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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>27 de octubre 2012</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
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<DIV align=justify><BR></FONT><FONT
face=Arial><STRONG>Brasil</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Hechos y mitos
de los gobiernos progresistas</FONT></STRONG><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Plínio de Arruda Sampaio
Júnior *<BR>Correio da Cidadania<BR><A
title="http://www.correiocidadania.com.br CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.correiocidadania.com.br">www.correiocidadania.com.br</A></STRONG><A
title="http://www.correiocidadania.com.br CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.correiocidadania.com.br"><STRONG
title="http://www.correiocidadania.com.br CTRL + clic para seguir el vínculo"></STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Traducción de Ernesto
Herrera</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Correspondencia de
Prensa<BR></STRONG> <BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>La comprensión de la realidad
brasilera, requiere el esfuerzo crítico de contrastar la apariencia de los
fenómenos y la forma como son interpretados por el sentido común con su esencia
más profunda, definida por el sentimiento de transformaciones inscriptas en el
movimiento histórico. Tal contraste revelará el abismo existente entre el mito
de que Brasil vive una fase de desarrollo -liderado por un gobierno de izquierda
que habría creado condiciones para combinar crecimiento, combate a las
desigualdades sociales y soberanía nacional-, y la dramática realidad de
una sociedad impotente para enfrentar las fuerzas externas e internas que la
someten a los terribles efectos del desarrollo desigual y combinado en tiempos
de crisis económica del sistema capitalista mundial.</FONT></DIV><FONT size=2
face=Arial>
<DIV align=justify><BR>La noción de que la economía brasilera vive un momento
impar de su historia se apoya en diversos elementos de la realidad. Al final,
luego de dos décadas de estancamiento, entre 2003 y 2011, la renta per cápita de
los brasileros creció a una tasa media de 2,8% al año. En ese período, el país
manutuvo la inflación bajo control y, salvo la turbulencia del último trimestre
de 2008, en el ápice de la crisis internacional, no sufrió ninguna amenaza de
estrangulamiento cambiario. Desde la segunda mitad de la primera década del
milenio, el volumen de las divisas internacionales supera el stock de deuda
externa con los bancos internacionales, configurando una situación en la cual el
Brasil aparece como acreedor internacional, dando la impresión de que,
finalmente, los problemas crónicos con la cuentas externas habrían sido
superados. La población sintió los efectos de la nueva coyuntura de manera
palpable. Después de décadas demanda deprimida, el aumento de la masa salarial y
el acceso al crédito provocaron una corrida del consumo. El gobierno calcula que
el número de empleos generados en el período Lula (2003-2010) superó los 14
millones. Asociando grandes negocios, crecimiento económico, aumento del empleo
y modernización de los padrones de consumo a la noción de desarrollo, la nueva
coyuntura es presentada como demostración inequívoca de que Brasil habría,
finalmente, creado las condiciones para un desarrollo capitalista
autosustentable. </DIV>
<DIV align=justify><BR>También la idea de que el crecimiento económico habría
mejorado la desigualdad social encuentra cierto respaldo en los hechos. Después
de décadas de absoluto inmovilismo, el índice Gini, que mide el grado de
concentración personal de renta, disminuyó un poco en el gobierno Lula; y la
distancia entre la renta media del 10% más pobre y la del 10% más rico del país
fue reducida, de 57 veces en 2002 a 39 veces en 2010. Las autoridades se
vanaglorian de que, en ese período, más de 20 millones de brasileros habrán
dejado la pobreza. Tales hechos llevaron a la presidenta Dilma a pavonear que
Brasil se había transformado en un país de "clase media". Además de la
consecuencia directa de la retomada del crecimiento, la mejoría en los
indicadores sociales es asociada: a la política de recuperación en 60% en el
valor del salario mínimo entre 2003-2010 -tendencia que ya había comenzado en el
gobierno conservador de Fernando Henrique Cardoso-; a la ampliación de la
cobertura de previsión social para los trabajadores rurales -conquista de la
Constitución de 1988; y a la política social del gobierno federal, especialmente
la Bolsa Familia, programa de transferencia de renta hacia la población más
