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<DIV align=center><FONT size=4><STRONG><U>boletín solidario de
información</U><BR></STRONG><STRONG><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia
de Prensa<BR></FONT><U>2 de diciembre 2012</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda
Radical</FONT></STRONG><BR><STRONG>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Argentina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Hacia la construcción de nuevas
herramientas políticas de la izquierda</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Aldo Andrés Casas *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=2 face=Arial>Cultura Compañera</FONT></STRONG></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Buenos Aires, 1-12-2012</STRONG></DIV><FONT
size=3 face=Calibri></FONT><FONT size=3 face=Calibri></FONT><FONT size=3
face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Noviembre quedó marcado por expresiones de disconformidad y
protesta contra el Gobierno que, más allá de distintos componentes sociales y
ambigüedades políticas, revelan un profundo malestar social. El telón de fondo
es una crisis política (ruptura con Moyano y guerra sucesoria en el peronismo),
a la que se suma el impacto de la crisis económica internacional, la doble
asfixia de la deuda externa y del endeudamiento público y los acumulativos
desastres en el área energética, en el sistema de transporte, en la salud, la
educación, etcétera, que se agrava con el des-gobierno de Provincias y Ciudad
autónoma. La Presidenta no se cansa de hacer declaraciones anti-piqueteras y
anti-sindicales y pro-patronales, estrecha relaciones con la UIA (Unión
Industrial Argentina), los grandes sojeros, la minería a cielo abierto, Soros...
¡Y encara con Macri un descomunal negociado inmobiliario! Pero hace todo esto
sin dejar de proclamarse adalid de la soberanía nacional contra los "fondos
buitres" y llamando a la guerra contra el Grupo Clarín y el destartalado bloque
derechista que lo acompaña. Destaco esto, porque lo notable es que el
kirchnerismo mantenga la capacidad de presentar la pelea con la oposición
burguesa que se coloca a su derecha, en términos tales que impiden o dificultan
la irrupción de un genuino proyecto popular y anticapitalista. Éste es el
contexto en que nos reunimos para discutir y aportar a la construcción de nuevas
herramientas políticas de izquierda, al que aportaré 8 puntos. Y provecho para
aclarar que lo hago sin mas representatividad que la de ser un simple militante
del Frente Popular Darío Santillán. </DIV>
<DIV align=justify><BR>1) Contra la épica que inventa el kirchnerismo, quiero
recordar que Nestor y Cristina construyeron su liderazgo desde la Presidencia,
mediante la acumulación y uso discrecional de poder manejando los fondos
públicos y el aparato estatal. Con estos recursos se recluta y disciplina a la
"propia tropa" y también se "descabezó" y/o dividió a las organizaciones
populares. Con poder, dinero y audacia rayana en el aventurerismo, hicieron y
deshicieron las alianzas más inverosímiles y contradictorias, según
conveniencias del momento. En lo ideológico, el núcleo duro del Kirchnerismo es
la reivindicación del "capitalismo serio", la conciliación de clases y la
exaltación del Estado como expresión y garante del "interés general", envuelto
en un discurso neo-populista en el cual las referencias a "la generación de los
70" fueron amputadas de toda connotación revolucionaria o socialista. Hasta
aquí, nada original y mucho menos "épico". Pero el kirchnerismo sí aportó una
novedad y fue política: advirtió la gravedad de la crisis orgánica del
2001-2002, con un sistema de partidos hecho trizas y el espacio público ocupado
por masas movilizadas y respondió ofreciendo al bloque dominante otro esquema de
gobernabilidad que a la opinión pública fue presentado con fanfarria de
"Refundación Nacional". Nestor Kirchner llegó a Presidente de la mano de Duhalde
y de Lavagna, pero se diferenció de las fracciones de la burguesía local que
eran partidarias de mantener un neoliberalismo "de choque" al estilo de Chile o
Colombia. Hizo política reclamando apoyo para "renegociar" el pago de la deuda
externa con una fuerte quita, asumió postergadas banderas de la lucha por los
derechos humanos y retomó los juicios a los genocidas. Pactó con la burocracia
recuperación salarial a cambio de precarización, hubo medidas paliativas
dirigidas a los sectores más sumergidos y prometió no reprimir la protesta
social. Pero la gran jugada política del kirchnerismo fue presentarse como
portador de un nuevo proyecto "nacional y popular" de país, un "modelo"
orientado al desarrollo del mercado interno, la burguesía nacional y la
"inclusión social" en un contexto de integración continental que permitía
decirle No al ALCA de los yanquis. </DIV>
<DIV align=justify><BR>2) Sobre el contenido real del "modelo", sabemos que es
engañoso y auto-contradictorio. Los cambios en el rol del Estado, el proyecto
neodesarrollista y los funcionarios "heterodoxos" apuntaron siempre a ese
quimérico capitalismo normal o serio, a sabiendas de que lo hacían sobre las
bases estructurales y relaciones de fuerza amasadas en el largo ciclo
neoliberal. Y lo "normal" resulta ser que el gran capital transnacional y
financierizado mantiene y profundiza un patrón de valorización y acumulación
basado en bajos salarios relativos, desposesión y depredación de los bienes
comunes, maximización de las exportaciones, primarización productiva. O sea:
agudiza la inserción dependiente del país en el mercado mundial. Durante una
década eso quedó disimulado porque aprovechando una fase excepcionalmente
favorable por los precios de las exportaciones, el gran capital asentado en el
país ganó como nunca, los sectores populares recuperaron gran parte de lo
perdido durante el super-ajuste que implicó la salida de la convertibilidad. Y
se mantuvo relativamente contenida la conflictividad. hasta ahora, cuando
Cristina intenta pero no logra conjurar la crisis con medidas de "ajuste".
