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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT face=Arial><U>boletín solidario de
información</U><BR></FONT><FONT face=Arial><FONT color=#800000
size=5>Correspondencia de Prensa<BR></FONT><U>13 de setiembre
2013</U><BR></FONT><FONT face=Arial><FONT color=#800000 size=5>Colectivo
Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo - Uruguay<BR>redacción y
suscripciones: </FONT><A
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG><FONT size=3>Uruguay<BR><BR>Acá la
tienen <BR></FONT></STRONG><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial>Esteban Kreimerman <BR>Brecha,
Montevideo, 13-9-2013</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
title="http://brecha.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
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title="http://brecha.com.uy/ CTRL + clic para seguir el vínculo">http://brecha.com.uy/</STRONG></FONT></A><BR><FONT
face=Arial> <BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial>En los últimos años han surgido unas cuantas
denuncias contra los cascos azules uruguayos en Haití y el Congo: abusos
sexuales en Haití en 2011, prostitución de menores en República Dominicana en
2012, asesinato de civiles en el Congo en 2013. Estos casos, que corrieron
fortunas judiciales muy diversas, no son los únicos desde que las tropas
uruguayas llegaron a esos países. En todos ellos la reacción del Ministerio de
Defensa fue similar: negar las acusaciones mientras fuera posible, y
responsabilizar (y castigar) a algunas ovejas descarriadas pero en absoluto
representativas del espíritu de la misión. </FONT></FONT></DIV><FONT size=2
face=Arial>
<DIV align=justify><BR>Esta reacción quizás sea comprensible desde la
institución que debe controlar a los soldados, pero los demás estaríamos pecando
de una candidez inexcusable si creyéramos el argumento del caso
aislado.<BR></DIV>
<DIV align=justify>No nos engañemos: independientemente de sus fines jurídicos o
sus buenas intenciones, lo que hay en Haití y el Congo son ejércitos de
ocupación, grupos de hombres (y mujeres) armados y organizados por un Estado,
que controlan un determinado territorio ajeno a ese Estado. Y las ocupaciones
nunca fueron amables para las poblaciones de los territorios ocupados, que en
todo tiempo y lugar han sido sometidas a toda clase de vejámenes y maltratos. La
situación es ideal para que, incluso en su versión más bienintencionada, la
ocupación genere una relación muy perversa entre protegidos y protectores: para
funcionar, aquéllos deben aparecer absolutamente desprotegidos sin (y por lo
tanto ante) éstos. En una situación de tal asimetría de poder, los abusos </DIV>
<DIV align=justify><BR>-antes que representar casos aislados o excesos no
representativos- son hechos absolutamente esperables y fácilmente
comprensibles.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si la cosa no debiera sorprendernos en Haití o el Congo,
tampoco debiera hacerlo cuando ocurre en el centro de Montevideo. ¿Cuál es la
diferencia entre los abusos sexuales a un joven haitiano y los plantones a un
joven montevideano? ¿Por qué es distinto el sexo entre soldados y menores de
edad, de los golpes que un policía le da a un adolescente apoyado contra una
furgoneta? Más allá de las -obvias- diferencias, ¿no estamos en última instancia
ante el hecho irreductible del abuso de poder?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Podría objetarse que no hay en Uruguay un ejército de
ocupación. No hay aquí una fuerza armada controlando un territorio con el fin de
proteger a una población inocente de la amenaza irrefrenable de unas hordas
salvajes con las que no hay negociación posible. Y sin embargo, eso es
exactamente lo que hay -al menos para esa entelequia que podemos llamar
"discurso de la seguridad"-. Recordemos aquella campaña publicitaria del
Ministerio del Interior, lanzada en 2011, que pretendía ir contra la
estigmatización de ciertos barrios poco antes estigmatizados por el propio
ministerio con unas muy publicitadas campañas cuasi-militares de ocupación. En
el póster, una policía con cara de simpática nos decía: "En el Marconi hay mucha
gente que marca tarjeta. Yo los defiendo". Ahora bien, reparemos en la lógica
que se nos propone. Tenemos precisamente el territorio, la población amenazada,
los salvajes en este caso innombrados, y la bienintencionada fuerza defensora.
