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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>27 de junio 2013</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: <A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Uruguay</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV><STRONG><FONT size=3>A 40 años de la Huelga General</DIV>
<DIV align=justify><BR>De sindicalistas a
capataces</FONT></STRONG><BR> <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Carlos Alberto Boga<BR>Agrupación Militantes
Guevaristas<BR></STRONG></FONT><FONT size=2 face=Arial><STRONG>En Lucha Nº 9,
mayo-junio 2013<BR></STRONG><A
title="mailto:periodicoenlucha.enlucha@gmail.com CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="mailto:periodicoenlucha.enlucha@gmail.com"><STRONG
title="mailto:periodicoenlucha.enlucha@gmail.com CTRL + clic para seguir el vínculo">periodicoenlucha.enlucha@gmail.com</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><BR> <BR>Apenas miramos pasar la
historia y ''pegamos un mordisco'' a la realidad. Para tratar de entenderla y
¿transformarla?. Como si la lucha de clases fuera estática, inamovible, y
volviera a repetirse. Hace más de 30 años una nueva generación de luchadores
sociales irrumpía en el movimiento popular. Éramos trabajadores,
estudiantes, activistas barriales. Cargábamos con una pesada mochila: ponernos
en el lugar dejado por los presos, torturados, desaparecidos, exiliados. Menuda
tarea. Con cierta orfandad teórica pero con mucha decisión y coraje, centenas de
jóvenes nos íbamos transformando en ''militantes''. Sabíamos (más o menos) de
los "peludos" y sus marchas cañeras, del "programa ''histórico'' de la CNT, de
la unidad obrero-estudiantil, de la heroica Huelga General del 73. Hasta
empezábamos a conocer aquellos debates de los años '60 y '70 entre "reformistas"
y "revolucionarios". Con escasos recursos y fuentes diversas. En la
clandestinidad.<BR> <BR>Lo único autorizado por la dictadura eran las
Asociaciones Profesionales de 1er. Grado. Un invento del régimen militar que,
presionado por el crecimiento de la resistencia popular y las exigencias de
organismos internacionales como la OIT (Organización Internacional del Trabajo),
permitía cierta "actividad gremial". Era una licencia para conformar algo así
como un sindicato solo en el lugar de trabajo. Nada de federaciones ni
sindicatos por rama o sector. Luego, quizá, si las cosas no se descontrolaban,
la dictadura ''habilitaría'' las Asociaciones de 2do grado. Es decir,
varias fábricas del mismo sector. Nunca una central sindical. <BR> <BR>En
ese contexto de actividades ''legales'' y clandestinas fuimos recomponiendo las
organizaciones sindicales, estudiantiles y barriales. Desde el 1º de Mayo de
1980 -cuando un núcleo de trabajadores bancarios, tabacaleros y de la Asociación
Española se animaron a convocar una jornada en la parroquia de los Capuchinos-,
hasta finales de 1984, la reconstrucción del movimiento popular no cesó de
avanzar. El PIT (Plenario Intersindical de Trabajadores) fue, sin duda, la
máxima expresión de ese proceso de reconstrucción de un movimiento social que se
puso al hombro la movilización democrática. <BR> <BR>Se discutían las
alternativas, las consignas, las propuestas. Había un clima de asamblea
permanente. De compromiso y pluralismo político. Sobre esta base se acordaron
los emblemáticos cuatro puntos que encabezaron el acto del 1º de Mayo de 1983:
Amnistía, Salario, Trabajo y Vivienda. Más de 100 mil personas le dieron el
espaldarazo al programa levantado por los sindicatos que volvían a ser
protagonistas decisivos. Meses más tarde dos nuevas jornadas de lucha, masivas,
combativas, democráticas. El 9 de noviembre, miles de manifestantes enfrentaron
en 18 de julio una brutal represión policial. Sin retroceder, porque el miedo se
había perdido. El 27 de noviembre el histórico acto del Obelisco, donde
centenares de miles de personas sellaron el destino de la dictadura. No había
marcha atrás. El 18 de enero de 1984 realizábamos el primer Paro General desde
el golpe de Estado. Una demostración contundente. <BR> <BR>Para los que nos
incorporábamos a la lucha por aquellos años fue una experiencia vital.
Militante, sí. De aprendizaje en la independencia de clase. Donde no intervenían
los aparatos y se criticaban los métodos estalinistas del Partido Comunista.
Después comenzó otra historia. La "restauración democrática", burguesa, trajo la
reinstalación de los aparatos. Nuevas y viejos. Al calor de la "concertación
programática" que el Frente Amplio impulsó, el PIT volvió a ser la CNT. El
activismo sindical fue enchalecado en la estructura "unitaria" y las corrientes
más combativas desplazadas. Fuimos "sustituidos" por "inexpertos". Por "no
entender" los sutiles mecanismos de la colaboración de clases. Se habría un
tiempo nuevo signado por el paradigma de la
negociación.<BR> <BR><STRONG>"Intereses que
convergen"</STRONG><BR> <BR>En aquel 1º de Mayo de 1983, Richard Reed (por
entonces militante de Izquierda Democrática Independiente y luego del Partido
Por la Victoria del Pueblo) se quedaba sin voz. Su discurso fue el de un
agitador radical. La multitud de trabajadores que colmaba las inmediaciones del
Palacio Legislativo, aplaudió entusiasmada al joven dirigente de la FOEB. Tres
décadas después, un Richard Reed más viejo y experimentado volvió a ser uno de
los oradores principales del 1º de Mayo. Como dirigente casi vitalicio de la
FOEB y del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT. El discurso fue de otro tono.
