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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>9 de febrero 2013</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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size=3>Uruguay</FONT></STRONG><BR><BR></DIV><STRONG><FONT
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Inseguridad y
violencia: un poco más de izquierda no vendría mal</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=2><FONT face=Arial>Empujado por el
discurso de la mano dura y el grito de la tribuna, el Frente abandonó parte de
su viejo discurso y el debate perdió matices. </FONT><FONT face=Arial>Hoy hay
quienes sostienen que nunca hubo una gestión tan pro policial y que tenga tan
claras las necesidades y la lógica de represión como la de este gobierno
mujiquista.</FONT></FONT></STRONG><BR></DIV><FONT size=2 face=Arial><FONT size=3
face=Calibri></FONT><FONT size=3 face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Gabriel Pereyra <BR>El Observador, 9-2-2012<BR><A
title="http://www.elobservador.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.elobservador.com.uy/">http://www.elobservador.com.uy/</A></STRONG><A
title="http://www.elobservador.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://www.elobservador.com.uy/"><STRONG
title="http://www.elobservador.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo"></STRONG></A><BR><BR></DIV>
<DIV align=justify>Guillermo Stirling fue ministro del Interior durante dos
gobiernos colorados (Julio Sanguinetti y Jorge Batlle) y si bien recibió
críticas de la izquierda siempre tuvo con el Frente Amplio una relación armónica
producto básicamente de dos factores. <BR><BR>Uno de ellos era la actitud
autocrítica del ministro: si alguien le decía que la seguridad estaba mal, él
replicaba: "mal no, horrible". Stirling no esperaba reconocimiento por lo que
pudiera hacer porque, como solía repetir, lo que se evita no se puede
medir.<BR><BR>El otro factor del buen relacionamiento entre Stirling y la
izquierda fue que el Frente Amplio, a medida que se acercaba al gobierno,
entendió la complejidad del tema seguridad (¿qué es un país seguro?), la
necesidad de lidiar con una Policía que estuvo una década dedicada a tareas
políticas más que profesionales, una población acostumbrada al clima de aldea y
al sueño de dormir con la puerta sin llave y la omnipresente condición humana
que puede más que cualquier estrategia policial y a la que se le despierta el
instinto asesino en una esquina oscura de la ciudad como en el dormitorio que
comparte con su pareja.<BR><BR>La izquierda empezó entonces a madurar su visión
sobre la seguridad antes de asumir el gobierno, aunque su programa de acción es
de una vaguedad pasmosa. En ese momento tampoco necesitaba mucha definición: los
problemas que la gente destacaba eran otros y para el votante de izquierda todo
lo que tuviera que ver con Policía y represión le provocaba
escozor.<BR><BR>Cuando el Frente accedió al gobierno pasó por varias etapas, una
de ellas signada por políticas y discursos benevolentes para con la violencia,
que seguro abrevaba en aquella premisa izquierdista que vinculaba la pobreza con
la delincuencia. Mejorando la pobreza, decían, caerán los delitos, como si la
mente y el alma humanas fueran un software.<BR><BR>Pero la izquierda heredó una
Policía mal formada, cárceles atestadas y desastrosas, un Inau (Instituto del
Niño y Adolescente de Uruguay) desquiciado y erráticas políticas de prevención
del delito, cuando no su ausencia total en algunas áreas (ya que los homicidios
no se pueden evitar -algo que a la gente le cuesta asumir- adoptar medidas para
reparar a las víctimas, lo cual recién se votó en este gobierno). Y además
recibió unas cifras apenas un poco menos alarmantes que las de ahora en materia
de delitos.<BR><BR>Ningún gobierno logró frenar las rapiñas, ¿por qué iba a
hacerlo la izquierda?<BR><BR>Pero consciente de que cargaba con la mácula de
haber tenido una actitud inocente y hasta condescendiente con el delito, la
izquierda fue endureciendo su postura. Hoy hay quienes sostienen que nunca hubo
una gestión tan pro policial y que tenga tan claras las necesidades y la lógica
de represión como la de este gobierno mujiquista.<BR><BR>A fuerza de presiones,
contra lo que decía la liturgia izquierdista y aún contra la evidencia histórica
y empírica que mostraba el fracaso de algunas políticas represivas (y con el
ruido de fondo de la tribuna que pedía mano dura), el Frente volvió al trillo
conocido: se aumentaron las penas (a veces de manera absurda, como gravar más a
los traficantes de pasta base que a los de cocaína), se endurecieron medidas con
los menores (preservación de antecedentes y aumento de los mínimos) y se asumió
un discurso en el que los delincuentes ya no eran pobres sino solo
delincuentes.<BR><BR>A medida que se acercan las elecciones a nadie se le ocurre
insinuar un discurso que se acerque a aquella idea soñadora sobre las
condiciones de vida, la bondad y la maldad humana.<BR><BR>Incluso se han dejado
de mencionar cosas que los propios hechos demuestran, como por ejemplo que no
todos los pobres son ladrones, pero que todos los ladrones son pobres; que las
cárceles son lugares atestados no sólo de bandidos, sino también de pobres.
<BR><BR>La urgencia y la necesidad política de obtener resultados en el terreno
policial (donde la gente suele creer que está el corazón de la seguridad
pública, una idea errada y peligrosa) acotó los espacios para una reflexión, más
no sea pasados los hechos, acerca de por qué un pibe que a los 6 años era un
amor se convirtió en un asesino con 14. De eso ya casi ni se habla porque es
como justificar al criminal.<BR><BR>Seguro que el plebiscito impulsado por el
bordaberrismo para bajar la edad de imputabilidad jugó un papel en el
endurecimiento de la postura de la izquierda, aunque en filas coloradas los
argumentos y las ideas en boga son de una pobreza franciscana, sin contar su
pasado de fracasos reiterados en esta área.<BR><BR>No vale la pena mencionar el
triste espectáculo que dieron los colorados en la interpelación de esta semana
(¿es que ni siquiera leen un poco antes de ir a una instancia así?); ya la
propia iniciativa de bajar la edad de imputabilidad penal (más allá de su
procedencia o no) es de una desprolijidad jurídica mayúscula y su
instrumentación embarcará al país en un nuevo problema más que en una
solución.<BR><BR>Pero nadie parece querer jugarse a debatir estas cuestiones
frontalmente en el oficialismo porque el horno no está para bollos en la
sensación de la gente (la interpelación de ayer debería hacer reflexionar al
Frente sobre la debilidad de ciertos argumentos y de quienes los
defienden).<BR><BR>La realidad es que los sectores que quieren mano dura, los
que alientan a la gente a armarse, los que asumen pose de sheriff, arrastraron
consigo a la izquierda en este debate y la dejaron entrampada en un discurso que
algunos pronuncian convencidos y otros no tanto. <BR><BR>Signado por intereses
electorales, el debate perdió matices acerca del origen de la violencia social
(porque esa, la violencia, es la cuestión y no la seguridad). Para recuperar
esos matices lo que parece estar haciendo falta es volver a las fuentes de las
que algunos se alejaron y tener el coraje de asumir que no será una generación
la que resuelva lo que varias generaciones dejaron venir abajo, además de
recuperar, porque no, un discurso un poco más de izquierda, ese que muchos
abandonaron, aún en sus aristas más positivas, cuando la tribuna empezó a pedir
sangre.
<HR>
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