Si en esa fórmula de más arriba sustituimos "territorio" por "Marconi",
"población inocente" por "trabajadores", "hordas salvajes" por "delincuentes" (o
quizás "menores infractores" o "narcotraficantes", tanto da), y "fuerza armada"
por "policía nacional", funciona exactamente igual de bien que si pusiéramos
"Congo", "población civil", "grupos armados" y "cascos azules".</DIV>
<DIV align=justify><BR>La lógica que parece regir al Ministerio del Interior y a
la Policía resulta ser la misma que la que rige una intervención militar, y por
eso no debería sorprendernos que los abusos y las arbitrariedades estén a la
orden del día. Quizás los policías y los soldados que cometen los abusos sean
efectivamente unos pocos locos sueltos, pero son unos locos sueltos puestos en
una posición de asimetría radical de poder respecto de otras personas. Más aun,
da fuertemente la impresión de que este discurso no solamente existe en las
cabezas de esas instituciones: la seguridad es, desde hace un buen tiempo, la
principal preocupación de los uruguayos según las mediciones de opinión pública.
Cierta percepción de los policías como héroes sólo puede entenderse tomando nota
de este discurso: los héroes guerreros sólo existen en las guerras.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras este discurso funcionara tan sólo en unas pocas
cabezas quizás estuviéramos a salvo de él. Quizás sus expresiones fueran pocas,
fácilmente controlables. Pero él lleva en sí su propia victoria, que se vuelve
prácticamente inevitable cuando se torna hegemónico. En una entrevista publicada
en Brecha el 6 de setiembre de 2013, el ministro del Interior, Eduardo Bonomi,
le dijo a la periodista Eliana Gilet que "hay dos formas en una marcha de estas
características (potencialmente violenta), o se espera a que se dé el problema y
después se actúa sobre el problema, pero ya no se actúa sobre los que lo crearon
sino sobre todos los que están alrededor, o se trata de evitar que se dé el
problema. Evidentemente esa es la forma más efectiva". Y evidentemente Bonomi
tiene razón. Pero obsérvese que el ministro acaba de cambiar por completo los
parámetros de la intervención policial. Acaba de cambiar el objeto de la
represión: del "delito", se pasó al "peligroso". Ya no se va contra lo que
alguien hizo, sino contra lo que alguien es. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La operación fundamental de la seguridad es tomar eventos
y convertirlos en riesgos: calcular su frecuencia, sus probabilidades de
ocurrencia, sus impactos y costos posibles, y tomar las prevenciones y usar los
remedios óptimos. El objetivo de la seguridad es estar prevenido contra todo
riesgo, y eso es obviamente imposible: siempre habrá algo que escapará a todos
los aparatos de seguridad que tengamos montados. Por lo tanto, la lógica de
estos aparatos es la de la multiplicación infinita: mientras las cosas estén
planteadas en términos de seguridad, esos aparatos no harán sino crecer,
haciendo que esas lógicas dejen de funcionar sólo en unas pocas cabezas y pasen
a regir efectivamente a la sociedad.</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR>El discurso de la
seguridad es el responsable directo de estos abusos que no paran de repetirse, y
no una víctima engañada en su buena fe. Su propia dinámica interna tiende a
multiplicar sus aparatos, y a reforzar la posición de subordinación de la
población supuestamente defendida. Esto se da en el ámbito policial, pero éste
no es el único campo de expresión de este discurso: la misma lógica rige, por
ejemplo, el campo médico, o el económico. En todos ellos tendemos a delegar
nuestra soberanía en manos de un grupo de expertos bienintencionados que vendrá
a salvarnos de lo que nos amenaza. El caso policial tiene la particularidad,
nada desdeñable, de que los expertos están armados. <BR></DIV>
<DIV align=justify>Por eso quienes nos oponemos al aumento de las penas, a la
baja de la edad de imputabilidad, al acrecentamiento de las capacidades
vigilantes y represivas del Estado, no deberíamos dejar pasar esta oportunidad.
Cada vez que un defensor de estas medidas abra la boca nosotros deberíamos
recordarle que es eso que él defiende lo que genera estos abusos y esta
violencia. Cada vez que uno de ellos hable nosotros deberíamos responderle:
¿querían seguridad? Acá la tienen.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>