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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>25 de diciembre 2012</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
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title="mailto:germain5@chasque.net CTRL + clic para seguir el vínculo"
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<HR>
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<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>China</FONT></STRONG></DIV>
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face=Calibri><STRONG></STRONG></FONT> </DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Revueltas
obreras<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Eli Friedman
<BR></STRONG></FONT><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Jacobin, magazine of culture
and polemic<BR><A
href="http://jacobinmag.com/">http://jacobinmag.com/</A></STRONG><A
title="http://jacobinmag.com/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://jacobinmag.com/"><STRONG
title="http://jacobinmag.com/ CTRL + clic para seguir el vínculo"></STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Traducción de Viento
Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
title="http://www.vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.vientosur.info/"><STRONG
title="http://www.vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo">http://www.vientosur.info/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><FONT size=3
face=Calibri></FONT><BR><BR></FONT><FONT size=2 face=Arial>La clase obrera china
representa un doble papel en el imaginario político del neoliberalismo. Por un
lado, aparece como la vencedora competitiva de la globalización capitalista, el
gigante arrasador cuyo ascenso supone la derrota de los trabajadores del mundo
rico. ¿Qué expectativas tienen las luchas obreras en Detroit o Rennes cuando el
emigrante de Sichuán está feliz de poder trabajar por una fracción de sus
salarios? Por otro lado, los trabajadores chinos se presentan al mismo tiempo
como pobres víctimas de la globalización, encarnación de la conciencia de culpa
de los consumidores del primer mundo: semiesclavos pasivos y explotados, sufren
estoicamente para que nosotros gocemos de nuestros teléfonos inteligentes y
nuestras toallas de baño. Y somos nosotros los únicos que podemos salvarles,
absorbiendo sus flujos exportadores o batallando caritativamente por que reciban
un trato humano por parte de "nuestras" multinacionales.</FONT></DIV><FONT
size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR>Para una parte de la izquierda del mundo rico, estas dos
narrativas opuestas se justifican porque entienden que en nuestras sociedades la
resistencia de los trabajadores está condenada al cubo de basura de la historia.
Para ella, esa resistencia es, ante todo, perversa y decadente: ¿qué autoriza a
los mimados trabajadores del Norte, con sus problemas "primermundistas", a
exigir reivindicaciones materiales a un sistema que ya les ofrece tanta
abundancia generada por los parias de la Tierra? Y en cualquier caso, la
resistencia a una fuerza competitiva tan grande tiene que ser forzosamente
inútil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al presentar a los trabajadores chinos como
"otros"?-subalternos abyectos o contrincantes competitivos-, falsean de forma
flagrante la realidad del mundo laboral de la China actual. Lejos de cantar
victoria por su supuesto triunfo en la globalización, los obreros chinos se
enfrentan a las mismas brutales presiones competitivas que los trabajadores de
Occidente, a menudo a manos de los mismos capitalistas. Es más, no se puede
decir que se distingan de nosotros por su estoicismo, ni mucho menos: hoy, la
clase obrera china está luchando. Tras más de treinta años de reforma de mercado
impulsada por el Partido Comunista, China es sin duda alguna el epicentro de la
conflictividad laboral mundial. Aunque no existen estadísticas oficiales, la
verdad es que en este país se producen miles, por no decir decenas de miles, de
huelgas todos los años. Todas ellas son huelgas salvajes, ya que este derecho no
está legalizado en China. Así, es probable que en un día cualquiera estén en
produciéndose media docena a varias decenas de huelgas en algún lugar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Además, lo importante es que los trabajadores están
ganando, y muchos huelguistas consiguen grandes aumentos salariales por encima y
más allá de lo que prevé la legislación. La resistencia obrera supone un grave
problema para el Estado y el capital chino y, como ocurrió en EE UU en la década
de 1930, el gobierno central se ha visto forzado a promulgar un montón de normas
laborales. Los salarios mínimos suben en proporciones superiores al 10 % en
ciudades de todo el país y numerosos trabajadores reciben prestaciones de
seguridad social por primera vez. La conflictividad laboral ha estado creciendo
durante dos décadas, y los dos últimos años han sido testigos de un avance
cualitativo de la naturaleza de las luchas obreras.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero si la experiencia de los trabajadores chinos
encierra algunas lecciones para la izquierda del norte, definirlas exige un
análisis de las condiciones insólitas a que se enfrentan y que dan pie tanto a
un gran optimismo como a un gran pesimismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>De la lucha defensiva...</STRONG></DIV><FONT
size=3 face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR>A lo largo de las dos últimas décadas de revuelta se ha
configurado un abanico relativamente coherente de tácticas de resistencia
obrera. Cuando surge un conflicto, lo primero que suelen hacer los trabajadores
es hablar directamente con la dirección de la empresa. En esta fase, sus
reivindicaciones caen casi siempre en saco roto, sobre todo si son de naturaleza
salarial. Las huelgas, en cambio, dan resultado. Sin embargo, nunca las
organizan los sindicatos oficiales, que están formalmente subordinados al
Partido Comunista y suelen estar controlados por la dirección de cada empresa.
