella quien gestionaba los temas con el
personal de su madre. Días después las dos trabajadoras bolivianas que cumplían
funciones allí fueron trasladadas sin previo aviso a Migraciones para cambiar la
tarjeta de entrada por una de salida del país. En la noche el chofer las llevó a
Tres Cruces, con el cometido de "despacharlas" a Buenos Aires. "Vino la señora a
pagarnos, con los descuentos. Yo contaba con 400 dólares para llevarlos", al
igual que la otra trabajadora. "Pero viendo la plata ya no llegábamos. Habíamos
venido con poca plata pero ya regresarnos sin nada. No queríamos volver, pero
decía ¿dónde vamos a dormir? Yo estaba llorando (en la terminal) cuando vino una
señora que nos preguntó qué nos pasaba. Nos ha dado la dirección de un refugio
donde fuimos a pasar la noche (la Casa del Inmigrante César Vallejo). Lo
encontramos como a las 12 de la noche. Al día siguiente estábamos en plaza
Independencia y una amiga nos trajo aquí" (se refiere al local de Cotidiano
Mujer).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es en la casa del colectivo feminista donde confluyen las
historias y donde varias de las trabajadoras bolivianas han tenido contacto
entre ellas por primera vez. Laura también llegó a Cotidiano después de
abandonar la casa de los Manhard: "La señora quería que firmara un papel y yo he
firmado. En ese papel me descuenta hasta el último centavo del pasaje que me
había pagado. Pensé que me llevaba como 400 y pico de dólares. Salí con 200
dólares. Mi compañera no quiso firmar, entonces el jardinero le impedía el paso.
Ella quería salir y denunciar porque una peruana ya le había hablado de
Cotidiano. Ella logró salir antes y yo después". Cuando ambas se encontraron "ya
empezaba a asustarme, porque la señora había dicho que nos iban a detener, y
como siempre me dijo que ella tenía mucho poder. el día que me fui dijo: 'Si hoy
día no van a partir a Bolivia yo voy a mover mis contactos y ustedes van a estar
detenidas'". La historia de esta persona, que luego sería víctima de una
privación de libertad, o secuestro, o como jurídicamente pueda llamarse, sería
la que finalmente desencadenaría la denuncia judicial (véase aparte). Pero al
principio: "Me he resignado, lo dejo así y busco otro trabajo. Al fin y al cabo
no le debo nada a esa señora. Me alejé. Me hice a un lado porque me dijo que
tenía tanto poder. El que tiene tanta plata siempre sale ganando. Y soy una
persona así, ¿qué voy a hacer con una persona así?", dice, mientras con sus
dedos dibuja algo pequeño primero y luego algo mucho más grande.
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR><FONT size=3><STRONG>De
tal palo tal astilla</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>En la calle Américo Ilaria, en pleno Carrasco, se levanta la
imponente mansión del matrimonio compuesto por Nathalie Manhard y Javier
Fernández. Ella es empresaria, uno de los pilares del grupo Parisién, que agrupa
las cadenas de tiendas Parisién, Indian Emporium, Indian Oulet y La Casa de las
Telas y que es propiedad de su padre Enrique Manhard. Javier Fernández es
vicecónsul honorario de Malta y dueño de la empresa Frimaral, única en el país
dedicada al diseño y desarrollo de contenedores y módulos tanto para transporte
y depósito de mercadería como para soluciones habitacionales. Su padre, Alberto
Fernández, ostenta el cargo de cónsul honorario del mencionado país, pero es más
conocido como propietario de la empresa pesquera Fripur. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ambas familias son conocidas -y han sido denunciadas- por
violar con insistencia las leyes laborales por las que sus empresas debieran
regirse. El Grupo Parisién ha sido señalado por sus trabajadores por las
paupérrimas condiciones de trabajo. El año pasado sus empleadas todavía peleaban
por la entrada en vigencia de la ley de la silla, que data de 1918 y establece
la obligatoriedad de lugares suficientes en los comercios para que las empleadas
"puedan tomar asiento siempre que sus tareas lo permitan". Los sueldos ínfimos,
el amedrentamiento a quienes se sindicalicen (desde el acoso verbal hasta los
castigos económicos) y las malas condiciones laborales fueron desnudadas por sus
trabajadores en un importante conflicto en 2011. Y aunque Nathalie es hoy un
"pilar", su padre Enrique sigue siendo el dueño y aún está en actividad. En su
casa de Pocitos también son contratadas trabajadoras bolivianas en situación
irregular. Es, además, socio de Punta Carretas Shopping e integrante de su
comité ejecutivo; propietario de las Expoferias Ariel e inversor inmobiliario.
Enrique es miembro de la B´nai B´rith de Uruguay y de la selecta Fundación
Círculo de Montevideo, "una usina de reflexión a propósito de asuntos que
podrían englobarse bajo los títulos de'Estado, mercado y equidad', 'inversión
social', 'sociedad civil y partidos políticos', 'integración y cohesión
social'", donde se codea con personajes como el mexicano archimillonario Carlos
Slim y su amigo de la infancia Julio María Sanguinetti. Fue en la casa de
Manhard en Punta del Este donde Sanguinetti, Batlle y Lacalle disfrutaron de un
almuerzo con Mario Vargas Llosa en su última visita al país. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los Fernández no le van en saga en cuanto a vínculos y
"desprolijidades" empresariales. Alberto Fernández fue quien financió la banda
presidencial que lució José Mujica al asumir como presidente. Tiempo antes le
había prestado su avioneta para que el entonces candidato viajara con Astori a
Brasil, y en 2004 le regaló un Volvo a Tabaré Vázquez. Su empresa ha enfrentado
fuertes denuncias de los trabajadores a causa de la represión sindical.
Intimidaciones, presiones en el trabajo, recortes en las compensaciones
salariales de los trabajadores afiliados al sindicato son algunas de las
denuncias que se repiten a lo largo de los años en esta empresa que, a pesar de
regalonear a los candidatos de izquierda, es conocida como una de las peores en
cuanto a condiciones laborales. </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR><STRONG>Mínimo,
mínimo</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>La jornada laboral en la residencia Fernández Manhard
comienza a las 7 de la mañana y finaliza alrededor de las 11 de la noche, según
los testimonios relatados a Brecha. El descanso son cuatro horas semanales, que
no caen en sábado ni domingo. El sueldo de las empleadas es de 500 dólares (10
mil pesos). No se cobran horas extra, no se paga doble los feriados, ni tampoco
se les da libre, y no cuentan con seguridad social. Si el personal permanece
menos de un año (cosa frecuente dado el trato que reciben) se les descuenta de
sus haberes el costo del pasaje. En la actualidad el sueldo mínimo fijado por el
Estado para las trabajadoras domésticas es de 8.534 pesos por 44 horas semanales
(siete horas diarias) y el descanso es de un día y medio.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>