pobre que, en 2010 atendía a cerca de 13 millones de familias. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Finalmente, el sentimiento relativamente generalizado, en
Brasil y en el exterior, de que el país habría adquirido mayor relevancia en el
escenario internacional también se apoya en hechos concretos, tales como: el
fracaso del ALCA (en parte debido a la resistencia del gobierno brasilero); el
peso de Brasil en el Mercosur; el papel moderador del país en las escaramuzas de
América del Sur; a la participación del país en el restringido grupo del G-20,
que reúne a las principales economías del mundo; a la formación del foro que
reúne a los llamados BRICs -Brasil, Rusia, India y China- , que congrega a las
mayores economías emergentes, como supuesto contrapunto al G-5 -el foro de las
potencias imperialistas. La elección de Brasil para sede de dos grandes
mega-eventos -la Copa del Mundo de 2014 y las Olimpíadas de 2016- sería la
prueba material del gran prestigio de Brasil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por más convincentes que los hechos enunciados parezcan,
el método de resaltar los aspectos positivos y esconder los negativos ofrece una
visión parcial y distorsionada de la realidad. Marcando arbitrariamente los
elementos puestos en evidencia y ocultando los que no conviene colocar a la luz,
la apología del orden distorsiona la comprensión del verdadero significado del
patrón de acumulación que impulsa la economía brasilera, suprimiendo las
contradicciones que germinan en sus entrañas. El mito de que Brasil estaría
viviendo una fase que abriría la posibilidad de superación de la pobreza y la
dependencia externa, simplemente ignora la fragilidad de las bases que sustentan
el ciclo expansivo de los últimos años y su efecto perverso de reforzar la doble
articulación responsable por el carácter salvaje del capitalismo brasilero: el
control del capital internacional sobre la economía nacional y la segregación
social como base de la sociedad brasilera. Algunos hechos son suficientes para
dejar patente la verdadera naturaleza del modelo económico brasilero.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>El crecimiento de la economía brasilera entre 2003 y 2011
no tuvo nada de excepcional -apenas 3,6% al año-, muy por debajo de lo que sería
necesario para absorber el aumento vegetativo de la fuerza de trabajo -estimado
en cerca de 5% al año-, y apenas por encima del crecimiento medio de la
economía latinoamericana. La expansión fue determinada por la configuración de
una coyuntura internacional sui generis, que permitió a Brasil "surfear" en la
burbuja especulativa generada por la política de administración de la crisis de
los gobiernos de las economías centrales. De hecho, el crecimiento fue empujado
por el aumento de las exportaciones, impulsado por la elevación de los precios
de los commodities, y por la relativa recuperación del mercado interno, lo que
sólo fue posible porque la abundancia de liquidez internacional creó la
posibilidad de una política económica un poco menos restrictiva. En tanto, la
coyuntura más favorable no fue aprovechada para una recuperación de las
inversiones -en con base del crecimiento endógeno. En ese período, la media de
la tasa de inversión quedó abajo del 17% del PIB -apenas por encima de la
verificada en los ocho años del gobierno anterior y muy por abajo del nivel
histórico de la economía brasilera entre 1970 7 1990. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La nueva rodada de modernización de los padrones de
consumo solamente alcanzó a una reducida parcela de la población y, mismo así,
en su mayoría, con productos superfluos de bajísima calidad. No podría ser
diferente, pues, así como una persona pobre no dispone de condiciones materiales
para reproducir el gasto de una persona rica, la diferencia de por lo menos
cinco veces en la renta per capita brasilera en relación a la renta per capita
de las economías centrales no permite que el estilo de vida de las sociedades
afluentes sea generalizado para el conjunto de la población. Para las camadas
populares incorporadas al mercado consumidor el costo fue altísimo y será pagado
con grandes sacrificios en algún momento futuro. No es necesario ser un genio en
matemática financiera para percibir que la carrera de las familias pobres a las
compras no es sustentable. El cobro de tasas de interés reales verdaderamente
escandalosas, en total asimetría con la evolución de los salarios reales,
implica una verdadera servidumbre por deuda, caracterizada por el creciente peso
de los intereses y amortizaciones en la renta familiar. El aumento artificial de
la propensión a consumir de las familias es un problema macroeconómico grave.