En China, todas las huelgas son autoorganizadas, a menudo en oposición directa
al sindicato oficial, que anima a los trabajadores a canalizar sus protestas a
través de los cauces oficiales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los mecanismos legales, que incluyen la mediación en el
lugar de trabajo, el arbitraje y el recurso judicial, tratan de individualizar
los conflictos. Esto, combinado con la colusión del Estado con el capital,
supone que este sistema en general no puede satisfacer las reivindicaciones de
los trabajadores, ya que está destinado en gran medida a prevenir las huelgas.
Hasta 2010, el motivo de huelga más común de los trabajadores era el impago de
los salarios. En esas huelgas, la reivindicación era clara: pagadnos el salario
que nos corresponde. Las demandas de mejora más allá y por encima de la
normativa legal eran escasas. Dado que el incumplimiento de las leyes era y
sigue siendo endémico, había terreno abonado para esas luchas defensivas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al comenzar las huelgas, los trabajadores suelen dejar de
lado las herramientas y permanecer dentro de la fábrica, o al menos dentro del
recinto. Sorprendentemente, el recurso a los esquiroles es muy escaso en China,
por lo que tampoco suelen organizarse piquetes./1 Cuando la dirección se muestra
recalcitrante, los trabajadores a veces intensifican la presión saliendo a la
calle. Esta táctica apela al gobierno: al alterar el orden público, llaman
inmediatamente la atención de las autoridades. A veces, los manifestantes se
dirigen a las oficinas de la administración local o simplemente cortan el
tráfico. Esta forma de lucha es arriesgada, ya que el gobierno puede apoyar a
los huelguistas, pero con la misma frecuencia recurre a la represión. Aunque al
final se llegue a un acuerdo, las manifestaciones públicas dan lugar a menudo a
la detención, el apaleamiento y el encarcelamiento de los organizadores.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Todavía más arriesgados, pero bastante comunes, son los
sabotajes, daños materiales, disturbios, ataques a los directores de la empresa
y enfrentamientos físicos con la policía. Estas formas parecen producirse sobre
todo en respuesta a los despidos masivos o las quiebras. A finales de 2008 y
comienzos de 2009 hubo una serie particularmente intensa de enfrentamientos en
respuesta a los despidos masivos en empresas exportadoras a raíz de la crisis
económica de Occidente. Como veremos más adelante, los trabajadores parecen
estar adquiriendo conciencia del papel antagonista que desempeña la policía. De
todos modos, el telón de fondo de todos estos cambios lo constituye un aspecto
muchos menos espectacular de este abanico de formas de resistencia: cada vez
más, los migrantes internos se niegan a aceptar los puestos de trabajo indignos
a los que antes solían acudir en masa en la industria transformadora y
exportadora del sudeste del país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 2004 empezó a escasear la mano de obra, y en un país
que todavía cuenta con más de 700 millones de habitantes en zonas rurales, la
mayoría de observadores pensaron que sería un fenómeno pasajero. Ocho años
después está claro que está produciéndose un cambio estructural, y hay un
acalorado debate entre economistas sobre las causas de la escasez de mano de
obra (debate que no voy a reproducir aquí). Base decir que buena parte de los
empresarios de las provincias costeras de Guangdong, Zheyiang y Yiangsu no han
sido capaces de atraer y retener a trabajadores. Al margen de las razones
concretas, lo que hay que destacar es que la escasez ha empujado al alza los
salarios y reforzado la posición de los trabajadores en el mercado, una ventaja
que estos han sabido aprovechar.</DIV><FONT size=3 face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR><STRONG>... a la lucha ofensiva</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En el verano de 2010 se produjo una inflexión en forma de
una memorable ola de huelgas que comenzó en la fábrica de transmisiones de Honda
en Nanhai. Desde entonces ha cambiado la naturaleza de la resistencia obrera,
como han señalado numerosos analistas. Sobre todo, las demandas de los
trabajadores han dejado de ser defensivas -reclamando aumentos salariales
superiores a lo que les reconoce la ley- y en muchas huelgas han exigido
elecciones libres de sus representantes sindicales. No han propuesto crear
sindicatos independientes al margen de la Federación China de Sindicatos (el
sindicato oficial), ya que esto provocaría sin duda la represión violenta del
Estado. Sin embargo, la insistencia en las elecciones supone la germinación de