Parecería que "el modelo" comienza a tropezar con sus propios límites. Se impone
entonces intervenir avanzando un proyecto político integral con proyección
anticapitalista, antipatriarcal y socialista, un proyecto de cambio con
horizonte socialista y propuestas concretas de transición. Pero para intentarlo,
conviene reconocer que el panorama político del país fue profundamente
transformado por el kirchnerismo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>3) La rebelión popular logró que las expresiones
políticas del neoliberalismo y la influencia directa de los yanquis quedaran
jaqueadas tanto en nuestro país como a escala regional, pero los proyectos
neodesarrollistas vinieron a neutralizar y fragmentar buena parte de la
militancia popular, debilitando la perspectiva anticapitalista. Parece evidente
que a las izquierdas (en plural) nos resultó más fácil ubicarnos políticamente
en la lucha contra el neoliberalismo de Menem o De La Rúa, que frente al
neodesarrollismo y neopopulismo de los Kirchner. En los 90 era muy difícil
organizar la lucha, pero en cuanto se salía a pelear, los reclamos
reivindicativos más mínimos se convertían en confrontaciones políticas contra
gobiernos manifiestamente entreguistas. Las cosas cambiaron con el kirchnerismo
esa ofensiva política a la que antes me referí. Frente a un pueblo hastiado de
entreguistas, se presentaron como campeones de la soberanía nacional,
embanderados con lo nacional y sentidas gestas populares. Y el gobierno encontró
un "enemigo" funcional a esa imagen cuando, simétricamente, un sector de la
burguesía y gran parte de la vieja "clase política" se puso en la vereda de
enfrente. Allí (en "la Oposición") confluyeron los que rechazaban las
retenciones y cualquier medida redistributiva, los que reclamaban represión a
las movilizaciones populares, los partidarios de archivar los juicios, los
enemigos furibundos del "chavismo", etcétera. En el 2008, la confrontación se
escenificó en "el conflicto con el Campo" y, de allí en adelante, esa
polarización reaparece una y otra vez, con ligeros cambios de personajes en uno
y otro bando, pero siempre en términos que cierran el paso a una propuesta
alternativa de izquierda. De hecho, muchos antiguos izquierdistas (incluyendo
"autonomistas" de pura cepa) se sumaron al gobierno. Otra parte de la vieja
izquierda cree correcto marchar con "la Oposición". La izquierda dogmática
confunde independencia con aislamiento sectario y se entusiasman discutiendo
entre ellos los respectivos catecismos. Y nosotros mismos, lo que ha dado en
llamarse "izquierda independiente", tampoco fuimos hasta ahora capaces de
responder adecuada y efectivamente a la encerrona. Pudimos mantener autonomía
política sin caer en una oposición dogmática ni en brazos de la derecha. Pero no
basta con haber mantenido alguna fuerza en el movimiento social, sindical o
estudiantil, porque de lo que se trata es de formular propuestas superadoras con
incidencia masiva. No debemos aferramos a recetas que fueron relativamente
eficaces en el pasado, cuando estamos enfrentando a un adversario que evidenció
una enorme capacidad para capitalizar en su propio beneficio esfuerzos, luchas y
banderas que no puede luego sostener consecuentemente. Debemos batallar por una
superación del modelo neodesarrollista desde la izquierda en vez de limitarnos a
marcar diferencias con tales o cuales políticas de la derecha patronal
tradicional y del gobierno. Para colocarnos en condiciones de construir y
ofrecer una alternativa social y política, deberemos reforzar y mejorar nuestros
respectivos trabajos de base, superar las tendencias al localismo, el
aislamiento y las presiones corporativistas o economicistas. También debemos
combatir la autocomplacencia sectaria que cultiva la diferenciación y disputa
entre los que somos parecidos, en vez de celebrar la cercanía como posibilidad
de articulación y mayor aproximación. Creo que todas nuestras organizaciones
están haciéndolo o tratando de hacerlo. Pero no alcanza: no podremos desafiar y
superar nuestra relativa insignificancia, sin proyectarnos audazmente en el
plano político, disputando no solo en los espacios ganados por nuestras
agrupaciones territoriales, sindicales y estudiantiles, sino interpelando
abiertamente al pueblo y tratando de articular alianzas de la izquierda
independiente que nos permitan tener presencia en lo electoral. Aportar al
crecimiento e influencia masiva de un proyecto popular, anticapitalista, con
vocación de poder debe ser el centro de nuestras preocupaciones.<BR> <BR>4)
Como hijos o tributarios de la rebelión del 2001, con su masivo y justificado