Cuando la "burbuja especulativa" estalle, no apenas las presiones tienden a ser
potencializadas, sino que el creciente endeudamiento de las familias pobres se
convierte en una grave crisis bancaria. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La subordinación del padrón de acumulación a la lógica de
los negocios del capital internacional ha provocado un proceso de
especialización regresiva de la economía brasilera en la división internacional
del trabajo. La revitalización del agro-negocio como fuerza motriz del padrón de
acumulación refuerza el papel estratégico del latifundio. La importancia
creciente del extractivismo mineral, potencializada por el descubrimiento de
petróleo en la capa pre-sal, intensifica la explotación predatoria de las
ventajas competitivas naturales del territorio brasilero. Por fin, la falta de
competitividad dinámica (basada en innovaciones) para enfrentar las economías
desarrolladas así como la insuficiente competitividad espúrea (basada en el
salario bajo) para hacer frente a las economía asiáticas, llevan a un proceso
irreversible de desindustrialización. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La regresión en las fuerzas productivas viene acompañada
de la progresiva pérdida de autonomía de los centros internos de decisión sobre
el proceso de acumulación. La exposición de Brasil a las operaciones
especulativas del capital internacional es aumentando, de manera aterradora, su
vulnerabilidad externa. La trayectoria explosiva del pasivo externo, compuesto
por deuda externa con bancos internacionales y por el stock de inversiones
extranjeras en Brasil, evidencia la absoluta falta de sustentabilidad de un
padrón de financiamiento de la balanza de pagos que, para no entrar en colapso,
depende de la creciente entrada de capital internacional. La magnitud del
problema puede ser aquilatada por la dimensión del pasivo externo financiero
líquido -que contempla apenas recursos de extranjeros de altísima liquidez
prontos para dejar el país, ya descontadas las reservas cambiarias-, de US$ 542
billones a finales de 2011. Ante eso, está siempre la inaceptable amenaza de
que, cuando el sentido del flujo de capitales externos se haya invertido, todo
lo que hoy parece sólido, mañana se desvanece en el aire, haciendo que, de una
hora a otra, los empleos generados desaparecen, el número de pobres vuelve a
crecer y el país vuelva a adoptar draconianos programas de ajuste estructural
impuestos por los organismos financieros internacionales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El sustrato del modelo económico brasilero reposa, en
última instancia, en la creciente explotación del trabajo -la verdadera gallina
de los huevos de oro del capitalismo brasilero. La fenomenal brecha entre las
ganancias de productividad del trabajo y la evolución de los salarios pone en
evidencia que, incluso en una coyuntura relativamente favorable, el progreso no
benefició a los trabajadores. No es tonta, la propaganda oficial omite el hecho
de que, al final del gobierno Lula, el salario medio de los ocupados permanecía
prácticamente estancado en el nivel de 1995. La perversidad del padrón de
acumulación en curso queda patente cuando se toma en consideración la distancia
de casi cuatro veces entre el salario mínimo efectivamente pagado a los
trabajadores y el salario mínimo estipulado por la Constitución brasilera
calculado por el Dieese (Departamento Intersindical de Estatística e Estudos
Socioeconômicos).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Puesto en perspectiva histórica, los gobiernos
progresistas profundizaron el proceso de flexibilización y precarización de las
relaciones de trabajo. En los años de Lula, la jornada media del trabajador
brasilero fue de 44 horas, elevándose una hora en relación a la media de los
ocho años anteriores. La situación más favorable de la economía tampoco impidió
que la rotatividad del trabajo continuase en elevación, ni significó una
reversión de la informalidad en que se encuentra la mitad de los ocupados. El
aumento del empleo también vino acompañado de una profundización del proceso de
deterioro de la calidad de los vínculos contractuales de los trabajadores con
las empresas, con la diseminación de formas espúreas de subcontratación. Se
calcula que un 1/3 de los empleos generados en el período fueron para
trabajadores tercerizados, hoy, más de 10 millones de puestos de trabajo, esto
es, casi 1/5 del total de empleados. Finalmente, cabe resaltar la complacencia
en relación al trabajo infantil. Al final de la primera década del siglo XXI,
este trabajo continuó afectando cerca de 1,4 millón de niños brasileros
-contingente equivalente a la población total de Trinidad Tobago. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La visión apologética de que los gobiernos de Lula y
Dilma están empeñados en el combate a las desigualdades sociales, no toma en
cuenta la relación de causalidad -hace décadas develada por el pensamiento
crítico latinoamericano- entre: mimetismo de los padrones de consumo de las
economías centrales, desempleo estructural y tendencia a la concentración de la
renta -fenómenos típicos del capitalismo dependiente. En realidad, las