reivindicaciones políticas, aunque solo se planteen a nivel de empresa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El detonante de la oleada de huelgas fue la lucha en la
fábrica de Nanhai, donde los trabajadores estuvieron quejándose durante semanas
de los bajos salarios y barajando la idea de organizar un paro. El 17de mayo de
2010, apenas ninguno de ellos sabía que un único obrero -identificado desde
entonces en muchas informaciones de prensa por el alias de Tan Zhiqing-?llamaría
a la huelga por iniciativa propia pulsando simplemente el botón de alarma
general, parando de golpe las dos cadenas de producción de la factoría. Los
trabajadores salieron de la fábrica y aquella tarde la dirección les rogó que
volvieran al trabajo y se sentaran a negociar. De hecho, la producción se
reanudó ese mismo día y los trabajadores plantearon su reivindicación inicial:
un aumento salarial de 800 yuanes al mes (algo menos de 100 euros), lo que
suponía un incremento del 50 % para los empleados fijos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Después formularon más demandas, como la "reorganización"
del sindicato oficial de la empresa, que prácticamente no les había prestado
ningún apoyo, o la readmisión de dos compañeros despedidos. Durante las
conversaciones, los trabajadores volvieron a abandonar las naves, y al cabo de
una semana de huelga todas las plantas de montaje de Honda en China tuvieron que
parar debido a la falta de piezas. Mientras, las noticias de la huelga de Nanhai
echaron leña al fuego del amplio malestar existente entre los trabajadores
industriales de todo el país. Los titulares de la prensa china de entonces
reflejan la evolución de los acontecimientos: "Cada ola es más grande que la
anterior: también estalla la huelga en la fábrica de cerraduras de Honda"; "En
la ola de huelgas de Dalian han participado 70.000 trabajadores de 73 empresas,
que consiguen un aumento del 34,5 %"; " Las huelgas en Honda por aumentos
salariales son un golpe para el modelo de fabricación a bajo coste". En cada
huelga, la reivindicación principal se centraba en la demanda de aumentos
salariales cada vez mayores, aunque en muchas también se plantearon
reivindicaciones de reorganización sindical,?lo que suponía un avance político
de gran importancia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una de estas huelgas "clónicas" destacó especialmente por
su combatividad y su grado de organización. Durante el fin de semana del 19 y 20
de junio, un grupo de hasta 200 trabajadores de la empresa japonesa Denso, que
fabrica componentes de automóvil para Toyota, se reunieron clandestinamente para
discutir planes. En la reunión decidieron una estrategia de "tres noes": durante
tres días no habría actividad, ni reivindicaciones ni representantes. Sabían que
al interrumpir la cadena de suministro, la planta de montaje vecina de Toyota
tendría que parar en cuestión de días. Al comprometerse a parar durante tres
días sin reivindicaciones, anticiparon pérdidas crecientes tanto para Denso como
para la cadena de producción más amplia de Toyota. El plan funcionó. El lunes
por la mañana iniciaron la huelga saliendo a la calle y cerrando el paso a los
camiones que se llevaban las piezas. Esa misma tarde ya tuvieron que parar otras
seis fábricas de la misma zona industrial y al día siguiente la falta de piezas
forzó el cierre de la planta de montaje de Toyota. Al tercer día, tal como
habían planeado, los trabajadores eligieron a 27 representantes y entablaron
negociaciones con la reivindicación central de un aumento salarial de 800
yuanes. Al cabo de tres días de negociaciones con el consejero delegado de
Denso, que había acudido desde Japón, se anunció que habían conseguido ese
aumento.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si el verano de 2010 se caracterizó por una resistencia
radical pero relativamente ordenada al capital, el verano de 2011 trajo dos
revueltas masivas contra el Estado. En la misma semana de junio de ese año 2011,
inmensos disturbios agitaron las zonas industriales urbanas de Chaozhou y
Guangzhou, que causaron daños materiales amplios y selectivos. En la ciudad de
Guxiang, en Chaozhou, un trabajador sichuanés que exigió el pago de salarios
atrasados fue atacado brutalmente por una banda de matones y su antiguo jefe. En
respuesta a esta agresión, miles de trabajadores inmigrantes empezaron a
manifestarse ante la sede del gobierno local; muchos de ellos habían estado
soportando años de discriminación y explotación por parte de los empresarios en
connivencia con las autoridades. La protesta estuvo organizada supuestamente por
una "casa de Sichuán", una de las organizaciones de tipo mafioso que habían
proliferado en un entorno en que no estaba reconocido el derecho de asociación.