rechazo a la vieja política, tuvimos una relación ambigua con lo político que es
tiempo ya de clarificar. Se trata ahora de asumir, con todas sus consecuencias,
que la lucha contra las injusticias del capital, los malos gobiernos de turno y
el Estado, es necesariamente también una confrontación política que, para ser
efectiva, debe realizarse con medios políticos y disputando poder. El
orden del capital es indisociable del Estado como estructura política de mando,
que asegura su reproducción y evita que las contradicciones y antagonismos lo
hagan estallar. Pero el Estado no es una cosa ni se reduce a un aparto de
Gobierno. No es un artefacto externo a la sociedad. El Estado es una forma de
relación social o, mejor dicho, un proceso relacional, dinámico, que se teje en
interacciones recíprocas de los seres humanos, que se realiza en el conflicto y
en cuya configuración participan también las clases subalternas. Una forma
anclada, por un lado, en la política entendida como actividad que relaciona a
los hombres en tanto copartícipes de la vida pública. Una forma contenida,
asimismo, en la dialéctica de la dominación hegemónica, que supone al mismo
tiempo un proceso de negación y de reconocimiento del dominado. Todo Estado se
pretende soberano y casi omnipotente, pero es en realidad un proceso inestable.
En su existencia y modo de manifestación, la forma-Estado expresa el permanente
intento de unificar la sociedad, detener el conflicto, institucionalizar y
domesticar la política, pero la estatización de la vida social está siempre
atravesada por el conflicto y desafiada por la política autónoma de las clases
subalternas, aunque ésta sea fragmentaria e intermitente. <BR> <BR>5)
Habiendo bajado del pedestal "metafísico" en que suele colocarse al Estado,
podemos intentar una redefinición radical de lo político. Digamos en primer
lugar que es un concepto que desborda lo estatal. La política está relacionada
con esa cualidad humana que es la capacidad de actuar para construir las normas
que regulan la convivencia. Así como hay actividades orientadas a la
reproducción material de la vida y la satisfacción de necesidades, la política
es el ámbito de la confrontación activa en el que se decide cómo organizamos -y
no sólo "ellos", la clase dominante, sino también nosotros- la vida colectiva.
Podemos dejar de lado la falsa opción entre "politicismo estatalista" y
"antipolítico", para pensar y proyectar la confrontación en términos de otra
política. Porque, me permito repetirlo, la lucha contra el capital es también
una confrontación con otras políticas que, para ser efectiva, debe realizarse
con medios políticos que se definen y dirimen en la lucha misma. La política no
se reduce a la participación en elecciones o a la ocupación de bancas, aunque
sería completamente equivocado ignorar que tales espacios, pueden y en muchos
casos (por ejemplo, en nuestro caso) deben ser también utilizados por las clases
subalternas para expresar inconformidad y rebeldía. Hacer política significa
asimismo entender que la lucha contra el capital incluye la lucha por construir
nuevas reglas de organización de la vida social: por redefinir las normas que
ordenan la convivencia, lo que compete a todos. Esta redefinición permite
impulsar construcciones políticas de y para los de abajo y supone, también,
reconocer, valorar y potenciar las sutiles formas que suele adoptar la política
autónoma de nuestro pueblo. Nadie es totalmente ajeno, siempre existe una
vivencia política aunque sea desapercibida o desconocida, ella palpita en la
cotidiana experiencia colectiva que, entre agravios, humillaciones y esperanzas,
enlaza lo presente con la memoria de frustraciones, luchas, victorias y derrotas
pasadas. Más en general, estratégicamente me atrevería a decir, pienso que
siendo la lucha contra el capital una batalla por la construcción de una nueva
forma de sociabilidad y por la recuperación de la condición humana, esta batalla
requiere trascender la politicidad enajenada es decir, la situación en que los
seres humanos son expropiados por el capital del derecho a organizar, controlar
y decidir libremente la forma de organización de su vida social. Es un paso en
la lucha por la construcción de lo que Marx denominaba una comunidad real y
verdadera: una asociación política fundada en la libertad, en la plena
realización de la individualidad concreta y en el reconocimiento recíproco como
personas. <BR><BR>7) Paso a una cuestión muy actual. Cristina, que tanto habla
de soberanía, lo hace en términos de "unidad nacional" y de autoridad del