tendencias estructurales responsables por la perpetuación de la pobreza y de la
desigualdad social no fueron alteradas. Incluso con la expresiva ampliación de
los empleos, aproximadamente 40% de la fuerza de trabajo brasilera todavía
permanece desempleada o subempleada, esto es, sin renta de trabajo o con trabajo
que remunera menos de un salario mínimo. En esas condiciones, no sorprende que
la concentración funcional de la renta, que mide la división de la renta entre
salario y lucro, haya permanecido prácticamente inalterada durante el gobierno
Lula en uno de los peores niveles del mundo. La pequeña mejoría en la
distribución personal de la renta (que mide la repartición de la masa salarial),
apuntada como prueba cabal del proceso de "inclusión" social, en realidad apenas
registra una ligera disminución en el grado de concentración de los salarios,
reduciendo la distancia entre la renta de la mano de obra calificada y de la no
calificada. La persistencia de stock de pobres del orden de 30 millones de
brasileros -contingente superior a la población de Perú y cuatro veces más que
los habitantes de El Salvador- revela el total disparate de imaginar a Brasil un
país de "clase media", todavía más cuando se tiene en consideración que el fin
del ciclo expansivo hará que la "clase media" recorra el camino de vuelta hacia
la pobreza. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La noción de que los gobiernos progresistas representan
un cambio cualitativo en las políticas sociales no sintoniza con las prioridades
manifestadas en la composición de los gastos públicos. Convertidos a la
filosofía de la política compensatoria del Banco mundial, Lula y Dilma pasaron a
actuar sobre los efectos de los problemas sociales y no sobre las causas,
contentándose en aliviar el sufrimiento del pueblo, dentro de las limitadísimas
posibilidades presupuestarias de una política macroeconómica pautada por la
obsesión en preservar el ajuste fiscal permanente. La evolución en la
composición del gasto social del gobierno federal entre 1995 y 2010 comprueba
que no hubo cambios relevantes en la política social de Lula en relación a su
antecesor. En los principales rubros de gastos, como por ejemplo salud,
educación, la participación relativa de los gastos sociales del gobierno federal
en el PIB permaneció prácticamente inalterada. Existen dos excepciones. La
primera respecto a los gastos de Previsión Social, cuyo aumento, como ya
mencionamos, debe ser atribuido básicamente a los efectos de la Constitución de
1988. La segunda se refiere a los programas asistenciales que recibieron un
aumento de recursos del orden de 1% del PIB, más del doble de la proporción
destinada por el gobierno anterior. Mismo así, es un volumen insignificante
cuando se lo compara con los recursos transferidos a los acreedores de la deuda
pública -menos de 1/3 del superávit primario y menos de 1/6 del total de gastos
del sector público con el pago de intereses (los cuales, entre 2003 y 2010,
quedaron en torno de 3,4% del PIB al año). En realidad, lo que marca la política
social de la era Lula, como la de Fernando Henrique Cardoso y sus antecesores,
es el absoluto inmovilismo para superar la enorme distancia entre los recursos
necesarios para suplir las carencias de las políticas sociales y la
disponibilidad efectiva de los recursos para financiarlos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Incluso la política externa, presentada por algunos como
el frente más osado de la administración petista, disimula mal el sometimiento a
los cánones del orden global y a las exigencias del imperio norteamericano. En
la búsqueda desesperada por nuevos mercados y por capitales extranjeros, la
Presidencia de la República fue instrumentalizada para vender al Brasil como se
fuese commodities por el mundo. También fue hartamente utilizada, principalmente
en América Latina y África, como representante especial de grandes grupos
empresariales, básicamente constructoras y bancos, en busca de nuevos mercados
en las franjas periféricas del sistema capitalista mundial. El discreto y
vacilante apoyo a Chávez, la mayor aproximación con Cuba, los flirteos con el
mundo árabe y la búsqueda de una relación económica con India, Rusia y China,
responden a los intereses comerciales concretos y no deben generar ningún tipo
de ilusión en relación a la articulación de alternativas que signifiquen un
desafío al orden global. En los foros internacionales, Lula y Dilma se
transformaron en verdaderos paladines del liberalismo. Sus intervención se
restringen a reclamar coherencia neoliberal de los gobiernos de los países ricos
-felizmente, sin ninguna consecuencia práctica. Entre bastidores, la diplomacia
brasilera renuncia a los principios a cambio de un eventual asiento en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El caso más vergonzoso fue el envío
de tropas a Haití para cumplir el patético papel de gendarme del
intervencionismo norteamericano, protegiendo a un gobierno ilegítimo, corrupto y
violento. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hasta en el plano ideológico los gobiernos de Lula y
Dilma permanecieron perfectamente encuadrados en el ideario del neoliberalismo.