Después de rodear la sede oficial, los inmigrantes centraron su ira en los
lugareños, que ellos consideraban que los habían discriminado. Después de quemar
docenas de coches y saquear tiendas, intervino la policía armada para poner fin
a los disturbios y disolver los grupos de vigilancia organizados por los
habitantes locales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Justo una semana después, a las afueras de Guangzhou, en
Zengcheng, tuvo lugar una revuelta todavía más espectacular. Una mujer
embarazada de Sichuán que vendía productos en una acera fue agredida por agentes
de policía, que llegaron a tirarla violentamente al suelo. De inmediato, entre
los trabajadores de las fábricas de la zona comenzaron a correr rumores de que
la mujer había abortado a raíz de la agresión; pronto dejó de importar si este
fue el caso o no. Soliviantados por otro incidente de violencia policial, los
obreros indignados protagonizaron disturbios en todo Zengcheng durante varios
días, quemando una comisaría de policía, enfrentándose a la policía
antidisturbios y bloqueando una carretera nacional. Al parecer, otros
inmigrantes de Sichuán acudieron a Zengcheng desde Guangdong para unirse a la
protesta. Finalmente intervino el Ejército de Liberación Popular para poner fin
a la insurrección, enfrentándose a los manifestantes con fuego real. A pesar de
los desmentidos del gobierno, es probable que hubiera muertos en la
refriega.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En pocos años, la resistencia obrera ha pasado de la
defensiva a la ofensiva. Incidentes menores como los mencionados han
desencadenado revueltas masivas que reflejan un malestar generalizado. Además,
la ya endémica escasez de mano de obra en zonas costeras revela la existencia de
cambios estructurales más profundos que han cambiado también la dinámica del
movimiento obrero. Todo esto supone un grave desafío para el modelo de
desarrollo basado en la exportación y en los bajos salarios que ha caracterizado
hasta ahora la política económica de las regiones costeras del sudoeste de China
desde hace más de dos décadas. Al término de la oleada de huelgas de 2010,
comentaristas de los medios de comunicación chinos declararon que la era de la
mano de obra barata había llegado a su fin.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>El callejón sin salida político</STRONG><BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Sin embargo, si estas conquistas materiales alientan el
optimismo, la arraigada despolitización hace que los trabajadores no puedan
sacar mucho partido de esas victorias. Cualquier intento de articular alguna
reivindicación política explícita es aplastado al instante por la derecha y sus
aliados gubernamentales, que sacan a relucir el espectro del "señor del
desgobierno": ¿de verdad queréis volver al caos de la Revolución Cultural? Si en
Occidente "no hay alternativa", en China hay dos alternativas oficiales: o bien
una tecnocracia capitalista engrasada y eficiente (la fantasía singapurense), o
bien la violencia política salvaje y profundamente irracional. A resultas de
ello, los trabajadores se someten conscientemente a la separación impuesta entre
luchas económicas y políticas y califican sus demandas de económicas, jurídicas
y acordes con la ideología idiotizante de la "armonía". Lo contrario provocaría
una dura represión por parte del Estado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los trabajadores pueden conseguir un aumento salarial en
una fábrica, o la garantía de prestaciones sociales en otra, pero esta clase de
protestas dispersas, efímeras y desubjetivizadas no ha logrado cristalizar en
ninguna forma duradera de organización capaz de disputar la hegemonía al Estado
o al capital a nivel de clase. El resultado es que cuando el Estado interviene
en nombre de los trabajadores -bien en apoyo de las reivindicaciones inmediatas
durante las negociaciones en torno a una huelga, bien promulgando leyes que
mejoran su situación material-, su imagen de "Leviatán benevolente" se ve
reforzada: ha hecho esas cosas no porque los trabajadores las reclamaran, sino
porque se ocupa de los "grupos débiles y desfavorecidos" (como se califica a los
obreros en el terminología oficial).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, si el Estado es capaz de sostener que los
trabajadores son de hecho "débiles" es gracias a la separación ideológica de
causa y efecto en el plano simbólico. Visto el éxito relativo de este proyecto,
la clase obrera es un agente político, pero está alienada de su actividad