Estado, o sea, con palabras que ocultan el antagonismo social y dejan todo en
manos de quien gobierna. Desde el punto de vista de la lucha de clases, creo que
la soberanía nacional no debe traducirse o conjugarse como soberanía estatal,
sino como soberanía popular. Santificar el poderío y la fuerza del Estado
significaría agacharnos frente al maldito precepto constitucional que ordena:
"el pueblo no delibera ni gobierna". A eso oponemos el protagonismo popular. Y
mucho más: queremos que llegue a ser efectiva y continuada auto-actividad y
contra-hegemonía. Queremos que se instituya como poder popular de hecho y de
derecho, porque dicho sea de paso, no todo derecho requiere de la unción del
Estado. Pero construir poder popular no tiene nada que ver con dar la espalda al
Estado. Con análisis concretos de situaciones concretas podremos denunciar y
combatir las insuficiencias y la inamovible hostilidad del aparato
burocrático-estatal hacia lo plebeyo y su movilización, manteniendo una posición
flexible y propositiva para reclamar, negociar e incluso apoyar cualquier medida
que implique ganar soberanía frente los imperialistas, frente al mercado mundial
o las exigencias del gran capital. En este sentido, la COMPA elaboró el
documento titulado "A 10 años del 2010, 10 propuestas políticas emancipatorias",
el año pasado realizamos el "Foro por un Proyecto Emancipador" y acabamos de
realizar la Campaña Nacional "100% Soberanía Popular - Construyendo una
Alternativa de país" en la que se desplegaron más de 300 mesas en Capital
Federal, Gran Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata, Córdoba, Rosario, Mendoza,
Tucumán, Salta y Jujuy, destacando 4 ejes necesarios para construir un país
soberano (los recursos naturales, el trabajo, el transporte público y el derecho
a la tierra y la vivienda). Menciono estos textos y actividades simplemente para
recordar que están sujetos a la discusión, aportando y apostando siempre a
construir nuevas y mejores respuestas colectivas que, en definitiva, deberán ser
puestas a prueba y corregidas tantas veces como sea necesario dialogando y
luchando con el pueblo. <BR> <BR>8) Para terminar, quiero recordar, porque
nunca está demás hacerlo, que la construcción del poder popular incluye prever y
prepararse para el momento en que deba afrontarse un momento de ruptura radical
con el Estado capitalista y asumir la incierta conformación de un Estado
radicalmente diverso (como en algún momento escribiera Lenin, aunque luego no
pudo hacerlo). Pero digo también que ninguna "ley" histórica o "principio"
teórico impone creer que todo cambio revolucionario queda supeditado a ese
momento. Y mucho menos autoriza a pontificar que recién entonces podrían
abordarse las cuestiones de la transición... Por el contrario, la Historia y la
vida misma muestran que es posible y necesario desafiar desde ahora el orden del
capital y poner en marcha al menos rudimentos de un nuevo metabolismo económico
social. El "Socialismo del siglo XXI" debe asumir que la revolución no consiste
sólo en la expropiación del gran capital. Debe ser también una ruptura radical e
irreversible con la división social jerárquica del trabajo, así como una
redefinición completa del paradigma productivo-tecnológico-cultural impuesto por
el capital. Debemos producir y consumir de otro modo, producir y consumir otras
cosas. Terminar con la explotación del hombre pero también con la explotación de
la naturaleza. Construir otras relaciones sociales en ruptura con la alienación
y los fetiches del capital. Son cuestiones que parecieron secundarias a los
revolucionarios del siglo pasado pero constituyen para nosotros desafíos
insoslayables y urgentes. Los diversos frentes de lucha por la soberanía popular
se proyectan como un combate por la libertad de escoger y construir nuestro
futuro. Un combate que debemos asumir desde la convicción y la superioridad
política y moral que nos da la conciencia de que lo que está en juego no es sólo
la suerte de nuestros hermanos explotados y oprimidos, sino la supervivencia
misma de la humanidad. </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri>* <FONT size=2><FONT
face=Arial>I</FONT><FONT face=Arial>ntervención en el debate organizado por
Cultura Compañera. Aldo Casas es miembro del Consejo de Redacción de la
revista Herramienta: <A
title="http://www.herramienta.com.ar/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.herramienta.com.ar/">http://www.herramienta.com.ar/</A></FONT></FONT></FONT><A
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href="http://www.herramienta.com.ar/"></A>
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