La agenda neoliberal ganó nueva credibilidad en el discurso y en la práctica de
los dirigentes que tenían un pasado vinculado a las luchas sociales, reforzando
todavía más los valores y el padrón de sociabilidad neoliberal. Al tomar como un
hecho consumado las exigencias del orden, los líderes políticos que deberían
iniciar un proceso de transformación social acabaron colaborando en el
reforzamiento de la alienación del pueblo en relación a la naturaleza de sus
problemas -la dependencia externa y la desigualdad social-, así como las reales
alternativas para su solución -la lucha por la transformación social. No puede
extrañar el reflujo del movimiento de masas y el proceso de desorganización y
fragmentación que golpeó, sin excepción, a todas las organizaciones populares.
</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR>Vistas en perspectiva
histórica, las semejanzas entres los gobiernos progresistas y los conservadores
son mucho mayores de que las diferencias. Dilma, Lula, Fernando Henrique
Cardoso, Itamar Franco y Collor de Mello, hacen parte de la misma familia -el
neoliberalismo-, cada uno es responsable por un determinado momento de ajuste en
Brasil a los imperativos del orden global. En una sociedad sujeta a un proceso
de reversión neocolonial, la distancia entre la izquierda y la derecha del orden
es pequeña, porque el radio de maniobra de la burguesía es mínimo. El grado de
libertad se reduce, básicamente, a las siguientes opciones: mayor o menor
crecimiento, en un padrón de acumulación que no da margen para la expansión
sustentable del mercado interno; mayor o menor concentración de la renta, dentro
de los límites de una sociedad marcada por la segregación social; mayor o menor
participación del Estado en la economía, dentro de un esquema que impide
cualquier posibilidad de políticas públicas universales; mayor o menor
dependencia externa, dentro de un tipo de inserción en la economía mundial que
coloca al país a remolque del capital internacional; y, como consecuencia, mayor
o menor represión a las luchas sociales, dentro de un régimen de "democracia
restringida", bajo control absoluto de una plutocracia que no tolera la
emergencia del pueblo como sujeto histórico -sea por el recurso del
aplastamiento, que caracteriza a los gobiernos a la derecha del orden; sea por
el recurso de la cooptación, como hacen los gobiernos que se posicionan a la
izquierda del orden. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En suma, la modesta prosperidad material de los últimos
años, que llevó a una parcela de la población brasilera a tener acceso a bienes
de consumo conspicuo de última generación, es efímera y nociva. La euforia que
alimenta la ilusión de un neo-desarrollismo brasilero es insustentable. Al
socavar las bases materiales, sociales, políticas y culturales del Estado
nacional, "progresistas" y "conservadores" son responsables, cada uno a su
manera, por el proceso de reversión neocolonial que compromete irremediablemente
la capacidad de la sociedad brasilera para enfrentar sus desafíos históricos y
controlar su destino, de modo de definir el ritmo y la intensidad del desarrollo
en función de las necesidades del pueblo y de las posibilidades de su economía.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>* Plínio de Arruda Sampaio Júnior es profesor del
Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas - IE/UNICAMP y
miembro del consejo editorial de Correio da Cidadania.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>