política propia. Es imposible comprender cómo se mantiene esta situación sin
entender la posición social y política actual de la clase obrera. El obrero
chino de hoy está muy lejos de los proletarios heroicos e hipermasculinizados de
los carteles de propaganda de la Revolución Cultural. En el sector público, los
trabajadores nunca fueron "dueños de la empresa", como se afirmaba oficialmente,
aunque tenían garantizado el empleo de por vida y su empresa también sufragaba
el coste de la reproducción social prestándoles vivienda, educación, asistencia
sanitaria, pensión de vejez e incluso servicios nupciales y funerarios.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la década de 1990, el gobierno central emprendió una
política de privatización masiva, desmembrando o dejando de subvencionar a
muchas empresas públicas, lo que provocó importantes dislocaciones sociales y
económicas en el "cinturón de óxido" del noreste de China. Aunque las
condiciones materiales de los trabajadores en las empresas públicas que quedan
siguen siendo mejores en términos relativos, actualmente estas empresas se
gestionan cada vez más de acuerdo con la lógica de la maximización de
beneficios. Reviste un mayor interés inmediato la "nueva" clase obrera,
compuesta por habitantes del medio rural que emigraron a las ciudades del
"cinturón del sol" en el sudeste. Con el comienzo de la transición al
capitalismo a partir de 1978, los campesinos resultaron al principio
favorecidos, ya que el mercado fijaba precios más altos para los productos
agrarios que los que había establecido el Estado en el pasado. Sin embargo, a
mediados de la década de 1980, estos avances empezaron a desvanecerse a causa de
la inflación galopante, de modo que la población rural se puso a buscar nuevas
fuentes de ingresos. Cuando China abrió sus puertas a la fabricación orientada a
la exportación en las regiones de la costa sudoriental, estos campesinos se
convirtieron en obreros emigrantes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al mismo tiempo, el Estado descubrió que una serie de
instituciones heredadas de la economía de "ordeno y mando" eran útiles para
intensificar la acumulación privada de capital. La principal era el hukou o
sistema de empadronamiento, que vinculaba las prestaciones sociales individuales
a un lugar concreto. El hukou es un instrumento administrativo complejo y cada
vez más descentralizado, pero la clave está en que institucionaliza la
separación territorial y social entre las actividades productivas y
reproductivas de los trabajadores migrantes, es decir, entre su vida laboral y
su hogar y vida familiar. Esta separación ha condicionado todos los aspectos de
las luchas de los trabadores migrantes. Las y los jóvenes migrantes van a las
ciudades a trabajar en fábricas, restaurantes y tajos, dedicarse a la pequeña
delincuencia, a la venta callejera de alimentos, a la prostitución. Sin embargo,
el Estado nunca ha considerado que los migrantes sean formalmente iguales a los
residentes de las ciudades o que puedan permanecer en estas a largo plazo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los migrantes no tienen acceso a ninguno de los servicios
públicos de que gozan los residentes de las ciudades, como asistencia sanitaria,
vivienda y educación. Requieren un permiso oficial para permanecer en la ciudad,
y durante la década de 1900 y los primeros años de la de 2000 hubo muchos casos
de migrantes que fueron detenidos, maltratados y "deportados" por carecer de
papeles. Por lo menos durante una generación, el objetivo primordial de todo
trabajador migrante era ganar tanto dinero como fuera posible antes de volver a
la aldea a mitad de camino entre los veinte y los treinta años de edad, casarse
y fundar una familia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Existen también otros mecanismos formales para impedir
que los migrantes se instalen duraderamente en las ciudades. El sistema de
seguridad social (incluido el seguro de enfermedad, pensiones de vejez,
desempleo, maternidad y accidentes de trabajo) está organizado a escala
municipal. Esto significa que los pocos migrantes que tienen la suerte de contar
con un seguro social apoyado por su empresa ?cotizan a un sistema del que nunca
se beneficiarán. Si no hay "portabilidad" del derecho a pensión, ¿por qué iba el
trabajador migrante a reclamar su mejora? Por tanto, las reivindicaciones de los
trabajadores se centran, lógicamente, en cuestiones salariales inmediatas. Así,
en el plano subjetivo, los migrantes no se consideran "obreros" ni creen que
