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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>12 de enero 2013</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
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href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Palestina<BR><BR>En Palestina no cuaja
la "primavera árabe"</FONT></STRONG><BR><BR><STRONG></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>Carmen Rengel <BR>Periodismo Humano<BR><A
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href="http://periodismohumano.com/">http://periodismohumano.com/</A></STRONG></DIV>
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title="http://periodismohumano.com/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://periodismohumano.com/"><STRONG
title="http://periodismohumano.com/ CTRL + clic para seguir el vínculo"></STRONG></A><BR>Jumah
Abu Alifeh temía que llegase 2013. Con el estreno de año, la amenaza se
convertía en certeza: nuevas facturas, facturas insoslayables para mantener la
mínima dignidad, facturas que no puede pagar. Jumah es uno de los refugiados
palestinos que, desde ya, tienen que abonar la electricidad que consumen, un
gasto del que estaban hasta ahora exentos, del que se encargaba la Autoridad
Nacional Palestina (ANP). Dicen desde los despachos de Ramala que no pueden
asumir más su coste, estancado como está el Gobierno en una crisis brutal, con
1.500 millones de dólares de deuda y otros 500 más de déficit de efectivo. Pero
la familia de Jumah, de 47 años, residente en el campo de Balata, junto a
Nablus, responsable del mantenimiento de los cinco miembros de la familia, único
trabajador pese a sus bajas constantes por severos problemas mentales, no
entiende de grandes finanzas. Sólo sabe que no llegarán. Que no tendrán luz
mañana. Por eso, desesperado, trató de quemarse a lo bonzo hace cuatro días.
Unos vecinos lo vieron y lo impidieron, cuando ya chapoteaba en
gasolina.</FONT></DIV><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR>Su caso es representativo del agujero económico de
Palestina, principal motor, hecho rabia, de las movilizaciones que, desde
verano, tienen lugar en los Territorios Ocupados -en Cisjordania especialmente-,
salpicadas de huelgas de funcionarios como las de este miércoles y jueves. Casi
160.000 trabajadores y jubilados en la calle porque no han cobrado sus últimas
nóminas. La Unión Europea aportó el año pasado 145 millones de euros en ayudas
para pagar esos salarios, pero no han sido suficientes. De los 1.100 millones de
dólares que debían haber aportado las naciones occidentales en concepto de
cooperación con Palestina, no han llegado ni 700 por culpa de la crisis
financiera mundial.</DIV>
<DIV align=justify><BR>EEUU retuvo además el año pasado más de 200 millones de
dólares por el intento de reconocimiento como estado de pleno derecho en la ONU
y, aunque lo ha ido liberando con cuentagotas, aún no ha pagado el total
prometido. Israel, por su parte, congeló el mes pasado la transferencia de los
100 millones mensuales que recauda en concepto de impuestos para Palestina y se
prevé que repita la jugada este enero. La Liga Árabe ha alcanzado un acuerdo
para poner ese dinero, para cubrir la brecha, pero aún no ha llegado ni un
shekel. Demasiados males acumulados para un enfermo en la UCI.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No sólo el dinero ha sacado a la gente de su sillón, pero
ha sido la razón esencial, junto al paro, que supera el 30% en Cisjordania y
casi 50% en Gaza. También han sumado las quejas a la ANP por corrupción y
nepotismo, la falta de confianza, el desencanto ante una ocupación que no acaba,
ante una solución de dos estados cada día menos factible. En resumen, la
ausencia de un horizonte político claro y esperanzador. Cortes de carreteras,
comercios cerrados, cánticos encendidos en una veintena de ciudades. La
atmósfera comenzaba a ser realmente de levantamiento popular, allá por
septiembre, cuando el primer ministro, Salam Fayyad, anunció una subida de
impuestos tremendamente impopular, que afectaba al comercio, la renta y las
propiedades, elevando las tasas entre un 5 y un 15%, decisión acompañada por un
anuncio de inmediata rebaja en las inversiones públicas y el incremento del
precio de productos esenciales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, entendió que el
momento era propicio para expulsar a Fayyad -independiente, hombre de Occidente,
que lleva tres años limpiando la administración palestina granjeándose no pocos
enemigos-, así que se alineó con la calle y habló el 6 de septiembre de una
"primavera palestina", como si la desgana y el enfado no fueran con él, un líder
cuyo mandato expiró en 2009. La etiqueta aún no es aplicable a lo que viven los
Territorios. Aquí hay protestas ocasionales por descontentos puntuales que se
mezclan con un fondo sofocante, viejo, medidas inasumibles que se suman al
cansancio de la pelea por un estado, por la diáspora, la falta de derechos y
oportunidades. El movimiento está siendo todavía muy sectorial, de funcionarios,
conductores o comerciantes, además de jóvenes que ven subir sus tasas
universitarias o familias de presos que, pese al cuidado que pone siempre en
ellos la ANP como símbolo de la resistencia frente a Israel, también reciben
tarde sus subsidios.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A los palestinos les falta unidad y una causa común
clara, como ocurrió en otras naciones árabes. No salen hoy a pelear contra una
dictadura, como sus hermanos de Egipto o Túnez, no es el suyo un movimiento
político liberador, por más que se hable de la posible desintegración de la ANP
-una decisión que tiene más que ver con el juego político frente a Israel que
con el deseo real del pueblo- , ni se busca un giro con una transición política,