Acorde con el de un sindicalismo "responsable" que vela por los "intereses del
país". El "compañero" estuvo preciso en su advertencia: "No fomentemos el lumpen
que no va los lunes a trabajar", "No quiero al atorrante, al vago, al lumpen. No
quiero eso en mi sindicato, quiero laburantes. El mejor sindicato no es el que
más huelga hace, es el que mejor laburantes tiene abajo". (Citado en Búsqueda,
2-5-2013) La escasa concurrencia (algo más de 3 mil personas) y las autoridades
del gobierno presentes en el acto aplaudieron de pie. Al otro día, las
principales corporaciones empresariales saludaron la "madurez" de Reed al
valorar la "cultura del trabajo". En realidad, los patrones se complacían por un
hecho más importante (para ellos): la existencia de una dirigencia sindical que
promueve el disciplinamiento de la fuerza de trabajo en lugar de impulsar la
rebeldía y la lucha.<BR> <BR>Fue el discurso de un capataz. Típico de una
capa parasitaria, burocrática, de aparato, cuya función social específica es la
de mantener bajo control las demandas de los trabajadores y evitar la
desobediencia de clase. Aunque esto implique llegar a la descalificación de las
y los explotados: "faltadores", "atorrantes", "lumpenes". O, directamente, a la
denuncia policial, como en el caso de Víctor Tonto, director del Hospital de
Clínicas: los trabajadores que luchan por sus derechos fueron calificados de
"focos rebeldes", y de una "banda de copadores" que tienen "reminiscencias de
una forma más ligada al terrorismo que a la lucha popular". (Citado en Búsqueda,
6-6-2013) Nada que deba sorprender, si consideramos que el progresismo es,
justamente, eso: una fuerza del orden capitalista. <BR> <BR>En el
2008, cuando Mujica se perfilaba como candidato del Frente Amplio, un periodista
de televisión le preguntó sobre si pensaba alcanzar la presidencia de la
República, el jefe tupamaro "sorprendió" con su respuesta: "¿Yo Presidente? No,
pobre país, si este es un país de atorrantes". Como "estadista" repite el
insulto. Hace unas semanas en Madrid, ante 150 empresarios y banqueros europeos
reunidos en la "Ciudad financiera" del Banco Santander, definió a los uruguayos
como "medio atorrantes" en un país donde "nadie se muere por trabajar". (Citado
en El País, 2-6-2013) Los "potenciales inversores" festejaron la guarangada.
Aunque lo decisivo para los patrones no es la cháchara del antiguo guerrillero
sino las garantías que ofrece. Y, sobre todo, el "mensaje de paz social" que
transmite a los sindicatos: "El trabajador se tiene que ir empezando a envolver
de las dificultades y los logros que tienen las empresas para exigir que caminen
y que además se reinvierta y se cuide (.) Hay que aprender a andar con todos
esos problemas y no verlo como una disputa entre el perro y el gato (.) No
quiere decir que no tengan intereses que chocan pero también tienen intereses
que convergen". (Entrevista a Mujica, suplemento El Empresario, 5-4-2013). Los
dirigentes del PIT-CNT no hacen más que reproducir, en la práctica, lo que su
jefe pregona. <BR> <BR>Por eso, tampoco sorprende la comilona en el Quincho
de Varela. El mismo 1º de Mayo. La mesa de comensales es la mejor fotografía de
un país donde imperan el "consenso" y el "respeto a las diferencias". La
senadora Lucía Topolansky, que actuó como anfitriona se encargó de subrayarlo,
con el embajador venezolano Julio Chirino de un lado, y la embajadora
norteamericana Julissa Reynoso del otro lado. No faltó casi nadie. Concurrieron
ministros, directores de bancos y empresas públicas, dirigentes del Frente
Amplio, latifundistas, empresarios, diplomáticos. Y unos cuantos de los
sindicalistas que, pocas horas antes, habían arengado a los trabajadores en el
acto realizado en la plaza Mártires de Chicago. Ya con los postres servidos,
arribó el Presidente de la República, venía de Tacuarembó, donde se celebró por
primera vez el "Día del Trabajador Rural". Le había hablado a la "peonada" sobre
el "valor del trabajo" en el campo. Sin mencionar, claro está, que durante los
ocho años de gobierno progresista se fue procesando la mayor
concentración-extranjerización de la tierra que ha conocido el país.
<BR> <BR>Apenas una nota discordante en medio de tanta convergencia de
intereses. El acto (alrededor de 500 participantes) convocado por el
sindicalismo clasista y diversas organizaciones sociales en la explanada de la
Intendencia Municipal. Como en el 1º de Mayo de 2012, los diversos "focos
rebeldes" volvieron a concentrarse. Evaluaron al gobierno progresista, dijeron
sobre las "traiciones" del PIT-CNT, y, finalmente, presentaron sus propuestas.
Reivindicable. Aunque siga planteado el dilema de cómo avanzar en una
coordinación más allá de los discursos conmemorativos. Porque la fragmentación
del sindicalismo clasista y combativo no se resuelve por obra y gracia de alguna
victoria parcial, ni por la recuperación de la dirección en algún sindicato.
Derribar la barrera que impone esta fragmentación, nos obliga a (re)pensar las
pistas programáticas, las opciones tácticas y estrategias, las metodologías de
trabajo. Y, ante todo, el vínculo de las corrientes "radicales" con una clase
trabajadora que, evidentemente, es muy distinta a la que conocimos hace treinta
años.
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