forman parte de la "clase obrera". Se autocalifican de mingong, o
campesinos-trabajadores, y se dedican a "vender trabajo" (dagong) en vez de
tener un oficio o una carrera profesional. Puede que el carácter temporal de
esta relación con el trabajo sea la norma en tiempos del capitalismo neoliberal,
pero la tasa de fluctuación del personal en muchas fábricas chinas es asombrosa,
superando en ocasiones el 100 % anual.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las repercusiones de todo ello en la dinámica de la
resistencia obrera han sido inmensas. Por ejemplo, se conocen muy pocas luchas
en relación con la duración de la jornada. ¿Por qué iban a querer los
trabajadores permanecer más tiempo en una ciudad que les rechaza? El "equilibrio
entre vida laboral y vida familiar" no interesa para nada a un migrante de 18
años de edad que trabaja en una fábrica de las afueras de Shanghái. En la
ciudad, los migrantes viven para trabajar, no en el sentido de autorrealización,
sino en un sentido muy literal. Si un trabajador asume que a fin de cuentas no
hace más que ganar dinero para llevárselo finalmente a casa, no tiene motivos
(ni oportunidades) para pedir más "tiempo libre" que tendrá que pasar en la
ciudad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Otro ejemplo: todos los años aumenta el número de huelgas
en el sector de la construcción justo antes del Año Nuevo chino. ¿Por qué? Esta
festividad es la única en que la mayoría de migrantes vuelven a sus poblaciones
de origen, a menudo es la única vez que pueden ver a sus parientes, incluidas
sus mujeres y sus hijas e hijos. En general, los obreros de la construcción solo
reciben la paga cuando se concluye el proyecto, pero el impago de los salarios
ha sido endémico desde la desregulación del sector en la década de 1980. La idea
de volver al pueblo con las manos vacías es inaceptable para los trabajadores,
pues la razón por la que se fueron a la ciudad es ante todo la promesa de unos
salarios marginalmente más altos. De ahí las huelgas. Esto significa que los
trabajadores migrantes no han intentado asociar las luchas en la producción con
otros aspectos de la vida o con cuestiones sociales más amplias. Los segregan de
las comunidades locales y no tienen ningún derecho a expresarse como ciudadanos.
Las reivindicaciones salariales no se han asociado a demandas de jornadas más
cortas, mejores servicios sociales o derechos políticos.</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR><STRONG>El traslado al
interior y sus consecuencias</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El capital, mientras tanto, ha recurrido a diversos
métodos conocidos y probados para incrementar la rentabilidad. Dentro de las
fábricas, el cambio más importante de los últimos años les resultará muy
familiar a los trabajadores de EE UU, Europa y Japón: el drástico aumento del
trabajo precario, en forma de contratos temporales, prácticas de estudiantes y
sobre todo de subcontratas de empresas de trabajo temporal. El efecto evidente
de estas últimas es que oscurecen la relación contractual con el patrón y
potencian la flexibilidad para el capital. El trabajo subcontratado constituye
actualmente un elevado porcentaje de la mano de obra (en muchos casos de más del
50 % en un lugar de trabajo dado) en toda una variedad de sectores, como los de
fabricación, energía, transporte, banca, sanidad, limpieza y el sector
servicios. Esta tendencia se observa tanto en empresas privadas nacionales y
extranjeras como en empresas conjuntas y públicas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero lo más importante que ha ocurrido en los últimos
años ha sido el traslado del capital industrial de las regiones costeras al
centro y el oeste de China. De este "arreglo territorial" se derivan enormes
consecuencias sociales y políticas, que brindan a la clase trabajadora un
conjunto de posibilidades novedoso y potencialmente transformador. Por supuesto,
está por ver si estas posibilidades se aprovechan o no. El caso de Foxconn, la
empresa privada más grande de China, es instructivo al respecto. Foxconn se
trasladó de su sede original en Taiwán a Shenzhen, en la cosa continental, hace
más de una década, pero a raíz de los suicidios de trabajadores ocurridos en
2010 y del escrutinio público en curso de su entorno de trabajo sumamente
militarizado y alienante, en estos momentos se ve forzada a trasladarse de
nuevo. La empresa está reduciendo ahora su personal de taller en Shenzhen,
después de haber construido grandes plantas nuevas en provincias del interior.