aunque en su base la ciudadanía desee con fuerza un acuerdo, un Gobierno de
unidad entre las facciones palestinas que dé paso a una nueva realidad
administrativa y respuestas a sus necesidades.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Israel lleva semanas insistiendo en que lo que se acerca,
más que una primavera, es una "Tercera Intifada". La agencia AFP ha difundido la
"preocupación" de sus Fuerzas Armadas ante la posibilidad de que estas
manifestaciones, este "cierto despertar", acaben incendiando Cisjordania, con la
ayuda de milicianos de Hamás o la Yihad Islámica. Por ese motivo han lanzado una
ofensiva intensa de detenciones de estos supuestos terroristas. En esos
arrestos, sólo esta semana, ha habido más de 150 heridos por enfrentamientos
entre civiles palestinos y policías israelíes de fronteras, así como unos 30
detenidos extra, especialmente en la zona de Yenín. "¿Pero son los terroristas
los que prenden fuego a la calle o lo hacen las redadas policiales? ¿No es quizá
más peligroso entrar en villas como Tamoun y revisar casas impunemente? ¿No
enciende eso los ánimos de los palestinos? ¿La actuación policial es
consecuencia o causa de esa movilización?", se pregunta, no obstante, Tal Dahan,
de la Asociación por los Derechos Civiles de Israel (ACRI).</DIV>
<DIV align=justify><BR>El objeto de las quejas de los palestinos, contrariamente
a lo ocurrido en las Intifadas de 1987 y 2000, está esta vez más dentro que
fuera, lo principal no es la ocupación israelí, por más que un porcentaje
importante de sus lamentos tengan ese origen; la no violencia, además, es la que
marca todas las protestas. "Más bien, debemos hablar de Intrafada", afirma el
analista David Pollock, del Instituto Washington para la Política de Oriente
Medio.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El común de los palestinos entiende que la ANP ha
fracasado completamente en el proceso negociador de paz con Israel, y un
porcentaje no desdeñable incluso entiende que su cooperación con el Gobierno
vecino en materia económica y de seguridad acaba beneficiando al contrario. Es
generalizada la crítica de que, aunque su poder sea limitado, hay servicios
esenciales que sí son de su negociado y que no se prestan, desde la recogida de
basuras a los colegios o los transportes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sí hay unidad absoluta cuando se critica el Protocolo de
París de 1994, anexo económico de los Acuerdos de Oslo, que regulan el comercio
prioritario con Israel. En virtud de ese acuerdo, toca asumir cualquier subida
de productos esenciales que decidan al otro lado, ya que hay bienes como el
petróleo, el gas o los lácteos que sólo proceden de Israel. Una frase se ha
hecho célebre para explicar el desasosiego de la gente: "Tenemos el clima del
Golfo Pérsico, los precios de París y los salarios de Somalia". "Nos tienen
exprimidos. Toda mi familia está en paro, salvo yo, que cobro 200 euros al mes.
Tenemos precios europeos, a veces es tan desesperado que es más barato comprar
en las colonias, en cadenas como Rami Levy, y allí vamos", resume Ahmed Zhuri,
camionero, atrancado en el paso de Qalandia en una jornada de huelga de
transportistas. Junto a él, Sber Zaanen, un activista que, megáfono en mano,
lanza proclamas contra la ANP y contra Israel, intercaladas, una tras otra. "Soy
un fiel admirador del Che Guevara, él nos enseña a resistir para lograr
seguridad, libertad y oportunidades para nuestros hijos, sea cual sea el opresor
que tengamos enfrente".</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR>La Operación Pilar
Defensivo de Israel en Gaza, que dejó 177 muertos en la franja (el 70% de ellos
civiles, según el Centro Palestino de Derechos Humanos), y el reconocimiento de
Palestina como estado observador en la Asamblea General de la ONU, en noviembre,
han mantenido acalladas< las protestas, con los ánimos más centrados en la
denuncia del sufrimiento en el territorio vecino y la alegría del cambio de
estatus, aunque sea descafeinado. Ha sido morfina. Ahora las protestas se
retoman lentamente, incluyendo denuncias a la ANP y a Hamás de restricciones a
las libertades de manifestación y expresión, cada vez con más cargas policiales,
denunciadas incluso por la UE, pero lo hacen tan lentamente, tan centradas en
causas concretas, que no avanza la lucha. La energía inicial parece que se ha
perdido por el camino, "aunque en Palestina nunca se sabe", apunta un miembro de
la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ben White, activista británico, autor de Palestinians in
Israel: Segregation, Discrimination and Democracy, resume por qué no va a cuajar
una primavera palestina como tal. "Tenemos una ANP desgastada, que no representa
a los palestinos de todo el mundo, pero que da de comer a mucha gente dentro,
gente que no está dispuesta a arriesgar su modo de vida tumbando el sistema
conocido. Tenemos unasONG profesionalizadas, en un mercado en el que se compite
por la financiación internacional, donde toca ser sumiso y no calentar los
ánimos de la gente cansada. No pocos palestinos trabajan en estas
organizaciones, así que se debaten entre desear un cambio para su país o
mantener calladamente sus condiciones de vida actuales, sin inquietudes por
cambios de Gobierno o revueltas. Tampoco quieren un terremoto los comerciantes o
la gente con permiso de trabajo en Israel o en las colonias próximas. Están
cansados de los altos precios, sí, pero creen que tienen más que perder que por
ganar. Y es difícil, finalmente, aunar todas las necesidades de los palestinos,
porque no existen así, en bloque,porque la urgencia de un palestino del desierto
del Negev no es la de un palestino de Silwan, en Jerusalén Este, o la de uno del
Valle del Jordán".
<HR>
<BR></DIV></FONT></BODY></HTML>