Las dos más grandes se hallan en las capitales provinciales de Zhengzhou y
Chengdu.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No cuesta mucho entender por qué el interior del país
tiene tanto atractivo para estas empresas. A pesar de que los salarios en
Shenzhen y otras regiones del litoral siguen siendo bastante bajos en
comparación con los niveles internacionales (menos de 200 dólares
estadounidenses al mes), en provincias del interior como Henan, Hubei y Sichuán
apenas llegan a la mitad de esto. Asimismo, muchas empresas suponen, tal vez con
razón, que habrá más migrantes disponibles cerca de la fuente, y un mercado de
trabajo más distendido comporta ventajas políticas inmediatas para el capital.
Esto tampoco es nada nuevo en la historia del capitalismo: Jefferson Cowie,
historiador del movimiento obrero, descubrió un proceso similar en su relato de
los "setenta años de búsqueda de mano de obra barata" por parte de la empresa
fabricante de componentes electrónicos RCA, una estrategia que la llevó de Nueva
Jersey a Indiana, de ahí a Tennessee y finalmente a México. Si el litoral chino
ha ofrecido al capital transnacional unas condiciones sociales y políticas muy
favorables en las dos últimas décadas, las cosas serán distintas en el interior.
El antagonismo entre el trabajo y el capital puede ser universal, pero el
conflicto de clases se desarrolla en el terreno de la particularidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Qué tiene de particular el interior de China, y por qué
podría alimentar cierto optimismo prudente? Mientras que los migrantes de las
regiones costeras son necesariamente temporales, y sus luchas por tanto
efímeras, en el interior tienen la posibilidad de establecer comunidades
duraderas. Teóricamente, esto significa que hay más posibilidades de que
confluyan las luchas en la esfera de la producción y la reproducción, cosa que
no era posible cuando esos dos ámbitos estaban separados geográficamente.
Pensemos en la cuestión del hukou, el registro del domicilio. Las grandes
megalópolis orientales a las que afluían masivamente los inmigrantes en el
pasado mantienen restricciones muy severas a la concesión de permisos de
residencia locales. Incluso los trabajadores de cuello blanco con título
universitario pueden tener que pasar mucho tiempo antes de obtener un hukou
pekinés.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, las ciudades más pequeñas del interior han
puesto el listón mucho más bajo para obtener el permiso de residencia local.
Aunque sea a título especulativo, vale la pena imaginar cómo esto cambiará la
dinámica de la resistencia obrera. Si antes la perspectiva del migrante
consistía en ir a trabajar a la ciudad por unos años para ganar dinero y luego
volver a casa y fundar una familia, los trabajadores del interior podían tener
una visión muy distinta. De repente, ya no solo "trabajan", sino que también
"viven" en un lugar concreto. Esto implica que los migrantes tenderán a
asentarse permanentemente en los lugares en que trabajan. Querrán casarse, tener
su propia vivienda, criar hijos, enviarlos a la escuela; en suma, realizar la
reproducción social. Antes, las empresas no tenían que pagar a los trabajadores
un salario viable y tampoco se esperaba de ellas que lo hicieran, pues estaba
claro que los trabajadores acabarían volviendo a sus pueblos, pero en el
interior es probable que los migrantes reclamen todo lo que uno necesita para
llevar una vida digna: vivienda, atención médica, educación y alguna protección
frente a los riesgos de desempleo y la vejez. También querrán tener tiempo libre
para ellos y para hacer cosas por su comunidad, una demanda que hasta ahora no
se ha planteado nunca.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Esto incrementa la posibilidad de que el malestar de los
trabajadores adquiera una dimensión política. Los migrantes nunca esperaban
contar con servicios públicos dignos en las regiones costeras, pero si consiguen
establecerse con derecho de residencia en las del interior, las demandas de
servicios sociales podrían generalizarse fácilmente, con lo cual las luchas en
las empresas tendrían la oportunidad de romper su aislamiento. Las
reivindicaciones de protección social se plantearán más bien al Estado que no al
empresario individual, sentando así las bases, en el plano simbólico, de una
confrontación generalizable. Aunque es fácil dibujar una imagen romántica de la
valiente resistencia de los trabajadores migrantes, la realidad es que la
respuesta más frecuente a las malas condiciones de trabajo ha consistido
simplemente en buscarse otro trabajo o volver a casa. Esto también podría
cambiar si la gente vive donde trabaja. Es posible que ahora se den las
condiciones para que los migrantes se planten y luchen por su comunidad y en su
comunidad en vez de huir.</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR>La vida de los
trabajadores en el interior también puede brindarles oportunidades para
potenciar su combatividad. Muchos de esos migrantes ya han hecho la experiencia
de trabajar y luchar en las regiones costeras. Los de más edad carecen tal vez
de la pasión combativa de los jóvenes, pero su experiencia en el trato con
empresarios explotadores y sus aliados públicos podría ser una baza importante.
Finalmente, los trabajadores contarán con más recursos sociales. En las grandes
ciudades de la costa no era probable que se granjearan las simpatías de la
población local, como se puso de manifiesto dolorosamente en los disturbios de
Guxiang. En el interior, en cambio, los trabajadores vivirán entre amigos y
familiares, personas que no solo tenderán a ponerse del lado de los
trabajadores, sino que también dependerán muy directamente de la cuantía de los
salarios y de los servicios sociales. Esto plantea la posibilidad de que se
extiendan las luchas más allá de las empresas aisladas e incorporen cuestiones
sociales más amplias.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tal vez algunos de la izquierda se sientan optimistas con
respecto a la resistencia perpetua en sí misma. Además, la forma del conflicto
de clases que ha prevalecido en China ha causado efectivamente importantes
trastornos en el proceso de acumulación de capital. Sin embargo, los
trabajadores están alienados de su propia actividad política. Existe una
profunda asimetría: los trabajadores resisten sin orden ni concierto y sin
ninguna estrategia, mientras que el Estado y el capital responden a esta crisis
de un modo planificado y coordinado. Hasta ahora, esta forma de lucha
fragmentaria y efímera ha sido incapaz de hacer mella en las estructuras básicas
del Estado y del partido único ni en su ideología dominante. Y el capital, como
tendencia universal, ha demostrado su capacidad para someter una y otra vez las
actitudes combativas. Si la resistencia obrera obliga a las fuerzas del capital
a destruir una clase obrera para producir otra nueva (y antagonista) en otra
parte, ¿podemos hablar realmente de victoria?</DIV>
<DIV align=justify><BR>La nueva frontera de la acumulación capitalista brinda a
la clase trabajadora china la oportunidad de crear formas de organización más
duraderas y capaces de ampliar el ámbito de la lucha social y formular demandas
políticas de base amplia. Hasta que esto ocurra, seguirá yendo un paso por
detrás de su antagonista histórico, que también es el nuestro.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Nota</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>1/ No está del todo claro por qué las empresas solo han
tratado en pocos casos de romper las huelgas con ayuda de esquiroles. Una
posible explicación es que el Estado no apoyaría este tipo de iniciativas, ya
que contribuirían a incrementar las tensiones y a provocar reacciones violentas
o importantes desgarros sociales. Otro factor es que las huelgas no suelen durar
más de uno o dos días, puesto que los huelguistas no cuentan con el apoyo
institucional de un sindicato y a menudo se ven muy presionados por las
autoridades. El resultado es que tal vez las empresas tengan menos necesidad de
recurrir a esquiroles.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>